Partida Rol por web

Había dos escaleras que comunicaban la planta baja con la de los dormitorios, pero siendo una de ellas bastante majestuosa, la que accedía desde el hall de entrada a las estancias superiores, era sin duda esta escalera, mucho más interesante. No solo por su arquitectura antigua sino porque estaba construida en un pequeño lateral de una estancia arqueada que si no fuera porque estaba cubierta podría haber sido un antiguo patio. Desde los arcos se divisaba un salón de baile. Y además, se podía ver el pasillo de los dormitorios. Era un lugar estratégico clave. 

El ama de llaves observó al matrimonio y por un instante dudó de si aquel niño que se les había unido no era su propio hijo. Luego recordó lo que la Vieja Tata les había contado la noche en que murió Thomas Council: Ese niño era un Alistair y, curiosamente, era tan nieto de John F. Knight como el propio Sargento Piers. 

- Disculpen que la escalera esté llena de trastos. Cuando el Salón de Baile estaba abierto, la escalera era un lugar encantador de la casa. Ahora es mucho menos llamativa que la escalera principal...

Su rostro contradecía sus palabras. No parecía en absoluto disculparse. 

Tampoco allí encontró Arthur la calma que esperaba pues una pareja de los Knight rondaba alrededor. Los miró y dejando de golpear rítmicamente los barrotes de madera, se levantó y les saludó, con su semblante serio y los modales que le hacían parecer un hombrecito encogido y paliducho.

- Sargento Piers, es un honor saludarle. - Volvió la mirada hacia Jeanne inclinando la cabeza. - Mi señora...

Si el niño pretendía alargar su educado discurso, que desconcertaba a muchos adultos que no llegaban a saber si aquellas eran las buenas maneras del niño o formaban parte de algún extraño juego, tuvo que interrumpirlo al aparecer en lo alto de la escalera el ama de llaves. La mención del salón de baile ilumina su rostro y de nuevo vuelve a parecer un niño deseoso de juegos.

- Señora Huxson, y podemos también visitar ese salón de baile? No romperemos nada - prometió, incluyendo ingenuamente en sus planes a los Knight y confiando en que fueran tan cuidadosos como él mismo pensaba serlo.

- No tiene llave- dijo moviendo los hombros con antipatía para luego añadir- mi señor. Aunque ahora es una sala vacía llena de espejos sin nada realmente esplendoroso. 

Entendiendo la indiferencia de miss Huxson como una invitación, Arthur se agarró al ancho pasamanos de madera y tomando impulso subió veloz el tramo de escalera que lo separaba de la primera planta. Allí su cuerpo debilitado por el viaje volvió a flaquear y tuvo que detenerse, con un preocupante silbido brotando de sus pulmones mientras luchaba por llenarlos de aire.

Su piel se tornó todavía más pálida y una gota de sudor frío le asomó entre el pelo oscuro, derramándose por su frente. Pero el niño parecía acostumbrado a accesos similares y volvinedo en sí, cayó en la cuenta de que dejaba con la palabra en la boca al sargento Piers y señora, así que los miró, deseando que lo acompañaran o al menos que lo dejaran marchar.

Durante el breve trayecto hacia la escalera, Piers había procurado mirar con atención cada detalle de la casa. No podía decir que le trajese recuerdos, sinceramente. Siempre había sido activo, prefiriendo los jardines o los sótanos, los lugares amplios donde moverse, y con la edad pronto había sido evidente que su temperamento no encajaba con el lujo y la ostentación, con la grandeza. Le resultaba fastidiosa y opresiva y, en su opinión, llevaba a la melancolía y a pensar demasiado. Muchos Knight tenían ese defecto, y se les notaba en el carácter. Pero nunca está de más saber exactamente dónde estás y en qué dirección está todo lo demás, porque nunca se sabe cuándo puede ser útil saberlo.

Especialmente cuando hay tanto buitre suelto. Hasta ahora, se han guardado las formas. Bueno. Casi todos las han guardado, menos un par de los Alistair. No le sorprende, les había marcado como rufianes nada más verles. No por sen quienes eran, bien sabía el que entre sus refinados parientes los había con la misma catadura moral que esos arrapiezos, solo que con dinero. Como la estirada de Elleanor, igual de podrida por dentro, pero con mejor cara. Simplemente por el aspecto y actitud. Pero con tanto dinero de por medio, y sobre todo con todas las chocheces y extravagancias del abuelo, que a saber de dónde se habría sacado esta pantomima de medio penique, a saber cuanto duraría eso.

Y mientras durase, pensaba mantener a Jeanne cerca. Sumido en esas cavilaciones, casi ni vio al muchacho en la escalera. No es que se hiciera ver tampoco, era pequeño y retraído- seguro que a Jeanne le despertaría el instinto maternal-, y se hacía pasar desapercibido. Pese a ello, le sorprendió el aplomo y la educación del muchacho al dirigirse a desconocidos, sobre todo a desconocidos que tendría razones para pensar que no le deseaban bien. Aunque por lo que es él, no era el caso. Inclinó la cabeza con la misma seriedad que habría mostrado con otro adulto para corresponder a su saludo, aunque se quedó con la palabra en la boca cuando apareció la ligeramente malencarada ama de llaves- desde luego, todo era alegría en esta casa- y el chico salió corriendo excitado ante la perspectiva del inmenso salón. Sonrió para si. En su niñez, el también había sentido fascinación por esa estancia enorme y amplia, donde podía correr y moverse a gusto.

Frunció el ceño, empero, al verle pararse y oír el silbido que brotaba de su pecho. Había pocas cosas que produjesen ese sonido en un cuerpo, y ninguna buena.

Demonios, muchacho. ¿Estás bien? Tomátelo con calma, la habitación va a seguir ahí, y hasta mañana quedan horas todavía para verlo todo. Vamos, te acompañaremos- dijo, asintiendo con la cabeza en dirección a Jeanne. Estaba bastante seguro de que a una chica como ella no le disgustaría para nada un salón de baile, aunque no fuera nada especial. Te irá bien que haya alguien cerca, no queremos que te nos vayas de un mal.

Que como mañana el chocho de mi abuelo no haya dejado arreglado el testamento, no van a faltar hienas dispuestas a quitarle ese trabajo a la parca- comentó en un tono agrio, solo audible para Jeanne.

Ajeno al reparto del botín que se decidía en la masión, el muchacho recuperó la ilusión por recorrer la casa tan pronto como recobró el resuello y asintió satisfecho al sargento, confirmando con ello el acierto del militar al decidirse a acompañarlo.

- Se lo agradezco señor - esperó a que la pareja subiera hasta su altura y despidió agitando un instante la mano a la señora Huxson, como si fuera a pasar mucho tiempo antes de volver a verla. - No pretendo ser impaciente, sargento, pero no quisiera retrasarme y que madre se preocupara. He estado algo débil últimamente, sabe?

Levantó la mirada hacia lady Jeanne al tiempo que se estiraba cuan largo era - no demasiado - en un gesto de orgullo que el niño enfrentaba a los demasiado frecuentes padecimientos de su salud. Arthur pensó que la esposa de Piers era una dama realmente hermosa y elegante. Y creía haber oído que era artista, además. Eso le gustaba, y no le costó imaginarla como protagonista de aquel relato... aquel que leyó y releyó en otoño, cuando pasó una semana en cama con fiebres... no pudo recordar el título ni el nombre, así que frunció el ceño un instante, sonrió tímidamente a lady Jeanne y ya solo el salón que se abría ante ellos ocupó su interés.
 

Había dos escaleras que comunicaban la planta baja con la de los dormitorios, pero siendo una de ellas bastante majestuosa, la que accedía desde el hall de entrada a las estancias superiores, era sin duda esta escalera, mucho más interesante. No solo por su arquitectura antigua sino porque estaba construida en un pequeño lateral de una estancia arqueada que si no fuera porque estaba cubierta podría haber sido un antiguo patio. Desde los arcos se divisaba un salón de baile. Y además, se podía ver el pasillo de los dormitorios. Era un lugar estratégico clave. Pero estaba vacío. De vez en cuando se podía escuchar el ajetreo de pasos en la parte superior de la escalera. 

Su hijo se dirigió desde el salón, o eso creía ella, hacia las escaleras. Pero no estaba allí, al menos no a simple vista. Era un sitio grande y desconocido. Que alguno de los que estaban en el comedor hablaran de muertes que podrían tener causa intencionada no la tranquilizó. Pero respiró hondo. Sabía que sin su pequeño, serían aún más reacios a darle lo que le correspondía pero no pensó que nadie pudiera hacerle daño a un niño.

Por otro lado, su hijo distaba mucho de tener una buena salud y no era recomendable que anduviera solo por esa mansión. Escuchó pasos en la zona superior de la escalera. Quizá era él o alguien le había visto.  Esperaba que de no estar allí se hubiera ido al dormitorio, pues no veía mucho motivo para ir al salón de baile.

-Arthur, hijo mío, ¿puedes oírme?- dijo con voz fuerte mientras subía por las escaleras hasta la parte más alta.

En la parte de las escaleras está el pasillo que da a los dormitorios y en medio del corredor con presencia algo tenebrosa, el ama de llaves. No dice nada hasta que Meghan le pregunta por su hijo: 

- Aquí no ha subido. Pero aunque es una casa grande, somos una treintena de personas entre el servicio y los señores. Seguro que no está solo ni perdido.

Murron vio al ama de llaves y se acercó hacia ella con la esperanza de obtener algunas respuestas. Era una esperanza muy leve, pero la única a la que podía agarrarse en estos momentos.

-Señora, le pido desesperadamente cualquier ayuda que pueda darme a mí y a mi familia. Ayer hablé con el señor Edwards, y ya me dejó claro lo bien que se portó con ustedes mi padre, John Knight. Comprendo que se sientan en deuda con él, y le sean fieles hasta sus últimos días, pero por favor, sólo le pido que si comprende mejor que nosotros lo que está ocurriendo en esta casa, y creo que así es, nos ayude a entenderlo. He cometido muchos pecados en mi vida, y he pagado por ellos, pero ahora tengo la sensación de que todos estamos pagando por lo pecados de otro o de otros, y eso no es justo. Denos la oportunidad de combatir este mal.

Cuando Murron se acercó al Ama de Llaves se sorprendió al verla pegando la oreja en el cuadro que presidía el rellano en mitad de la escalera. Se sobresaltó cuando escuchó a Murron pero ignoró sus plegarias con un seco: 

- Es la Casa quien nos juzga, Señor. Si debemos permanecer a un lado o a otro de la puerta no tiene tanta importancia ni admite plegaria alguna. Y ahora si me permite... 

Salió disparada hacia el hall principal y la puerta de entrada. 

Muros estaba a punto de seguirla cuando escuchó que desde los dormitorios alguien aparecía. 

A él había llegado Malcom saliendo por fin del dormitorio donde llevaba más de un día recostado y tras sufrir ese fallo cardiaco durante la noche. Al salir vio a su hermano Murron que bruscamente salió a su encuentro para asegurarse que no le fallaban las piernas. 

Tal y como se temía, las palabras de la señora Huxson eran tan enigmáticas como las de Edwards. ¿La puerta a la que ha hecho referencia será algo concreto o una metáfora?¿Y qué hacía pegando la oreja en ese cuadro?

Justo cuando Murron se dirigía hacia el cuadro en cuestión observó que su hermano Malcolm se había levantado, por lo que se acercó hasta él con rapidez.

-Vaya susto nos has dado. Creía que no saldrías de esta, pero eres perro viejo...-sonrió socarronamente mientras se ponía a su lado por si necesitaba ayuda para caminar-. Los ánimos están muy caldeados por aquí. Anoche desaparecieron dos de los Knight: Robert y Albert, y aunque se desconoce su paradero, casi todos nos tememos lo peor. Eso hace un total de tres Knights sucumbidos durante estos días, y ningún Alistair... puedes imaginarte las consecuencias de eso.

Parecía que Malcolm todavía estaba algo conmocionado, aunque si había llegado hasta aquí por su propio pie no necesitaría ayuda para valerse por sí mismo.

-Bien, yo ahora tengo que ocuparme de algo.

Murron se acercó al cuadro en el que estaba pegando la oreja el ama de llaves. Primero lo observó detenidamente, para ver qué representaba, si tenía alguna inscripción o cualquier cosa que le llamase la atención. Después, pegaría la oreja de la misma manera que lo había hecho la señora Huxson. Por último, tenía intención de levantar el cuadro con cuidado para mirar por la parte de atrás.

Murron examinó el cuadro mientras su hermano aún parecía no estar lo suficientemente activo. Al mirar detrás de él halló el motivo del interés del ama de llaves. Tras el cuadro de la escalera hay una trampilla en la pared, que si se abre, da lugar a un túnel. 

El pasadizo secreto es, sin duda, de interés, pero tal vez no sea el mejor momento ahora para investigarlo. Así que Murron y Malcolm vuelven al Gran Comedor.