Robert se abrazó a su amada Elizabeth y cerró los ojos entrando en un inquieto sueño del que se despertó sobresaltado casi gritando. Había creído oír en sus sueños a Elizabeth que le llamaba pidiéndole auxilio.
Se giró y la vio a su lado, dormida de espaldas, apaciblemente y durante un instante su mundo volvía a estar en paz. Porque todo su mundo era su amada y ella estaba a salvo.
Pero al siguiente instante creyó intuir algo al otro lado de su cama y al voltearse, vio de nuevo a una mujer, dormida de espaldas, apacible.
A cada uno de sus lados había una mujer. Una de ellas era Elizabeth pero ¿quién era la otra? Sintió un terror paralizante.
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Sin atreverse a tocar a una y a otra durante largos minutos, Robert sabe que tiene que escapar de allí... Pero cuando se levanta de la cama, intentando no hacer más ruido que el que hace su corazón a punto de salirse de su pecho, entiende que no puede dejar allí a su amada. Moviendo su brazo tembloroso, hacia un lado y hacia otro, dudando... finalmente toca el hombro frío de una de las mujeres.
Esta se vuelve y ve el rostro soñoliento de su querida Elisabeth que poco a poco empieza a despertar.
Él durante un segundo siente una tremenda felicidad pero entonces ella empieza a gritar despertando a la otra mujer, que de igual forma y mismo aspecto que su Elizabeth, (si acaso no es la auténtica) grita y ambas se funden en una sola imagen que grita:
- ¿Robert? ¡Dónde estás Robert!
Él intenta gritar y decirle que está allí. Pero no lo está. No tiene boca, no tiene cuerpo. Está muerto. En alguna parte. Confundiendo con la realidad lo que en verdad fue el último espejismo de un fantasma: Él.
FIN DEL PERSONAJE