Nick, sentado en un sofá, con los brazos cruzados frente al pecho, asintió gravemente a las palabras de su anfitriona y guardó silencio mientras Henric la contestara. Finalmente, cuando ambos acabaron de hablar, se incorporó y dio un par de pasos sobre la mullida alfombra para encararse con su anfitriona.
-Como mi compañero, yo también entiendo perfectamente su situación, señorita Carlyle, de hecho puede decirse que me gano la vida investigando y espantando a ese tipo de buitres para mucha gente que usted probablemente conozca, así que le aseguro que no son necesarias más explicaciones. Sin embargo, aunque su oferta es muy generosa, dadas las circunstancias, nuestro particular grupo está formado por bastante gente y entre ellos algunos que ni necesitan ni, creo, desean trabajar para nadie. El ligero énfasis en la palabra “para” fue claramente perceptible. Lo que sí que estoy seguro, en cambio, es que estarán encantados, como nosotros mismos, de que trabajemos juntos en esto. Lo que averigüemos, usted lo sabrá, lo que decidamos, también… A cambio, estoy seguro de que la logística y los contactos de las empresas Carlyle nos podrían ser de una ayuda vital, especialmente si, como parece, esto nos va a llevar al otro extremo del planeta.
Nick hizo una pausa para tomar aire, se acercó un poco más a Erica y bajó un su tono de voz, no tanto como para que sus compañeros no pudieran oírle, pero si lo suficiente como para que quedara claro que se estaba dirigiendo exclusivamente a ella.
-En lo personal, Elías era un buen amigo, y yo estoy en esto hasta el final, sea el que sea. Y puede estar segura de que si tenemos ocasión de hacer que los responsables de toda esta historia paguen por sus crímenes, lo haremos. Y de que si su hermano sigue vivo y está en nuestra mano encontrarlo, lo traeremos de vuelta…
Nick dejó de hablar, no muy seguro de qué más podía decir, pero mantuvo su mirada firme en los ojos de ella, atrapado por la fragilidad y el cansancio que se adivinaban tras su férrea dureza.
La joven empresaria asintió lentamente. Cogió una de las tarjetas de su mesa y escribió detrás un número de teléfono. Se la entregó a Nick antes de volver a acomodarse en la silla.
- Manténganse en contacto conmigo. A cualquier hora, cualquier día. Manténganme informada de sus movimientos y de sus descubrimientos. Yo les ayudaré en lo que pueda.
Miró la hora en el reloj de la pared.
- Se hace tarde. Por hoy es suficiente. Mañana podremos concretar los detalles, tras el almuerzo. ¿Les parece bien?
El erudito se sintió realmente molesto de tener que alejarse del fascinante volumen que había caído en sus manos. Lo cerró con muchísimo cuidado, casi acunando el ajado libro ilustrado. Apenas había prestado atención a lo que su anfitriona y sus compañeros habían estado hablando.
- Este libro cuenta... cosas terribles. Es obra de un monje francés del Siglo XII o XIII... Si tuviera tiempo para estudiarlo...
Miró a la joven Carlile con ojos de cordero degollado, pero la joven ni siquiera se había percatado de las palabras del estudioso. Con un mohín, se alejó del libro mientras el guardaespaldas procedía a envolverlo de nuevo en sedas.
Henric lanzó una mirada a su compañero Moore cuando escuchó lo que decía, y luego sus ojos se posaron en el cuaderno que él mismo había estado estudiando, se sentía como si el escritor le hubiera leido la mente.
-Señorita Carlyle, me alegra ver que acepta colaborar con nosotros. Le dijo a Erica. Será todo un placer trabajar mano a mano con usted en la investigación de este misterio que a todos los aquí reunidos nos atañe, no tenga ninguna duda de que estará informada de nuestras averiguaciones en todo momento, y que cualquier cosa que pueda hacer para facilitarnos la tarea de destapar el secreto que se encuentra tras la muerte de nuestro amigo, será grátamente recibida.
Henric suspiró.
-Pensamos que esos libros pueden proporcionarnos pistas con las que descubrir qué es lo que motiva a la gente que perseguimos... y que nos persigue, ya se lo dijimos, de modo que aún hay que estudiarlos con más profundidad. Deduzco que tienen un valor elevado, y no seré yo quien se los pida prestados, pero necesitamos que nos brinde la posibilidad de un estudio más detallado de esos libros, aunque sea dentro de la seguridad de su mansión, cosa que por otra parte, me parece lo más apropiado ¿No creeis compañeros? Les preguntó a Stolze y compañía. Estarán más seguros en su caja fuerte que en nuestras manos, pero necesitamos estudiarlos en profundidad. Por otro lado, tiene razón, se hace tarde. Como dice, mañana podremos concretar los detalles de nuestra mutua ayuda, por mí perfecto hacerlo despues del almuerzo.
Con un apretón de manos y un acuerdo de caballeros, abandonáis el edificio, rumbo al Hotel donde poder informar al resto de lo ocurrido.
La mole neogótica del Edificio Woolworth te espera justo frente a la plaza del Ayuntamiento, en el 233 de Broadway. Desde su imponente altura, mira con desdén el resto de bloques de casas que le rodean, a pesar de que estas tengan hasta 12 plantas de altura.
La entrada, flanqueada por porteros de librea, da acceso a un hall que no desmerece en nada a una Catedral europea. El ascensor con verja de latón pulido te eleva hasta el piso 55, 200 metros sobre la ciudad. Apenas te percatas de que estáis dentro del edificio más alto del mundo: las vistas de la ciudad desde las ventanas del pasillo al que te dirigen simplemente te arrebatan el aliento: La cuadrícula iluminada de Manhattan, extendiéndose hasta el brumoso horizonte, un resplandor amarillo y dorado de luces, una explosión de colores parpadeantes en Times Square...
La puerta del despacho de la "Compañía de Exportaciones Carlyle" está vigilada por dos guardaespaldas que no disimulan las sobaqueras en las que ocultan pistolas de gran tamaño. Apenas te ven, abren las puertas.
En un despacho de maderas oscuras espera Erica. Sólo una lámpara de Tiffany's ilumina el amplio despacho panelado de caoba. La pared de la derecha está cubierta de librerías. La de la izquierda, de un enorme mural que muestra un mapa del mundo cubierto de líneas y marcas. Al fondo, tres amplias ventanas francesas se abren al mar, con la Estatua de la Libertad enmarcada a su derecha.
- Señorita Archer, me alegro de que haya aceptado mi oferta. ¿Desea beber algo?
La mujer hizo un gesto hacia el mueble bar. Un fornido Guardaespaldas se entraba situado junto a la mesa, de pie, preparado para cualquier cosa. Los ojos de Erica Carlyle eran fríos como el hielo del Kilimajaro.
El haber viajado alrededor del mundo no hacía que algunos lugares dejaran de intimidarme y Nueva York, sin duda, era de esos sitios en los que una se siente verdaderamente equeña si se fija un poco en todo lo que hay a su alrededor. Desconocía cuál sería la población de un lugar así, pero desde luego, a mí me parecía demasiada para vivir y apenas llevaba unas horas en aquel lugar. Tampoco podía decir que era una de las ciudades más pobladas que había visto, aunque sí una de las más desarrolladas, y cuanto menos era digna de observar, aunque sólo fuera por esa Estátua de la Libertad que se erigía allí en mitad del mar y que era casi tan famosa como las pirámides de Egipto.
- Todo el mundo debería poder ver estas cosas alguna vez en la vida. Lástima que no pueda hacer nada de turismo.
Simplemente sería algo que dejaría en esa montañica de cosas que tenía en tareas pendientes, una lista de esas que tenía todo el mundo y que esperaba poder llevar a cabo algún día.
- Con un poco de agua bastará, muchas gracias. - Respondí a la oferta de aquella mujer, cuya mirada casi podía intimidar más incluso que la enorme urbe en la qu residía. - Debo reconocer que es la primera vez que voy a buscar a alguien y no algo, así que espero que pueda ponerme al día de todo lo que haya sucedido.
Eché un vistazo a aquel guardaespaldas y me quedé de pie, sin tomar asiento, pues sería un poco grosero hacerlo mientras mi anfitriona no me dijera que podía sentarme y para una vez que me había tomado en serio eso de mantener un poco mis modales..
La mujer asintió, su expresión indescifrable. Sin darse más que un instante para la contemplación, comenzó a explicar a medida que sacaba un grueso informe policial de una carpeta que le tendió su guardaespaldas.
- Como ya sabe por nuestra anterior relación comercial, mi hermano Roger desapareció hace seis años, cuando pretendían realizar un Safari Fotográfico por Kenia. 9 meses después de su desaparición, Unos cadáveres encontrados en la selva son "identificados" como los de los miembros de la expedición de mi hermano. - Hace una pausa, perdida en recuerdos dolorosos. - Sin embargo, nunca hubo pruebas concretas de que se tratara de mi hermano y sus acompañantes. Yo misma viajé a Mombasa cuando dejé de recibir noticias, harta de las evasivas de las autoridades. Autoridades que hicieron un trabajo chapucero, echaron tierra sobre el asunto, enterraron los cuerpos y cinco negros fueron ahorcados tras un juicio de pantomima para contentar a la embajada.
Se sirvió un whisky con mano firme, pero sujetando la botella de cristal con tanta fuerza que los nudillos se le volvieron blancos. Tras un par de tragos, recuperó la calma y reanudó el relato.
- Como usted ya sabe, envié a un detective privado a investigar. He reunido todas las pruebas, los informes, las declaraciones. No hay ninguna prueba cierta de que mi hermano muriese en África. Pero, tras dos años, dejé de buscar y me resigné a aceptarlo. Hasta hoy.
La mesa parecía el mapa de un campo de batalla: Planos, fotografías, informes, recortes de prensa, cartas, telegramas, todo documento imaginable que diera fe del paso de Roger Carlyle por África se encontraba desplegado sobre la enorme mesa de madera oscura.
- Hace unos días, un grupo de desconocidos aparecieron en mi puerta, con supuestas pruebas de que mi hermano podía estar vivo aún. He visto las pruebas y... creo que es interesante. Pero descubrir la verdad les llevará bastante tiempo, y en algún momento, tendrán que visitar Kenia. Ahí es donde entra usted, Señorita Archer.
Kenia.
Era la palabra que se había quedado en mi cabeza después de todo lo que me acababa de contar. Como aquella mujer bien sabía yo no era detective y mucho menos podía hacer una labor como la que llevaría a cabo un detective experimentado, pero si lo que necesitaba era una exploradora que fuera con un grupo era la persona que estaba buscando.
- Y aquí es donde se terminan mis ganadas vacaciones. Tendré que cogerme otras tras este trabajo.
- Supongo que no tengo ningún inconveniente en tratar de localizar a su hermano por el lugar de los hechos, pero como ya se imagina, mi trabajo habitual dista mucho de ser el de buscar a personas desaparecidas, sino más bien soy la que abre caminos por lugares donde apenas pisa el hombre...
Tampoco iba a ponerme cualidades que no poseia, no iba conmigo eso de mentirle a nadie ni quería darla ninguna falsa esperanza de que pudiéramos encontrar a su hermano.
- Soy explorado y si es lo que necesita el trabajo me interesa. - Asentí de manera solemne. - ¿ Me puede hablar un poco de la gente que le dijo que podría estar vivo?
Tras ello y dejando de lado los modales sobre que era mi anfitriona y todo eso me acerqué a la mesa, pero sobretodo para echar un vistazo a los mapas y a las fotografías del lugar.
La empresaria se acomodó en su sillón, dejando que la otra mujer leyese las notas, las fotografías, los informes.
- Son... Un grupo variopinto. Algunos tienen cierto renombre, otros parecen haber salido de ninguna parte. El Señor Kirkham es un vaquero de Texas que hizo fortuna en el petróleo. Hay un artista al que mi hermano le compró algunos cuadros un tanto... morbosos: Se llama Larsson. Farrow es la hija de un abogado de Boston que le dejó algo de dinero. Parece que ninguno tenía relación directa con mi hermano, pero todos eran amigos del hombre que decía haber encontrado a mi hermano...
Empujó un informe de la policía hasta la joven exploradora.
- Jackson Elías. Escritor de libros de ocultismo. Al parecer había descubierto que los miembros de la expedición no había muerto... Y entonces lo asesinaron, apenas puso un pie en Nueva York.
Me tomé mi tiempo mirando toda la información que aquella mujer me daba, pues si me iba a meter en algo así, al menos me gustaría saber todo lo posible antes de nada, y sobretodo, sobre quiénes serían los encargados de cuidar mi espalda si la cosa se complicaba.
No levanté la vista para mirar a Erica hasta que escuché aquello de que uno de ellos había sido asesinado, lo que me hizo quedarme más seria de lo habitual y pensando durante unos instantes sin decir ni una palabra para no interrumpirme a mí misma.
- ¿ Y de cúanto estamos hablando?
Tenía que saber por cuánto dinero tenía que jugarme el cuello, pues después de lo que acababa de decir la cosa pasaría a una cifra mayor en mi cuenta corriente si quería que la sirviera como exploradora. No podía negar que las cosas con riesgo se hacían más... morbosas quizás, y me gustaba más que así fuera, pero una cosa era pensar en que podría haber alguien a quien no le gustara que husmeáramos y otra que fueran a intentar meterme un balazo nada más saliera por la puerta.
No agregué nada más esperando aquella respuesta, diciéndola que la respondería después de escuchar su propuesta monetaria. Yo no trabajaba por amor al arte... bueno, a veces sí, pero ella no tenía por qué saberlo.
- 650 $ al mes, mas un adelanto de 1200 $. Los gastos excepcionales pueden ser cargados a una cuenta personal de la que dispongo, hasta ciertos límites.
No podía decir que aquella mujer escatimara en gastos por buscar a su hermano, pero eso me hizo pensar en que si fuera mi propio hermano el que estuviera desaparecido, le hubieran dado por muerto y me llegaran noticias de que pudiera estar vivo, yo también haría todo lo posible por tratar de encontrarlo, aunque sólo me estuviera aferrando a un sueño.
Sin duda sería una empresa peligrosa, pero.. ¿ qué era la vida sin riesgo? Sobretodo cuando hablábamos de tanto dinero como estaba ofreciendo aquella mujer.
- Tienes a tu exploradora. ¿ Cuándo he de empezar?
No había que añadir nada más, o quizás sí.
- Y claro, ¿ dónde he de reunirme con el resto del equipo?
La mujer asintió con seriedad tras escuchar a la exploradora.
- Mañana por la mañana, tras el funeral del señor Elías. Tiene hotel reservado en la ciudad y un chófer la recogerá a las 9 de la mañana.
La reunión se dio por terminada. Un guardaespaldas la acompaño hasta la calle y la dejó en un taxi con destino a su hotel.
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