Partida Rol por web

URO:

- Estás convencido de que Dedos y Matagatos están liados.

- Y también que desde que volvió de Dadiz, la bolsa de monedas de Mentiroso abulta más.

La mente de Jabalí fue abducida por el rítmico golpeteo de las aguas en la madera de la balsa y se alejó momentaneamente de donde estaba. Sus brazos dejaron de prestar atención a la vara que dejó de buscar las piedras ocultas que se aproximaban peligrosas a la balsa, desatendidas por una mente que se había perdido en sus pensamientos más personales.

Tal vez la tranquilidad que le había dado sentirse más seguro cuando se hizo con el bamboleo de la balsa, tal vez el sonido y la inmensidad de agua que le rodeaba, cosas que nunca antes había visto, escuchado o sentido, tal vez por algo que ni siquiera el supo definir, fijó su mirada en el agua, en algún punto indeterminado del fondo. Y allí la mantuvo por largo rato.

De repente se encontró pensando en que tal vez no sería muy mala opción...

Pero el grito de Matagatos a sus espaldas lo sacó de su trance y le hizo levantar la vista y enfocar hacia adelante. No consiguió ver nada, no entendió como ellos sabían que el agua llevaría más fuerza allí delante, pero les creyó. Miró a la vara que llevaba en la mano como si fuera la primera vez que la viera hasta que recordó. Se intentó centrar en las rocas, y nada más que en las rocas...

MENTIROSO:

- Uro se ha fijado mucho en tu bolsa.

- Últimamente Dedos y Matagatos se quedan a solas siempre que pueden: excursiones de entrenamiento, búsqueda de hierbas... Por las noches juntan sus esteras para dormir. No hacen más que eso, nada impropio ni indecente.

- La velocidad de las aguas se vuelve peligrosa y las balsas se mueven mucho, sin embargo la destreza de los que manejan las pértigas evitan que suceda ningún percance.

- Así transcurre el resto de la jornada.

TRANSCURRE TODO EL DIA Y TODA LA NOCHE QUE LE SIGUE.

- Por la mañana al Alba, todo el campamento de la Compañía Negra (establecido anoche a orillas del río) se pone en marcha.

- Los seguidores de campamento parecen tener gran experiencia en organizarlo todo, especialmente Herrero, Carpintero y los hombres de Usurero.

- Hoy estarán de guardia los Soldados de la Caballería.

- El Pelotón de Instrucción y los Campamenteros son los primeros en embarcar en las balsas, seguidos por los Seguidores de campamento (grupo en el que está incluida Khadesa).

- Luego siguen los Arqueros y la Caballería.

- Los Exploradores se han puesto en marcha a pie, pero han dejado cerca merodeando a algunos de los suyos.

- La Infantería no se ha movido de sitio. Sus Cabos les han puesto en formación y a la espera.

- El Cabo Lemur se acerca para hablar con Matagatos.

- "Matagatos, forma a los Hostigadores.

Permaneceréis aquí un día o dos, en compañía de aquellos de Infantería que quieran entrenaros. Después seguiréis hacia el Norte por el río. Algunos Exploradores se quedarán cerca para guardaros las espaldas." -

Mentiroso llegó al final del día extenuado por la tensión. Y por si eso era poco, encima tenía que preocuparse por proteger su bolsa de Uro. ¡Quién lo habría imaginado!

Tendría que dormir con un ojo abierto a partir de ahora.

Durante la travesía por el río mantuve la balsa lo más recta posible de mi lado para así evitar que se voltease. Usando la pértiga también evité que las rocas impactasen en nuestra contra o que la balsa se quedase encallada en zonas de baja profundidad. Fue agotador y muy riesgoso, pero al final de la jornada, aun estábamos vivos y la balsa entera.

Me bajé de ella, agradecido de pisar nuevamente la dura tierra. Montamos el campamento junto con el resto de los miembros de la Compañía. Estaba agotado, pero aun así entrené dos horas antes de dormir, con movimientos más suaves y parsimoniosos esta vez, para así hacer descansar a mis músculos y elongarlos. Corté con mi espada y practiqué las posiciones de los brazos y las piernas durante el ataque, entrenando mi técnica y mi equilibrio en movimientos sumamente lentos y coordinados. Luego me fui a dormir, lo cual hice con completa profundidad.

Ahora en la mañana, despierto un poco antes que el resto y, después de estirarme bien, comienzo a hacer unos pequeños ejercicios matutinos, preparándome para llevar nuevamente la balsa por el río. Veo al resto del campamento comenzar a embarcar, sin detenerme. Mientras los efectúo, escucho al cabo Lemur hablarle a Matagatos, por lo que entiendo que por hoy no navegaremos, por lo que me detengo y me formo, aun antes que nuestro líder de la orden.

Al final los rápidos habían resultado un tanto emocionantes. La balsa se había tambaleado a un lado y otro durante un tiempo pero no habíamos tenido mayores inconvenientes, nuestros compañeros habían manejado las pértigas con la suficiente destreza para no tener ningún percance. Unas horas después habíamos alcanzado al resto de la Compañía y pasado la noche tranquilamente.

-Como ordene Cabo Lemur.

Digo contestando a la petición de Lemur para que formáramos. Parece que pasaremos un par de días entrenando con la infantería antes de proseguir nuestro camino. Me dirijo a mis compañeros y les grito para que me oigan.

-Hostigadores a formar! Hoy entrenaremos con la infantería, espero que todos aprovechemos esta oportunidad.

Dicho esto encabezo la formación y espero a que, como sucedió con los exploradores, los miembros de la infantería escojan a sus pupilos de entre los hostigadores.

Al parecer la pertenencia de Khadesa al Pelotón de los Hostigadores era simplemente una convención, y por ello debía seguir el viaje formando parte de los Seguidores del campamento, y lejos de ellos. Era inútil protestar, lo había visto con la actitud de los mandos con el asunto de su petición de justicia. De modo que no lo hizo.

Cuando llegó el turno montó en la balsa asignada, entre comerciantes y prostitutas. Su madre estaba allí, pero no le dirigió ni una mirada.

Emprendieron de nuevo la cabalgata sobre las turbulentas aguas, la Quinta con las pupilas clavadas atrás, en aquellos a los que dejaba.

El viaje había transcurrido sin incidentes y Campaña se sentía orgulloso de su actuación. No sólo había detectado el cambio en la velocidad de la corriente sino que se las había arreglado bastante bien con la vara. Las dos balsas habían llegado intactas y con todos sus ocupantes en perfecto estado aunque ligeramente mojados. Campaña había ayudado a los Campamenteros a establecer el campamento, aunque en realidad se bastaban ellos solos, y después había descansado en su nueva tienda.

El despertar fue agradable, una mezcla entre la calidez del Sol y la fresca brisa fluvial, todo ello acompañado de aquella maravillosa tela que lo convertía todo en paz y armonía. Campaña permaneció un rato incorporado en el interior de la tienda, disfrutando de aquel trocito de mundo que era sólo para él. Aquella mañana la luz que se filtraba a través de la lona era de un color rojizo claro, y bajo aquella luz la pálida piel de Campaña se asemejaba más a la de un K'Hlata que a la de los Oscuros. En el fondo, no eran tan distintos.

Al abrir la tienda el frescor de la mañana se le pegó en el rostro, haciéndole sonreir, y tras lavarse un poco se sentó junto a su tienda y se dedicó a la rutina diaria de limpiar y pulir su armadura. Mientras lo hacía otros comenzaron a ver la luz del Sol y el campamento se ponía poco a poco en movimiento.

En cuanto terminó se colocó la armadura en aquel ritual cuyos pasos conocía a la perfección y estuvo listo para reunirse con el resto para recibir instrucciones. El primo Matagatos ordenó formar a los Hostigadores y Campaña se apresuró a cumplir, se colocó junto a Peregrino y se mantuvo firme a la espera de las órdenes.

A pesar de la rapidez del agua, lo cierto es que lograron mantenerla fuera de peligro sin mucho contratiempos. El viaje acabo finalmente sin mas incidentes que la emoción del recorrido por esas aguas tan rápidas. Descansaron cerca de la orilla del río y la noche transcurrió sin mayores contratiempos. Sicofante descansó bien, sabedor de que todo había ido bien y realizó un buen trabajo, como el resto de sus compañeros.

A las primeras horas de la mañana, el tagliano se levanta. Se estaba acostumbrando a levantarse con las primeros rayos del sol, y aprovechaba ese momento para recoger sus pertenencias y así tenerlas ya preparadas para cuando hubiera que partir. Sin embargo, hoy la cosa iba a cambiar. Con el grito de formación de Matagatos, Sicofante se colocó su armadura y armas al cinto, fue con el resto de los hostigadores, y allí se enteró que entrenarían con la infantería. Eso le gustaba: esperaba que sus habilidades fuesen mejor con la infantería que con los exploradores.

Solo tenía que buscar algún infante que quisiera entrenarle, aunque esperaba que por eso no hubiera muchos problemas.

La travesía tocó a su fin, para disgusto de R'Gaa, que se estaba divirtiendo. Con una sonrisa bien ancha había seguido los movimientos de la balsa. Y sólo cuando la corriente se embraveció afirmó algo más sus piernas. Pero no llegó a asustarse.

Estaban haciendo la maniobra de acercamiento a la orilla cuando ella saltó, un segundo antes de que la balsa se detuviera del todo. Ayudó a dirigirla desde el agua. Sabía nadar, se vio con su soltura al bracear incluso sin soltar la lanza. Empapada y contenta se sacudió como un perro al salir del agua.

A la mañana siguiente se despertó descansada, y esperó nuevas órdenes. Éstas no tardaron en llegar, Matagatos les mandó formar. Entrenarían con la Infantería. Ella prefería la exploración, pero aprender el arte de la lucha le vendría bien. Se colocó en la fila, firmes, y esperó a que alguno de los hombres del Cabo Lemur se hiciera cargo de su instrucción.

Attar había manejado la pértiga con energía, y con una destreza de la que no se creía capaz. Y finalmente habían llegado a tierra, sin haber caído ninguno al agua, aunque no estuvieran secos precisamente.

Cuando todo el campamento estuvo montado, buscó un rincón cómodo en el que permanecer aquella noche. Siguió con su ritual de cada noche, consistente en intentar poner a salvo la capa de su padre, limpiar un poco el cráneo de plata y finalmente dormir.

El sol le sacó de su letargo, y Attar se incorporó para ponerse a entrenar. Pero al poco tiempo de empezar, la orden de que los Hostigadores formaran le hizo interrumpir aquello. Rápidamente recogió su capa con su broche y se la puso intentando adecentarse, mientras iba a su lugar en la formación. 

Al acostarse el Hiena fue consciente de la tensión a la que había sometido a sus músculos durante la travesía por el río. Se frotó con fuerza los brazos, para deshacerse del molesto hormigueo y recordando los inoportunos calambres que experimentó en su incursión en el poblado de los castores. Pero de aquello, hacía media vida.

Durmió arrullado por el sonido del agua y despertó con las primeras luces. Se bañó en la orilla del río, con placer, dsifrutando de las bendiciones del agua después de la tortura que la víspera le supusiera. Algo que habría de repetirse en días sucesivos.

Al regresar a la zona de acampada, escuchó perfectamente las nuevas de la boca del Cabo Lemur. Contaban con dos días para un nuevo período de instrucción. Asintió satisfecho para consigo mismo, al saber que no habrían de usar las balsas en ese tiempo. Era demorar lo inevitable, pues hasta el gusano sabe que se convertirá en mariposa, pero constituía un pequeño respiro.

Y ante la orden de Matagatos, se apresuró a ocupar su lugar entre las filas de hostigadores.

A la orden de Matagatos dejé lo que estaba haciendo para ponerme en formación y escuchar la mala noticia que quería compartir. Cuando estuve al corriente puse los ojos en blanco.

La pregunta no era por qué, era por qué yo también. Comprendía que el resto del pelotón de hostigadores, dadas sus limitadas capacidades mundanas, podía sacar provecho de aquel entrenamiento, pero en mi caso no había nada que me pudiese interesar de los soldados del pelotón de infantería. Se dedicaban a combatir a pie, con formaciones raras, y subiendo y bajando sus garrotes o espadas hasta que la cabeza del enemigo terminaba aplastada. ¿Qué me podían enseñar? Nada, obviamente.

Eché un vistazo a mi alrededor sin llegar a ver a los enviados de Cho’n Delor. Ellos eran los que me habían salvado del entrenamiento con los exploradores, pero si no estaban me iba a tocar tragar y no me apetecía tragar. Además ya lo tenía todo listo. Quería usarlo ya y con los del pelotón de infantería molestando no iba a poder hacerlo.

-Hostigadores a formar! Hoy entrenaremos con la infantería, espero que todos aprovechemos esta oportunidad -gritó Matagatos.

Lengua Negra no pudo evitar un suspiro. Una vez más una moneda se lanzaba al aire y el azar determinaría su futuro más inmediato. Recordaba la última ocasión. Aquella en que los Exploradores parecían reacios a entrenar a según y quién. Serpiente, su primo, había contado entonces con la inesperada asistencia de los Cho´N Deloritas. Ahora, al menos a simple vista, no estaban cerca. Pero sabía que Serpiente no sería el único que no gozaría de las simpatías de los infantes. Azar, suerte y política. Últimamente todo parecía estar demasiado vinculado a aquellos principios. Movió el cuello, haciendo crujir los huesos del mismo. Echaba de menos el estudio, las horas dedicadas a leer viejos manuscritos, libros, notas y apuntes. A aprender por el mero placer de hacerlo. A cultivar su mente. Pero el presente gobernaba, y parecía que solo el cuerpo necesitaba dedicación. Desarrollar el músculo para atrofiar la mente. Sin duda, un objetivo diseñado con un claro fin.

Tomó aire, se colgó su arma al costado y se encaminó a la formación.

Caracabra estaba alegre, habían llegado a tierra después de haber atravesado las peligrosas aguas. Sabía que gracias a los espíritus. Las palabras del mestizo le habían hecho dudar, si los espíritus no afectaran tanto a la vida de un hombre como el pequeño jorobado creía. Pero en el fondo de su alma sabia que controlaban todo, hasta su muerte. No solo la lluvia y el sol, sino los más mínimos designios de su vida, desde con que piedra tropezaría ese día, hasta que espada le heriría en combate. Los espíritus tejían nuestra vida, usando hilos que por separado no significaban nada; pero que es su conjunto representaba el futuro de un hombre. Como podía haber dudado al oír las palabras de Rastrojo, ahora los espíritus le castigarían por ello. En la balsa no le había podido contestar, había estado demasiado concentrado sujetándose, y el ruido de las aguas era demasiado fuerte. Solo le pudo decir al desembarcas, Rastrojo, sé que no tienes razón, solo espero que tus palabras no nos traigan mal yuyu.

Al oír las palabras de Matagatos, y Leguanegra corrió a formar.