Kodai se pone en pie para mirar a Adama directamente a los ojos, aunque la expresión de su rostro refleja un infinito cansancio:
- Comandante Adama, le aseguro que no soy el conspirador que todos ustedes creen, no sé cuantas veces voy a tener que repetirlo -dice con una voz apagada- Y le garantizo que no me hubieran faltado motivos ni ganas, de habérseme presentado la oportunidad. Pero no ha sido así.
Exhala un largo suspiro y acierta a esbozar una mínima sonrisa, cargada de amargura.
- Aunque una cosa sí voy a decirle, James Cole es un capitán competente y un hombre muy capaz... pero no le impulsa nada más que su codicia, es uno de los tipos más ambiciosos que he conocido nunca -hay cierto desdén en su tono- Supongo que eso hizo que chocáramos al principio, pero luego creyó que podría beneficiarse de mi aversión personal para regresar a la vieja Tierra y esa ha sido la base sobre la que hemos sustentado toda nuestra relación posterior. Y así nos ha ido bien a ambos. Él optimizaba sus operaciones comerciales mientras yo seguía en mi voluntario exilio, sin que nadie me molestase... hasta ahora, claro.
La cortina se retira para permitirnos ver al comandante Adama, ese viejo loco, casi estoy a punto de sonreír por verle allí pero prefiero mantenerme como estoy. Con la espalda apoyada contra la pared, una rodilla flexionada cerca de mi pecho y la otra completamente estirada sobre el camastro. Sus modales son los de siempre, no estoy seguro si he llegado a decirle algo sobre lo poco que me gusta que me llame señor, pero también tengo claro que no dejará de hacerlo por mucho que yo se lo diga. Muevo la cabeza lentamente, para indicar que he escuchado sus palabras pero sin emitir juicio alguno sobre sus disculpas... la verdad es que a diferencia de Kodai, para mí este lugar es casi un resort cinco estrellas. Mas las ultimas palabras del viejo me hacen mirarle de nuevo con un extraño brillo en los ojos, su manera de hablar de mí, pero también de involucrarme en todo esto, no es algo que me agrade... aún menos cuando revela demasiado sobre de qué va realmente todo esto. Dejo que un leve suspiro acaricie mis labios mientras bajo la mirada hacia mi catre, como bien decían en la vieja Tierra, "a lo hecho, pecho". Sólo falta ver cuánto ha captado Kodai de todo esto.
Adama habla sobre otra nave, por su nombre casi apostaría sobre seguro a que pertenece a la Kompania Mondordo, pero es el nombre del capitán el que hace que mire durante un segundo a Kodai. Sí, Cole, esta claro que es uno de los nombres que mencionó. Si a eso añadimos que están a punto de asaltarla y que la definición de ese individuo por parte de Kodai es de mercenario con mayúsculas, casi puedo saborear el hecho de que vayan a hacerle picadillo. Observo a los dos viejos militares, cada uno en una posición bien diferente de la que nunca hubieran llegado a pensar si coincidían, y yo como mudo testigo de ello. Decido esperar antes de dar ninguna valoración, sé que Adama sabe que no diré nada a menos que sea necesario, prefiero escuchar a ser escuchado.
Desde el otro lado de las rejas, comparto una sonrisa para Kodai, que marca aún más las arrugas de mi rostro.
- La oportunidad se le presentará pronto, comandante Kodai. Gracias por la información, veo que ese Cole no comparte mis principios, así que continuaré con mi tapadera -concluyo, descartando mi plan para acabar con los corporativos de la nave.
Reflexiono sobre lo que hacer a continuación, los siguientes pasos a tomar...
- Susumo, me gustaría que nos contaras qué podremos encontrar en el lugar del que hablamos anteriormente. Tus palabras no están siendo escuchadas por nuestros enemigos y tengo que planear qué hacer a continuación. Si ustedes supieran todo lo que sé sobre los actos de las corporaciones, su odio hacia ellos crecería sin límites...
El anciano de rasgos orientales le sienta de nuevo en su jergón, colocando las manos sobre las rodillas y masajeándolas con suavidad, para intentar calmar los dolores de las articulaciones.
- ¿Ahora podemos hablar con libertad? -inquiere dirigiendo una mirada taimada a Adama- Usted sabrá los riesgos que corre, a fin de cuentas se supone que esta todavía es su nave...
Resulta evidente que estos dos hombres ya han mantenido una conversación previa en la que debieron tratar asuntos considerablemente delicados. Sin duda por eso Adama ha insistido en mantenerlo aislado en esta celda... salvo por permitir la compañía del terrorista conocido como Riddick.
- Las coordenadas espaciales que le proporcioné en nuestro anterior encuentro corresponden a una estación orbital que no consta en ningún registro oficial, de hecho se trata de un centro de prospección minera que operaba sobre Almastea, creo, uno de los satélites jovianos de Júpiter que antaño fue un vulgar asteroide...
La lección de astrofísica ya es bien sabida por el viejo comandante, pues forma parte de los conocimientos que se dispensan en las academias militares, muchos de los satélites de planetas del Sistema Solar, empezando por los dos de Marte y varios de los de Júpiter, fueron antiguos asteroides capturados por las fuerzas gravitacionales planetarias...
- La cuestión es que la explotación de Almastea es una de las más antiguas de la Kompania Mondordo, y no hace mucho renovaron sus instalaciones allí con una de sus mayores inversiones en este sector, una flamante estación orbital recién salida de los astilleros que se convirtió en la estrella de la corona... bajo el mando de otro militar retirado, el almirante Mazer Rackham -no son tan infrecuentes los antiguos miembros del estado mayor de la Armada Estelar que pasan al sector privado tras concluir su carrera militar- Lo que poca gente sabe es que la anterior estación prospectora, que teóricamente se iba a abandonar en una órbita baja para que acabase cayendo sobre Júpiter, en realidad fue remolcada hasta una zona olvidada del Cinturón de Asteroides para convertirse... en otro tipo muy distinto de instalación. Digamos que es otra dimensión de la iniciativa privada en la colonización espacial. Nada de lo que sentirse particularmente orgulloso, en mi opinión.
Su críptico comentario no hace sino despertar vuestra curiosidad...
- Vendieron aquella chatarra espacial a un grupo de inversores que sólo podríamos definir como "cuestionable" que ha aprovechado aquellas vetustas instalaciones, con una mínima inversión para el más elemental mantenimiento de los sistemas de soporte vital, en una especie de base orbital ilegal destinada al ocio... y a todo tipo de negocios irregulares -os revela, con una indisimulada mueca de disgusto- Allí hay juego y prostitución, se gestiona el contrabando de todo este sector y al mismo tiempo es parada para aprovisionamiento de todo tipo de viajes discretos que prefieren no recalar en centros oficiales en los que dejarán huella de su paso... hasta donde yo sé, se trata de una actividad relativamente marginal -matiza- Pero muchos de los miembros de mi tripulación en la Valentina Tereshkova, antes de cambiar mi mando a la Alexei Leonov, hacían escapadas hasta allí con una lanzadera de servicio. Igual que habían hecho anteriormente las tripulaciones de la Valeri Poliakov o de la Yelena Serova, llevo años haciendo intercambios con varios capitanes para no tener que volver a la vieja Tierra.
Ese es su secreto. Y su mayor debilidad. No quería regresar jamás a la cuna de la humanidad.
- No le conozco en persona, pero el hombre que está al mando de esa ruina espacial es una especie de señor del crimen local conocido como Hannibal Chau, aunque todos se refieren a él por el apodo de "Kaiju".
Una palabra que evoca a los monstruos gigantes de la tradición secular japonesa, dentro del género cinematográfico tokusatsu... y que en este contexto, evidentemente, alude a la pretensión de ese mafioso de definirse ante quienes le rodean como "el pez más grande del estanque".
- Han enviado una lanzadera a los satélites -murmuro para mí tras las palabras de Kodai- Maldición, puede que algunos de sus hombres hayan tratado de huir hacia esa estación en una nave de transporte. Gracias por todo comandante Kodai, sus palabras me servirán para tratar de mejorar su posición. Quiero que piense qué desea hacer, si desea que lo libere y lo lleve a su estación... o si desea quedarse aquí, en esta nave -dejo en el aire esa última sugerencia para que Kodai reflexione. Es obvio que el comandante no tiene nada que ver con el robo y así se lo haré ver a los corporativos.
- Riddick, quiero su ayuda en estos asuntos -pido al preso- Vendrá conmigo. ¿Le suena ese nombre, ese "Kaiju"? Tal vez sea un título, o algo parecido.
Justo en este momento se activa el intercomunicador-localizador que lleva el comandante en la solapa:
- Comandante Adama, acuda al puente de mando lo antes posible -transmite la voz del teniente Gaeta, con un casi imperceptible toque de nerviosismo- Estamos a punto de dar alcance a la nave objetivo.
Si Adama cree que mi odio hacia las corporaciones puede aumentar aún mas, es que sin duda debe haber visto verdaderas atrocidades... pero aun así, no creo que sea capaz de entender los motivos que me llevaron a elegir de este camino. Ni el recorrido que los míos y yo mismo hemos tenido que pasar para llegar aquí. Mas son sus palabras sobre James Cole las que me hacen enarcar levemente una ceja, ¿estaba dispuesto a revelar su tapadera? ¿Para que? ¿Para matar a unos pocos ejecutivos que sin duda no trastocarían para nada los planes de mas MegaCorps? Le miré intensamente intentando adivinar el porqué de ese cambio... a menos, claro, que el viejo tuviera pensado algo mas. Al fin y al cabo librarse de los ejecutivos en este momento daría una gran libertad de movimientos a su nave y a esta investigación No mas muros, no mas cortinas para dejar a oscuras, toda la información al momento. Un sueño idealista que se rompe en cuanto Kodai habla de cómo es ese capitán mercenario.
Kodai se sienta, desvío levemente mi mirada para ver como sus manos masajean sus articulaciones, un claro recordatorio de la edad de los dos militares. Kodai no puede evitar ser algo ácido en su contestación Y aunque tiene razón, la nave esta al mando de Adama, en el fondo son los ejecutivos los que deciden muchas cosas... ellos y las corporaciones que tienen detrás. Un leve suspiro de hastío escapa de entre mis labios, al mismo tiempo que ese pensamiento aparece en mi mente. Las ganas que tengo de verles arder no las entiende ninguno de ellos... ni las entenderán. Únicamente ahora, al final de sus vidas, han sido capaces de darse cuenta del horror al que esta sometida la población. Aunque tal vez haya sido demasiado tarde, más vale eso que nada, ni uno ni otro tienen ya nada que perder y eso los hace doblemente peligrosos en este juego de apuestas a ciegas. Mas las palabras de Kodai resultan una gran fuente de información sobre la Kompania Mondordo, no sólo sobre sus operaciones menos limpias, sino cómo han remolcado una estación entera para convertirla en el lugar de ocio de individuos de la peor calaña. El lugar idóneo donde preguntar por un cargamento de piedras perdido, de eso no me cabe duda. Aparte de todo eso incluso le pone nombre al jefe de ese lugar, todo un señor de la guerra que se hace llamar "Kaiju". El nombre me suena de algo, algo referente a monstruos gigantes... me paso la mano por mi cabeza rapada. Genial, otro maldito egolatra que se cree el tio mas duro de su rincón privado del espacio, eso si es que se ha atribuido el nombre él mismo. Si por el contrario se lo llama alguien más aparte de su gente, es alguien a quien tener en cuenta. Sin poder evitarlo un escalofrió de curiosidad recorre mi cuerpo, sacando a relucir esa parte de mi mas brutal e instintiva. Si, no me cabe duda de que quiero conocer a ese tal "Kaiju".
Lentamente tranquilizo mi pulso hasta volverlo normal, eso me permite escuchar como Adama ofrece a Kodai la opción quedarse en la nave si es su deseo. Siempre y cuando esas malditas hienas acepten su palabra en todo esto. Alzo la voz lo justo, para que, aun con la cortina abierta, mis palabras no lleguen demasiado lejos. - Acepte, antes se ha lamentado de algo... ahora tiene la oportunidad de devolver el golpe. - Mis ojos siguen fijos en el techo mientras hablo, mi boca muestra una sonrisa sin ninguna duda depredadora. - Le están dando la oportunidad de volver a ser un lobo Kodai, no la desaproveche. -
La pregunta de Adama me obliga a bajar mis ojos y fijarlos en el, mi sonrisa aunque diluida sigue mostrando esas ganas de conocer al gran pez. - No, no me suena ni su nombre ni su apodo. Pero me encantará acompañarle y conocerlo. - El tono de voz deja a las claras que es muy probable que a él no le guste tanto la conversación. Al fin y al cabo, esa gente no es muy diferente de las MegaCorps. Trafican con todo con tal de sacar tajada, sin importarles nunca nada, son canceres, tumores secundarios provocados por la verdadera enfermedad las corporaciones. Aunque sé que lo necesario es acabar con estas ultimas, de vez en cuando es bueno liberar tensiones con esos simples residuos infectos.
Nuevamente los mensajes me llegaban desde el puesto de mando, cortando cualquier intento de conversación, compromiso o alianza. No puedo más que suspirar, cansado, mientras escucho la respuesta de Riddick.
- Gracias Riddick, voy a organizar una misión en la próxima media hora que se dirija a ese lugar -respondo al hombre- Pero temo que debo volver a marcharme, el deber me llama. Mandaré a alguien a por usted en cuanto pueda o me presentaré yo mismo. Me gustaría a su vez ser yo el que dirija dicha expedición, pero ello dependerá de la situación en otros asuntos. Comandante Kodai, volveré a por una respuesta. Gracias por su tiempo señores -concluyo despidiéndome y marchándome de allí rumbo al puente de mando.
Salgo por la puerta del camarote celda y me detengo unos instantes ante el Brigada Rogers, tomando aire para lo que sucederá a continuación...
- Rogers, me temo que necesitan mi presencia de nuevo, me reuniré con usted en cuanto tenga un instante. Por ahora continúe con sus órdenes, vigilando a nuestros invitados. Posiblemente usted y el señor Riddick tengan una misión muy pronto.
Termino sin darle tiempo para responder y salgo a paso apresurado hacia el puente de mando.
Si mi querida esposa me viera ahora, no se lo creería...
Observo un momento a Adama y asiento lentamente sin dejar de mirarle a los ojos.
- Tenemos que hablar, comandante... - le recuerdo. Sin embargo, mi tono serio indica con claridad que no sólo quiero mantener esa charla que tenemos pendiente desde hace días.
Me echo a un lado para dejarle pasar y, con paso firme, vuelvo a mi posición junto a la entrada de la improvisada celda. - Señores... - saludo a los prisioneros con una ligera inclinación de cabeza.