Partida Rol por web

La elfa se había alejado, y Khaila se quedó en la mesa con el resto. Miró a Kanizhar cuando éste habló. Se dibujó una mueca, que intentaba parecer una sonrisa, en su pálido rostro.

- Bueno, la verdad, si puedes ayudarme sería un favor... Pero no me toques los vendajes... - Dijo a modo de advertencia con los ojos echando chispas. En el cuartel habían comprobado el humor que se gastaba la joven cuando le rozaban las heridas. Por todos los dioses, así no empiezo bien... Suavizó un poco sus rasgos al darse cuenta de lo brusca que había sido. - Es que duelen... - Dijo bajando la mirada, e intentando arreglarlo un poco.

Kanizhar esbozó una pequeña sonrisa ante la explícita renuencia de Khaila a que le quitasen los vendajes. Por segundos, tomó la apariencia de un animal cuidando un trozo de comida, algo asustado y vulnerable. Pero pronto recordó que había salvado a una niña de un ritual sacrílego de un sótano colmado de sectarios, y para colmo, había recibido una mordida bastante inconveniente de esa misma víctima.

-No hay por que preocuparse. Me bastará con rozarlos- explicó, sin poder evitar sentir un ligero acaloramiento en las mejillas. Miró a su alrededor, dubitativo. Había mucha gente en la taberna y le pareció una ambiente incómodo para "trabajar", pero decidió no hacer esperar a su nueva compañera. Se situó junto a ella y apoyó sus manos suavemente sobre los vendajes enrojecidos de la guerrera. A medida que farfullaba un rezo, que para la mayoría hubiera resultado extraño e incluso impío, sus manos resplandecieron con un color azulado.

-Me sirvo del Poder para sanar tus heridas y acabar con tu sufrimiento-

A causa de los vendajes, Kanizhar no pudo ver el efecto de su conjuro, pero pudo imaginar la mordida cerrando limpiamente y el color de la piel tomando su tonalidad normal.

Si es que la maldición lo permite...

Un cosquilleo cálido, agradable, recorrió el cuerpo de la joven guerrera al sentir el poder de la magia de Kanizhar. Sintió como el dolor mitigaba, todavía estaba allí, pero había perdido intensidad y su hombro parecía volver a formar parte de su cuerpo. Su rostro recuperó algo del color perdido.

Una sonrisa asomó a los labios de Khaila. - Gracias... - Dijo en un susurro mirando agradecida al clérigo que había posado sus manos con suavidad sobre sus heridas... - Me encuentro mejor. - Comentó moviendo con algo de brusquedad el hombro herido, el cual le recordó con presteza que todavía existían heridas por sanar... - Uisss... - La guerrera hizo una mueca y colocó la otra mano sobre el hombro resentido. - Creo que todavía he de ir con cuidado. -

La joven suspiró, no tenía mucho tiempo, el recuerdo de la maldición seguía latente en su cabeza... - Supongo que será mejor que nos pongamos en marcha, a ver si viene Galatea y vamos a buscar esa varita que comentó... ¿Sabeis cuánto puede costar? - Preguntó con curiosidad...

-No hay de que-

Kanizhar parecía satisfecho con su trabajo, pero al oír la queja de la guerrera, su rostro tomó una cierta apariencia de disgusto.

Uhm. Parece que no he hecho demasiado después de todo...

Suspiró por lo bajo, disimulando su aversión, y volvió a sentarse. Nuevamente, se sirvió un poco de vino. Era la segunda vez que llenaba la copa, y había tenido la prudencia de llenar el estómago, por lo que se encontraba lejos de embriagarse. La bebida le había encantado, pero estaba consciente de lo que les esperaba en el camino. Mejor dicho, no sabía que esperar de aquel viaje, por lo que mejor estar lúcido y preparado.

El muchacho alzó la cabeza en busca de Galatea cuando Khaila la mencionó, curioso y ansioso por partir. -No lo sé- respondió a su pregunta. -Hasta ahora, no me han llamado la atención. Tal vez Hanna sepa...-

Hanna había mirado el conjuro de Kanizhar como si fuera la primera vez que viera lanzar ese hechizo, aunque no dijo nada.

Cuando el sacerdote le hizo aquella pregunta implícita, la acólita de Mystra le miró a los ojos, y luego habló para todos.
Calculo que... algo más de setecientas monedas. Con suerte les rebajamos algo si les explicamos a lo que vamos y les interesa o les "hace gracia" la aventura a la que nos vamos a embarcar... pero nos toca a ciento treinta o ciento cuarenta a cada uno, como poco... y yo solo puedo permitirme poner cien.

Se encogió de hombros, no llevaba más encima, y realmente esa varita era interesante para el grupo, podría sacarles de más de un apuro.

En un momento -Desesperado, más bien...- dado podría llegar a utilizarlo yo, pero será mejor que lo haga alguien ya familiarizado con esos conjuros, como Galatea o Kanizhar.

Galatea tardó a penas cinco minutos en volver y cuando lo hizo miró primero a Khaila al percatarse de que tenía mejor cara, seguramente Kanizhar tendrí aalgo que ver.

—Bueno, ¿habéis terminado ya de comer?—dijo  apoyando ambas manos en las caderas, en jarras y ladeando la cabeza—Deberíamos ponernos en marcha lo antes posible, cuanto menos nos durmamos en los laureles, mejor.

Esta vez el lobo levantó la caebza con las orejas muy rectas.

- Yo puedo poner algo mas de dinero, aunque también debería volver a pasar por casa para recogerlo... Hola Galatea, ¿ya estás aquí? Hablábamos de la varita. - Khaila había levantado la mirada al escuchar a la elfa acercarse, una mueca asomó a sus labios.

- Como iba diciendo, deberíamo ver lo que cada uno puede aportar, la diferencia ya la pondré yo. Total seguro que seré la que más necesite de los usos de esa varita. - Terminó diciendo mirando a cada uno de los miembros del extraño grupo que formaban. Ninguno de ellos tenía mucha pinta de lanzarse a la carga tras el enemigo. Sí, seré la que más la utilice, pero para salvarles el culo... Pensó la guerrera, aunque prefirió omitir esta parte.