Partida Rol por web

Miró al frente y luego a Campaña.

-No, no has hecho nada malo, hermano -dudó un segundo, pero el Hiena era hombre al que no le gustaban las medias tintas-. Pero no me gusta que la plata se convierta en el motivo de una pelea. Aunque deberé acostumbrarme, por lo que veo. Los oscuros tenéis extrañas costumbres para mí. Esta es una de ellas. Tu brazo está magullado. ¿Duele?

- Campaña cree entender - dijo asintiendo.

Al apostar en el combate se perdía el obejtivo del mismo, que no era otra cosa que entrenar para poder mejorar. Aún así Campaña no veía que aquello fuese tan malo, lo hombres se divertían un poco mientras los demás mejoraban en el entrenamiento, aunque probablemente Campaña tenía esa visión porque estaba acostumbrado a ver ese tipo de comportamiento. Sea como fuere, desde aquel momento se planteó las apuestas de otro modo.

- Esto no es nada - dijo señalándose el brazo.- No duele... Campaña está bien.

-¿Seguro? -preguntó para a continuación pegarle un puñetazo en la magulladura-. ¿No duele? -los ojos del Hiena brillaban divertidos.

Campaña no mostró ningún signo de que el golpe de Ponzoña le hubiese dolido, principalmente porque no le había causado dolor en absoluto. La realidad era que Campaña no sabía muy bien lo que era el dolor, veía como sufría la gente cuando le golpeaban pero él a veces se sentía como un saco de arena, podían golpearle hasta caer inconsciente pero no llegaba a sentir el más mínimo dolor.

- No, nada - Campaña sonreía divertido.- Siempre es así.

Rastrojo vió el rostro de Sacorroto descomponiéndose, primero en una calavera y luego en... en polvo... Sintió un escalofrío. No porque la imagen le impactara... Lo que le había impactado eran las palabras.

¿Un producto de mi mente? ¿Un producto de mi mente...?

Noooo... no era nada nacido de la imaginación de Rastrojo. Estaba seguro. Casi seguro. El espíritu de Sacorroto le había dicho eso para confundirle... o para burlarse del mestizo que le había alejado de Guepardo.

Pero la otra opción era que ya se estuviese hundiendo en la locura, como ocurre con todos los chamanes. Era ese el orígen del escalofrío. La posibilidad de perder su cordura. Caratótem era respetado y sabio, aunque poco cabal. Si Rastrojo se volvía un chiflado antes de haberse ganado el respeto de la compañía, acabaría como un tonto del que todos se burlan.

Siguió cavando. El esfuerzo físico le quitaba de la cabeza esa idea. Una tarea que hasta un mozo de cuadras podía hacer.

Ante el comentario de Campaña, Ponzoña entrecerró los ojos. Veía la magulladura en el brazo, y aunque no había golpeado con demasiada fuerza, sí sabía que el puñetazo debería haber dolido. Pero su hermano no solo negaba el dolor, sino que afirmaba que siempre era igual, es decir, nunca sentía dolor.

-¿No sientes el dolor? -aquello era peligroso, pues era inconsciente de lo que su cuerpo exigía ante amenazas como el fuego, un hueso roto o un corte profundo-. ¿Nunca lo has sentido? ¿Es lo que quieres decirme?

Escarabajo ayuda a Loor a traer leña al centro del campamento, y a preparar la fogata. La fuerza, bastante notable, del guerrero, hace que sean precisos pocos viajes, y antes que acaben las conversaciones sobre la batalla ya hay una fogata preparada en el centro del campamento. Durante el trayecto es evidente, al menos para Loor, que Escarabajo está enfadado y que usa su rabia sobre la leña, a la que coje aplicando más fuerza de la necesaria, y que rompe con las manos desnudas en trozos más pequeños y útiles para encender el fuego.

Ese empleo de la fuerza no parece, sin embargo, calmar su mirada de enfado, con lo que en un momento determinado murmura algo ininteligible entre dientes y mete la mano en su bolsa de piedras, para morder algunas piedras planas durante cosa de un minuto, lo que parece, ahora si, calmarle.

Fiel a su laconismo, o a su fama de loco, no dice nada si Loor u otro no entablan conversación con él

Jabalí rio con R'Gaa.

-Yo tengo algunas, pero... porque me las dan. Hoy he comprado algo con ellas. Parece que los comerciantes no quieren otra cosa a cambio de su mercancía -el enorme guerrero se encogió de hombros- ¡Ellos sabrán lo que se hacen!

Sí, era cierto. No acababa de comprender como se intercambiaban cosas con las monedas, no llegaba a comprender la importancia de aquellas pequeñas piezas metálicas, pero se había dado cuenta de que la mayor parte de la gente en La Compañía las tenía muy en cuenta. Solo le bastaba recordar que muchos de sus compañeros habían apostado en la pelea con aquellas cosas.

-Venga, te acompaño. Por si hay que detener a Attar cuando se despierte y le quiera romper la crisma a Campaña -asintió a la invitación de Ponzoña para atender a ambos compañeros.

Caminó junto a él y asistió en silencio a su conversación con el ganador. Arrugó profundamente el ceño mientras miraba el brazo de Campaña en el lugar en el que Ponzoña acababa de golpearlo.

-No, no, no puede haber querido decir eso. Nos está engañando, Ponzoña. Eso tiene que haber dolido, pero lo disimula muy bien -dijo agachándose para ver mejor la zona colorada del brazo- Se le pondrá morado más tarde, se ha debido llevar ahí un buen golpe en el combate. Y eso duele si se toca ahora. ¡Lo sabré yo!

A Campaña le parecía muy divertida aquella discusión sobre si podía o no podía sentir dolor, nadie parecía llegar a creérselo pero lo cierto es que asó era. El gigante escuchaba a sus compañeros con una sonrisa en la boca, mientras cada uno expresaba aún más incredulidad que el anterior.

- Siempre no - respondió Campaña a Ponzoña.- Pero si desde que Campaña recuerda... puedes preguntar a padre si tú quieres.

Pero Jabalí era el que iba más lejos de todos, y Campaña se siento halagado cuando dijo que lo disimulaba muy bien. Se notaba que no le conocía del todo, cualquiera que conocía un poco a Campaña sabía que era incapaz de mentir.

- Campaña puede demostrar Jabalí - dijo el gigante poniéndose en pie.- Fuego - Campaña señaló la hoguera que acababan de hacer en el centro del campamento.- Campaña coge una brasa, Jabalí coge otra, después ver quién aguanta más... puedes apostar - Campaña sonrió.

- Caracabra llega corriendo para pedir ayuda y que Ponzoña y los suyos acudan en ayuda de los Hostigadores que fueron a la ciudad, pues han sufrido un ataque en el mercado.

- Cuando todos se están poniendo en marcha, menos alguno que es dejado atrás para preparar tienda y fuego para los heridos, el grupo liderado por Matagatos cruza las puertas de la ciudad.

- Llegan con una carreta de dos ruedas tirada por un buey y seguida por un preocupado tendero. Sobre la carreta están exánimes Dedos, Lengua Negra, Pelagatos y Sicofante. Sus heridas son muy graves y no están fuera de peligros. Con los mejores cuidados tardarán días en recuperar el conocimiento.

- Flanquean la carreta Uro, Serpiente, y Mentiroso.

- Cierran la marcha Matagatos, Khadesa y Peregrino. Los tres, al igual que Mentiroso, están heridos y presentan heridas abiertas y sangrantes. Heridas de machete.

Jabalí se volvió a mirar hacia donde Campaña estaba mirando y vio la fogata recién encendida pero donde las brasas ya brillaban en todo su esplendor. Se volvió de nuevo a mirar a Campaña con ojo crítico, evaluando a su compañero y su apuesta.

-¡Acepto! Ponzoña escogerá las brasas para que sean iguales, las dejarán caer en nuestras manos al mismo tiempo y pierde el que primero la suelte. ¿Apostar? -preguntó mirando de reojo a Ponzoña- No, no, para mi esas cosas de metal no tienen sentido. Si tú ganas yo sabré que no mientes y no sientes dolor, si yo gano... ¡soy el más resistente! -dijo envarándose y dándose una palmada en el pecho.

En ese momento, Caracabra irrumpió de repente en donde estaban trayendo malas noticias. Jabalí se volvió a Campaña.

-Ayudemos a los demás, pero queda pendiente lo de las brasas. ¡Siento curiosidad por saber quien es el más resistente!-le dijo a Campaña invitándole a acercarse junto a él a los recién llegados.

Cuando vio venir a sus compañeros sus ojos se abrieron de par en par.

-Otra pelea. No me gustan las ciudades, no son de fiar. La sabana es mejor amiga, es más segura para nosotros. Las ciudades siempre traen problemas, heridos, retrasos en la marcha. Esto es peor que lo de combatir por dinero, cada vez que se va a una ciudad perdemos durante dias a alguno de nosotros. Esas heridas tienen mala pinta... Nunca voy a ir a una ciudad de esas... malas pulgas hay en ellas...-susurró cuando sus ojos recorrieron a todo el grupo, evaluando los daños y se pararon un segundo más en Khadesa que sobre los demás mientras su mano tocaba levemente su bolsa. Pareció aliviado cuando la vio venir por su propio pie y prestó atención o los que parecían en peor estado.

-¡Esto tiene mala pinta! Alguien ha jugado a ser carnicero y partir filetes de carne con estos tres ¡Menudos cortes! Ummm tal vez machetes y ¡muy bien afilados! por no decir que manejados por alguien que sabe como usarlos -miró a Ponzoña esperando órdenes, él era un guerrero pero llevaba bastante mal lo del ciudado a los heridos, no sabía por donde empezar exactamente. Se fijó en un par de cortes que sangraban profusamente- Jabalí no sabe mucho de curar, pero hay que hacer que no sagren tanto o morirán.

Caracabra llega corriendo al campamento, donde el resto de los hostigadores entrenan. Su cuerpo esta cubierto de polvo y no para de jadear como un perro cansado ¡Nos han atacado! ¡Nos han atacado! ¡asesinos! necesitamos ayuda. Hay heridos. Sus frases son corta he inconexas, y entre frase y frase tiene que parar a coger  aire.

Aunque el aspecto del jorobado es lamentable, su cuerpo no muestra ninguna herida o contusión. Serpiente, Uro y yo, estábamos en los jardines de la ciudad, coge aire sonoramente y entonces, después de que el espíritu de Sacoroto se fuera, vuelve a coger aire, Mentiroso cubierto de sangre.  Pidió ayuda a grito, y Serpiente me mando a pedir ayuda. Vuelve a coger aire. Dijo que había herido, que lleváramos el carro y que alguien montara una tienda para los heridos.

Rápido, hay que ir. Caracabra esta muy nervioso, quiere marchar cuanto antes de nuevo a la ciudad. ¿Cómo estará el resto? no sabe si a muerto alguno de sus compañeros o hay heridos grabes, por su cabeza pasan las imágenes de la ultima batalla.

Matagatos sacudió la cabeza repentinamente y observó que estaba parado en mitad del mercado. Durante un instante pensó que se disponía a hacer algo, pero se dio la vuelta hacia sus compañeros de nuevo. Si iba a hacer algo se le había olvidado por completo y los heridos necesitaban su atención.
Uno de los tenderos pareció preocuparse por su situación y les ofreció su carreta tirada por dos bueyes para trasladar a los heridos.

-Muchas gracias, no la rechazaremos, nuestros hombres están graves y necesitan ser atendidos en condiciones.

Sin pensarlo dos veces y con la ayuda de Peregrino, Khadesa y otros dos tenderos más comenzaron a subir los cuerpos malheridos de sus compañeros a la carreta. Entonces llegó Mentiroso con Uro y Serpiente para terminar de acomodarlos a todos. Caracabra había ido corriendo a avisar a los nuestros al campamento.

-Nos han ofrecido este carro, así que no perdamos tiempo y vayamos de regreso lo antes posible. Supongo que Mentiroso os ha puesto al día de todo. Digo a Serpiente y Uro. Estad atentos por si acaso.

Una mirada había bastado para observar que ninguno de los dos estaba herido, al menos a ellos no los había atacado nadie.
Serpiente parecía inquieto e interesado por algo más que por nuestros compañeros, aunque no había mucho tiempo para discutir nada.

-En marcha!

Sin perder tiempo todos marcharon alertas y al paso que marcaban los bueyes hacia el campamento, mientras sus compañeros comenzaban a prepararse para ir a su encuentro.

Jabalí había aceptado el reto de Campaña, sin apuestas, pero eso era lo de menos. Cuando estaban dispuestos a comenzar fue cuando percibieron la tragedia. Caracabra llegó corriendo y casi sin aliento y explicó como pudo lo que había ocurrido: los Hostigadores habían sido atacados en la ciudad. El semblante de Campaña cambió inmediatamente y se pudo leer la preocupación en su rostro, la misma preocupación que Caracabra les había transmitido a todos con su mensaje.

Trataron de ponerse en marcha rápidamente pero era difícil saber por donde empezar, acababan de enterarse de la noticia y a todos les había pillado por sorpresa. Tras los breves momentos de angustia y desconcierto un nutrido grupo se lanzó a la carrera hacia la ciudad, aunque no tuvieron que avanzar demasiado para ver como los que habían ido a la ciudad cruzaban las puertas flanqueando un carro. Pero no estaban todos en pie y parecía que el carro llevaba una gran carga. Hasta que no estuvo más cerca Campaña no vio con claridad las heridas de sus compañeros y que la carga del carro no era otra cosa que los cuerpos inconscientes de algunos de sus compañeros.

- ¡NOOO! - gritó Campaña horrorizado y corrió todo lo rápido que pudo hasta llegar a la altura de los heridos.- Nooo... primo... ¿Qué ha pasado? ¿Por qué todos heridos? - Campaña no entendía nada.- Hay que llevar heridos al campamento ¡Rápido! Campaña ayudar, primo ¿Quién está más grave?

Jabalí miró a Campaña, después a los que estaban en el carro.

-No sabría decirte... todos tienen sangre por todos sitios...-murmuró pensativo mientras intentaba decidirse por alguno.

Ponzoña estaba a punto de responder a Jabalí, cuando Caracabra llegó apresurado con las malas nuevas. Se puso de inmediato en pie y empezó a dar órdenes.

-Campaña, Escarabajo, Jabalí, Ojopocho, R´Gaa. Me acompañaréis a la ciudad. Tomad todos vuestras armas. Vaciad el carro de la quinta de inmediato y uncid las mulas. R´Gaa, tú lo conducirás. Caracabra, Loor, Rastrojo, vosotros os quedaréis aquí, en el campamento. Montad la tienda comunal y poned agua a hervir. Matagatos suele usarla -dijo, dirigiéndose a paso rápido al carromato y empezando a dejar a un lado las pertenencias allí acumuladas-. ¿Ves, R´Gaa? -dijo al ver a su lado a la muchacha presta a ayudar-. Nunca sabemos cuándo necesitaremos un guerrero más como para hacer estúpidas peleas.

Cuando las labores estuvieron concluidas, se pusieron en marcha en dirección a Idon.

-Todos a paso ligero -dijo comenzando con un trote que solo concluyó cuando llegaron a las puertas de la ciudad, momento en el cual vieron cómo Matagatos atravesaba las mismas, presidiendo una comitiva sangrienta. Los negros ojos del Hiena destellaron con furia contenida.

Su mirada repasó el cuadro. Vio las heridas abiertas y sangrantes, los precarios vendajes y la ausencia momentánea de peligro.

-Campaña, Jabalí, Ojopocho y Escarabajo, a la retaguardia. Ya. Vigilad nuestras espaldas. R´Gaa, detén el carro -dijo acercándose rápidamente a Matagatos, con mil preguntas. Pero no era el momento de formularlas. Era hora de partir. Las explicaciones llegarían después, por el camino-. Subid al carro de la quinta todos los que estéis heridos -su mirada resbaló por la pitonisa y sus fosas nasales se dilataron peligrosamente, al tiempo que su mano estrujaba la empuñadura de su arma ante la visión de sus heridas. Respiró hondo y dejó colgar su maza de la cintura. No hubo opción. La cogió entre sus brazos, como si fuera una niña, y posiblemente hubiera hecho el camino de regreso de aquella guisa hasta llegar al campamento, protegiéndola con su cuerpo. Se mantuvo unos instantes quieto y en silencio, con Khadesa entre sus brazos, antes de encaminarse al carro y depositarla cuidadosamente en él-. No viajarás más sin mí, quinta. Aunque tu destino sea la ciudad de la muerte. Lo juro -afirmó con voz ronca. Después, se giró hacia el resto de heridos y les ayudó a subir-. Adelante. Regresamos al campamento.

Los compañeros que estaban en la otra parte de la ciudad reaccionaron con rapidez. No hicieron falta más explicaciones, las noticias eran lo suficientemente importantes como para postergar cualquier duda o queja. A partir de ahí todo ocurrió con gran rapidez. El bajón de adrenalina, la pérdida de sangre y el agotamiento conspiraron para que el recuerdo fallara. Y eso que era probablemente el que mejor parado había salido del combate. Prácticamente, lo siguiente que recordaba Mentiroso con claridad, era el encuentro con el carro de la pitonisa a las afueras de la ciudad, con el resto de los Hostigadores.

«Tenía que haberles dicho que trajeran mi camello, los otros heridos estarían más cómodos».

Mentiroso se subió al carro el último, cargando su jarrón y un hatillo de tela manchada de sangre con las armas de los heridos y un par de machetes. Mentiroso cogió uno de ellos y se lo enseñó a Jabalí.

-Mira. No son gran cosa, la verdad. Mellados, afilados cien veces y mellados otra vez. Los que los empuñaban no eran mucho mejores, pero nos superaban tres a uno y nos cogieron por sorpresa. Si no hubiera aparecido la guardia de la ciudad lo podríamos haber pasado realmente mal.

Mentiroso se queda con un machete de recuerdo.

Además, se fija en la cimitarra de Lengua Negra, para ver si es la misma que le arrebató a su tío o esa se perdió en el incendio del templo de los Castores y ahora portaba otra.

Rastrojo dejó su infecto agujero. Prácticamente había ahondado las letrinas lo suficiente para que medio pelotón de Hostigadores pudiesen desahogarse durante un mes, o un Uro pudiera cagar durante tres semanas. Así que iba a dejar de cavar aunque estas noticias no hubiesen llegado.

Porqué será que no me sorprende... Dejan a trabajar en el campamento al cavaletrinas... ¿Y quién lo acompaña? Una débil mujer-en realidad no querría enfrentarse a Loor ni siquiera en un entrenamiento-y al chepudo deforme. Lo mejor de cada casa. Han dejado muy claro en qué saco me meten.

Era injusto. Pero no se quejó en voz alta. Después de todo no estaba tan mal quedarse a hacer algo fácil, como montar una tienda. Y si Khadesa era una de los atacados, quién sabe... A lo mejor volvían con una agradable noticia y cuatro trozos de pitonisa.

Loor, Caracabra... Vamos a sacar la inmensa lona del carro de Khadesa y empezar a montar la tienda.

Cuando pasó cerca de Caracabra, quiso preguntar...

Oye, ¿qué es eso de Sacorroto? Vamos, Caracabra... Cuéntaselo a tu buen amigo Rastrojo.

No dejaba de ser curioso que Sacorroto estuviese involucrado. ¿Había influído el poder del chamán de algún modo para que se produjera esa accidental manifestación? También era igual de curioso cómo, cuando necesitaba saber algo, Rastrojo cambiaba su actitud con un compañero que le había soportado tantas borderías.

MENTIROSO:

- Observas el arma de Lengua Negra, la que ha estado usando durante el combate. Es la espada larga de Sacorroto, tiene la hechura de las armas del Triplete.

- Eso no quiere decir que Lengua Negra no tenga también tu cimitarra. Dirías que también la tiene entre sus cosas.