Terminaron de comer y apuraron sus bebidas antes de salir de la posada. El sol estaba alcanzando su punto más alto en el cielo, y la ciudad bullía de actividad ajena a las sombras que pendían sobre ella. El grupo se iba pareciendo cada vez más a un equipo de aventureros, y por ello comenzaron a ver por toda la ciudad las miradas suspicaces y los gestos de desaprobación de los aldeanos. Aunque algunos, al ver a Khaila y a Galatea, cuchicheaban entre sí con los ojos abiertos como platos. Las noticias volaban en una población pequeña y rural como era Ciudad de Valle de la Rastra.
Se encaminaron al templo de Tymora. La Dama de la Buena Fortuna se alzaba muy cerca de la playa. Ivelios comentó distraídamente que cuando visitó el templo unas horas antes había sacerdotisas haciendo acrobacias subidas a un cable tendido de un ala a otra de la capilla. Las Portadoras de la Suerte de Tymora debían hacer este tipo de hazañas atrevidas para ser auténticas devotas, según la prelada del templo, la semielfa llamada Seresha Auric. Aunque en la villa eran conocidas más bien por ser un atajo de locas temerarias.
Una de las Portadoras de la Suerte dio la bienvenida al grupo, y les trajo de un pequeño almacén la varita que necesitaban. La sacerdotisa explicó que con la presencia del Club de Aventureros de la Lluvia de Estrellas solían tener ese tipo de material básico de aventura a la venta, y que podían fabricar otros objetos mágicos avanzados por encargo. También les dijo que si eran aventureros volvieran a la Dama de la Buena Fortuna cuando terminaran sus negocios actuales: quizá Seresha Auric tuviera algún trabajo para ellos.
Con la varita en su poder, el grupo tomó la salida noroeste del pueblo y recorrió el Sendero de la Hachuela meridional que unía Ciudad de Valle de la Rastra con Velarburgo. El camino zigzagueaba para evitar las ondulantes colinas arboladas en ocasiones, mientras que en otras transcurría por una zanja profunda y escarpada entre dos paredes de piedra desgastada. Aquí y allí encontraban numerosos rastros de lugares antaño habitados, como paredes de piedra desmoronadiza, puentes que no llevaban a ningún sitio o viejos molinos. En el camino se encontraron con algún velargués y algún sembiano escoltado que se dirigían a la ciudad que dejaban a sus espaldas. Cuando el sol ya se escondía y el cielo se inflamaba con los colores dorados y púrpuras del atardecer, Galatea indicó que era el momento de desviarse al norte. Caminaron un par de kilómetros más hasta encontrar un lugar agradable y resguardado en el que acampar, justo en la linde sur del bosque de Velar. De fondo podían escuchar el relajante fluir de las aguas de algún arroyo oculto en el bosque. En el aire flotaba el amodorrante aroma de la savia de los pinos.
Hicieron los preparativos y tras encontrar un montón de ramas secas pronto tuvieron una pequeña fogata chisporroteando alegremente. El día había sido intenso, lleno de emociones y se habían pasado toda la tarde caminando. Estaban agotados y al día siguiente les esperaba un paseo por el bosque en busca de un templo oculto. Este alto vendría bien para descansar... y para conocer a aquellos que iban a compartir su destino.
Descontáos 5 piezas de plata por la comida y la bebida, y la parte correspondiente a la varita de curar si es que no lo habéis hecho aún.
Bien, esta es la escena de roleo libre. Podéis interactuar con quien queráis y como queráis. La única restricción es que los personajes deben quedar exactamente como entraron en escena. Es decir, podéis echaros a dormir si queréis, pero no podéis despertar al día siguiente, por ejemplo.
A menos que haga falta aclarar algo, aquí termina mi participación hasta que vuelva de vacaciones la segunda semana de Agosto. ¡Nos vemos!
Daba la impresión de que los andares de Galatea parecían ir recobrando cierto vigor conforme el grupo se alejaba de la ciudad adentrándose en terreno salvaje. Continuaban siendo fluídos pero parecía como si simplemente disfrutase dando cada paso y quisiera dar el siguiente. La larga melena castaña de la elfa ondeaba ligeramente ahora con cada uno y dejaba entrever a veces una silueta tribal tatuada sobre el omóplato izquierdo.
Lo justo como para saber que estaba ahí pero no lo suficiente como para que fuera posible ver del todo qué era.
El lobo por su parte andaba a su lado con las orejas puntiagudas moviéndose a veces cada vez que captaba algún sonido u olisqueando el aire cuando el viento cambiaba trayéndole olores nuevos que identificar. De vez en cuando se adelantaba trotando para inspeccionar los alrededores con la plumosa cola flotando tras de si pero enseguida volvía junto a Galatea cual silenciosa sombra guardiana.
Llegó el ocaso y finalmente pudieron encontrar un sitio agradable para acampar. La elfa estaba en su salsa en medio de aquél paraje natural, el aroma a pino era como oler la ambrosía y el cristalino susurro del arroyo como música para sus oidos. Se sentó un poco distanciada de la hoguera principal, junto al grueso tronco de un árbol que debía tener su buen puñado de décadas y que quedaba cercano al linde de penumbra del halo luminoso que proyectaban las llamas.
Tras pulular por el campamento olisqueando a cada integrante del grupo para quedarse con su olor pero sin molestar en absoluto, Áscalon se acercó otra vez a ella sentándose sobre sus cuartos traseros. Galatea le acarició la cabeza y el animal emitió un aullido sordo a lo que la elfa respondió con una sonrisa de medio lado, como si hubiese entendido algo en aquel simple sonido.
—Ha sido un día... "completo"—murmuró.
El animal terminó por tumbarse apoyando la peluda cabeza (que era el doble de la palma de la druida) en el regazo de su compañera la cual comenzó a rascársela distraídamente con las yemas de los dedos y la vista perdida en algún punto indeterminado de la fronda. Al cabo de unos quince minutos el lobo le empujó la mano con la frente como si estuviera inquieto o esperase algo, emitiendo otro aullido sordo y lamiéndole la palma para luego quedarse quieto otra vez observándola con sus ojos dorados. Galatea lo miró sin dejar de acariciar una de las suaves orejas.
"Sí, yo también... "
Empezó a susurrar unas palabras en aquel lenguaje tan característicamente melodioso que era el élfico
—Ai laurië lantar lassi súrinen...
Parecía mezclarse incluso con el tenue viento que soplaba o con el mismo murmullo del arroyo fundiéndose en algo a medio camino entre una suave melodía y una simple brisa que sonaba melancólica y bonita por igual.
Aunque era murmurada, podía escucharse en medio del silencio que hasta ahora sólo había sido interrumpido por el ligero crepitar de la hoguera. Áscalon volvió a posar la cabeza en el regazo de Galatea mientras ésta seguía rascándole las orejas y movió la cola un par de veces antes de dejarla enroscada de nuevo. Soltó un soplido seco pro la nariz repentinamente más tranquilo.
Hanna había pasado por el templo y por casa, haciendo un buen petate que se echó a la espalda.
Solo sus más allegados conocían su faceta parlanchila y amable, así que a los demás les pareció que en todo momento parecía distante y silenciosa, aunque siempre educada.
Por el camino tuvo sus más y sus menos con la mochila, a veces llevándola en las manos, cambiando de mano, o a la espalda según se iba cansando. Puede que fuera ágil, pero no tenía costumbre de realizar marchas largas como aquella.
Cuando salía alguna conversación solía seguirla y a menudo meter baza, para conocer a sus compañeros y matar el aburrimiento. Hanna disfrutaba con conversaciones inteligentes y humor fino más que burderías y cháchara de taberna, el típico hablar por hablar.
Hacia el final del día, refunfuñaba para sí ininteligiblemente cuando el terreno se ponía complicado, y no veía el momento de plantar el campamento para ponerse a descansar.
Cuando llegaron a la arboleda donde finalmente acamparon, casi arrastraba los pies. Dejó caer pesadamente la mochila junto a la fogata.
Por la Diosa... prefiero el álgebra al camino...
Se dejó caer de forma igualmente pesada, y se removió un poco, quitando una piedra de debajo dle trasero y tirándola a unos metros, sacó su ración y se secó el sudor de la frente y el cuello con una toalla. Luego se quitó el ligerísimo camisote de mallas, lo estiró en el suelo, la toalla encima, y se sentó mientras se calentaba su ración.
Hizo algunos gestos de estiramiento, tenía los hombros y las piernas cargadas.
Verás mañana qué agujetas...
Miró al resto, que parecían llevarlo igual o mejor que ella. La elfa del bosque desde luego parecía mucho más a gusto con el paseo campestre.
Bueno, parece que a alguien le gusta esto...
Cogió su ración y empezó a comérsela, aunque ya le pesaban los párpados un poco, y tan pronto acabó, puso la mochila a continuación del camisote y sacó una fina manta.
Diablos... qué incómodo es esto...
Bueno... ya que tenemos dos elfos en el equipo, que necesitan descansar menos, propongo que uno de ellos haga la primera guardia, y otro la segunda, así los humanos podemos dormir largo y tendido, y todos quedaremos bien descansados.
¿Qué os parece? Dijo mientras se sentaba dispuesta a tumbarse a dormir, con su espada corta, arco y flechas cerca. Por si acaso.
--Hay una salvedad --objetó Ivelios mientras levantaba un dedo. Cuando hubo recabado las miradas de todos, continuó:--. Puede que sea un elfo, pero también soy un mago. Necesito descansar tanto o más horas que un humano para poder tener mi mente despejada para memorizar los conjuros al día siguente.
Recuerdo que los magos necesitan 8 horas de descanso independiente de las horas que necesite de sueño.
El camino fue largo y pesado. Khaila, estoicamente, siguió el ritmo de sus compañeros. Pero su armadura le pesaba y las heridas todavía le dolían. Sus pasos eran mucho más pesados y firmes que los de la elfa. Así como Galatea caminaba gracilmente, y se la veía cada vez con más vigor, a Khaila le ocurría exactamente lo contrario.
Durante todo el camino la joven fue resoplando y quejándose... Por alguna rama que se cruzaba en su camino, o incluso se quejó por el piar de un pájaro que durante un rato fue siguiéndoles... Por todos los dioses, ¿no podía ir a piar a otro sitio?
Finalmente se detuvieron y montaron el campamento. Khaila preparó su petate y se sentó, dejando que sus extenuadas piernas se relajaran un poco. Con cuidado se quitó la armadura para poder comprobar el aspecto de sus heridas. Con el sudor y el roce de las prendas, los vendajes se habían movido, así que finalmente la joven terminó quitándoselos y dejando las heridas al aire libre.
Se encontraba concentrada, mirando su hombro y con una mueca dibujada en su rostro, cuando escuchó la propuesta de Hannah. Levantó la mirada e iba a responder cuando se adelantó el elfo.
- Bueno, si tienes que descansar, ya me encargo yo de la primera guardia... - Dijo la joven con un suspiro y tirando la cabeza hacia atrás, dejando que la suave brisa jugara con sus rubios cabellos. Finalmente se levantó a regañadientes, sentía todo el cuerpo dolorido, como si un millar de agujas estuvieran divirtiéndose con sus piernas. Cogió su porción de comida y dejándose caer nuevamente empezó a comer.
- ¿Quién hará la segunda guardia? - Preguntó finalmente la joven guerrera.
Kanizhar se separó del grupo al salir de la taberna. Al reencontrarse con ellos en el templo de Tymora venía mucho más pertrechado. Ahora cargaba con una mochila notablemente cargada, una lanza que usaba como bastón, una ballesta a la espalda con sus respectivos virotes dentro de un estuche atado a su cintura, y un cinturón cargado de varios frascos con líquidos de colores extravagantes, obviamente pociones. Además, llevaba una armadura de cuero tachonado sobre las ropas. Toda esa parafernalia, sumado a su peinado y el resto de sus prendas, le hacían parecer sumamente extraño y fuera de lugar, aunque si se daba cuenta, parecía no importarle.
Luego de finiquitar el asunto de la varita, finalmente partieron hacia el templo abandonado. Pensar en aquel lugar intranquilizaba al clérigo, pues no sabía que esperar de esa expedición. Sólo sabía que la muerte de su madre estaba relacionada por varios hechos y suposiciones, además de que el Arpa Cantora les había indicado el camino. Ciertamente, Kanizhar no era un devoto, pero aquella manifestación divina había causado cierto efecto en él, cierta convicción.
A medida que recorrían el Sendero de la Hachuela Meridional, Kanizhar encontró un tiempo de paz para meditar. Ignoró encontrarse en un viaje de resultados imprevisibles, el dolor en sus pies, las incomodidades de la caminata más larga de su vida hasta el momento. En su mente se repetían varias secuencias con Deniria como protagonista, recuerdos viejos y no tan viejos de los momentos dulces junto a su madre amorosa y a su padre, que bajo su máscara férrea ocultaba algo de ternura. El sol se iba escondiendo en el horizonte, y el muchacho no podía creer todo lo acontecido en tan solo la mitad de un día.
En cierto momento en el que Kanizhar desligó sus pensamientos del pasado para concentrarse en el presente y así admirar el paisaje que recorría, junto a un montón de gente que no conocía a decir verdad, las quejas de Khaila se hicieron más notables y constantes. No dudó un segundo más en detener la marcha y aplicar un sortilegio sobre la herida por segunda vez en el día. Quedó mucho más satisfecho con ese resultado, y se reprochó no haber tenido el cuidado de hacerlo cuando debía.
Ya había pasado tiempo desde que Kanizhar había dejado de ignorar las molestias cuando establecieron un campamento. Él se echó al suelo pesadamente, suspirando sonoramente en el proceso, y se recostó boca arriba, observando el firmamento. -Pues, yo tengo que descansar tan bien como Ivelios si quiero aprovechar mis conjuros también...- aclaró, dejando el obvio significado de la afirmación en suspenso.
Tirada: 2d8(+3)
Motivo: Curar Heridas Moderadas
Resultados: 6(+3)=9, 3(+3)=6
Reemplazo Ceguera/Sordera por Curar Heridas Moderadas
Khaila se cura 12 puntos de daño (la tirada no tendría que haberla desglosado), quedándole tan solo 1 punto de daño si no me equivoco.
Galatea aun se encontraba tarareando en voz baja y rascando la peluda cabeza del lobo con las yemas de los dedos cuando escuchó a Khaila hacer aquella pregunta, tras la contestación de Kanizhar giró la cabeza apartando la mirada del punto indeterminado de la oscura fronda en la que la había mantenido fija y paró un momento, luego se dirigió a ellos.
—Acabáis de decir que contamos con dos elfos en el grupo, ¿cierto?—intervino señalándose a si misma—si Ivelios no pude, por eliminación, creo que está clara la respuesta a la pregunta.
Peinó con una mano aquel mechón plateado que destacaba en medio de su melena castaña, llevándolo tras una de las puntiagudas orejas. No parecía importarle desde luego (de hecho lo veía lógico) que quisieran sacarle partido a la particularidad que su raza poseía a la hora de "dormir".
—Mis conjuros no requieren el descanso extra que necesitan los de un mago, si queréis puedo hacer yo la segunda guardia—dirigió la mirada entonces hacia Khaila—o cambiarte la primera si estás demasiado cansada del viaje. Tengo la sospecha de que atravesar territorio agreste magullada y con esa armadura no debe ser nada fácil, ¿me equivoco?.
Se encogió de hombros sencillamente.
—Así que, lo que prefieras.
Hanna, aún sentada, contuvo un bostezo.
Bueno, aún así tenemos suficientes guardias, porque lo que es yo, estoy hecha polvo, la verdad.
Apartó un mosquito de un cachetazo, y se quedó largo rato mirando el fuego crepitar, con la mirada perdida.
Empezó a hablar sin apartar la mirada del fuego, pero poco a poco la fue levantando, mirando a todos a los ojos, comenzando por Kanizhar.
¿Alguno se veía durmiendo en el monte cuando se levantó esta mañana? Preguntó despacio y tranquila. Desde luego los dioses no avisan cuando tu vida va a dar un cambio...
Sacudió la cabeza y acarició su medallón de Mystra, que colgaba de su cuello... y murmuró algo para sí misma.
Khaila agradeció la curación mágica que le propinó Kanizhar. Su rostro recuperó algo del color que había perdido, y sus rasgos severos se suavizaron ligeramente.
Se volvió hacia la elfa, sí tenía razón, se encontraba completamente exhausta, pero no quería reconocer su debilidad delante del grupo así que negó con la cabeza dibujando una sonrisa algo forzada en su rostro.
- No te preocupes, puedo aguantar. - Dijo la tozuda guerrera. Su mirada se dirigió a donde la elfa loba había mordido. Ahora la herida se veía cerrada, casi sin rastro de ella. Pero todavía la sentía, como una losa que pesara para recordarle la maldición que podía correr por sus venas.
- Todos tenemos que descansar, pero no podemos dejar esto sin vigilancia, así que deberemos turnarnos. Yo haré la primera guardia. - La joven dirigió sus oscuros ojos a Hanna. Hasta ahora no le había visto lanzar conjuro alguno, así que supuso que no necesitaría descansar tanto como el resto. - Tú podrías hacer la segunda y tras ello... ¿Decis que los elfos dormis menos? - Terminó preguntando volviendo nuevamente su mirada a Galatea. Era la primera vez que viajaba con alguno de ellos, y no estaba acostumbrada a su compañía. - Entonces si no te importa hacer la siguiente guardia... - Al clérigo y al mago prefirió no nombrarlos. Ya había dejado claro el elfo que los lanza conjuros necesitaban dormir sus ocho horas...
Por un momento se quedó en silencio. Sus oscuros ojos parecían perdidos en algún recuerdo lejano o cercano... Imposible adivinar tan sólo observando la fina línea que se había dibujado en su frente.
- Bueno, la verdad... Esta mañana cuando desperté no me imaginé que me iba a morder una niña loba... - Dijo en respuesta a la pregunta de Hanna, mas bien en un susurro, aunque fue bastante audible para los miembros del grupo.
Tirada: 1d20(+9)
Motivo: Engañar XDDDD
Resultado: 1(+9)=10
Puto
dado
de
mierda
T_T En serio... esto es para cambiarse de pj y hacerme un explorador, que no tenemos, o algo sí.... T_T
Hanna negó. Esta mañana he gastado algunos hechizos. Dijo mirando a Khaila con el... asunto de Deniria, y demás... así que debería recuperarlos, quién sabe cuando nos pueden ser necesarios.
Galatea asintió a Kaila.
—Sí, los elfos sólo dormimos cuatro horas—pronunció aquel "dormimos" como si realmente estuviera dando a entender que no era dormir exactamente lo que hacían, es más, hasta marcó la señal de comillas con los dedos de las manos—así que si tú quieres hacer la primera guardia, de acuerdo, yo haré la segunda—se encogió de hombros con tranquilidad—y si los demás necesitáis ocho horas... pues mientras me hayáis dejado cuatro, no me importa seguir hasta el amanecer.
Acarició el cuello del lobo que a su vez observaba silencioso a los presentes y luego ladeó la cabeza levantando una ceja con aire divertido mientras esbozando una tenue sonrisa de medio lado ante la pregunta de Hanna.
—¿Que si me veía durmiendo en el monte cuando me levanté esta mañana?
Era obvio que se trataba de una pregunta retórica para ella, la Druida vivía en el monte.
Ufff... Khaila era la primera vez que se juntaba con un grupo de lanza conjuros, y ya se estaba planteando que fuera la última vez. Les miró con disimulo, estudiando a cada uno de ellos... Pero, ¿no se daban cuenta? ¿Como pretendían que entre la elfa y ella se encargaran de todas las guardias? Atajo de egoístas... Cuanto echaba de menos otra espada en el grupo.
La joven guerrera era consciente, que aunque no tuviera que estudiar conjuritos, si no descansaba al día siguiente no rendiría. Y la maldición seguía envenenando su sangre.
Bueno, si eso es lo que quieren... Miró a Galatea fijamente, y asintió. Bien, ella se encargaría de vigilar las primeras cuatro horas... Aunque después no pensaba levantarse hasta que estuviera descansada.
Khaila se levantó del suelo y acercándose al fuego echó un leño para reavivarlo. Se giró cruzándose de brazos.
- Bueno, de acuerdo, empezaré la guardia ahora... Así que si teneis que descansar mejor id espavilando. - A la guerrera se la veía algo mosqueada. Caminó hasta el perímetro del campamento, y acuclillándose al lado de un árbol, colocó la espada delante suyo y se quedó en silencio, contemplando el fuego mientras los demás se preparaban para dormir.
Galatea siguió con la vista a Khaila en silencio, luego sonrió de medio lado por un instante. La verdad es que casi podía oler el descontento de la guerrera pero por otra parte, la entendía perfectamente y no la culpaba de ello.
La druida por su parte mantenía aquella aparente imperturbabilidad. había dejado cerca y a mano el arco y la espada como cualquier aventurero sensato haría, eso sí.
Sin decir nada, se limitó a recostarse ligeramente hacia atrás, apoyando la cabeza y un hombro con toda la normalidad del mundo sobre el suave lomo del lobo como quien se acomoda en una almohada mullida y no en un animal salvaje... Cosa que resultaba curiosa, cuanto menos.
Ciertamente, con aquél panorama, era difícil pensar en alguien que fuera lo suficientemente valiente (o estúpido) como para acercarse a la elfa con intenciones hostiles, más que nada, porque Áscalon continuaba tumbado, con la cabeza al ras del suelo incluso... pero sus los ojos y las orejas se mantenían atentos, parecía dispuesto a mantenerse vigilante mientras su compañera descansara.
Post de empujoncito...