Partida Rol por web

Sábado, 17 de Enero de 1925. 8:00

Era una mañana fría y nubosa. Las calles de Nueva York habían vuelto a la vida como cada día, ajenas a la oscuridad que atenazaba el corazón de Henric. Los sucesos de la noche anterior le habían mantenido en vela y, si en algún momento conseguía vencer el sueño, horribles pesadillas se encargaban de despertarle.

Henric paseaba de un lado al otro del estudio, entre densas nubes de tabaco, decidiendo el mejor curso de acción para poder contactar con Erica Carlyle.

No podía estarse quieto. Se había levantado a eso de las 6 de la mañana harto ya de intentar dormir en paz y rindiéndose ante la evidencia de que su mente quería actividad. Tras desayunar una copiosa comida consistente en varias tortitas, un zumo de naranja, crujiente beicon frito con salchichas y dos huevos fritos además de un café bien cargado (como le gustaba a el) empezó a dar vueltas por su casa sin un rumbo fijo, intentando centrar su mente en un camino a seguir, pero con escaso éxito. Había dibujado para tranquilizarse, se había dado una buena ducha, e incluso se había dedicado a ordenar los cuadros esparcidos por los diferentes sitios de su estudio y a limpiar el desbarajuste ocasionado por su habitual dejadez de los últimos tiempos, poniendo un poco de orden en el caos imperante en toda la casa. Sus manos le pedían acción y su mente quería estar activa, pero durante las dos horas que había pasado desde que se había levantado, ni una sola idea le había venido a la cabeza. Ahora fumaba algo de tabaco mientras paseaba de un lado al otro del estudio pensando en como encararía el asunto de Erica Carlyle, no le apetecía tomar nada mas fuerte que aquello, quería tener los sentidos bien despiertos y la mente clara.

Si tan solo pudiera recordar alguna de las personas que conocí en las fiestas de ese tal Carlyle… tendría el camino mas despejado pensaba mientras volvía a girar al llegar a la pared de un extremo y comenzaba a caminar hacia la otra pared. A medio camino se paró y se dejo caer pesadamente en uno de los tres sillones que tenía en el estudio por si las visitas. Desde allí podía contemplar los cuadros ordenados en la esquina de la habitación y se quedó mirándolos.

Hummm… es posible que alguno de los adinerados a los que vendí cuadros sepa de todo este asunto Carlyle , con suerte encontraré a alguien que sea amigo de la familia y me brinde mejor oportunidad de hablar con Erica que alguien que solo me de su dirección.

Rápidamente se levantó de un salto y corrió al cajón en el que guardaba todas las facturas y recibos de la casa, comenzando a buscar la libreta en la que anotaba los cuadros que vendía, la fecha de venta, su precio y, mas importante, a quien los vendía. No buscaba solo nombres que le sonaran, quería encontrar a alguna persona lo suficientemente posicionada en la alta sociedad y con la que hubiera compartido los momentos adecuados como para que considerara ayudarle a verse con Erica.

Henric empezó a revisar rápidamente el montón de recibos que tenía guardado. Se remontaban a los inicios de su carrera como artista, en aquel entonces brillante. Los papeles estaban en algunos casos amarillentos y la tinta costaba de leer, pero Henric no se desanimó.

Después de un buen rato, cuando ya estaba por abandonar, sus ojos se posaron en un recibo por dos cuadros a nombre de... Roger Carlyle. No podía creer que lo hubiera olvidado. De repente recordó la razón por la que había sido invitado a una de las fiestas de Carlyle.

Al ver el importe pagado por el playboy no pudo evitar sentir una punzada de amargura que fue reemplazado pronto por euforia: ¡parecía que su suerte empezaba a cambiar!

-¡Claro! ¡No puedo creer que se me hubiera olvidado, con razón me sonaba el nombre de Roger Carlyle! –exclamó Henric algo eufórico.

Se detuvo a leer la anotación por la venta de aquellos dos cuadros e intentó hacer mas memoria para formarse una imagen de cuales fueron. Cuando los recordó se le dibujó una pequeña sonrisa en los labios Henric te has apolillado tanto tiempo metido entre estas cuatro paredes, ya era hora de ponerse un poco en activo se dijo a si mismo mientras memorizaba la dirección del comprador con un poco de alegría, la sombra de la muerte de su amigo Elías seguía encima de el, pero ahora encaraba la situación con optimismo y con la certeza de que pronto los asesinos de su amigo estarían entre rejas.

Cuando hubo memorizado la dirección se preparó para salir a la calle. Era mas que probable que no encontrara a la hermana de Roger en aquella dirección, pero al menos estaba convencido de que le darían referencias para encontrarla. Y si por fortuna la encontraba allí, sería el segundo golpe de suerte en ese día. Abrió el armario y busco sus mejores ropas entre un maremágnum de prendas negras, se vistió contento de que después de mucho tiempo tuviera una razón para preocuparse por su aspecto, al fin y al cabo si quería encontrar accesible a la señorita Carlyle para preguntarle por Elías y la expedición Carlyle, debía causar buena impresión, la alta sociedad puede llegar a ser muy elitista.

Una vez arreglado el problema del aspecto, salió al frío de la mañana y busco un Taxi que le llevara a donde quería ir.

Encontrar un taxi no fue problemático y el trayecto hasta Westchester, donde se encontraba la mansión de los Carlyle, se hizo corto pese a los buenos 30 minutos. Henric meditaba acerca de cómo enfocar la entrevista, tratando de adelantarse a los acontecimientos para estar mejor preparado.

La finca Carlyle consistía en una elegante mansión de planta y piso rodeada de 2 hectáreas de terreno soberbiamente cuidado, todo ello protegido por una verja de casi cuatro metros de altura rematada por afiladas puntas. Junto a la puerta de entrada, dos hombres armados, que no hicieron nada por ocultar las cartucheras cuando el taxi se detuvo, montaban guardia.

No pensaba encontrarme con esta seguridad en la casa, es obvio que el ambiente está tenso después de lo ocurrido a Roger.

Henric se bajó del taxi intentando aparentar seguridad, pagó al conductor y dejó que se fuera. Aprovechó los segundos en los que el vehículo desparecía por el otro extremo de la calle para ajustarse bien la ropa, tranquilizarse y tomar aire fresco, mientras terminaba de pensar en lo que le preguntaría a la señorita Carlyle.

Se giró y comenzó a andar hacia la casa, mirando de frente a los dos guardias y acercándose a ellos sin dudarlo ningún momento y con confianza, pero siempre manteniendo la tranquilidad y las formas.

-Creo que esta es la finca en la que vivía el señor Carlyle, ¿No es cierto? –Preguntó a uno de los guardias y continuo antes de que le respondiera- Mi nombre es Henric Larsson, mantuve tratos con el señor Carlyle hace unos años, algo relacionado con unos cuadros, pero no he venido aquí por eso. Estoy buscando a su hermana, la señorita Erica Carlyle. Me gustaría tener una pequeña entrevista con ella relacionada con su hermano y un amigo mío, ¿Vive aquí? Si no es así ¿Saben a quien me puedo dirigir o en donde puedo encontrarla?

Henric habló con calma y formalmente sin dejar de estudiar la estructura del edificio. Impresionante, si, pero en su carrera como artista de la alta sociedad había visto muchos edificios como ese y ya no se quedaba mirándolos con la cara del paleto de pueblo que era cuando llegó a América.

-Lárguese de aquí, amigo.

La escueta respuesta del vigilante hizo ver a Henric que conseguir acceso a Erica Carlyle iba a ser complicado. El hecho de que mientras hablaba se llevara las manos a la cintura y mostrara el revolver en la cartuchera tampoco alivió la situación.

La respuesta del vigilante dejó en shock a Henric, quien no podía creer semejante muestra de mala educación. Notó que se ruborizaba lévemente a causa del repentino enfado causado por la respuesta, pero se calmó rápidamente. No era momento de perder las composturas. Tomó aire para tranquilizarse y volvió a hablar.

-Ya veo que realizan muy bien su trabajo, me iré en seguida si molesto aquí, pero ¿Podrían antes decirme como puedo contactar con la familia Carlyle?

El vigilante le dirigió una mirada divertida a su compañero antes de volverse nuevamente hacia Henric.

-Veo que no lo ha entendido -dijo mientras se acercaba lentamente-. Se lo explicaré para que le quede claro. Si no tiene usted una cita mejor lárguese. No se lo voy a repetir, amigo.

Henric frunció el ceño ante la respuesta del vigilante, parecía que las cosas se iban a poner difíciles una vez llegados a este punto, pero no se desanimaba ni se iba a rendir por este pequeño obstáculo para poder hablar con Erica. Miró al vigilante y le dijo manteniendo una falsa frialdad que le costaba aparentar:

-Claro, disculpe mi falta de educación, las prisas no me dejaron recapacitar sobre lo apretada que debe de ser la agenda de la familia Carlyle. No he concertado ninguna cita, de modo que me marcharé y dejaré de importunarle, amigo.

Henric se dio media vuelta y se maldijo a si mismo por haber sido tan optimista a medida que se alejaba de las puertas de la finca. Habían pasado 5 años desde lo que le ocurrió a la expedición Carlyle, y algunos mas desde que le vendió aquellos cuadros a Roger… un momento. Se detuvo en seco en la acera y meditó sobre las palabras del vigilante. Había dicho que si no tenía ninguna cita que se marchara. Cinco años son suficientes para decidir, tras heredar una fortuna, si uno se queda a vivir en la casa que ha heredado o se marcha a otro sitio. La rudas maneras del guarda y las últimas palabras sobre lo de concertar una cita, le dejaban claro que Erica vivía en esa casa. Eso resolvía la mayor incógnita que tenia cuando se levantó esa misma mañana, dónde encontrar a Erica Carlyle, pero ahora se le revelaba otra incógnita ¿Cómo contactar con ella? Se le ocurrió una idea. El no podría franquear la seguridad de la puerta de la finca sin una cita previa, pero probablemente un cartero si. Sonrió y llamo a un Taxi para volver a su casa, por el camino, dentro del vehiculo, sacó su libreta y su lápiz y se puso a escribir una carta, ya la reescribiría en condiciones cuando llegara a su hogar.

Apreciada Sra. Carlyle

Le mando este obsequio de mi parte por la triste noticia que ha llegado a mis oídos estos días. Es probable que usted no me conozca, pero hice tratos con su hermano hace algunos años y pude conocerle personalmente. Mi nombre es Henric Larsson y soy un pintor que tuvo cierto reconocimiento hace años, motivo por el que su hermano, que en paz descanse, contacto conmigo para que le pintara unos cuadros por encargo.

Durante los breves momentos que compartí con su difunto hermano, pude comprobar la gran persona que era, pero por cuestiones de agenda y trabajo me distancie de su compañía y no ha sido hasta hace bien poco, a causa de un triste incidente, que he sabido de lo ocurrido con la expedición Carlyle.

Me veo en la obligación de decirle, que ha ocurrido algo realmente grave que puede tener relación con lo que le sucedió a su hermano y es por ello que le pido encarecidamente un poco de su preciado tiempo para poder hablar con usted cuanto antes. Si dispusiera de ese tiempo, puede notificármelo a la dirección del remite.

Atentamente, Henric Larsson

P.D.: El cuadro que le envío, fue pintado tiempo después de los encargos hechos por su hermano Roger. Inspirado por las imágenes paisajísticas que su hermano me pidió que le pintara, realice algunos cuadros mas con los mismos motivos, creo que a Roger le hubiera gustado mucho y que completara a los otros dos cuadros que me compró.

Cuando Henric llegó a su casa, no perdió el tiempo. Lo primero que hizo fue buscar entre los cuadros que había ordenado esa misma mañana uno que fuera apropiado para presentar como regalo. Era incapaz de recordar cuales fueron los cuadros que le vendió a Roger, pero dada la fecha en la que se vendieron y los motivos que gustaban a la crítica de su arte, podía hacerse una idea de que tipo de cuadros serían los que le vendió. Dudó por un momento entre uno que mostraba una horrible escena de pesadilla de unos seres antropomorfos aullando a la luna en un cementerio y otro en el que se veía un paisaje de los tejados de Nueva Inglaterra en una siniestra noche. Finálmente se decidió por el del paisaje de las guardillas y tejados de Nueva Inglaterra por ser el menos morboso de los dos, lo apartó y se dirigió a su escritorio para copiar lo que había escrito en su libreta, con buena caligrafía y ortografía en un papel mas adecuado para la ocasión. Cinco minutos mas tarde, la carta estaba metida dentro de un sobre bien cerrado y está a su vez envuelta en un buen paquete junto al cuadro, todo bien protegido para evitar cualquier daño en el transporte y con la dirección de la finca de los Carlyle en Westchester bien clara, junto con el remite de su propia dirección, tanto en el paquete, como en la propia carta que iba dentro. Cuando hubo terminado, Henric sonrió con satisfacción.

-Espero, que esto impresione a la señorita Carlyle o que al menos dispare su curiosidad lo suficiente como para concederme esa entrevista. En cualquier caso, el impacto visual será mas efectivo que una simple llamada telefónica.

Ahora solo le quedaba decidir, si enviaba el paquete por correo o compraba los servicios de cualquier muchacho del barrio que quisiera ganarse algo de dinero. Lo meditó, el muchacho sería mas rápido, pero el cartero mas serio y formal. Lanzo un largo suspiro de resignación, cogió su abrigo negro y salio a la calle rumbo a correos. Quizás pudiera mandarlo como paquete urgente.

El viaje de vuelta desde Westchester fue algo más lento que el de ida para Henric. Su conductor había partido antes de que los guardias de seguridad decidieran que no iba a ver a Erica, y no tardó en averiguar que Westchester no era precisamente el paraíso de los taxis.

Afortunadamente, después de media hora consiguió encontrar a un amable conductor que accedió a llevarle hasta el centro. Una vez ahí dió un paseo hasta su estudio mientras meditaba acerca de sus próximos pasos. Cuando llegó a casa el reloj marcaba ya las 10:30.

Media hora más tarde Henric entraba en la oficina de correos y telégrafos más cercana y entregaba el paquete que había preparado con tanto cuidado, dando instrucciones para que fuera entregado a la mayor brevedad en la dirección indicada.

Una vez hubo pagado, salió de la oficina más tranquilo. Ahora era cuestión de esperar. El encargado le había dicho que llegaría al día siguiente, o sea pronto vería si su estratagema había tenido resultado o no.

Henric salió a la calle satisfecho del plan que empezaba a ejecutarse. Si tenía suerte y todo salía bien, pronto tendría noticias de la señorita Carlyle. En caso contrario… bueno, en caso contrario ya pensaría que otra cosa hacer.

Comenzó a andar sin un rumbo fijo, solo le apetecía disfrutar de un pequeño paseo para despejar la mente y tranquilizarse, hasta ahora, había sido una mañana muy movidita y algo agotadora, y su instinto le decía que aquello no había hecho mas que empezar. Miró el reloj de un escaparate y vio que aun le quedaba una hora para la cita con la gente con la que se había aliado para esclarecer todo aquel siniestro asunto del asesinato de Elías.

Tal vez ya noticia del asesinato en el Chelsea ya allá salido en los periódicos –pensó y rápidamente busco a un vendedor al que poder comprar lo que quería leer