La criatura salió corriendo detrás de ellas. Tymora quiso que no les alcanzara: el grillete hacía que sus movimientos fueran torpes y desgarbados. Las dos mujeres, jadeando, cerraron la puerta tras de si, al tiempo que escuchaban el aullido sobrecogedor y frustado de la licántropa. Khaila, que tenía apoyada la espalda contra la puerta notó el embate de la criatura al chocar contra la puerta.
Se escucharon arañazos frenéticos... y unos latidos de corazón más tarde, el silencio, sólo roto por las respiraciones entrecortadas de las mujeres.
Galatea respiraba agitadamente pegada la espalda aún a la puerta, medio aliviada, medio en tensión, podía sentir una gotita de sudor escurirle por la sien y cómo Áscalon se había acercado a su lado frotando la peluda cabeza contra su pierna y olisqueando el aire para comprobar que su compañera se encontrase ilesa.
"Maldita... sea... ¡maldita sea!" suspiró secándose la frente con el dorso de la mano "¡Cuando pille a los bastardos que están detrás de esto, por el Padre que van a llevar tal patada que se van a marear todos sus antepasados!"
No quedaba más remedio que esperar a Arledrian o idear otra cosa, y desde luego no pensaba permitir que nadie le hiciera daño a Imizael, aquello sería de todo menos bueno para las ya de por sí frágiles relaciones entre humanos y elfos, incluyendo a los Ancianos ni más ni menos. Acarició la cabeza del lobo para tranquiizarlo mientras soltaba un hondo suspiro. Al cabo de un instante dijo algo referente a un evento del que ambas habían sido conscientes y no tenía sentido ignorar.
—Déjame ver eso.
Se giró hacia Khaila esperando ya que la guerrera era más alta que ella y tendría que agacharse si quería dejarla inspeccionar el mordisco. La expresión de su rostro era muy seria pero mantenía estóicamente la calma bien fuera por no causarle pánico a la humana o bien porque realmente era capaz de mantener la cabeza fría en un momento así.
—Es... muy superficial, no necesariamente te tiene que haber infectado—concluyó tras unos segundos de escrutinio tras los cuales se separó—aunque eso no quita que sea una posibilidad y no podemos ignorarla. Pero manten la calma ante todo.
Con una mano peinó hacia atrás aquella mecha plateada de cabello llevándola detrás de una de las puntiagudas orejas, luego se cruzó de brazos.
—O naces licántropo o te lo contagian, en el primer caso no puedes hacer nada pero en el segundo se trata de una maldición... y como tal puede quitarse—explicó con aquellos penetrantes ojos azules mirándola sin hostilidad pero con firmeza—conozco a alguien en el templo de Khauntea, luego podemos visitarlo si quieres para ver si hay peligro o no, te acompaño yo, ¿de acuerdo?.
Aquello era lo más... amable que hasta entonces había dicho la altiva elfa, aunque ni si quiera sonriese. Tal vez se sentía culpable o tal vez... es que sinceramente quería ayudarla.
Habían conseguido cerrar la puerta. Se quedaron apoyadas contra ella, sintiendo cada uno de los embites de la niña lobo. Khaila todavía sentía su corazón latiendo fuertemente, apretó los dientes... Uno... Dos... Tres... La criatura intentaba abrirse paso a base de arañazos en la puerta. La joven los sentía a través de la madera...
Finalmente se dejaron de sentir los arañazos. Khaila miró, con las pupilas dilatadas, a la elfa. Su rostro se encontraba pálido. Sentía el mordisco latiendo rítmicamente. Tenía heridas más dolorosas, pero tan sólo era consciente de ese mordisco, que en otro momento no le hubiera dado más importancia que el que se le da a un arañazo.
Se sentó en el suelo, sin decir palabra, dejando que Galatea le mirara el hombro. Bajó la mirada, clavándola en el suelo y una sonrisa fría, más bien una mueca, asomó a sus pálidos labios... ¿Mantener la calma? Era ella la que se podía convertir en una criatura como ésa...
- Tendríamos que acabar con ella... Si hay el peligro de que vaya contagiando así a la gente... - Dijo en un susurro. Sus palabras eran frías, se podía ver en su actitud que estaba asustada, aunque apretando sus manos, controlaba los temblores que sentía por dentro. En ese momento, la joven tenía la mente ofuscada, Galatea le decía que había una solución, pero ella no podía pensar con claridad... Finalmente levantó nuevamente la cabeza, clavando en la elfa sus oscuros ojos. Sus palabras parecían haber entrado finalmente en la conciencia de la joven.
- Entonces... ¿Hay solución? - A su mente le vino el recuerdo de las dos clérigas de Khelenvor que había conocido hacía tan sólo unos días. Aunque con todo lo que había pasado, parecía que hubiesen pasado semanas... ¿Ellas me ayudarían? Se preguntó con el alma en vilo. Aunque el recuerdo de aquella noche todavía era reciente, la joven no había hecho nada por acercarse a la posada que le dijeron. No sabía cual sería la actitud de las clérigas, pero... ¿Y si la persona que decía la elfa no podía hacer nada?
Galatea se había sentado sobre una de las cajas que habían empleado para bloquear la puerta, manteníaa una mano con la palma hacia arriba a la altura de la rodilla, mano que el lobo no paraba de oler y lamotear aparentemente entretenido con aquella atención prestada. La elfa por su parte lo observaba con aire ausente hasta que escuchó la voz de Khaila que fue cuando giró la cabeza para mirarla a ella.
En un principio no dijo nada, sólo la miró como si estuviese escrutando algo en los ojos de la muchacha pero era difícil por no decir imposible saber lo que estaba pensando la druida pues en aquella imperturbable expresión no se adivinaba nada.
—Por esa regla de tres, también deberíamos acabar contigo... para que no vayas contagiando a la gente, pero eso no sería justo, ¿no?—no lo dijo con sarcasmo, si no con una normalidad innatural, es más, hasta suspiró—las dos tenéis el mismo problema, Khaila, y ninguna culpa de ello.
Bajó la mano dejando descansar la palma sobre la caja a lo que Áscalon se limitó a emitir un sonido fastidiado, luego apoyó la enorme cabeza en la rodilla de su compañera y se quedó así.
—Y sí, claro que hay solución... en el caso de que te haya infectado, claro—continuó contestando a la segunda pregunta de la guerrera—la licantropía "adquirida" no es más que una maldición por lo tanto hay que encontrar un sacerdote o una sacerdotisa capaz de lanzar el conjuro adecuado para romperla. Si mal no recuerdo en esta misma ciudad hay tres templos... uno de Mystra, uno de Oghma y otro de Tymora, tenemos donde preguntar, y si por lo que fuera no es suficiente... el templo de Khauntea del que te hablé está en Velarburgo a un día de viaje a pie de aquí más o menos.
La mano que antes había apoyado sobre la caja volvió a la cabeza del lobo acariciándole las orejas distraídamente cosa que provocó que el animal moviese ligeramente la cola al ras del suelo.
—Y dicho sea de paso... yo debería hacerle saber esto al círculo druídico. Como ya he dicho, esa chiquilla es la nieta de uno de los ancianos del lugar de donde vengo y hacerle daño no sería nada inteligente por vuestra parte. Las relaciones con los humanos en lo referente al Pacto de este valle son muy frágiles y no tengo intención de que empeoren por un evento así. Aunque quizá no lo aparente, mi trabajo consiste en fortalecerlas.
Las palabras de Galatea fueron como un chorro de agua fría. La joven Khaila estaba herida y asustada, motivo por el cual había hablado sin pensar. Sabía que la elfa tenía razón, pero en ella todavía no se sabía si se había contagiado o no... La miró con resentimiento, herida en su orgullo la joven sintió rabia.
Suspiró profundamente bajando la mirada, en su rostro había dibujadas un cúmulo de emociones.
- Sí... Tienes razón. Siento mi comentario... - Dijo a regañadientes mordiéndose el labio inferior. Se apartó con brusquedad un mechón de cabello que había caído sobre sus ojos y levantó nuevamente la mirada. Ahora parecía algo mas calmada, no se había movido de delante de la puerta y miró hacia la otra, esperando que volviera Arledrian con los refuerzos.
- Conozco a dos clérigas... - Empezó a decir con un hilo de voz. - Desconozco si son capaces de hacer ese tipo de conjuros... Pero... Podría decirse que me deben una. Les ayudé hace unos días, y quizás puedan ayudarnos... - Terminó diciendo volviendo nuevamente sus oscuros ojos a la elfa.
Galatea parpadeó al escuchar aquello.
—¿Dos clérigos? eso es una buena noticia entonces... ¿De qué dios?
Áscalon de pronto miró hacia arriba buscando el rostro de la elfa que por su parte estaba mirando a Khaila y por tanto no se percató. El lobo levantó la cabeza de las rodillas de la druida y se acercó a la guerrera que estaba sentada en el suelo con la peluda cabeza baja en un gesto inofensivo.
Ni corto ni perezoso se sentó sobre sus cuartos traseros y olisqueó con aquella nariz mojada uno de los arañazos que la mujer presentaba en el brazo del combate anterior con los entunicados, al instante lamió la herida un par de veces limpiando la sangre y luego levantó las orejas espectante como si esperase un resultado o algo así, mirándola con aquellos ojos dorados que para ser los de un animal parecían transmitir cierta calidez, de hecho hasta ladeó la cabeza en lo que debió ser un gesto interrogante, cosa que podría resultar hasta graciosa según se viera.
La elfa por su parte miró al lobo con una de sus perfiladas cejas ligeramente enarcadas. Luego volvió el rostro al frente aunque continuó observándolo de soslayo de modo que únicamente les daba el perfil tanto al animal como a la guerrera. Dio la sensación de que por un fugaz momento se dibujase una media sonrisa en su cara, pero tan leve que al siguiente latido de corazón ya no estaba allí.
—Por cierto, no has ofendido a nadie con tu comentario... no lo sientas.
- Son dos clérigas de Khelenvor. Están alojadas en el Fondeadero. Quizás puedan hacer algo, aunque desconozco hasta donde llega su poder... - Empezó a comentar Khaila, pero se detuvo al ver a Ascalon acercarse a ella. El animal la miró como si pudiese hablar con ella. Y empezó a lamer sus heridas.
Khaila sonrió, tras todo lo que había ocurrido, era la primera sonrisa que iluminaba sus oscuros ojos. Acarició con suavidad la cabeza del animal. Y miró nuevamente a Galatea.
- Hermoso animal... - Susurró sin borrar la sonrisa de sus labios. Todavía tenía aquel miedo en sus entrañas, pero la actitud de Ascalon le había reconfortado de una manera extraña. Como si el animal pudiera entender por lo que estaba pasando la guerrera...
Galatea quedó pensativa mesándose la barbilla unos segundos con la información sobre los clérigos, luego aunque no dijo nada, pareció conforme porque asintió y volvió a dirigir la vista a Khaila que estaba acariciando a Áscalon.
Las cejas de la elfa se levantaron ligeramente mientras ladeaba la cabeza y se encogía de hombros en un gesto inusualmente amable para ella cuando la guerrera la miró.
—Te sorprendería saber la cantidad de veces que confiaría antes en él que en muchas... "criaturas de dos patas".
Aquella bien podía ser otra forma de describir que era un "hermoso" animal o simplemente podría haber sido un comentario objetivo. Al segundo se llevó hacia atrás un largo mechón castaño que le cubría parcialmente una de las puntiagudas orejas y se giró un poco aunque sin levantarse de la caja para pegar la mejilla a la puerta que tan silenciosa había quedado, como si intentase escuchar alguna pista de lo que pudiese estar haciendo la niña en la habitación contigua.
Áscalon por su parte permanecía sentado junto a Khaila al parecer satisfecho con el resultado que había obtenido por parte de la guerrera.
Tirada: 1d20(+10)
Motivo: Escuchar
Resultado: 3(+10)=13
La guardia aún tardó un largo rato en llegar. Eran una veintena de guerreros uniformados, encabezados por el Sargento Carbos y Arledrian. El joven guarda frunció el ceño a ver las cajas apiladas junto a la puerta y las mujeres sentadas en ella. Fue a decir algo, pero la prudencia lo detuvo en última instancia.
El sargento Carbos echó un vistazo a los cadáveres despatarrados de los monjes. Aunque Arledrian le había informado, parecía no creerse que dos mujeres hubieran podido dar cuenta de tan numerosos oponentes.
—Por las nalgas prietas del Señor de las Batallas... —juró en voz baja, acercándose a las mujeres a base de ir esquivando los cuerpos muertos de sus enemigos—. Ehmm... buen trabajo, señoritas. ¿Se encuentra la bestia ahí dentro?
A su espalda, los guardas iban amartillando sus ballestas, o aprestaban con fuerza sus lanzas.
Khaila se había quedado en silencio, mirando a lo lejos, con la mente perdida en sus propios pensamiento. Su mano no se apartó de la testuz de Ascalon, le continuó acariciando distraídamente.
- ¿Escuchas algo? - Le preguntó a Galatea, bajando la voz, al ver cómo la elfa intentaba oir algo a través de la puerta cerrada. De repente escuchó unos pasos. Nuevamente dirigió la mirada a la puerta, viendo como entraba Arledrian con los refuerzos. - ¡Hombre! Por fin has llegado... -
Se levantó del suelo donde se había medio acomodado, sintiendo sus nalgas medio dormidas después del rato que llevaba en la misma postura. Al ver como los soldados preparaban las ballestas hizo una mueca con los labios y miró de reojo a Galatea.
- Tsk... Eso no creo que haga falta... - Dijo dirigiéndose al sargento. - Dentro hay una niña que tiene algún tipo de maldición... Hay que conseguir reducirla intentando no terminar con su vida. Bueno, ella os lo explicará mejor. - Terminó diciendo señalando con la cabeza a la elfa que se mantenía a su lado.
Tirada: 1d20(+1)
Motivo: inteligencia
Resultado: 10(+1)=11
Galatea separó la oreja de la puerta y negó ligeramente.
—La escucho respirar, todavía sigue tran...
Cortó la frase en ese momento parpadeó como si hubiese percibido algo, giró la cabeza hacia la entrada por la que aparecieron Arledrian y su comitiva. Por supuesto cuando el soldado el guardia preguntó por la bestia la respuesta de la elfa fue poner los ojos en blanco sarcásticamente, aunque cuando habló lo hizo sin tono hostil.
—En primer lugar... Aquí no hay ninguna bestia, caballeros—se levantó de la caja sacudiéndose las rodillas con toda la tranquilidad del mundo y luego cruzó los brazos sobre el pecho—y en segundo, por supuesto que no va a hacer falta.
Áscalon pareció intuir algo y caminó despacio dándole una vuelta a las piernas de la Druida, luego simplemente se sentó observando la escena.
Galatea por su parte descruzó una de las manos señalando hacia atrás donde se encontraba lapuerta atrancada, con el pulgar.
—Como ha dicho Khaila lo que hay ahí dentro es una niña—volvió a cruzarla—que da casualidad de que es la nieta de uno de los Ancianos del círculo druídico y sí, la han maldecido, Licantropía concretamente. Entre eso y a juzgar por cómo van vestidos estos tipos de negro no me extrañaría que fueran una especie de culto de Sharinos.
Bajó ligeramente la barbilla y la cabeza pero sus iris viajaron a la parte de arriba de sus ojos para continuar observando a los presentes. Levantó ambas cejas "inocentemente".
—Así que no hace falta cazar nada en este sitio, si se entiende lo que quiero decir.
Los soldados de la guardia intercambiaron miradas nerviosas. Enfrentarse a una bestia salvaje era una cosa, pero hacerlo contra un licántropo era otra muy distinta. Arledrian tenía los ojos como platos, y abría y cerraba la boca como si fuera un pez fuera del agua. El Sargento Carbos miró a sus hombres mientras el sudor empezaba a perlar su frente. Sabía que se esperaba de él que se hiciese cargo del asunto, pero parecía obvio que prefería no estar en su pellejo.
—Eso complica mucho las cosas... —admitió—. Dioses misericordiosos, si hubiéramos matado a esa criatura y después resultara ser la hija de uno de los ancianos tendríamos a los elfos encima en menos de lo que canta un gallo.
El sargento se estremeció, como si una imaginaria flecha elfa se hubiera clavado a escasos centímetros de su nariz. Tragó saliva e inclinó la cabeza en señal de deferencia ante las dos mujeres.
—Expondré el asunto ante el Consejo buenas mujeres, aunque estoy seguro de que los Burgueses decidirán escoltar a la... niña de vuelta a los bosques del Cormanthor. Habéis hecho mucho por Valle de la Rastra. No sólo habéis salvado la vida de esa niña, sino muchas más, humanas y elfas si se llegara a dar el malentendido. La ciudad está en deuda con vosotras dos, quizá pueda arreglarlo para que os den una recompensa por vuestras acciones —Carbos se dirigió a sus hombres—. Ya habéis oído: bajad las armas y preparar las redes. Quizá podamos utilizar el bozal. ¡Adelante y no le toquéis un pelo a esa niña, tenga el aspecto que tenga!
Arledrian se quedó pasmado unos momentos más.
Apuntaos 450 puntos de experiencia cada una por finalización de misión. Galatea gana 200 puntos adicionales por consecución de objetivos personales.
Si queréis algo concreto como recompensa, podéis pedírselo a Carbos en este momento y el Dm los Burgueses estudiarán la propuesta.
Ahora que parecía que los guardias se hacían cargo de la situación, khaila finalmente empezó a relajarse. Al bajar la tensión que mantenía sus músculos preparados para cualquier posible sorpresa, la joven empezó a sentir el dolor y el ardor de las diferentes heridas que recorrían su entumecido cuerpo.
Apretó los dientes, apartándose del medio y dejando que la guardia actuara. Sus rasgos todavía se encontraban manchados de la sangre de sus enemigos, y su armadura, otrora brillante, ahora daba lástima solo el hecho de contemplarla.
Apartó uno de sus rubios mechones, que se había quedado pegado en su frente sudorosa. Aún y sintiendo su cuerpo dolorido, casi destrozado, la joven no pudo retener una sonrisa que asomó a sus labios. Ella había ido a ayudar por puro altruismo, quizás la rabia de haber sido robada aquella misma mañana, a la luz del sol, le había motivado para ayudar a la elfa y al joven guardia. Pero ahora que sabía que quizás debido a eso pudiera cobrar alguna recompensa, su humor cenizo pareció aligerarse...
Aunque en sus labios se dibujara una sonrisa, sus ojos oscuros, se habían quedado casi opacos. Dirigiéndose de vez en cuando a los cuerpos entunicados que continuaban tirados en el suelo. Sus ropajes oscuros... Su corazón empezó a latir aceleradamente, mientras una idea empezaba a asentarse en su cabeza...
- ¿Sharinos? - Preguntó la joven volviendo la mirada a Galatea. Ignoró a los guardias, a su sargento, y si hiciera falta hubiera ignorado incluso a los gobernantes... Ahora solo una cosa rondaba por su cabeza... ¿Qué eran los sharinos?...
Con 0 rangos en saber (religión) ninguna de vuestras pjs saben mucho sobre los sharinos. Que es la diosa de la oscuridad y que sus adoradores van vestidos de negro, vale. Pero poco más.
Si queréis más información, acudid al templo más cercano ^_^.
—Seguidores de la diosa Shar—resumió Galatea descruzando un brazo y gesticulando un poco al hacer circulos enel aire con la muñeca—visten de negro.
Volvió a cruzarlo antes de seguir y se encogió de hombros cerrando los ojos filosóficamente.
—No es que sepa... mucho de ellos pero un licántropo es una criatura nocturna y Shar es la diosa de la Oscuridad. Pueden tener conexión.
Cuando escuchó las palabras de aquél humano como sin embargo, lo hizo como si estuviese pensándolas.
—En deuda y una recompensa, ¿eh?—se dio unos golpecitos en la barbilla y de pronto enarcó las cejas como si hubiese caído en la cuenta de algo—quizá si haya algo en lo que necesitemos una manita.
Miró a Khaila de soslayo con algo parecido a la complicidad... ya que dicha complicidad parecía ribetear únicamente sus ojos, el rostro de la elfa permanecía sereno.
Pero no dijo más, de momento lo primero era salir de allí, y sacar a Imizael, claro.
Sé que se ha abierto otra escena, pero ya le dije al jefe que iba a postear aquí, por eso la dejó abierta mientras abría la otra (Tali, ¡ansias! xD)