La amplísima cocina consta también de un comedor para el servicio y de una enorme despensa con alimentos como para pasar todo el invierno. Sin la presencia de criados, la cocina es una estancia cálida y más luminosa de lo que esperaban.
Recorrió el camino de que separaba el gran salón de las cocinas sin abrir la boca. No es que no quisiera hablar con Rhona, era simplemente que no sabía que decir.
No eran para nada como las recordaba del día anterior, cuando salieron de los pasadizos. En aquella ocasión estaban abarrotadas de criados y cocineros que iban y venían con su trajín cotidiano. En esta ocasión estaba completamente vacía, el alto techo ennegrecido por el humo hacía que el sonido de sus pisadas retumbara en la estancia.
Miró el horno por el que habían salido la última vez y decidió dejar su inspección para otro momento. Recordando la palabras de Jesse buscó con la mirada la despensa con el fin de encontrar, si no el famoso pendiente, al menos una pista útil.
Dio unos pasos hacia allí y de repente se detuvo súbitamente y se giró hacia su acompañante.
-Oye... Rhona. Mira, no se me dan muy bien estas cosas, pero ... en fin, es evidente que en cualquier momento, por capricho de la casa, el duque, los criados o quien quiera que sea quien está acabando con nosotros, podemos morir... y bueno...- agachó la mirada mientras se rascaba la cabeza nervioso -Quería decirte que ha sido un placer conocerte y... compartir estos días contigo, aunque están siendo una auténtica pesadilla...- pensó en el montón de cenizas que habían ocupado el lugar del padre de la muchacha -Da igual... era solo... solo quería que lo supieras- concluyó mientras se volvía de nuevo hacia la despensa y reanudaba su camino.
Al ver que su hermana no parecía tener mucha intención de ir con ella a las cocinas, Rhona la dejó en el comedor junto a sus tíos, no sin antes recordarle que no podía salir al exterior y que procurara no meterse en líos, aunque dudaba mucho que la niña le hiciera caso.
A pesar de tener el corazón encogido por el dolor, Rhona agradecía la presencia de Harold a su lado. El joven era una figura silenciosa, algo que ella agradecía en aquellos momentos ya que no tenía demasiadas ganas de hablar. Por ese motivo recorrieron el trayecto en completo silencio aunque, por lo menos para la joven, no resultó ni desagradable ni tenso.
Se sorprendió al ver las cocinas vacías, sin vida y aún así luminosas y, cuando sus ojos se posaron en el horno, volvió a preguntarse cómo había sido posible que el mayordomo supiera que iban a salir por ahí cuando regresaban de los pasadizos. Por mucho que los hubiera oído ¿cómo sabía que uno de los túneles acababa allí precisamente?
Rhona se olvidó del té que tenía pensado tomar en la cocina al tener su mente ocupada con encontrar los pendientes de la anciana. Tendrían que buscar con atención si querían dar con ellos pero, cuando se disponía a revolver en la alacena, las palabras de Harold la dejaron paralizada.
Sintió como el calor se elevaba por todo su cuerpo hasta alojarse en su cara, dando una nota de color en sus, hasta el momento, pálidas mejillas. Le dejó hablar, sin saber muy bien qué decir ya que ella se encontraba tan cohibida como tímido se le veía a Harold. Pero, cuando el joven dio media vuelta para alejarse, Rhona le agarró con suavidad del brazo para obligarle a detenerse y que se diera media vuelta.
—Por favor Harold, no digas eso. Ya sé que la situación es muy complicada en esta casa, que ya ha habido varios muertos y desparecidos. —Su voz se quebró por un instante hasta que, tomando aire, se recuperó de nuevo—. Pero quizás consigamos vencer a lo que sea que maneje esta casa… Sea ese barón, un fantasma o los criados que nos odian… No podemos perder la esperanza, tenemos que luchar y mantenernos fuertes, no podemos darnos por vencidos. No, —reafirmó su negativa moviendo a su vez la cabeza— no quiero que nadie más muera y haré todo lo posible para que eso no suceda. Yo… —Sintió como el calor se intensificaba en su cara—. Para mí también ha sido un placer haberte conocido y me alegro mucho de que estés a mi lado.
Se dio cuenta de que aún seguía sujetando a Harold por el brazo y, siendo consciente de ese hecho y de todo lo que acababa de decir, la timidez y la vergüenza la embargaron. Bajó los ojos con recato, al igual que le había visto hacer a él, a la vez que dejaba de agarrarle, llevándose el pañuelo que llevaba arrugado en su puño delante de su boca para ahogar el carraspeo que, en un momento tan delicado y turbador como el que estaban viviendo, había atacado su garganta.
—Será mejor que empecemos a buscar ese pendiente.
Le dirigió a Harold una tímida sonrisa de agradecimiento antes de colocarse ante la despensa, dispuesta a buscar por todas partes algo que les diera una pista de lo que estaba sucediendo en aquella casa maldita.
Finalmente en uno de los cajones encontraron los dos pendientes de perlas. El juego completo de ese que quedó en el pastel de Molv.
Miraron y remiraron por todas partes hasta que, por fin, dieron con lo que buscaban. Rhona recogió los pendientes y, elevándolos hasta sus ojos, los contempló con extrañeza, como si de un arma letal se tratase, algo que en verdad así había sido.
—Los pendientes... Entonces va a ser cierto que el servicio tiene mucho que ver en todo lo que está pasando, pero ¿por qué? ¿Qué ganan acabando con todos nosotros?
Ese era precisamente el punto que Rhona no acababa de entender pero, cuanto más lo pensaba, más convencida estaba de que los miembros del servicio, quizás no todos pero sí unos cuantos sobre todo el mayordomo y la ama de llaves, sabían mucho más de lo que decían. La frialdad que habían demostrado hasta ese momento frente a lo que estaba ocurriendo, el hecho de que no se extrañaran de que un pasadizo terminaba, o empezaba según se viese, en las cocinas, que la perla perteneciente a los pendientes que en esos momentos sujetaba en la mano causante de la muerte de un miembro de la familia se encontraran allí escondidos, que conocieran más pasadizos de los muchos que debía haber en la casa.
Sí, sin lugar a dudas, los miembros del servicio eran cómplices, sino artífices, de lo que estaba ocurriendo.
—¿Qué crees que debemos hacer ahora? Podríamos hacer caso a mi tío e ir a hablar con la señora mayor, la tata, por si nos cuenta algo más, aunque en este caso quizás sea mejor esperar a ver qué dicen los que la han ido a visitar. —Se quedó mirando a su alrededor por si hubiera algún detalle más que se le escapara y que resultara interesante para la investigación—. ¿Quieres hacer algo más aquí? No parece que se oigan las voces de los que han ido a los túneles. ¿Cómo sabía Edward que saldríamos por aquí? ¿Nos estaría vigilando y por eso no se extrañó cuando aparecimos en las cocinas?
Muchas preguntas y muy pocas respuestas.
Qué tras rebuscar en la alacena Rhona terminase sacando los pendientes "perdidos" de entre los cacharros no le extrañó lo más mínimo. Puede que su padre tuviese razón y que todo aquello fuese obra del servicio, pero si era así, ¿de dónde venía esa sensación constante de que algo iba mal en aquella casa?
-Posiblemente vigilen todos nuestros movimientos- dijo el joven seriamente.
-Y sí deberíamos devolver los pendientes a esa Tata y hacerle un par de preguntas. Guárdalos hasta mañana. Por otro lado, creo que hoy no encontraremos nada más aquí, aunque podemos echar otro vistazo hasta la hora de la cena- Harold se resistía a volver con los demás, se encontraba muy cómodo a solas con la muchacha.
Rhona asintió en silencio a las palabras de Harold, decidiéndose a alargar un poco más los minutos al lado del joven. Volver junto al resto sólo significaba tener que enfrentarse a la terrible realidad de que su padre había desaparecido, seguramente estaría muerto y a ella sólo le quedaría la responsabilidad tan grande de cuidar de su hermana sola. ¿Qué sería de sus vidas a partir de ese momento?
Pero, durante esos instantes que disfrutaba de la compañía de Harold, Rhona podía alejar cualquier miedo al futuro aunque no pudiera arrancar el dolor de su corazón por la pérdida de su padre. Por ese motivo, prefirió seguir unos instantes más rebuscando por todas partes por si hubiera algo más que les indicara que, en verdad, los criados eran los artífices de todo aquel terror.
Se acercó al horno por el cual habían salido, fijándose especialmente en si se veía algo que indicara si se utilizaba como entrada o salida del pasadizo de manera habitual o, por el contrario, sólo había sido algo casual. Aunque, si había sido algo casual ¿no deberían haber tenido que sorprenderse mucho más?
Rhona y Harold comprueban que tras el horno, está la trampilla corredera que lleva a los túneles de los pasadizos. Es una entrada habitual secreta. Cuando van a volver, descubren al final del pasillo la habitación de servicio donde está la Tata.
Os junto con los otros de la otra escena para terminar de dar empaque a vuestra acción.