La leyenda de Dióskouroi: Los Dioses gemelos, la Pareja Eterna. Los soles gemelos
Pues cuentan que en el primer dia de verano, cuando el sol aun no alcanzaba su cenit. Un hombre simple, un mortal en cuerpo y alma cayo a un antiguo remanso de agua. Cansado y deshidratado el hombre bebio del lugar sin saber que aquel lugar no estaba hecho para los hombres, mas cuando vio saciadas sus pobres necesidades se giro para ver a la mas bella doncella que el mundo hubiera podido mostrarle. Alli, tumbada, desnuda en una de las piedras de la orilla del lago, lo miraba con su rostro ligeramente ladeado, viendo lo que su Padre habia creado por primera vez y sintiendo como su corazon se derretia por ello...
¿quién era aquella hermosa criatura? Se preguntó ella. Una sonrisa suave se formó curiosa, sin temor alguno pues desconocía las intenciones humanas. ¿cómo había llegado hasta allí? ¿qué lo había traído? El hombre bebió y calmó su sed, sin darse cuenta de aquella que le observaba hasta que finalmente se percató del cuerpo níveo sobre la piedra, de los pies que eran lamidos por el correr del río del cual el había bebido. Sus ojos cristalinos como la aguamarina se posaron en los de él, buscando respuestas aun sin preguntar por miedo a asustarle quizás.
Cuando la ultima gota boro los recuerdos de la sed, los ojos del hombre se enocntraron con los de la mujer, su cuerpo se quedo quieto en el sitio mientras los ojos de la misma le miraban curiosos. El brillo aguamarina de los mismo deberia haberle hablado de la ralidad pero tan absroto estaba él con la belleza de la doncella que no pudo mas que quedarse quieto en el sitio. Él que era devoto de los Dioses, aun abstraido de su cuerpo por esos preciosos ojos, se dio cuenta de que ya no estaba en el reino mortal, sino en el de los Dioses y aunque el temor hizo mella de su corazon, no pudo apartar la mirada de la nivea doncella. Las reglas establecian que debia psotrarse y aun asi, no podia mas que mirarla y mirarla, hasta que por fin de sus labios salio una sola frase, llena de valentia y herejia. - Disculpadme noble doncella de estas aguas... mas ¿Cual es vuestro nombre? - Sabia que no solo no tenia derecho a preguntar, sino que no debia... y aun asi lo hizo con su corazon en un puño, pues sentia la fuerza que desprendia la mujer que ante sus ojos se mostraba.
La cara de la doncella reflejó la mas pura sorpresa al escuchar su voz, una voz que nunca antes había escuchado ¿Así sonaban los hombres? Era basta, no había serenidad ni continuidad, no había melodía en ella, no se acoplaba en uno con la brisa, la sesgaba y se escuchaba por encima de esta. Se deslizó como lo hicieron las aguas que formaban sus finos cabellos , flotando lentamente en el aire por un segundo, para después resbalar por la piel de sus hombros hasta llegar a la piedra y más allá de ella. Ella no tenía nombre, no necesitaba de eso. Abrió sus finos labios formando palabras pero no salió sonido alguno a oídos del hombre.
La doncella de inmortales ojos puso una cara que el mortal no supo descifrar, la miro sin enteder el motivo de sus gestos hasta que con un movimiento tan fluido que apenas parecia movimiento, su cuerpo se traslado de encima de la piedra a las raices de esta, permitiendo que esas aguas fueran bendecias por el roce con sus pies. El mortal la miro sin poder creer lo que veia mientras su corazon se aceleraba y sus ojos no dejaban de moverse. La mujer abrio la boca, movio sus labios, mas ninguna palabra llego hasta el hombre, ningun sonido que el tuviera permitido escuchar pues Ella era la preferida del Padre y por tanto pocos incluso de entre los Dioses, tenian permitido escuchar una voz capaz detener el tiempo y el espacio, capaz de saanr o de crear vida con un simple suspiro. El mortal sorprendido por estar seguro de que pasaba algo, quiso acercarse a ella, para asi poder escuchar lo que ella habia dicho, mas tan cegado estaba por su belleza que no vio la roca, contra la que su pie choco. Antes de darse cuenta sus rodillas cayeron sobre el agua, manchandolas levemente con su sangre...
El rojo se mezcló con el agua y con ello llegó el pestañeo de la doncella que se acercó hasta el hombre. Su mano, cálida y fría, que llevaba la vida en ella, se posó sobre el hombro ofreciéndole la otra para ayudarlo a levantarse. El ligero fulgor de la piel, que casi parecía ser una ilusión vaporea se tornó mas densa, palpable. Olía como debería de oler la naturaleza, a verde húmedo entre las flores del bosque.
El mortal alzo la vista, cuando una mano tan suave como la seda se poso sobre su hombro, curtido y golpeado por las inclemencias del mundo de los hombres, para encontrarse con esos ojos aguamarina y una mirada tras ellos capaz de doblegar a emperadores y reyes. El roce de la misma eran calido y frio por igual, pero aun asi lo unico que vio el pobre hombre fue la mas pura de las bellezas, hasta el punto de que unas pocas lagrimas cruzaron su rostro mientras su otra mano tomaba la que ya estaba extendida para poder levantarse, sin saber si era lo correcto... pues tal era la presencia de la doncella. Su olor lo alcanzo y con el corazon henchido por su presencia y temeroso por lo mismo, una solo susurro salio de entre esos labios aun humedos por el agua de los dioses. - Gracias...
Entendió la expresión del hombre, y su significado, pero no tenía que hacerlo. El concepto de deber de hacer o no deber de hacer no tenía cabida en ella. La sangre significaba herida, y las heridas según contaban traían pesar. No eran sentimientos que ella albergase o tan siquiera hubiese rozado en su vida. Lo llevó a la piedra donde ella estaba tumbada ofreciéndole reposo mientras seguía de pie, observando lo. Viendo que el hombre no era asustadizo, le tocó el pelo curiosa mientras sus ojos centelleaban ante algo nuevo. El tacto del pelo humano era diferente al pelaje animal. Mas cuando se dio cuenta de que el parecía sentir algo que ella no entendía apartó la mano mostrando un ligero arrepentimiento. De nuevo sus labios se abrieron dejando brotar un sonido que debía ser el mismo que el trino mas hermoso de cualquier pájaro. Aun así, tampoco la comprendió.
No hubo sonido por su parte, no hubo gesto alguno que le dijera al mortal si entendia lo que este decia. Mas la mujer lo llevo con pasos lentos y medidos hasta la misma piedra donde antes, ella yacia tumbada. Sus movimientos sosegados llevaron al mortal a tumbarse sobre una piedra que solo existia por un motivo, pues cada trozo de aquel pequeño remanso de calma habia sido creado por y para ella. Asi pues sin saberlo el mortal, añadio otra herejia a su haber, al permitir que ella lo tumbara alli. El humano la miro, extasiado, casi como si sus ojos se estuvieran acostumbrando a la luz que proyectaba su ser, fue capaz de contemplar mas alla de sus ojos, quedando totalmente apralizado por la belleza que tenia ante si. Los dedos de la doncella atrapan sus cabellos, jugando cone llos, como alguien que toca por primera vez algo virgen para él. El hombre no entendia su forma de tocarle, pero tampoco le importaba pues tales eran los deseos de una doncella como ella. las formas, la mirada del hombre alertaron a la mujer que aparto su mano del cabello de un ser mas similara los animales que ella misma y el hombre solo pudo ver como su boca se abria de nuevo, emitiendo un sonido mas puro y bello que ninguno que antes él hubiera escuchado y aun asi, siguio sin entender nada. Sus labios se abrieron y por tercera vez se dirjio a ella... - Mi señora, no os entiendo...
Un sonido alertó al hombre, que yacía tendido sobre el hogar de los dioses. La doncella alzó la cabeza y fue consciente de que alguien se acercaba. Su padre sin duda. Volvió a mirar al humano, seguramente ahora si tendría temor reflejados en sus ojos, más ella solo le sonrió y pasó su mano por su rostro, como si fuese una brisa serena y calma que lo devolvió al lugar de donde provenía.
Este yacía en un río, donde había llegado desfallecido muerto de sed. Recodaba haberse arrastrado hasta la orilla caer y ser arrastrado por este mientras las piedras golpeaban su cuerpo hasta llegar a la inconsciencia. Mas había despertado encima de una piedra, ni muy grande, ni muy pequeña, blanca y azulada, recordando le a la joven doncella de la cual apenas vislumbraba sus formas, solo sus ojos y el resplandor de su piel. Cuando creyó que era un sueño, el dolor de la rodilla llamó su atención. ¿Había sido un sueño, o no?
Un ruido, uno fuera de lo que debia ser un remanso de calma florecio con la furia de la tormenta. Un trueno sin nubes, se extendio por el lugar como precursor de un ser cuya rabia e ira eran insondables, provocando que las hojas y ramas del lugar se estremcieran de una forma como nunca antes habia pasado. El mortal tumbado sobre la piedra sintio el terror recorrer su cuerpo, no fue algo que siquiera pudiera pensar, pues la ira de los Dioses no esta hecha apra ser combatida por los meros mortales. La doncella por contra solo sonrio y con un simple pase de su mano, le hizo cruzar el umbral entre lo mortal y lo divino.
El rio llevo su cuerpo lejos de donde habia caido realmente y cuando sus ojos se abrieron, mojado y tirado en la orilla no pude aseverar si lo ocurrido era cierto o no. Solo un breve pinchazo en su rodilla le obligo a apsarse la mano, notando una herida cicatrizada, donde deberia haber sangre. Miro su mano con extrañeza y despues al rio. Su juicio quizas no fuera perfecto pero aunque quisiera olvidar, no podia, pues en cuanto cerraba esos ojos suyos, podia ver el reflejo aguamarina en el fondo de su alma. Una necesidad mas fuerte que respirar se instalo en su corazon, pues volvera ver esos ojos era lo unico que realmente importaba ahora en su vida.
El hombre miro al rio, estudio la vegetacion y el lugar. Uso su mano para beber del agua del rio, notando sin duda la diferencia con el lugar en el que acababa de estar... y tras mirar a su alrededor, comenzo su viaje, de vuelta a un mundo que no lo recibiria con los brazos abiertos, a excepcion de una doncella blanca de ojos color aguamarina.
Muchas son las historias que se cuentan sobre su periplo, muchas tras este momento, que apenas fue el prologo de la historia de amor mas importante jamas contada en la mitologia de mi pueblo. El hombre que desafio a los Dioses, por volver a ver los ojos de una mujer, que no lo era, para poder volvera sentir el tacto que habia sido capaz de hacer brotar luz de su corazon... pues el amor habia encontrado su camino en el corazonde l mortal y por lo tanto... él encontraria el camino al hogar de los Dioses.
Más allá del coral de Hades
. Era dia de mercado, las calles estaban a reventar. Los ladrones hacian su mejor dia mientras la gente se golpeaba y apartaba como mejor podia, sobretodo cuando los nobles aparecian. Un golpe de un guardaespaldas me desplazo, el curce de miradas hizo que nada pasara.. pero el miedo en sus ojos fue obvio, por mas que su noble le protegiera, los legionarios eran conocidos por su brutalidad. Mas entonces la llamda de un anciano me llamo la atencion, vendia antigüedades y aunque todo parecia basura, un pedazo de peidra con inscripciones llamo mi atencion. Recuerdo pasar mi mano por ella, notar los relieves, las muescas sobre el pedregoso material y como un golpe en la mano... me hacia parpadear
El golpe provino de la mano de una anciana con cejas canas y poco pelo en la testa que estaba a tu lado- no debe tocar lo que hombre alguno ha conocido o será maldito- te miró como si fuese imposible que le dieses miedo, aunque le sacaras tres cabezas a la mujer encogida por la edad. Pocas veces habías visto personas tan ancianas como aquella, su rostro era recorrido por centenas de arrugas profundas como un rio seco. Incluso estabas ya dudando de si era una anciana o un anciano. Sus ojos lechosos se clavaron en los tuyos y te diste cuenta de que no podía ver, pues aunque tu te habías movido un poco para cambiar el peso de una pierna a otra la mirada se quedó en el mismo lado
La anciana golpeo mi mano, obligandome a mirarla y darme cuenta de que no sentia miedo, me elevaba sobre él como un gigante y aun asi, su endeble cuerpo no mostraba temor ninguno. Me movi ligeramente apartandome de su supuesto campo de vision, pero sus lechosos ojos blancos no se movieron y aun asi... me habia golpeado a la perfeccion. Mi mente retomo la conversacion, estudiando sus palabras sin entenderlas del todo. - ¿Que dices viejo chalado? Solo los Dioses pueden maldecir al hombre... no una simple piedra... y si ningun hombre lo ha conocido, ¿Por que lo tiene en sus manos? - Otro tahur de tres al cuarto, que se le podia pillar con sus propias palabras. Desde luego estas festividades traian de todo a la ciudad.
Solo los dioses...¿y que me dice de las estatuas de los templos como la del propio Marte? acaso se atrevería a alzar su mano para golpear su imagen...joven incauto, inocente cordero malhablado- el o la mujer cogió el trozo con cuidado entre sus frágiles brazos- este lenguaje no está hecho para los mortales...- se giró para comprarlo preguntándole al vendedor a cuanto, este, viendo que había quizas dos posible compradores infló un poco el precio, 10 monedas de cobre, lo mismo que costaba una noche entera en un burdel donde apagar las penas.
Me quede a cuadros cuando comparo la piedra que habia ahi, con las estatuas del templo de Marte. Lo que decia era casi herejia, sino mas... y aun asi estaba dispuesto a decirlo sin mas, sin importar quien le oyese. Anonadado vi como el comerciante aumento el precio de forma desorbitada. ¿10 monedas de cobre? Debia estar loco, eso era una noche en un burdel de la zona, donde reljarme y disfrutar de las atenciones de una guapa mujer. Mas el anciano incluyo algo mas... ¿lenguaje? - ¿Me esta diciendo que estas marcas son un idioma? pero... es antiguo, muy antiguo... ¿como es posible? Mire al viejo y despues al mercader. - ¿Sabe leerlas anciano? ¿Sabe lo que pone? - Estaba dispuesto a comprarla, a pagarla porque si ese idioma se hablaba queria aprenderlo... no sabia bien por que, pero queria.
El mercader negó con la cabeza, mas si dijo algo que te interesó- en el templo de neptuno podrían conocerlo, se lo compré a un anciano en una isla tan lejos como de lejos están los dos soles. Dicen que es antiguo...12 monedas de cobre. - subió de nuevo el precio. El anciano protestó- le doy 12 y démelo ya- tembloroso sacó una vieja talega de un cuero de color marrón muy desgastado, pero con algo que llamó tu atención sobremanera, la imagen de un tritón grabada a fuego sobre la piel.
Las palabras del mercader se me antojaron ciertas, habia un brillo en sus ojos que no era solo de avaricia mientras hablaba de Neptuno, ningun idiota llamaria la atencion de los Dioses de esa manera, si la piedra tenia algun significado. El precio ascendio de nuevo mientras yo simplemente avanzaba y depositaba trece monedas de cobre en su mano. La forma de dejarlas, de mirarle y de tomar la piedra, dejaban varias cosas claras y era que la negociacion se habia terminado. Una vez terminado ese asunto mire al anciano con ese tatuaje tan interesante. - Aun me queda unas monedas de cobre y me gustaria oir tu historia... ¿si sabes alguna buena? - Sabia que era gastar el dinero, pero tambien que como un decurion decia. "No se vive para siempre" y esta noche el burdel tendria que pasar sin mi presencia.
El vendedor aceptó las monedas, sin rechistar y te dio permiso para cogerlo. El anciano alzó la voz llamando la atención de unos cuantos incluidos unos guardias que tenían aspecto de no ser hermanitas de la caridad precisamente- maldito seas por venderle a este inculto el mosaico del mar, tu codicia te traerá la muerte de ti y de tus hijos y de los hijos de tus hijos! Neptuno maldecirá tu alma que arrastrará hasta el fondo del mar para que te ahoges en el silencio eternamente!!- el mercader que creía que lo conocía por como lo ignoraba pasó de él yendo a tratar con otro potencial comprador que estaba mirando una alfombra con un bordado de la diosa Afrodita. El anciano gruñó y gruño, ignorando tus palabras mientras se giraba para marcharse entre la multitud. Llevaba un bastón de madera simple...y una capa raída que en su tiempo debería de ser azul sobre los hombros, cuyo final dejaba ver unos bordes morados, el color imperial.
l anciano hizo de aquello un derroche de locura y exabruptos. Tanto que mas de un guardia se giro para ver que ocurria, ninguno de ellos aprecia amistoso pero como el mercader no hablaba de problemas, ni de robo volvieron a lo suyo. ¿El Mosaico del Mar? ¿De que hablaba este viejo? Aun asi todo quedo en balde, una vez hubo soltado todo lo que sentia, desprecio mis palabras y se fue con viento fresco, mas aun asi, mientras sentia mi orgullo atacado y pensaba en mandarle a la mieda, me fije en sus ropas. Raidas, viejas, gastadas, pero aun conservaban el color azul sobre sus hombros, mas lo extraño es que cuando baje la mirada a la parte mas baja de sus ropas, se entreveia el morado... el color imperial. Trague, mirando primero al mercader y luego al individuo. Nadie habia dicho nada, ningun guardia le habia parado y portar sin motivos el color imperial era algo grave. Sin dilacion parti detras del anciano mientras guardaba la piedra a buen recaudo. En cuanto salimos de las zonas mas ajetreadas le alcance. - Anciano... necesito hablar con vos. Este Mosaico del Mar me llama, no se explicarlo pero cuando lo he visto he sentido como si debia formar parte de mi... como si tuviera que buscarlo porque era importante de alguna forma que no entendia... por favor, enseñadme. Enseñadme a entenderlo... como legionario os lo pido señor.
Solo os hablaré de el si me lo dais, no hay mas legionario- seguía andando con pasos cortos lentamente, mientras seguía maldiciendo por lo bajo. Pareció pensárselo mejor y te encaró, bueno, a donde tu estabas unos segundos antes. -eres un estúpido muchacho, claro que te ha llamado, esa piedra llama a los debiles de corazón, los perdidos, los brutos sin sentido que no saben mas que andar de un lado a otro. Si no tienes un barco, de nada te sirve esa piedra- escupió a un lado, volviendo en su camino- y la ira de los mares acabó con todos..como acabaremos nosotros hundidos en la tierra cuando aparezcan los seres de las estrellas en la profundiad del océano..
Me detuve un momento cuando me dijo que solo si se lo daba, me lo explicaria, pero entonces se dio la vuelta soltandome unas palabras que me dejaron de piedra. Le escuche mientras hablaba de seres de las estrellas, dejando claro que su llegada seria el final de todo y de todos. Le mire constatando que estaba loco, como una maldita cabra y aun asi, la piedra de mi zurron pesaba cada vez mas. La saque y la apoye sobre la palma de mi mano. - Sera vuestra cuando me lleveis con vos, teneis algun tipo de poder sobre los ejercitos o sobre las legiones, portais el color imperial y nadie os dice nada por ello. Quiero ver el Mosaico, quiero entender y saber de lo que hablais... enseñadme y sera vuestro, ese es el unico precio anciano. - El tono de mi voz era vehemente, directo y conciso. Era el tipo de hombre que una vez se le mete algo en la cabeza, no se detiene por nada del mundo.