Hice un gesto con la mano cuando Amber dijo aquello del ordenador, indicándole que tenía total disponibilidad para hacerlo ella misma. Luego, cuando siguió hablando, asentí. Ojalá de verdad estallase esa guerra. Guerra entre manadas era licántropos muertos, era algún humano afectado de rebote y la excusa perfecta para cazar unos cuantos lupinos. Hasta, quizá, la oportunidad de darles muerte. A lo mejor podíamos reducir un poco la plaga de pulgosos de la ciudad.
Sin embargo mis pensamientos se detuvieron con su pregunta y una vez más la sonrisa fácil volvió a mis labios. Me encogí de hombros, divertido, antes de responder. - ¿A mí? - Pregunté de manera retórica. - Nada. No soy yo al que han marcado. - Indiqué entonces, haciendo un gesto hacia su cuello. - ¿Es algún tipo de ritual para sellar la lealtad del informante, o algo así? - Pregunté. - Es por documentación, ya sabes. - Añadió, golpeando su pierna amistosamente.
Ante tus palabras Amber frunció más el ceño y activó la cámara del móvil para usarla como espejo. Apartó el pelo y pestañeó al apuntarla hacia su cuello durante un sólo instante, antes de dejar caer el pelo rápidamente de nuevo. Sus mejillas empezaron a sonrojarse intensamente hasta ponerse granates y farfulló algo ininteligible en voz baja.
Tras un instante tomó aire despacio y te miró un instante a los ojos para fulminarte con ellos antes de desviar su mirada. - Oh, yo estaba intentando hablar de cosas serias. - Protestó, devolviéndote el móvil.
Al ver cómo a Amber empezaban a subírsele los colores y cómo me miraba reí directamente.
- Y yo, es algo serio. - Afirmé, aún bromeando. - Dicen que al estilo perrito es más fácil quedarse preñada. - Añadí después, pero sólo imaginar aquella imagen me produjo un enorme rechazo. Además, eso abría otra cuestión... ¿Es que Jo y yo éramos los únicos vírgenes del Instituto? Bueno, siempre estaba Ivy. Y Andrea. Al menos yo era virgen porque quería, pero él... El pobre no tenía otro remedio.
Amber hizo una mueca y pareció a punto de responderte, pero finalmente tomó aire por la nariz y enarcó las cejas. - No creo que mis posibles embarazos sean asunto tuyo. - Dijo finalmente, con las mejillas sonrojadas antes de bajarse de la mesa.
- Si no tienes nada mejor que hacer que reírte de mí, me voy a dar una ducha. - Anunció mientras empezaba a recoger el abrigo y la bufanda. No pudiste evitar pensar que también iría a ponerse un iratze para eliminar todo rastro de su cuello.
Al ver que Amber no se estaba tomando aquello tan bien como debía - después de todo era culpa suya, ¿no? - negué con la cabeza, alzando ambas manos para declarar una paz temporal. Aunque ya volvería con eso más adelante, sin duda. Quizá no ahora, ni hoy, o puede que tampoco esa semana... Pero aquello no iba a quedarse así.
- Ya está, ya paro. - Prometí, poniéndome más serio. También podría haberme ofrecido para hacerle un iratze, pero no iba aún por encima a ayudarla. - Ven, quédate. - Le pedí. - He tenido un par de ideas para la lanza. - Añadí después, dejando que mi rostro se relajase en lo más parecido a una expresión reconciliadora que yo mismo me permitía.
Amber se lo pensó un momento mientras te miraba, como evaluando si tu oferta sería sincera. Finalmente dejó de nuevo el abrigo y la bufanda sobre la mesa y apoyó la espalda en ella, girándose hacia ti.
- Cuéntame. ¿Qué has pensado? - Preguntó, todavía con las mejillas sonrojadas, pero con un brillo curioso en los ojos.
Al ver que cambiaba de opinión me senté sobre la mesa directamente, dispuesto a explicarle aquello cuanto antes.
- A ver, - Le dije. - cuando yo me enlazo a ella y la invoco, viene. - Señalé a pesar de que era evidente. - ¿No se podría hacer algo así entre la lanza y las cuchillas? - Pregunté de manera retórica. - Es decir, alguna manera de que vuelvan después de lanzarlas sin tener que parar a colocarlas a mano.
Amber escuchó tu idea y se quedó pensativa varios segundos en los que casi podías imaginar su mente funcionando a toda velocidad. Finalmente entrecerró los ojos y asintió despacio.
- Tal vez sí. Habría que ver cómo canalizar tu poder a través de una runa en la lanza y hacerle una runa gemela a la hoja. - Hizo una pequeña pausa y volvió a asentir. - Creo que podría conseguirlo. Pero necesitaré que hagamos algunas pruebas. Déjame que revise algunos libros y mañana le echamos un vistazo. - Te miró con aire distraído, probablemente seguía dándole vueltas y sabías perfectamente que no pararía hasta resolver el problema. - ¿Has tenido alguna idea más?
Escuché y asentí a las primeras palabras de Amber, aunque cada una de ellas sonase exactamente igual que la anterior. Por el tono de su voz estaba más o menos claro que sabía de qué iba el rollo, y eso estaba bien.
- Pero no tienen por qué aparecerse. - Expliqué entonces, sin saber si eso lo había entendido, yo me había explicado mal, o es que ya me hablaba de otra cosa. - Pueden venir volando, o algo así, si es más fácil, como un boomerang. - Valoré. - Incluso eso abriría opciones en combate. - Expuse entonces, pensando sin querer en un par de formas de matar algún demonio o subterráneo con eso. A un hombre lobo, por ejemplo.
- Y sí, se me ha ocurrido una especie de cosa, pero aún estoy intentando entenderla antes de explicarla. - Le dije, frunciendo un poco el ceño. - Tú lo que haces es como traducir las runas a las armas, ¿no? - Pregunté. - ¿Se podría hacer algo como una runa localizadora para una raza, y que fuera más fácil acertar a un determinado enemigo? - Valoré. - ¿O una runa de limpieza, y que ayudase a eliminar las potenciaciones que lleve encima?
Amber asintió a tus primeras palabras. - Sí, a eso me refería. Con una runa en el arma y su gemela en la hoja, ambos se atraerían, pero necesitarían canalizar tu poder para que algo así funcionase. - Hizo una pausa. - Tenemos que hacer pruebas. Si funciona quizá pueda hacer un guante de metal con el que podría atraer mis cuchillos.
Sin embargo, tras quedarse un instante pensativa, pensando todavía en las posibilidades de aquello, negó a tus siguientes propuestas. - No, eso no funcionaría. Las runas son el lenguaje que el ángel nos dio y para hacer algo así tendríamos que usar runas prohibidas. Demoníacas. Quizá si un mago me ayudase con esa parte como hicieron en su momento con los portales... Pero no tengo confianza con ninguno como para pedirle algo así. - Suspiró. - Dudo mucho que haya muchos brujos dispuestos a colaborar con algo que podría hacerles tanto daño.
Volví a asentir a las nuevas palabras de Amber. Volvía a hablar en ese idioma friki y tan propio de ella, pero ya estaba acostumbrado. Empecé a entender lo que decía cuando dijo que tendríamos que hacer pruebas, y ahí asentí de nuevo con más convicción. Aquello me gustaba más.
- ¿Podría usarse en cualquier arma? - Pregunté, frunciendo un poco el ceño. La lealtad nephilim estaba muy bien, pero tampoco sabía si quería que todos acabasen aprovechándose de mi idea. - ¿Arco? ¿Ballesta? La herida de salida de una flecha clavada podría ser tan mala como la de entrada.
Después, cuando empezó a mezclar las churras con los subterráneos a punto estuvo mi lengua de hablar antes de tiempo. Yo lo tenía claro: bastaba con obligar a uno de esos asquerosos. Sin embargo sabía que Amber no tenía la misma idea de ese tipo de abominaciones. Y la marca de su cuello lo demostraba.
- Bueno, - Le dije. - tenemos tiempo de buscar alguno mientras hacemos lo otro. Podemos ofrecerles experimentar con el pervertido a cambio. - Propuse, bromeando a pesar de que mi tono dijese lo contrario.
Amber rió con tus últimas palabras, ya recuperado el buen humor ahora que parecías haber dejado el tema espinoso y le habías dado algo con lo que entretener su cerebro.
Después asintió. - Si lo que estoy pensando funciona, podría usarlo cualquier nephilim con cualquier arma. En el peor de los casos haría falta un nephilim con afinidad con las armas como tú para crear las runas, pero una vez creadas, cualquiera podría usarlo. - Hizo una pausa. - La verdad es que es una idea genial, no sé cómo no se le ha ocurrido a nadie antes.
En mi rostro se cruzó una pequeña sonrisa al ver reír a Amber y le dediqué una pequeña mirada cómplice. No entendía por qué los demás no le veían la gracia a ese tipo de comentarios. Aunque bueno, también era cierto que en general la gente tenía un concepto bastante aburrido de lo que era y no era divertido.
Asentí a sus palabras. Me gustaba la idea de que se necesitase de alguien con Armería. A lo mejor hasta podíamos presentarle esto a Gareth como una investigación conjunta, o algo así, y ganar alguno de los puntos que el asqueroso italiano me había hecho perder.
- Bueno, - Dije entonces, señalando lo evidente. - no te tenían a ti. - Observé. Luego me quedé algunos segundos en silencio, dudando sobre por qué no estaba trabajando en ello todavía. - Cuéntame, ¿qué necesitas?
Amber se te quedó mirando con aire divertido y finalmente soltó una risita. - Que te marches para que pueda ir a investigar a la biblioteca. - Respondió con cierto tono burlón. Superada la incomodidad de unos minutos antes, la chica ya parecía estar como siempre. Aunque los ojos se te iban de vez en cuando al lugar donde sabías que su pelo tapaba la marca.
Con un empujón amistoso me aparté de Amber al escuchar aquello. Yo era el primero que quería que se pusiera a ello cuanto antes. - Sólo me quieres por mis runas. - Enuncié falsamente ofendido mientras me encaminaba hacia la puerta. - Estaré en la sala de entrenamiento. - Dije luego, para que supiera dónde encontrarme si me necesitaba.
Una risa respondió a tu empujón amistoso y Amber se encogió de hombros. - ¿Por qué iba a ser si no? - Dijo, continuando la broma mientras recogía una vez más el abrigo y la bufanda. Antes de que salieras por la puerta alzó la voz para decir algo más. - ¡No te olvides de que hoy te toca hacer la cena a ti!
Sin más, empezó a coger algunos papeles, lápices y su portátil.