!Hostia puta!
Vaya movida de la leche Hilv!! Es flipante, en serio, a esa tía se le ha ido la pinza del todo!!! por supuesto la voz de su cabeza era la de Becky, Hilv nunca pensaría que nada de lo que acababa de pasar era flipante ni nada por el estilo !mira la que ha liado la mosquita muerta!... en serio Becky, ya... ¿mosquita muerta? ¿desde cuando piensas eso?... venga Hilv, pero si ni siquiera dejaste al pobre de Jack que tocará más allá de las tetas!! eh, eh, ¿tú que sabes? No te lo cuento todo... se estaba desviando del tema, básicamente se le estaba yendo la olla un poco, no tanto como OA pero no iba mal encaminada.
Le había roto la nariz de un cabezazo... Hilv no se lo creía, y cuando el cifrado le pegó la descarga a la chica tuvo claro que había llegado el momento de largarse de allí cual rata cobarde. Le hubiera gustado decirle que no le hicieran daño, que todo estaba siendo un puto malentendido gigante, pero tenía miedo de liarla todavía más... ni se atrevía a mirar a Marko.
Creo que nunca más saldré de mi apartamento...
Miró a Susan consternada, la verdad es que no tenía ni la más remota idea de lo que hacer, quería pulsar el botón de desaparecer. La había cagado, la había liado a base de bien... y !no había sido su culpa! Estaba convencida de ello, pero eso no evitaba que se sintiera asquerosamente culpable.
Samuel se quedó mirando a Doe, estúpefacto, había nombrado algo que ya conocía, algo que pensaba que era la alucinación de otro compañero caído, por lo que se acercó a Doe y le habló en un susurro, de forma mas confidente.
- ¿Que acaba de decir, Doe? - Le pregunto con cierta suspicacia - ¿Que significa eso de Tlayahoua? Uno de mis compañeros no paro de decirlo antes de volver de nuestro salto, estando enfermo y delirante además menciono algo sobre unas catacumbas.
La suspicacia paso a relajarse, podía ser cualquier tipo de culto a una entidad que no conocía, quizás algún tipo de profeta o persona de culto, pero la mención de ese nombre le hizo recordar todo lo que quería aparcar en su mente.
Una vez acaba la ceremonia, a la que apenas si he prestado atención sumida como estaba en mi dolor, alzo la mirada hacia el féretro de Steve, mi intención era acercarme, despedirme de él, pero cuando intento levantarme mis piernas flaquean. No creo poder pasar por ello, quería recordarlo "vivo" en mis pensamientos, en mi cabeza, en mis recuerdos... No quería ver su rostro blanquecino descansando, no, definitivamente lo mejor sería abandonar aquel lugar y ojalá no volver a tener que pisarlo nunca más. Me levanto y salgo de la iglesia sin apenas hacer caso a lo que ha ido ocurriendo a mi alrededor, una vez fuera, inspiro una bocanada de aire fresco intentando relajarme. Debería acercarme a la familia de Steve, pero no me siento con fuerzas, no quiero volver a estallar en lágrimas. Asi que me encamino hacia la salida de la planta 46 decidida y sin mirar atrás.
Hola Tamra. Hola Maggie.-Saludé a las hijas de mis compañeros.- Tenía ganas de conoceros, vuestros padres no paran de hablar de vosotras ni un solo momento.
¿La señorita Tharson?- Pensé en Kara y lo que me había contado- Bien, asuntos familiares, aunque trataremos de descartar que sufra algún episodio de TEPT.- Una respuesta profesional, aséptica, pues no quise comentar nada delante de las niñas. Vi salir a Kara de las habitaciones interiores de la iglesia con la mirada descompuesta, caminando lo más deprisa posible sin levantar la cabeza del suelo hacia la salida.
Estaré encantado de acompañarles. Envíame la ubicación.- Contesté a Daniel mientras sonreía a las niñas.- Ha sido un placer conoceros chicas.
Me despedí de Ella y Daniel y salí de la iglesia tras Kara. Fuera lo que hubiera escuchado en la iglesia hay momentos en la vida que no deben pasarse solos.
Michael miró a Samuel y asintió con la cabeza.
-Su nombre es el nombre de una deidad, de otro tiempo y espacio, si quieres saber sobre ella ve en otro momento a la Trastienda o pasa por el piso antiguo de religiones-dijo en apenas un susurro, observando en general a la gente que entraba y salía, como si buscara algo o alguien.
Ni siquiera lo vi venir, pero si senti el impacto, mientras el dolor restallo como un latigazo en mi rostro, mientras la sangre manaba. Retrocedi un par de pasos de forma automatica, por el ataque, por el daño sin entender de primeras que habia pasado aunque lo sabia. Durante una fraccion de segundo habia visto su movimiento, demasiado rapido, demasiado por sorpresa pero ahi estaba, justo antes de que empotrara su frente contra mi nariz. Mi mano en el tabique que tenia toda la pinta de estar roto mientras mi mano se llenaba de sangre.
Lo siguiente que vi, entre unas pocas lagrimas que habian acudido ahi desvergonzadamente, fue el flashazo antes de que OA cayera al suelo, por una descarga electrica. Un flash, otra memoria. Un grito, el inicio de uno, un estallido y sangre brotando, el dolor se desvanecio por un instante y una parte de mi que hacia tiempo que no salia, aullo como no hacia años. Di un paso hacia el guardia, otro mas y consegui detenerme, consegui lanzarle la correa a esa parte negra y oscura que dormitaba en mi interior... porque si la dejaba salir no habria golpes, sino sangre y muerte... incluida la mia.
Cai al suelo de rodillas, porque era demasiado, lo que mi mente habia recordado como si fuera ayer mismo, lo que habia visto, la superposicion de todo. Dolia, dolia como dolia mi rostro, como si estuviera bañado en fuego. Apoye mis manos en mi traje, marcandolo en carmesi, mientras la sangre seguia manando... sin que me importara demasiado. Algo mas se rompipa, porque era un orangutan, siempre lo habia sido... menos con ella.
No se en que momento los guardias llegaron, si se acercaron a mi o me forzaron a ir con ellos. Solo sabia que necesitaba ir a la enfermeria, porque tenia preguntas, ademas de necesitar tratamiento probablemente. Creo que pedi acompañarles, fuera como fuera, abandonaria el piso sin mirar atras.
Michael miró a Samuel y asintió con la cabeza.
-Su nombre es el nombre de una deidad, de otro tiempo y espacio, si quieres saber sobre ella ve en otro momento a la Trastienda -dijo en apenas un susurro, observando en general a la gente que entraba y salía, como si buscara algo o alguien.
En TITAN las armas no estaban permitidas salvo para guardias o algunos pocos más, pero quien se acercaba por el sendero, con paso casi marcial, vestido con uniforme de color blanco y puños negros no parecía darle importancia a esa norma, ya que dos dagas curvas, de extraña manufactura, una azul y otra negra, colgaban del cinto. Su rostro era de un tono pálido en el que destacaba el pelo de color negro azabache y unos ojos púrpura que parecían brillar. Por lo demás era difícil fijarse él, ya que el blanco de su uniforme casi parecía brillar y distorsionar al que lo observara directamente. De cierta manera su aspecto era de alguien como de otros tiempos, como de otro lugar, y una vez entrado en el templo siguió el pasillo flanqueado por los bancos, parándose justo frente al féretro, dedicándole unos segundos de meditación o tal vez de oración y, retirándose el guante de su mano izquierda, posó los dedos sobre la cubierta.
-Que las sombras se aparten de tu camino, que la oscuridad se convierta en luz, que la violencia que te sacudió en tu muerte se derrame como agua cristalina y pura en tu siguiente vida. Encuentra la paz que aquí no hallaste y cuando el frio te atenace recuerda reconfortarte en el calor de los que te acompañaron hasta esta tu última morada. No te arrodillaste jamás ante ningún hombre ni deidad, yo me arrodillo ante los muertos, porque gracias a ellos, nos alzamos sobre sus hombros –y tras arrodillarse, permaneciendo solo unos instantes, se volvió a levantar, girándose, pronunciando unas últimas palabras de espaldas al féretro, como si hablara a la congregación- Somos Vida y Muerte, somos Luz y Oscuridad, somos Esperanza y Horror… Encuentra tu equilibrio Steve Richards –alejándose ya del féretro y volviendo por donde había venido, sin pronunciar ninguna otra palabra más.
Cada persona presente hila un pequeño camino en los demás que yace invisible entre miles de mareas insondables. Destino, casualidad, sino aciago, regalo divino, suerte...muchos nombres para intentar explicar ni mas ni menos que nuestra existencia en momentos de crisis o de inconmensurable felicidad.
Eterno manto negro,
abriga tu hermética suerte,
mortal y esquelética mirada.
En TITAN las armas no estaban permitidas salvo para guardias o algunos pocos más, pero quien se acercaba por el sendero, con paso casi marcial, vestido con uniforme de color blanco y puños negros no parecía darle importancia a esa norma, ya que dos dagas curvas, de extraña manufactura, una azul y otra negra, colgaban del cinto. Observó en silencio la escena donde el cifrado se llevaba a OA y como reducían a Marko con la descarga capaz de adormilar a un caballo. Hilv con Susan, sin saber que hacer o decir, porque todo había sido demasiado. La sangre se derramaba por la barbilla del soldado rubio, cayendo sobre la arena que la devoraba como si nunca hubiese existido aquella ofensa en tierra santa.
Acechas desde la otra orilla del río,
emergiendo entre las espigas del campo vivo,
de romántico y primor sombrío
revolviendo la luz a tu paso.
Siguió su camino, entre los gritos de la joven llorona que seguía presentando batalla. Mas que nadie, dándole igual nada. Se cruzó con River que salía de la iglesia con el pensamiento de los oscuros sueños y la frágil realidad que ahora se presentaba. El rostro de este nuevo visitante era de un tono pálido en el que destacaba el pelo de color negro azabache y unos ojos púrpura que parecían brillar, pero tranquilos como un remanso, que envolvieron por un segundo a River, rebajando su ansiedad.
Lo inevitablemente invisible,
intangible, de carácter desconocido y pernicioso,
relativo a la acongojada muerte,
que no es mas que algo que nació antes que la propia luz.
Por lo demás era difícil fijarse él, ya que el blanco de su uniforme casi parecía brillar y distorsionar al que lo observara directamente. De cierta manera su aspecto era de alguien como de otros tiempos, como de otro lugar, y una vez entrado en el templo siguió el pasillo flanqueado por los bancos, parándose justo frente al féretro, dedicándole unos segundos de meditación o tal vez de oración y, retirándose el guante de su mano izquierda, posó los dedos sobre la cubierta.
Maravillosa verdad irrefutable,
ataráxica hacia la vida,
tus manos han recolectado millones de almas,
enfermos, que levantas de sus camas.
El muchacho de pelo oscuro y puntas azules lo miró, manteniendo la mirada unos segundos antes de sonreír al haberlo reconocido. Era de ese tipo de sonrisas que le dedicabas a alguien que había dejado una marca, buena, y profunda. Cuando Kara pasó por su lado, como un ariete sin frenos ni dirección la siguió con la mirada y luego a Mike. Levantase de su banco, con las manos en los bolsillos, y antes de que el nuevo hombre hablase, o pronunciase ya palabra delante del féretro el ya se estaba marchando con otras cosas en mente.
Muestrame aunque no tenga ojos,
divina teología de la oscuridad,
razón por la cual he nacido,
y experimentar, el fin de mi camino.
-Que las sombras se aparten de tu camino, que la oscuridad se convierta en luz, que la violencia que te sacudió en tu muerte se derrame como agua cristalina y pura en tu siguiente vida. Encuentra la paz que aquí no hallaste y cuando el frio te atenace recuerda reconfortarte en el calor de los que te acompañaron hasta esta tu última morada. No te arrodillaste jamás ante ningún hombre ni deidad, yo me arrodillo ante los muertos, porque gracias a ellos, nos alzamos sobre sus hombros –Tras arrodillarse, permaneciendo solo unos instantes, se volvió a levantar, girándose, pronunciando unas últimas palabras de espaldas al féretro, como si hablara a la congregación- Somos Vida y Muerte, somos Luz y Oscuridad, somos Esperanza y Horror… Encuentra tu equilibrio Steve Richards –alejándose ya del féretro y volviendo por donde había venido, sin pronunciar ninguna otra palabra más.
Algunos pocos, recordarían si acaso, algunas de esas palabras de alguien hacía no demasiado antes de su última aventura en otros lugares, otros mundos.
Y simplemente, el mundo siguió su curso. Las vidas sus caminos, las noches y los días sus horarios. Solo era un muerto más. Uno entre los millones que podía haber en el mundo, sin contar los otros mundos. ¿Valía la pena lo que hacíais? ¿Merecía el sufrimiento del llanto realmente? Eráis la esperanza silenciosa e inexistente de miles de millones de personas, y aun así, frágiles seres humanos que solo querían vivir un día más, para poner su granito de arena.
ESCENA CERRADA