Anemashi sonrió y asintió, también levantando ambas manos para quitarle importancia. "¡No pasa nada! La otra vez, allá en el palacio de Eldwin, me succionó a mi la energía y la verdad me dejó requeteagotada... iba a ofrecerme yo otra vez para evitaros pasar por ello pero te me adelantaste, ja ja..." confesó rascándose la nuca en gesto por algún motivo de disculpa.
"¿El Persona de Arashi-kun...?" se llevó dos dedos al labio inferior mientras intentaba recordarlo. Vio a Lilie empezar a escribir las primeras letras y entonces exclamó ..."¡Ah! ¡Eso es, Sigmar!"
La puerta se abrió tras poner el nombre de Sigmar, nada más entrar todos pudieron ver a Tetsuya mirándose al espejo.
Te odio. Te odio y siempre te he odiado. Me has arruinado la vida. La de mis amigos. Y encima estás acaparando un poder que podría estar teniendo cualquier otro. - sacó su pistola y apuntó al espejo. - Debería hacerlo, acabar contigo, mi mayor enemigo. ¡Así a lo mejor Sigmar puede ser libre! ¡A lo mejor otra persona lo recibe y puede ayudar a mis amigos! ¡Pero tú, eres el creador de todo mal!
Tras eso el recuerdo se desvaneció. Parecía que no había nada más que hacer en aquella estancia, por lo que el grupo continuó hacia delante, subiendo las escaleras al último piso.
Al subir al último piso, el grupo se encontró en una habitación circular, el fin de la cabeza de Tetsuya. El suelo era una vidriera en la cual salía Tetsuya junto con las personas más importantes para él.
Un sonido de cadenas arrastrándose sonaban por el fondo de la estancia. - Hola. ¿Por qué seguís aquí? ¿Queréis morir? - Tetsuya cognitivo parecía completamente ido, la tortura a la que lo había sometido Arlek debió dejarlo completamente destrozado. - Está bien, cumpliré vuestros deseos, os mataré.
Parece que por fin sabes que hacer... Si no quieres sufrir más, hazme caso. Si quieres que tus amigos no sufran, hazme caso. Si me haces caso, nadie sufrirá. - sonrió. - Después de todo si estáis muertos, no hay sufrimiento posible.
Seguimos en la escena de combate
El último recuerdo fue el más doloroso de todos. Tetsuya Arashi apuntándose a si mismo con una pistola, apuntando a su reflejo en el espejo y disparando. Quizás fue aquello que ella vio... o mejor dicho oyó, cuando le siguió hasta la tienda de armas. El disparo que oyó. Tetsuya llegó a dispararse. Disparar su reflejo, pero deseando hacer lo que su propio reflejo realmente mostraba, dispararse a sí mismo.
La garganta de Ayame se sintió terriblemente seca. Quería tragar saliva, pero no podía. La angustia que sentía le venía por partida doble... no, triple. Ahí estaba el más importante y más escondido secreto de Tetsuya Arashi. Que deseaba su propia muerte. Suicidio. Escapar. Librarte y salvarte a ti mismo, y al mundo, de tu propia existencia.
Justo como la propia Ayame deseaba para sí misma.
Suicidarse. Acabar con su propia vida. Odiarse, odiarse y odiarse desde lo más profundo de su ser. Un sentimiento oscuro y terrible que ambos compartían. ¿Cómo no secársele la garganta? ¿Cómo no sentir absoluta, completa empatía, y angustia? Triplemente aquel recuerdo de su amigo la golpeó con tremenda fuerza. Primero, porque no le desearía pasar por lo que ella pasaba a nadie, y como su amiga, le dolía ver a Tetsuya sufriendo, sufriendo a un nivel tan profundo su propia existencia. Empatizaba con ese dolor, con ese deseo. Lo compartía, ella también se odiaba a si misma, ella también deseaba su propia muerte, y esa era la segunda causa del pinchazo. Ella venía deseando ello para sí misma desde prácticamente el mismo momento que el propio Tetsuya Arashi. Desde aquel accidente en que todo se torció para siempre. Pero ni siquiera eso era lo peor. Lo peor era el tercer sentimiento, aún más oscuro, aún más terrible, aún más odioso. Desear que ese deseo mutuo se cumpliera. Desear no solo su propia muerte, sino también la de Tetsuya Arashi. Y venía de antes. Venía de cuando ella había visto lo que Tetsuya provocó. Cuando vio que fue culpa suya.
Un odio tan intenso que alimentaba el propio odio que Ayame sentía hacia ella, en un círculo vicioso en el que se reprochaba a si misma el desearle la muerte a otra persona, y no ya a otra persona, sino a su propio amigo. Un círculo vicioso en el que cada vez se sentía más pequeña, se hacía a sí misma más pequeña, ahogada y ahogada cada vez más en sus propias voces, todas, todas recriminándole cosas malas, o haciéndole sentir cosas malas, o recordándole lo mala que era, el pasado tan horrible que tuvo, el presente tan horrible que estaba teniendo, el futuro inexistente, estridente, lleno de sus propias voces torturándola.
Y en medio de todo aquello, o mejor dicho, al fondo, al fondo detrás de la última puerta, el sutil sonido como de una televisión estática muy al fondo, prometiendo silencio, prometiendo ruido. Ruido que silenciase su voz. Una música más poderosa que la de sus auriculares. Sin saliva para poder llevar el mal trago, Ayame apenas se dio cuenta de que abría una lata de bebida de deportistas, y empezaba a beber, mientras caminaba hacia la puerta. Hacia el sonido que silenciaría los demás sonidos.
Hacia el Amo Arlek.
Antes de entrar a servir a Arlek-sama, me tomo una bebida de deportistas.
Me recupera un 20% de los SP. El 20% de 79 son +15 SP que recupero.
Tragué saliva al ver lo que había más adelante, pero asentí a las palabras de Akemi.
- Dos salas más adelante... tengamos cuidado, ha llegado el momento - no dije nada más, pues ya todos entendían a que me refería. Me daba miedo lo que pudiéramos encontrarnos, pero no había otro camino, apenas nos quedaba ya tiempo.
El recuerdo de la siguiente sala fue desgarrador, ver el punto hasta el cual Tetsuya se despreciaba a si mismo fue como una punzada en el corazón. Llevando la mano al pecho una sombra dolorosa cruzó mi rostro. Apreté el puño y seguí andando sin decir una palabra.
La siguiente sala era la que había presentido poco antes con Tetsuya y otro muy poderoso. Sin duda, aquel era Arlek. Fulminandolo con la mirada, solté un bufido de desprecio.
- Deja a Tetsuya en paz, hagas lo que hagas, seguirás haciéndolo sufrir, ni siquiera nuestras muertes podrían librarle de eso - lo señalé de forma acusatoria - cuando acabemos contigo se te acabarán las ganas de matar y torturar a nuestros amigos.
Aún me acordaba de lo que había ocurrido en el campamento y de la muerte de nuestras compañeras. Se lo haría pagar como fuera, aunque tuviéramos todo en contra. Sin embargo, fue otra cosa lo que hizo que las cosas se pudieran peor de lo que estaban.
- ¿Ayame-chan?
¿Difícil? Eso se quedaba corto, ¿como se suponía que iba a soportar ver a la persona que consideraba mi mejor amigo desear su muerte frente a mis ojos sin hacer nada? De hecho sin poder hacer nada. Eso era imposible, completamente imposible para cuando las últimas palabras salía de la boca de Tetsuya mi puño atravesó la nada que antes ocupaba aquel recuerdo. Donde había estado de pie un amigo deseando su muerte ahora estaba yo de pie impotente pensando que solamente en dar una paliza a alguien completamente ajeno, si, era alguien que había aprovechado ese estado de animo tan destruido de mi amigo pero alguien en realidad completamente ajeno a él que nada tenía que ver con sus problemas. ¿Aunque consiguiéramos salvarlo de Arlek que podía hacer yo por él? ¿Realmente podía salvarlo de él mismo?
Me quede unos segundos mas de pie sobre ese lugar mirando al suelo mientras mis puños cerrados temblaban. Hasta que los demás empezaron a subir las escaleras, gire levemente la cabeza hacia ellos y los seguí a paso rápido. Finalmente estábamos en el último piso, el último reto, la última batalla para salvarle la vida a Tetsuya... una vida que no quería. Una vida que salvar y devolver su valor. El Tetsuya cognitivo hablo pero no escuche sus palabras sabía que no era él quien hablaba si no una imagen distorsionada por Arlek... Él Tetsuya que conozco estaba a punto de perderse. Tampoco hice caso a lo que decía Arlek, bueno... a casi nada, deseaba que no pasara, lo deseaba mucho pero no fue posible el evitarlo. También debíamos "luchar" contra Ayame, no íbamos a poder dañar a Arlek sin pasar por encima de nuestros amigos, eso era lo que debía tener en mente.