Partida Rol por web

- Te matará, eres el siguiente. Lo sabes, acabas de verlo. Hazlo. Hazlo. Mátalo y sobrevive. Él no te dejará vivir, no te dejará como no lo hizo con él. Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo. Hazlo... ¡¡MÁTALO!! -
 

- Chicos, AHORA es el momento de actuar. Entrar a tiros, y esas cosas que se os dan tan bien. -

Miro a Riddick mientras desenvaino el cuchillo y la pistola, señalando rápidamente la posición de uno de los guardias de acuerdo a la imagen mental que Bester nos envió antes. Probablemente en otras circunstancias hubiera buscado un acceso claro a la sala para atacar desde allí, pero en este caso, después del disparo en el centro de control, una entrada por sorpresa y generando la mayor cantidad posible de caos entre nuestros adversarios puede ser beneficiosa para aprovechar el momento sorpresa. Especialmente teniendo junto a mí a alguien cuya mayor habilidad es sacar provecho de los errores de sus enemigos.

Me coloco transversalmente en el estrecho conducto de ventilación y, empujando con los hombros contra un lateral, estiro las piernas con fuerza para hacer saltar la chapa al otro lado. Medio centímetro de latón no es suficiente para aguantar mi fuerza sobrehumana y, cuando el metal de la pared y el suelo del conducto salta por los aires, me dejo caer en el centro de control, sabiendo que Riddick sacará partido a su posición elevada.

Pero no me contento con una caida controlada. Para aprovechar al máximo la situación, me agarro con la mano del cuchillo en el conducto al lado opuesto del que ocupa Riddick para derribarlo sobre los presentes, al mismo tiempo que lo utilizo como punto de apoyo para balancearme sobre el brazo y lanzarme hacia uno de los cuatro mercenarios con intención de golpearle en el pecho y dejarle sin sentido, o disparar sobre él si reacciona suficientemente rápido.

De pronto, uno de los conductos de ventilación que discurren junto al techo de esta gran sala se abre, desmontándose de golpe con un estruendo metálico. Es casi como si fuese una crisálida de la que surge una vida insospechada, aunque en este caso lo que emerge de su interior son dos hombres de fuerte complexión, aunque por su forma de moverse más parecen dos demonios...

Ambos caen con estrépito, entre trozos de metal retorcido, precipitandose hacia el suelo a una velocidad que se antoja algo ralentizada por efecto de la gravedad artificial solo parcial, generada por la rotación sobre su eje vertical de la gran estación orbital.

Y mientras caen pueden ver la distribución de la sala de mando, fiel reflejo de la imagen mental proyectada hace unos minutos por Bester, aunque hay algunas notables variaciones. Para empezar el corpulento señor de la guerra conocido como Kaiju está en pie sosteniendo un pistolón humeante en la mano, mientras uno de sus propios hombres yace en el suelo con los sesos esparcidos por el impacto de un proyectil de postas en plena cara, que ahora es un informe amasijo de carne triturada...

En la sala hay otros dos mercenarios en pie, uno de ellos con un machete en la mano ya estaba retrocediendo hacia la puerta, mientras el otro no empuña ningún arma, aunque podéis apostar a que debe llevar varias encima. Además, por supuesto, están los dos marines del AURORA, el sargento Pentecost y el soldado Ochoa, ambos sentados a la mesa, maniatados y amordazados.

Y por supuesto Alfred Bester, el menudo agente de inteligencia, que se limita a estar en pie tranquilamente en el centro de la sala con las dos manos a la espalda y una media sonrisa difícil de interpretar aflorando apenas en sus labios...

La rejilla se rompe, y Bester mantiene esa sonrisa extraña en su rostro durante unos segundos con la vista fija y clavada en el Kaiju. No parpadea, y es evidente que a pesar del relax, y la pose que deja entrever un lenguaje corporal tranquilo, su actividad cerebral esta totalmente disparada. Esta vez no dice nada, ni se mueve, ni parpadea.

Es como si estuviera ignorando el mundo a su alrededor, o simplemente no fuera consciente de ello. Como si pudiera convencer a los demás de que el mundo seguía igual con su mera pose, y con su mera voluntad.

Rogers no duda, usa su sobrehumana fuerza para romper el conducto de ventilación, lanzándose al combate incluso antes de haber tocado el suelo. Su acrobacia es digna de un circo como poco, pero no por eso me quedo a ver su trabajo. Apenas queda la sala al descubierto mis ojos encuentran a cada potencial enemigo, incluyendo a Kaiju cuya arma aun humea tras reventar a uno de los suyos, a nuestros dos aliados maniatados y por ultimo a Bester, casi en el medio de la sala mirando con lo que parece suficiencia a todos los implicados, en apenas unos segundos.

Ni siquiera pienso, uso la caída propiciada por la actuación del soldadito para centrar toda mi atención en el objetivo designado. El que va armado con un machete y retrocede paso a paso en dirección a la puerta. Una situación que de darse seria un potencial problema, en el mismo momento que la gravedad reclama mi cuerpo giro sobre mi mismo, permitiéndome una voltereta en tiempo pausado por la diferencia de gravedad, mientras mi mano no duda en tomar la pistola con silenciador. Veo como el mundo se mueve lentamente a mi alrededor, mi mano armada encañona al individuo que intenta salir de la sala. El arma se fija, mas allá del punto de mira puedo ver uno de los ojos del mercenario. Justo en ese instante mi dedo aprieta el gatillo, una, dos veces.

En cuanto caiga al suelo, dependiendo de si el primero ha muerto o no por los disparos, avanzare o me daré media vuelta para disparar de nuevo sobre el mismo objetivo, apuntando esta vez a las piernas para evitar su huida. Si el cuerpo cae sin vida, dirigiré mi arma contra Kaiju, unicamente para asegurar su colaboración, seguro de que Rogers podrá con su contrincante. Sin vacilar, sin dudar, si Kaiju hace cualquier gesto hostil, lo primero sera arrancarle el arma de la mano, el segundo estrellar la culta de mi arma contra su rostro. No se el tiempo que puede manejar esto Bester, pero sin duda ha tenido algo que ver.

Veo que Riddick se encarga del hombre armado con un machete que está a punto de escapar. Como no podía ser de otra forma, el asesino sabe juzgar perfectamente la mayor amenaza, así que me encaro con la persona que porta la única arma de la sala que no controlamos nosotros, Kaiju.

No me molesto en atacarle, dado que desconozco lo que quiera que ha podido pasar aquí y en qué bando está, una vez ha disparado a uno de sus hombres. En vez de eso, aprovecho el momento de sorpresa y mi velocidad superior para agarrar su pistola por el cañón y torcer rápidamente su muñeca para obligarle a soltarla y quedarme yo con el arma. Doy un paso atrás para separarme mientras hago girar la pistola para agarrarla por su empuñadura y apunto a Kaiju con su propia arma mientras encañono al otro mercenario con mi propia pistola, tratando de asegurar la situación antes de que nadie tenga tiempo para reaccionar.