Malcolm estaba indispuesto y solo acudió a dar un beso de buenas noches a sus hijas para decirles que aunque estuviera enfermo, si le necesitaban solo tenían que llamarle.
Por eso cuando en mitad de la noche llamaron a su puerta, rápidamente se despertó:
- ¿Mary Jane? ¿Rhona? ¿Sois vosotras?
Los golpes en la puerta empezaron a sonar de manera rítmica, incesante pero sin prisa
- Está abierta la puerta, hijas... podéis...
Se detuvo. Sintió como le ardía la piel y el malestar del día se había transformado en un enorme nudo en el pecho de angustia. ¿Y si no eran sus hijas? ¿Y si esa cosa que había descrito su sobrino Conrad ahora estaba acechándole a él?
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Malcom escucha cada golpe en la puerta como si se le clavaran dentro. Y entonces, casi después de una eternidad, empieza a cesar el ritmo, poco a poco, poco a poco...
Siente paz y sueño, por fin.
Pero entonces, como si una enorme sacudida le sacara de su letargo, suena un último golpe en la puerta que le devuelve el riego sanguíneo al cuerpo.
Y entiende.
No son golpes en la puerta. Es su corazón el que está latiendo. Y si deja que esos golpes paren, entonces él dejará de existir.
Arrastrándose hasta la puerta, casi dejándose caer cadáver sobre la puerta, da un último golpe sobre ella. Y se desmaya.
MALCOLM HA SOBREVIVIDO A OTRA NOCHE