Esa voz, me suena. Esa voz...
Me repito en la cabeza, que apenas consigo levantar, a la búsqueda de alguien que me ayude llegar hasta la habitación. Me arrastro por el suelo, entre gemidos, hacia la puerta de las habitaciones. - Agua... -
No recordaba la última vez que veia unos huevos de ese tamaño, sin duda eran un manjar comparadas con las gachas y el estofado de siempre. Le agradezo la ofrenda con una amplia sonrisa.
Muchas gracias, seguro que mi estomago te lo agradecera. Si necesitas más hojas solo tienes que pedirlas.
Sonrio nuevamente mientras me giro para poner a buen recaudo tan preciado manjar.
PRIMERA MADRE, PRIMERA LUNA, AÑO 140 D.A.
ANTES DEL OCASO.
- Brandon sale de la Casa de los Abanderados al Patio de Armas.
// Entra en escena: Brandon. - Procede de: Casa de los Abanderados.
¡Madre del amor hermoso..! Perdón, nada de Dioses Nuevos en los asuntos de los Dioses Antiguos-esto es cosa de ponerme en el altar ayer, que me hace blasfemiar-. Quería decir... ¡Por las hojas corazón! ¿Qué le pasó a este niño?
Nana abandona al leñador y se dirige a Llum, poniéndolo en pie. Su abuela le había dicho una vez que cuando una comadrona ve peligrar a uno de los niños que ayudó a traer al mundo, multiplica su fuerza por diez.
Ya pasó, pequeño, ya pasó... ¿Te contó alguna vez tu padre que yo estuve en tu parto? No, claro que no. Para el era más importante el nacimiento de un hijo varón que quien lo hiciese posible. Ni se acordará.
Plas, plas. Plas, plas. Nana termina de sacudir de tierra y polvo la ropa del joven Llum.
Esas manos. Esas manos. Esa figura tan reconocible, esa voz tan sabia, esa energía vital que Nana te transmitía.
En un momento, parecía recién salido de la ducha, aún con la cara pálida. Una sonrisa instintiva recorrió mi rostro, a medida que balbuceaba - Sí... Nana. Madre habla mucho de ti - En su presencia, y tras esas palmaditas, me sentía mucho mejor.
- Gracias - Agrego, dando un par de pisadas para comprobar que estaba de pie. - Padre está muy ocupado - Murmuro.
Silencio.
- ¿Dónde está mi habitación? Tengo la cabeza mareada - Intento sonreír, aunque no es muy factible, porque se me escapa el alma.
Nana le pega un capón a Llum.
¿Ya has vuelto a beber? ¡Te parecerá bonito! Vas a matar a tu madre a disgustos. ¡A disgustos la vas a matar! Tira para allá...-amenazando con una nueva torta-Tira para allá, tira para allá, ¿eh? Que no te vea tu madre... ¡Que no te vea!
Ay... Hola, Lumila...
El capón me sacude como si fuese un saco de trigo. Puedo sentir todos mis órganos revolucionarse, mi cerebro saltar hacia arriba y abajo, y mi alma volver a su sitio. Bajo la cabeza, como hacían los niños buenos, de los que había aprendido ese gesto que parecía librarles de todo tipo de broncas.
- Jo, perdón - susurro en voz baja. A Nana no podía llevarle la contraria, y cada una de sus palabras, eran profundas reflexiones en mi cabeza. - Yo no quiero matar a mamá de disgustos... Pero... - Y ante el instintivo pensamiento de que otro capón me caería encima, me callo. A pesar de seguir mareado, realmente parecía que ya no estaba borracho.
La próxima vez, beberé sólo en el bosque. Así no habrá nadie que me vea, ni lo sepa. Una sonrisa traviesa se dibuja en mi rostro.
Randyl observó a los hombres intentando practicar para el combate, mientras luchaban por evitar que sus pies resbalen por el fango, fruto de una noche lluviosa que terminó convirtiendo la plaza en un montón de baldosas embarradas donde apenas podías mantenerte firme.
Eso les ayudará - pensó Lanzapartida - ningún campo de batalla que he pisado estaba empedrado, ninguno estaba limpio, ninguno olía bien antes o después de la batalla.
Randyl no entrenaba ese día, se limitaba a ver como los jóvenes practicaban su destreza, como se iban acostumbrando a asegurar los pasos antes de lanzar un ataque y a desviar con el escudo en lugar de pararlos de lleno y dañarse el hombro del brazo que porta el escudo. Se fijó en un joven pelirrojo al que apenas le había comenzado a salir barba. El chico era derribado cada vez que recibía una carga de su compañero de entrenamiento, cayendo al suelo lastimado y dejando sus ropas cubiertas del barro y la mugre del patio.
Eso no está bien - murmuró el veterano, mientras sus ojos oteaban el patio en busca del instructor. Por el rabillo del ojo volvió a ver al joven caer de bruces, mientras su oponente apenas había comenzado a sudar. El compañero de entrenamiento era otro chico que nunca había visto, un palmo más alto y bastante más robusto que el pobre desgraciado cubierto de barro con él que estaba practicando. Tal vez el tercera espada esperase algún acto de camaradería por parte del chico más alto pero no observó nada de eso, más bien la situación semejaba la de un gato que juega con un ratoncillo para entretenerse antes de darle devorarlo.
Lanzapartida se aproximó a la pareja lentamente, mientras el resto de hombres seguían practicando y el muchacho volvía a levantarse por enésima vez. " Disculpa" - dijo Randyl - "¿me dejarías tu espada y tu escudo?". Aquel chico delgado y sucio cedió las armas mientras que el veterano podía ver la decepción en los ojos del nuevo recluta; conocía esa mirada, la mirada de alguien que se sabe derrotado, de alguien que no sabe sobreponerse a la adversidad, de muchos hombres que no saben qué hacer para volver a casa con sus familias sanos y salvos.
"Fijate"- comentó el juramentado mientras se ponía en posición de combate con la espada en su diestra y el escudo a su siniestra. "Debes flexionar un poco más las rodillas y adelantar un poco más el tronco superior, así en vez de caer tantas veces solo lograrán desplazarte y nunca estarás indefenso en el suelo"- expuso Randyl mientras lograba aguantar sin muchos problemas las embestidas del joven más alto e incluso contraatacaba con facilidad.
"Muchas gracias, mi señor" - respondió el pelirrojo mientras en sus ojos rebrotaba una chispa de confianza. Chispa que se convirtió en destello, cuando pudo aguantar el empuje de su oponente sin caer de culo otra vez.
"No soy señor de nadie, soy un juramentado. Un simple hombre que recibió el beneplácito del gran Ser Hadder Tully"- aclaró rápidamente Lanzapartida ante tal error - "soy un ejemplo de la generosidad del Señor de Aguasclaras".
Randyl nunca quiso mentir a nadie ni desear mayor posición que la que a bien los Siete quisieron darle, posición en la que únicamente querría servir a su señor de la mejor forma posible.
El veterano guerrero se alejo del patio hacia los portones de roble macizo me custodiaban el acceso y se quedo mirando las imponentes bisagras clavadas en la fría roca.
No importa lo imponente que sean las puertas de un castillo, ni los altos y fuertes que sean sus muros, sin soldados expertos cualquier plaza es vulnerable. Si estos chicos son derrotados en la batalla, serán muy pocos los que puedan custodiar estas torres, y muchos menos, los que sepan empuñar el acero de una espada.
PRIMERA MADRE, PRIMERA LUNA, AÑO 140 D.A.
DE NOCHE.
La noche me saluda. El frío viento nocturno me hace despertar del todo, aunque en realidad sea difícil que yo duerma.
Mis pies vuelven a moverse. Rápidamente, con andar fuerte y resuelto, pese al carácter soñador de mis últimos pensamientos y el movimiento que el aire provoca sobre el cabello suelto que cubre mi espalda, como la capa de un vulgar y traicionero lord.
Mis ojos rápidamente buscan a los presentes, a uno en específico.