Partida Rol por web

estaba sentado en el suelo pensando, solo levanté la mirada para ver como Olenna y la mujer de las llamas conversaban; me lEvanté y llegué al lado de Olenna:

-No tenemos como saber que sucede allá?- apunté con mi pulgar hacia arriba, aún cuando no sabía si era arria o abajo o donde podrían estar los vivos.

Aquel oriental, miro con curiosidad mas que con asombro el cambio surgido en aquel lugar. Para luego ver con desilución como su pitillo estaba doblado y apagado. -ché- musito, mientras el resto de los presentes estaban mas atentos que él, a lo sucedido entre los vivos.

Y aun así a sus oídos llevo lo que el pensaba era lo mas interesante, primero las palabras de Olenna a su amada.

-¿A que te refieres, Olenna? -Pregunto, en vista de que Katalina no parecía responder.

Y segundo la pregunta del hombre negro.

-Solo si alguno de nosotros, tiene una conexión con un vivo y desea comunicarlo. -Contesto a Oliver, antes de intentar corregir la postura de su ultimo cigarrillo y encenderlo de nuevo.

Los pasos de Olenna son firmes y decididos. A su alrededor la arena sigue levantándose, y aunque ella misma no parece sentirse molesta cuando mira a los demás lo hace entrecerrando los ojos por las dificultades. Escucha a la mujer de fuego, asintiendo. Ella también se prefiere entre los vivos.

—Las luces de la que grita —le dice entonces antes de fruncir el ceño—. ¿Qué te dijeron?

Después de eso escucha las preguntas del negro y del viejo y se detiene, acercándose para contestar.

—Las luces hablan a la que flota —le dice al segundo—. No sé qué dice, pero le hablan. A ti te dijeron que podías volver, a ella no sé.

Y después de eso emite unas palabras con las que responde al mismo tiempo a ambos.

—Podéis preguntar —afirma—. Yo ya os dije, veo el otro lado. Ahora discuten. Algunos dicen semilla la niña. Otros peligrosa la que grita, no se ponen de acuerdo. No sé quién caerá, espero que sea la que grita. Podría terminar ejército si no. ¿Qué más queréis saber?

Cuando la arquera se marcha, suspiro. Me dirijo a un lado para tumbarme, cerrar los ojos y...

Sentir cómo todo se vuelve arena y viento, abro los ojos sorprendido y me reincorporo. Ensegida acomodo el turbante cubriéndome parte del rostro para evitarme respirar arena y, aunque nadie puede verlo, sonrío. Me siento como en casa.

Esto sienta bien.

Es cuanto digo, no por la muerte de la mujer del bastón, si no por el cambio tan familiar.

Escucho con atención, algo más activo por los últimos cambios. Me fijo en la mujer del fuego, la mayor entre los presentes, y sencillamente asiento, con la mirada algo interrogativa. Luego miro a la mujer del bastón y me decido a hablar.

No sé si lo habéis notado, pero a pesar de estar muertos... podemos pronunciarnos. Nuestra voluntad puede influir en el juicio popular... lo descubrí por accidente. Quizá sea bueno ponernos de acuerdo: por lo pronto será la que grita la que se lleve mi odio.

Sentencio.

Fiona fumaba mientras escuchaba al resto sin aparente interés, aunque si era cierto que su númer de caladas era mayor que cuando continuaba en vida... estaba nerviosa, era mucho lo que estaba en juego, pero a parte de las caladas nada en el resto de su cuerpo indicaba emoción alguna.

- La pelirroja... puede mirar al resto esperando no ser atacada, pero en caso de serlo su voz puede alertar a los demás, nadie atacará en la noche a cara descubierta, descubriendo su identidad... esto puede hacerlo para evitar que las semillas la ataquen, no dí todos los detalles por si aún no lo había utilizado...

Después intervino en árabe.

- Sí... yo también lo he notado...- comentó envolviéndose en el humo de su cigarrillo.

Asentí entendiendo lo que Olenna respondió, para luego escuchar lo que dijo Dyehuty:

-Así que podemos influir todavía?- le pregunté al árabe y luego me gire a la mujer de las llamas- aun proteges a la que grita?- le pregunte a la abogada- gracias a ti, estamos con el problema del ejercito que ella ha armado. te pronunciaras por ella esta vez?, o acaso estas ayudándola?

Los ojos de Olenna se detienen en el árabe en el mismo momento en que hace esa revelación. Frunce un poco el ceño, comprendiendo, y entonces hace un gesto con el bastón, señalando al negro.

—Tú acabaste con él —asegura. Sin embargo no parece una acusación, si no más bien una revelación en voz alta—. Si podéis mirar desde aquí, mirad a la que grita —sugiere—. Acabará su ejército pronto, y más si no le quitamos la coraza.

- Ella tiene que caer... - expreso manifestando un vestigio de seriedad, palpable y perceptible. Ya se sabía que Vyka no era santo de mi devoción y en verdad se las ingeniaba para salvar su pellejo cada vez que podía. 

Cierto era que las ganas de hablar se habían disipado, allí seguía, junto a Alastor esperando que esto termine o que caiga ella de la misma forma o peor de lo que ha sido conmigo. Soñar no costaba nada, más aún cuando te dan puñales por la espalda y vez que aún persiste con vida. 

Al final iba a tener razón en la información que recibí inicialmente a través de mis roedoras. ¿Sería Theora la semilla que estaba acabando con los inocentes?. Estuve convencido durante bastante tiempo de su culpabilidad y nadie me creyó. Ahora volvía a tener mis dudas respecto a la niña.

-¿Olenna, sigues pensando que Theora es inocente?-la pregunta era escueta, sin añadiduras. Me interesaba saber la opinión de la mujer, a ver si había cambiado o seguía en tus treces, creyéndola inocente.

Fiona hizo una mueca cuando escuchó a Oliver, mantuvo el cigarrillo cerca de sus labios sujeto entre sus delgados dedos y se digno a mirarlo muy seria.

- No te confundas conmigo... negro- le dijo señalándolo con el humeante cigarrillo- ¿Quien te ha dicho a tí que estoy protegiendo a la flautista? no la ajusticié porque considero que una semilla como tu, es peor que ella. Ahora que tu estás entre los muertos espero que ella sea la siguiente en caer, esa es mi voluntad- añadió volviendo a fumar para después mirar a Sarghagas- la niña es inocente... mis llamas me lo dijeron.

-Theora es inocente, no así puedo pensar lo mismo de Sylvia. -Contesto simple y tajante, raro en él.

En el mismo instante en que la chica del lobo dice esas palabras Olenna asiente con convicción. Y un instante más tarde, ante las palabras del hombre alimaña, ella clava sus ojos en él durante unos segundos.

—No confío, ni no confío —dice convencida, hablando como su no hubiera diferencia entre la niña y los otros. Después de eso sus ojos se desvían hacia la mujer de fuego.

—Fueran dicen que tú eres semilla —le informa—. Que ves en el fuego, pero eres semilla. No asesina, pero sí semilla. Dicen que le ayudabas a él —asegura antes de hacer un gesto con su bastón, señalando al árabe.

—Las cosas están igualadas —prosigue después—. Unos dicen que miran a la niña al atardecer, otros a la que grita. Mitad y mitad, más o menos —mira en ese momento al árabe, y luego a la de fuego—. Vosotros desigualáis.

Y con esas palabras parece tomarse un instante para pensar. Finalmente hace un gesto con la mano, y el viento cesa. Algo comienza a salir de entre los granos de arena: hierba. Briznas que crecen lentamente, perezosas, pero que poco a poco cubren todo el desierto. Luego aparecen los árboles, y finalmente los restos de la hoguera apagada. El desierto se ha ido, y una vez más todos habitan el bosque.

Contemplo el nuevo aspecto del lugar que nos rodea sin mucho asombro. Al igual que las idas y venidas de los demás. - Todo es ilusorio… nada es lo que parece. Suspiro con fuerza aun hace frío.

-Si la pelirroja ha de morir que así sea, esta es mi voluntad.

Sí, acabé con él.

Reconozco con naturalidad ante las palabras de la mujer del bastón.

No sabía que mi voz se escucharía, aunque no fuí el único. De haberlo sabido, la que grita hubiese llegado mucho antes aquí, eso es seguro.

Acto seguido miro al oriental y niego con la cabeza.

Confío en la inocencia de la compañera de la serpiente. Pero hay algo claro: la que grita debe caer.

Entonces miro nuevamente a la mujer del bastón.

Es gracioso, parece que soy más mortal muerto que vivo.

Sonrío entonces bajo mi capucha y asiento lentamente. Pero las palabras de la compañera del búho me hacen que la mire y nuevamente saco la vieja manta que me acompañaba y se la tiendo.

Más frío hará en la noche.

Aseguro, esto es algo que ya conozco, y miro entonces a la portadora del fuego y a la mujer del bastón.

Ella y yo no podíamos salir vivos juntos. Oldland me puso a su servicio -digo con naturalidad un hecho irrefutable para mí-. Cada uno, cada uno. Como sea... me queda aún una historia por escribir...

Muestro y miro la pluma que porta la sangre de la arquera, preguntándome qué podría pasar ahora.

Y tras aquella tarde la esencia de Vyka llegaba a aquel sitio, mientras que la de Katalina parecía abandonarse hasta el final....

Miré al árabe con cara de duda:

- tú acabaste con quien?- le pregunté no sabiendo a quien se refería... ayudó en mi linchamiento?, no sabía si había entendido bien, la mucha palabrería y el gusto por hablar en "enigma", me tenía confundido... como lo había estado desde que llegué a Oldland.

Ni con la rapidez que Nói hacia gala, pudo atrapar entre sus brazos a su amada, quien se difuminaba ante su impotencia, sin poder hacer nada mas que mirar y sentir dolor.

-¿Por que? -Se pregunto mientras cerraba los ojos lentamente.

Voté por tí, provocando el empate.

Explico al hombre de ébano con un tono tranquilo, tampoco había nada que ocultar. Prosigo.

No sabía que mi voz se escucharía, que provocaría el empate y tu muerte en consecuencia. De haberlo sabido, sería la que grita la que ocuparía tu lugar ahora mismo.

Asiento, y tras eso me fijo en la desaparición de la mujer-fantasma y entonces miro al oriental y agacho levemente la cabeza, hablando con un tono suave.

Lo lamento.

Digo, sinceramente. Las historias de amor trágio siempre consiguen hacerme sentir... mal. Casi puedo sentirme como él, aunque el hecho de estar cubierto lo oculta bastante bien.

Este es el primer atardecer en el que, al acercarse, el cuerpo de Olenna ni siquiera se tensa un poco en este lugar. Sobre la hoguera apagada vuelven a formarse esas esquirlas plateadas que permiten a todos ver el combate, y la Grovehn observa con interés. En sus manos el bastón descansa tranquilo por una tarde, y no es necesario que la batalla termine para imaginar quién va a unirse a los presentes.

Siente a la chica que grita antes de lo que la ve, y espera a que se una a los demás en el claro antes de saludarla. Lo hace igual que hasta el momento, como si las palabras para dar la bienvenida fueran independientes de la vida o muerte de quien las pronuncia. Después responder al árabe.

—Hiciste bien hoy, hiciste mal ayer —comenta sin especificar a qué se refiere—. Mucho sería distinto si lo hubieras hecho distinto. Mucho sería mejor.

Mientras tanto ve disiparse la figura de la mujer que flota, pero no hace ningún comentario al respecto. En lugar de eso niega con la cabeza.

—El silencio ayuda a la rueda —concluye. Finalmente se dirige a la chica que grita, la recién llegada.

—Ahora las dos igual —enuncia. Pero no tarda en proseguir—. Yo muero, pero siguen en mi cabeza —afirma con un gesto de la mano para señalar el bosque. Luego ladea la cabeza interesada—. ¿Siguen en la tuya?

Una sonrisa se dibuja en mis labios al ver quien se unía a nosotros,  aun me encontraba junto a Alastor que estaba sumido en el más profundo de los silencios. No la saludé ni siquiera intenté acercarme,  tan solo observo todo a mi alrededor un tanto pensativa. 

Las conversaciones me resultaban ya carente de sentido,  el pasado se anunciaba y reclamaba su presencia pero de nada me servía pensar en ello. Ahora sujetando la mano de Alastor,  observo a Tyr,  distraído como yo nuestro mejor momento se había disipado.