Partida Rol por web

Como si estuvieran reafirmando con hechos las amenazas de Gaius Baltar, los controles del puente de mando se iluminan con el parpadeo rojizo que acompaña siempre a la activación de las ojivas nucleares que el AURORA transporta en las bodegas de su cubierta inferior. De algún modo el sistema informárito acaba de lograr sortear todos los extesos protocolos de seguridad, que incluyen incluso dos llaves de activación mecánica simultánea... que precisamente obran en poder del Comandante y el Primer Oficial, aquí presentes.

Ambos observan anonadados que algo que consideraban imposible está sucediento. La sensación de impotencia es abrumadora, aunque claro, las situaciones desesperadas conducen a actos desesperados...

Adama mantiene la pistola automática apuntando, directamente entre los ojos, al informático que está robándole ante sus narices el mando sobre su propia nave. Durante un breve instante su pulso tiembla por la enorme tensión con que está sujetando la empuñadura... pero entonces, finalmente, baja el arma.

Aunque, en el último instante, una media sonrisa asoma en sus labios, mientras su mirada se enfoca en algo que está justo a la espalda de Gaius Baltar.

O más concretamente, en alguien, que se ha desplazado muy lentamente, aprovechando la distracción que suponía el tener un arma de fuego a pocos centímetros de la cara, hasta quedar en un punto ciego del genio informático. Y es que la antigua camaradería entre los dos viejos amigos hace que se entiendan perfectamente sin necesidad de palabras o gestos.

Lo que viene a continuación no merece ser calificado como un enfrentamiento, pues Saúl Tigh lleva toda una vida en el ejército, por no mencionar que su mal caracter le ha hecho protagonizar decenas de peleas de bar, mientras el pobre Baltar no ha recibido jamás ningún tipo de entrenamiento al respecto, ni su carácter cerebral (y por qué no decirlo, más proclive a la autoconservación que a correr riesgos innecesarios para su integridad física) le hace nada proclive a este tipo de vivencias.

Cae aturdido al primer golpe, propiciado en la nuca con técnica, precisión y no poca saña.

Se dicen muchas cosas acerca del estado de aturdimiento o inconsciencia. En las holo-películas parece absurdamente fácil la forma en que un golpecito del héroe deja fuera de combate al villano de turno, pero evitando al mismo tiempo causar ningún tipo de secuelas derivadas de lo que a fin de cuentas es un traumatismo craeo-encefálico que podría provocar un hematoma subdural, o vete a saber qué tipo de desagradables y peligrosos efectos.

Como de costumbre, la realidad es muy distinta a la ficción. Gaius Baltar siente primero un dolor intenso en la base del craneo, mientras sus piernas pierden de forma súbita la fuerza necesaria para sostenerle. Antes de darse cuenta de nada, se descubre a sí mismo en el suelo, contemplando con visión borrosa y desde un ángulo inverosímil las botas militares de los dos veteranos oficiales de la Armada Estelar.

Malditos militares, siempre ha sentido una antipatía innata hacia ellos, tan prepotentes, tan habituados en el uso de la fuerza cuando fracasan sus torpes argumentos negociadores. Aunque claro, a veces saber aprovechar el recurso de la fuerza tiene ventajas muy patentes. Ni siquiera ha visto venir el golpe, ni mucho menos anticipar la maniobra de distracción y el ataque por la espalda. Aceptaremos que la falta absoluta de experiendia en estas lides comporta una cierta desventaja ante quienes se entrenan durante toda su vida específicamente para afrontar este tipo de situaciones.

Desde su estado de semi-inconsciencia no logra articular palabra, mucho menos aún volver a incorporarse. Ni siquiera puede levantar la cabeza. De hecho, apenas es capaz de percibir el entorno, aunque le parece oír el sonido de la doble compuerta estanca del puente de mando al abrirse. Las palabras que llegan a continuación, aparentemente desde muy lejos aunque sabe que solo deben separarle unos pocos metros, así lo corroboran.

- ¿Ms. Monipenny? ¿Qué cree que hace aquí? ¿La ha enviado Mr. Smith? Nadie le ha dado permiso para acceder al puente de mando. Haga el favor de retir...

- ¡Cuidado, Will! ¡Dispara! ¡Dispara!

A continuación llega el ruido atronador de un par de disparos que ahora ya no parecen nada lejanos. Hay que ver el ruido que hace un arma de fuego cuando se usa en un recinto cerrado. Genera unos ecos insospechados. Tapan cualquier otro sonido durante unos interminables segundos. Aunque tiene la extraña sensación de percibir como algo pesado que cae al suelo. Y le sigue un inquietante gorgoteo húmedo y agónico que se le antoja muy mal presagio. Casi se alegra de que lo que sea que está ocurriendo quede fuera del campo visual desde su actual posición.

Después empieza a llegarle el tumulto de pasos y voces alarmadas en los pasillos.

Los alarmantes acontecimientos se suceden sin dar un respiro. Primero el extraño apagón generalizado en toda la nave, que se ha restituido enseguida tras unos instantes de angustioso parpadeo... y ahora el sonido de varios disparos y gritos.

Dos disparos de arma corta, en concreto, que se han originado sin duda en la cubierta superior del AURORA.

Parece que en las proximidades del puente de mando.

Bester se larga, coge su camino en dirección a la boca del lobo y Rogers y yo nos quedamos para intentar encontrar la forma de llegar hasta él, desde un lado menos vistoso. Avanzamos hasta que damos con una verja de seguridad, sin duda los rusos que fabricaron este lugar no eran tontos. Habían estado construyendo guetos toda su maldita vida, y sabían bien como convertir una estación en un lugar estanco. Son buenos en lo suyo.

Por mucho que me interesase ese detalle, ahora mismo suponía un problema. Sin ningún tipo de herramienta para cortar acero, la travesía podía haber llegado a su fin. Mas el soldadito tenia otros planes, recordé las palabras de Bester y fruncí ligeramente el ceño durante unos segundos.

No seria yo quien contradijera el soldadito si tenia ganas de arrancar cosas de su sitio.

Hice lo que me pedía, entendiendo que aun con su fuerza sobrehumana, las repercusiones físicas de su aplicación podían delatarnos. Desde mi posición mas que ventajosa pude ver como los músculos de Rogers se tensaban y como lentamente, muy lentamente los tornillos de sujeción iban doblándose, hasta que llegados un nivel de tensión simplemente saltaron, llegando al verdadero punto culminante. Rogers pidió silencio, algo que no era ni necesario. Tras ese breve momento de ruido, había que asegurarse de que nadie se había enterado de nada... o si no, tanto nuestro agente ahí abajo como nosotros estaríamos en un serio aprieto.

La verdad es que cada vez me sentía más vivo en esta nave, haciendo justo aquello que había practicado y perfeccionado durante tantos años. El silencio nos envolvía, mientras esperábamos... a ver si era la hora de matar, o simplemente de seguir en el anonimato, esperando el momento de actuar.

Como de costumbre, siempre que no hay nada específico que hacer, ninguna orden que cumplir o turno de guardia, los marines coloniales, y de hecho casi todos a bordo de la nave, pasan las horas charlando, tomando algo o directamente haraganeando en la sala común de la tropa. Y es estando allí cuando llega el sonido de dos disparos procedente del corredor que lleva al puente.

- ¡Eso han sido tiros! -reacciona al instante Aiden Ford, poniéndose en pie de un salto- ¡Disparos a bordo, dad la alarma!

Su primera reacción es buscar con la mirada a un mando superior, alguien que se haga cargo y empiece a dar órdenes, pero se da la circunstancia de que no están presentes ni el comandante, ni el primer oficial, ni el sargento, ni siquiera el nuevo brigada externo que se ha asignado a su dotación... y aunque la mirada de todos se dirige instintivamente al panel de la armería, nadie aquí tiene la llave y el código necesario para abrirlo.

Es decir, que todo el mundo está desarmado. Salvo quién haya disparado, claro.

La respuesta telepática que Rogers y Riddick reciben de Alfred Bester no es exactamente la que esperaban...

- Claro que puedo leer sus pensamientos, Steve. Piensa usted demasiado alto. Y por favor, no me haga toser, estoy trabajando... en cuanto a ese asunto de la reja... si no le importa, denme cinco minutos para que se confien y bajen la guardia...

Afortunadamente, los tensos segundos que siguen al chasquido metálico producido por el tornillo de seguridad al quebrarse no parecen revelar ningún tipo de reacción en el centro de mando adyacente. Nada de exclamaciones de alarma o movimientos apresurados. Lo más probable es que la conversación que mantienen con el menudo (e irritante) agente de inteligencia les haya mantenido distraídos.

El interior de los conductos de ventilación, que se revela tras retirar la reja de acero, es tan angosto y claustrofóbico como cabía esperar, con el desagradable añadido de que el mantenimiento deja mucho que desear y una espesa capa de mugre, conformada por partículas en suspensión que han ido sedimentando durante años, cube todas sus paredes.

Es mejor no pensar en todos los restos biológicos que deben estar aquí depositados, teniendo en cuenta el insalubre estado de toda una Estación Orbital dedicada al juego y la prostitución, o a todos los demás vicios imaginables... pero al fin y al cabo, nadie dijo que esto fuera a ser una experiencia agradable.

Greer se queda mirando embobado a Ford cuando este se levanta, visiblemente airado. El soldado, que estaba jugando un par de manos amistosas con el resto de la tropa para matar el tiempo, tarda un momento en comprender la situación: están solos y desarmados. Y alguien acaba de disparar su arma

- ¡No jodas, tronco! – Se levanta, ansioso y consciente de pronto del peso de la situación -. Tú, tú, tú, tenemos que hacer algo. ¿Nadie tiene un puto arma? –Entonces cae en que hay alguien en la sala que no depende de los mandos para poder equiparse-. Quarich, ¿tienes alguna mierda que podamos usar junto a tu pepino de armadura? 

Gaius sonríe triunfal al ver cómo el comandante baja su arma. Al fin ha conseguido doblegarlo, parece que no se esperaba su maniobra con los misiles nucleares, si bien eso le ha forzado a revelar uno de sus ases en la manga.

Bueno, es un comienzo… se dice mientras evalúa cuáles son sus posibilidades ahora que el Comandante parece dispuesto a negociar. O eso creía antes de que todo se volviera negro de repente.

Porque en apenas unos instantes, las fuerzas abandonan al informático. Cae al suelo, aletargado y el control que tan fugazmente había logrado sobre la situación comienza a escapársele lentamente de las manos…  ¿Qué está pasando?

Poco importa, porque su consciencia empieza a desvanecerse. La fatiga y el cansancio acumulados durante todos aquellos días de intrigas, preparativos y sabotajes se cobran su precio. El cuerpo del doctor Baltar yace inconsciente en el suelo del puente de mando. 

Quaritch sonríe de una forma un tanto siniestra mientras se sube una pernera del amplio pantalón militar y manipula extrañamente su musculosa e hinchada pantorrilla. Entonces ocurre algo bastante desagradable cuando la piel se arruga, revelando que se trata de un recubrimiento sintético que oculta un pequeño compartimento incrustado en su propia carne.

- Ahora no tenemos tiempo de ir a buscar ahora al "niño", sólo con introducirme en su interior y conectar todos los programas de arranque nos llevaría casi veinte minutos... por no mencionar que el modelo Armaggedon resulta demasiado voluminoso para moverse con plena eficiencia en los pasillos de una nave como esta -comenta entre dientes mientras extrae una serie de componentes que va acoplando con asombrosa habilidad para ir dando forma a algún tipo de arma corta- Sin embargo, en mi oficio conviene guardarse siempre un as en la manga... esta pequeña joya está construida íntegramente con material plástico y emplea balas de cerámica, lo que ha hace completamente indetectable a cualquier tipo de escaneo que busque metales.

Probablemente nadie a bordo del AURORA, salvo quizás su socio Ben Sysko, le haya oído pronunciar tantas palabras seguidas hasta el momento. Pero claro, eso es porque no habían sacado a relucir los temas adecuados.

El mercenario acaba de montar su pistola en apenas unos segundos y se pone en pie para dirigirse al pasillo que conduce al puente de mando de la nave.

- Por desgracia, sólo tengo uno de estos juguetes... pero igual hay quién decida acompañarme, aunque vaya a ir desarmado -comenta dirigiéndose al resto de los presentes- Mientras no se crucen en mi línea de fuego, por mí pueden hacer lo que les parezca. Ben, tú ve a la bodega de proa para mantener nuestro material a buen recaudo, no quiero sorpresas.

El otro mercenario responde con un asentimiento de cabeza, sin cuestionar en ningún momento la estrategia.

- Voy en camino -confirma- Supongo que será mejor emplear la escalerilla manual en lugar de los ascensores, por si se repiten los apagones.

Nada más retirar la verja de metal, se muestra ante nosotros un glamuroso conducto de ventilación. Si el mantenimiento en la nave ya es de por si desastroso, el grado que alcanza en este punto no tiene nombre. No es que yo sea muy afín de limpiar por limpiar, pero joder, sabia mantener cierto orden en los lugares que consideraba puntos de residencia permanente en los suburbios de Marte.

- Hogar, dulce hogar. - Un leve susurro se me escapa, recordado sitios peores por los que había tenido que pasar. Quizás no tan angostos, o puede que sí... cinco años en la nevera hacen que no todo este tan fácil. Demasiados placenteros sueños.

Miré a Rogers antes de izarme con fuerza para entrar el primero en el conducto. La mierda no tarda en pegarse a mis manos, así como a cualquier parte de mi cuerpo que roza con el mismo. Aun así, avanzo sin demasiados problemas, si la mugre fuera a detenerme, nunca habría llegado hasta donde estoy... y al menos el lugar no apesta, lo que sin duda es algo a tener en cuenta, como un tanto a favor.

Avancé por el conducto con cuidado, moviéndome lentamente y sin hacer demasiado ruido. Comprobando la velocidad a la que podía avanzar sin generar un ruido que nos delatara. Había que llegar hasta Bester y ver cómo iba todo.

Niego con la cabeza al escuchar la respuesta telepática de Bester.

"Algún día me explicará a qué vino la discusión en los pasillos si puede leerme la mente, agente"

Cada vez entiendo menos a ese hombrecillo, que se permite el lujo de echarme en cara mis mejoras físicas, mientras hace gala de su telepatía. Y véte a saber qué otros trucos mentales...

Me vuelvo hacia Riddick y observo el conducto. - Me temo que esta vez no podremos aplicar lo de "las damas primero" -bromeo en un susurro mientras interpongo una mano y yo mismo entro en el estrecho tunel, abriendo el camino- Si hay que abrir alguna otra reja de seguridad, será mejor que yo vaya delante.

El argumento tiene suficiente peso como para no admitir muchas réplicas, así que empiezo a avanzar lentamente.

- Dudo mucho que yo pueda enfermar con estas cosas, pero será mejor cubrirse la nariz y la boca, por si acaso - comento mientras subo parte del uniforme para que filtre parcialmente la suciedad. Aunque mi constitución me proteja de casi todas las infecciones, lo último que me apetece es que el polvo nos haga toser en los conductos de ventilación.

Sin más conversación, avanzo en dirección al centro de mando, con la máxima discrección y el oído atento...

Los dos hombres avanzan una decena de metros arrastrándose por el conducto de ventilación hasta alcanzar una bifurcación en forma de "T" que ofrece la alternativa de seguir un ramal u otro. Más antes de que puedan decidirse por el camino más adecuado, un grito proferido por un vozarrón grave y profundo les sorprende, llegando directamente desde abajo:

- ¡Muere como el perro que eres, maldito cabrón! -la exclamación viene cargada de un ardiente odio.

Y entonces el atronador ruido de un disparo ensordece a todos los presentes.

Rogers me detiene en el mismo momento que estoy a punto de izarme, con su simple mano en mi pecho. Le miro, apunto de replicar, cuando hace ese comentario jocoso y no puedo evitar sonreirle. Después de todo tiene humor el soldadito, ya lo ha sacado a pasear algunas veces, pero tras lo ocurrido allá atrás hace un rato, no tenia claro si eso se había perdido... de una u otra forma somos muy parecidos. Cuando ademas me explica el motivo, me doy cuenta de mi fallo y asiento mas seriamente, mientras extiendo mi mano invitándole a pasar primero como él mismo quiere.

El lugar es apestoso y pronto la mugre se pega a nuestros cuerpos, aun así apenas hemos avanzado un poco Rogers comenta algo sobre la suciedad en el aire y posibles enfermedades. No le veía mucho sentido, si esto pudiera provocar algún tipo de enfermedad por inhalación toda la jodida estación estaría enferma, dudo que este sea el único lugar que no limpian. Aun así, mas vale prevenir que curar, así que como él hace, subo el cuello del uniforme que me han dado para tapar mi nariz y boca. Lo que sin duda hace aun mas asfixiante estar aquí dentro... aun así, me siento en casa de una forma difícil de explicar.

El soldadito se detiene y cuando miro por encima de él, a través del escaso hueco que hay me doy cuenta de que hay una ramificación en "T". Pongo los ojos en blanco durante un instante. Jodidamente genial. Estoy a punto de decirle algo a Rogers cuando un vozarrón se eleva desde la estancia inferior y el sonido de un disparo resuena con fuerza. Antes de pensar en anda, antes de salir corriendo, agarro con fuerza la pierna de Rogers, instándolo a mantener la calma.

Si salimos corriendo como unas colegialas podríamos caer en una trampa o algo peor, de nuevo la paciencia es nuestra mejor compañera en este caso. Avanzar, investigar y planificar... de otra forma, todos acabaremos muertos.

En este preciso instante llega un nuevo mensaje telepático de Bester:

- Chicos, AHORA es el momento de actuar. Entrar a tiros, y esas cosas que se os dan tan bien. -

Miro a Riddick mientras desenvaino el cuchillo y la pistola, señalando rápidamente la posición de uno de los guardias de acuerdo a la imagen mental que Bester nos envió antes. Probablemente en otras circunstancias hubiera buscado un acceso claro a la sala para atacar desde allí, pero en este caso, después del disparo en el centro de control, una entrada por sorpresa y generando la mayor cantidad posible de caos entre nuestros adversarios puede ser beneficiosa para aprovechar el momento sorpresa. Especialmente teniendo junto a mí a alguien cuya mayor habilidad es sacar provecho de los errores de sus enemigos.

Me coloco transversalmente en el estrecho conducto de ventilación y, empujando con los hombros contra un lateral, estiro las piernas con fuerza para hacer saltar la chapa al otro lado. Medio centímetro de latón no es suficiente para aguantar mi fuerza sobrehumana y, cuando el metal de la pared y el suelo del conducto salta por los aires, me dejo caer en el centro de control, sabiendo que Riddick sacará partido a su posición elevada.

Pero no me contento con una caida controlada. Para aprovechar al máximo la situación, me agarro con la mano del cuchillo en el conducto al lado opuesto del que ocupa Riddick para derribarlo sobre los presentes, al mismo tiempo que lo utilizo como punto de apoyo para balancearme sobre el brazo y lanzarme hacia uno de los cuatro mercenarios con intención de golpearle en el pecho y dejarle sin sentido, o disparar sobre él si reacciona suficientemente rápido.

Bueno, llegó el momento de afontar la realidad.

Hace un año que esto está paralizado, he mantenido mis dos partidas umbrianas en un "limbo" artificioso a base de mensajes vacíos que impidiesen la cancelación, en espera de reunir ánimos para poder retomarlas... pero me veo obligado a reconocer que no va a ser posible. Ni ahora ni en un futuro inmediato. Y es que mi vida ha cambiado, yo he cambiado (y el contexto político en la desgraciada comunidad autónoma en la que vivo también ha cambiado, afectando a todo mi entorno laboral y social) por lo que el Rol por Web ha dejado de ser una de mis prioridades ahora mismo.

Por todo eso, me disculpo con vosotros (los que todavía quedan) y voy a cerrar la partida para que como mínimo algo de todo este proyecto quede guardado como partida finalizada (aunque, como tantas otras, no lo será realmente)

Y es que el mayor peligro de Comunidad Umbría es que nos embarcamos en proyectos muy ambiciosos, que abarcan años de duración, pero nuestras vidas están sujetas a muchos cambios que amenazan con apartarnos de lo planeado...