Una dekhana. No había pasado ni una dekhana. Un tiempo muy corto para tantos cambios, al menos desde la dilatada perspectiva del tiempo de un elfo. Habías resuelto la matanza de los establos Frondáurea, anulado un poderoso maleficio sharino, evitado los hostilidades entre los elfos salvajes del Velar y los rastreños, y descubierto fragmentos de la historia de tus padres y de tu neblinoso pasado. Te preguntabas cómo podías encajar todas estas nuevas piezas en tu vida. Necesitabas algo de perspectiva, alejarte de los humanos y de su vida rápida, en la que todo parecía pasar a la vez. Regresabas al Cormanthor, a tu casa, donde poder compartir las nuevas con tu hermana.
El Cormanthor era un bosque profundo, misterioso, aún virgen en muchas partes. La corrupción de Myth Drannor, la que fuera en sus días la orgullosa capital del imperio élfico y hoy día un nido de demonios, no se había extendido por todo el bosque. Con Áscalon siempre a tus pies, recorriste el familiar camino que llevaba a Ramas Vivas, tu hogar.
Ramas Vivas era una pequeña comunidad, y sus edificios brotaban entre los árboles como delicadas muestras de la arquitectura de los elfos lunares, rosada y asimétrica. Un montón de caras conocidas te saludaron, pero ya te habían sentido antes de que llegaras. La unión que había entre un elfo y sus semejantes iba más allá de la que los humanos podrían sentir nunca. Cuando un elfo se sumía en La Ensoñación, podía unirse con sus seres queridos en una consciencia común, en la que los problemas, la angustia o la felicidad y la dicha de uno eran la de todos. No obstante, algo fue distinto en aquella ocasión. El Pueblo estaba más retraído que de costumbre, y te costaba ahondar más de lo normal en las emociones de los demás. ¿O quizá fueras tú la que te habías alejado de ellos, inconscientemente?
Tu hermana te esperaba fuera y se acercó a ti.
--Agua dulce y risas ligeras, hermana --te saludó, con una leve sonrisa.
Después de tantos días entre los ruidosos humanos, el saludo de tu propia hermana resultaba frío, distante.
--No te esperaba por aquí.
Áscalon trotaba trazando círculos amplios en torno a Galatea conforme se acercaban a Ramas Vivas, a diferencia de verse en necesidad de caminar junto a ella con ademán protector, el lobo se encontraba tranquilo en aquél sitio.
La elfa por su parte, andaba más pensando que observando puesto que aunque se le perdía la vista en las copas de los árboles y en las delicadas y bellas estructuras, iba dándole vueltas a todo lo ocurrido, era algo que debía contarle a su hermana pero a la vez costaba encontrar un modo de hacerlo sin que a ella misma le doliera. Por lo pronto había guardado envuelto Símbolo Sagrado de Selûne ya que se sentía confusa con respecto a él, no quería ofender a la diosa y sin embargo sentía de modo casi instintivo que debía tener un vínculo con ella.
Sin embargo, necesitaba atar algunos cabos antes, había demasiadas preguntas. Después de tantos años... ¿por qué nadie del Círculo había mencionado algo así? estaba segura que el Archidruida debía saberlo, él debía haber conocido a Aurana y a Kalonos, pero entonces... ¿por qué?
Se hacía una idea pese a no querer.
Áscalon olisqueaba el aire, iba y volvía pero cuando vio a Aleera corrió hacia ella moviendo la cola y no dejó de darle empujones en la pierna con el hocico hasta que consiguió una caricia. Luego volvió junto a Galatea.
—¿Tan raro te resulta que regrese? es mi hogar—sonrió la elfa levantando ligeramente un brazo a modo de saludo—agua dulce y risas ligeras, hermana. ¿Cómo va todo?
Aleera se encogió de hombros.
--Pues no lo frecuentas como si lo fuera --te reprochó Aleera--. Aunque a veces te las apañas para estar presente sin estar físicamente.
Tu hermana te hizo un gesto para que la acompañaras.
--Recibimos noticias de los humanos sobre lo de Imizael. ¿Cómo está?
Galatea dejó caer el brazo y suspiró.
—Tú lo has dicho, he estado presente antes incluso de volver—contestó—la frecuencia no va necesariamente ligada a la presencia física.
Conocía a su hermana y desde luego tenía el doble de paciencia que ella (precisamente por eso era capaz de visitar la ciudad sin que le diese taquicardia) así que aquello no le había molestado, a fin de cuentas... Galatea siempre respondía de forma filosófica.
Acompañó a Aleera mientras esta hablaba con el lobo en su constante orbitar en torno a ambas.
—Curada, gracias a los dioses. Volverá a casa pronto—respondió a la pregunta sobre Imizael—Supongo que entonces también estaréis al tanto de la maldición que la afligía... Parece que alguien está empeñado en romper el Pacto de los Valles y no sé si se limitará sólo a los sharinos.
Áscalon encontró una bellota y se puso a jugar con ella por lo que sus paseos se convirtieron en correteos de busca-lanza-y-captura.
—Aunque hay algo con respecto a esa cura de lo que quería hablarte—añadió la elfa cuya voz de pronto había adquirido un matiz bastante más serio—del lugar al que fuimos a bsucarla... concretamente. Encontré algo extremadamente importante para ambas.
Aleera enarcó una ceja con escepticismo.
--Puede esperar --acotó, mirando al frente--. Hay alguien que le gustará conocer la buena nueva.
Por la suave calle de tierra apisonada descendía Aglauntaras, uno de los ancianos de Ramas Vivas, y el abuelo de Imizael. Era una figura frágil, de miembros quebradizos que necesitaba ayuda de los más jóvenes de su familia para caminar. No obstante, su mirada aún desprendía una fuerza y una vivacidad admirables.
--Aaah... Galatea... cuánto me alegro de verte --dijo el anciano, antes de que sufriera un ataque de tos--. Tu visión es una bendición para estos ojos tan cansados.
Galatea aceptó el dejar para luego aquello, si bien no estaba muy segura de si era porque la requerían en otra parte o porque ella misma se aliviaba de no tener que sacar el tema aún.
Anduvo por el camino con su hermana, con el lobo deambulando en torno a ambas y cuando el anciano llegó hasta ellas, le sonrió e inclinó ligeramente la cabeza en ademán cortés.
—Andaran atish'an, Aglauntaras—saludó—me alegro de que sea así. Debes haber estado muy preocupado.
Aglauntaras sonrió y asintió en un gesto de aprobación al hecho de que utilizaras una fórmula tradicional élfica más antigua y formal que el "agua dulce y risas ligeras". Pero su rostro pronto se nubló.
--Y lo seguiré estando mientras mi nieta siga entre los N'Telquessir. ¿Se encuentra bien?
Galatea asintió.
—Sí, ya está curada—respondió—los n'tel quess la traen de vuelta con una escolta oficial como muestra de buena voluntad. Yo sólo me he adelantado para no demorar las noticias, pronto estará en casa.
Mientras, Áscalon lamía con suavidad una de las manos del anciano con la plumosa cola balanceándose ligeramente... si es que los lobos eran capaces de distinguir un saludo "desenfadado" de uno "cortés", aquello al menos lo parecía en comparación con la efusividad que había mostrado con Aleera.
Aquél animal era demasiado listo.
El anciano esbozó una sonrisa que hizo más profundas las arrugas de su rostro y rascó al lobo detrás de las orejas.
--Hubiera preferido que mi pequeña nietecita viniera contigo en vez de toda rodeada de esa... parafernalia de los n'telquessir --Aglauntaras palmeó suavemente el cráneo de Áscalon, como si le indicara que ya había terminado sus atenciones para con él--. Pero por las noticias que nos han llegado, has jugado un papel más importante en los acontecimientos que ser simplemente una portadora de estas nuevas, ¿no es así?
Aglauntaras apuntó de forma lánguida a su casa.
--¿Aceptarías la hospitalidad de la Casa Laereeryn para complacer la curiosidad de este viejo?
Áscalon pareció satisfecho tras recibir la atención del anciano y volvió junto a Galatea para no molestar, sentándose sobre sus cuartos traseros junto a la elfa la cual suspiró ligeramente.
—Sí, a mí tambien—respondió—aunque supongo que quieren dejar clara su buena voluntad, insistieron mucho en acompañarnos.
" ...No sea que a una druida la vaya a atacar algún animal en medio del bosque".
Ante la curiosa afirmación de Aglauntaras sobre el papel que había tenido en el transcurso de las cosas seguida de la proposición, ladeó la cabeza. Las noticias volaban
—Por supuesto... —respondió aceptando la invitación de nuevo con una ligera sonrisa, si bien no muy segura de exactamente a qué se estaba refiriendo, se hacía una idea remota—si está en mi conocimiento, trataré de esclarecer todo lo que pueda.