Los hombros de la pelirroja se encogieron brevemente al asunto de la crianza. No parecía que ella le diese mucha importancia a eso, pero sí que respetaba que tú sí. Pero cuando seguiste hablando le brillaron los ojos.

—Claro que sí. Ese es el espíritu —afirmó con seguridad y una gran sonrisa a tus últimas palabras—. Émille es un poco bruto, pero aprendes más con él en una hora que con una semana entrenando tú sola. Y si vieras cuando pelea contra Alice, es una pasada.

Esa tía empezaba a ser insoportable, era buena, no mejor que yo, pero era buena. Con su maldito brillo y su fina sonrisa como si no le importara lo más mínimo que fuera a robarle el tiempo de su especie de prometido.

— ¿Bruto? —abrí los ojos en sorpresa— No lo he notado —ladeé la cabeza y volví chata mi sonrisa mientras apoyaba un dedo entre mentón y mejilla pensativa—. Bueno, me cortó una vez.

Volví a mirarla colocando la cabeza recta y ajustándome las gafas— La próxima vez llevaré runas —le tendí el brazo pidiendo que me enseñara más—.

Amber se rió con naturalidad con tu primera respuesta.

—Ya lo notarás —vaticinó, como si creyese que Émille se habría comportado contigo por ser nueva en lugar de darlo todo.

Y con tu última afirmación, su sonrisa se amplió, estirándose más de una comisura que de la otra, con cierta picardía.

—Entonces te enseñaré algo para que lo sorprendas, algo que no se espere que tengas... —Cogió la estela con una mano y sujetó tu muñeca con la otra. —Le gustará que hayas tomado la iniciativa, ya verás. —Mientras hablaba, iba deslizando la punta de la estela por tu piel, dejando a su paso ese rastro negro que quemaba. —Esta es la runa de Aguante. Con ella podrás resistir mejor los golpes y así durarás más en una pelea.

Cuando terminó, soltó tu brazo y levantó la mirada para buscar la tuya, todavía con ese aire divertido flotando en los labios.

—Te podría enseñar también la de Estamina, pero esa mejor te la dibujo en un papel porque dura sólo unos minutos minutos y luego te deja baldada durante días haciendo reposo. Eso sí, en esos minutos dará igual los golpes que te lleves, aguantarás como una campeona.

Cuando Anbel me cogió la muñeca me preparé para el quemazón de la estela y, sin embargo, mis mejillas ardieron muchísimo más cuando empezó a aconsejarme para llamar la atención de lanzaman. Ni siquiera la capa de maquillaje que llevaba me dio la tranquilidad de que mi rojez estuviera bien escondida.

— ¿De qué coño va esta bruja? —me planteé mientras dibujaba esa nueva runa en la que oculté mi mirada hasta que soltó mi brazo y no supe donde meterme—.

Asentí a su nueva propuesta, que la dibujase en la libreta valdría por ahora, así podría decir a lanzaman que yo solita había investigado cuando se sorprendiera de lo genial que ya soy. Sería precioso, él volvería a intentar hacerme sangrar, pero yo pararé sus golpes hasta que respire con ese aire sexy del casi agotado y entonces le diré el nombre de mis runas y detendrá el combate para felicitarme y pondrá su mano en mi hombro y y le atacaré a traición y me amará para siempre y le contaremos esta historia a nuestros hijos.

— Vale —le acerqué el cuaderno a la pelirroja, total, si estaba maldito no vendría de aquí—. ¿Hay-hay alguna para no sangrar?

—Bueno... —comenzó a decir, mientras tomaba la libreta y cogía un bolígrafo de la mesa. Su mano se movió con seguridad, dibujando un trazo preciso sobre el papel mientras seguía hablando—. Con la de Aguante sangrarás menos, si te hacen un corte pequeño a lo mejor no llegas a sangrar. Pero con uno grande sí. Y luego... Tienes la de Desvío, que desviará el primer golpe que te lleves, pero es un engorro estar haciéndola todo el rato en combate.

Terminó de dibujar y te devolvió el cuaderno. En él podías ver el dibujo de una runa y debajo había escrito con una caligrafía redondeada: «Estamina».

—Ésta es. Pero practica bien antes de hacértela en la piel. Dibujarla mal te podría dejar en cama una buena temporada.

Cogí la libreta con el pulso aun desubicado y me quedé unos segundos mirando la nada en un punto de ese papel mientras mi cabeza buscaba el modo de centrarse. Luego, empecé a estudiar el trazo de la runa primero con los ojos, después con un dedo en el aire casi pegado al dibujo. — Priktiki bin intis— imité su voz repelente— Gracias, ya buscaré esa otra, no quiero abusar —No puedes dar nombres sin dibujarla tía vaga —incliné un poco la cabeza en gratitud genérica —. Ahora me pondré a practicarlas, empezaré por las más fáciles y probaré en la piel primero las inocuas.

Apreté el cuaderno contra mi, cruzando los brazos por encima en apropiación del mismo y de su contenido— Esto te tiene que gustar mucho —valoré—. No tenías porqué perder tanto tiempo conmigo.

— ¿Voy a por mi falda después? —enlacé a lo que había venido algo incómoda con lo que acababa de decir.

La pelirroja asintió cuando dijiste que lo buscarías tú y no te costó darte cuenta de que te miró complacida, como si tu autosuficiencia le agradase. Sin embargo, no hizo ningún comentario al respecto. Aunque empezó a negar con la cabeza con lo siguiente y parecía a punto de decir algo cuando preguntaste por tu falda.

—¡Ah! La falda... —dijo, ampliando su sonrisa—. Tenía que poner una lavadora, así que la metí con mi ropa. Luego tendré que ir a tenderla... Espero que no se me olvide. Hace unas semanas se me olvidó que la había puesto y cuando quise ir a buscar la ropa, olía toda fatal. Tuve que lavarla dos veces para que se le quitase. Creo que llevaba cuatro o cinco días mojada —Compartió su pequeña anécdota haciendo una graciosa mueca para terminar encogiéndose de hombros. —Te la doy cuando se seque, ¿vale? Pero no te preocupes, puedes coger todo lo que necesites de mi armario. Hasta que puedas ir a por tus cosas y eso.

Y apenas dejó un par de segundos antes de recuperar aquello que se había quedado en el aire.

—No ha sido una pérdida de tiempo, a ti te ha servido para aprender algunas runas y a mí para conocerte un poco más. Ambas ganamos. —Hizo una pausa y buscó tu mirada con la suya. —Tú no te preocupes por preguntar todo lo que quieras a cualquiera del Instituto. De verdad. Estamos aquí para ayudarte a integrarte y aprender.

Ese rollo raro de mirarme satisfecha me ponía los pelos de punta, pero podía soportarlo mientras siguiera valiéndome para sacarle información, sin embargo, cuando dijo que había lavado mi falda, y que lo había hecho junto con su ropa de bruja, se me paró el corazón — ¿qué coño has hecho, puta? —abrí los ojos alucinada sin escuchar que más decía—. Había lavado mi primer combate con lanzaman y había impregnado en su lugar su mal agüero. Y seguro que lo había hecho a propósito.

— La próxima vez pondré yo la lavadora —dije ofreciéndome a ayudar -y a devolvérsela- Van a irse hasta las manchas de sangre que ya ni ves —pensé en castigo—. Y sonreí y asentí a sus últimas palabras sobre ganar ambas algo.

— Lo haré —respondí a lo segundo intrigada por aquella mirada de ojos verdes que no cubría—. Bonitos ojos —aparté los mios, estrujé el cuaderno y miré lo cambiado que estaba mi brazo—.

—Te dejo hacer —incliné la cabeza en despedida y salvo que me pidiera otra cosa me iría a la biblioteca a por el libro gris–.

—Gracias —respondió Amber, dedicándote una sonrisa radiante como respuesta a lo que parecía haber interpretado como un halago.

Después asintió con la cabeza a tu despedida y mientras empezabas a moverte, ella se bajó de la mesa.

—Nos vemos —dijo, antes de darse la vuelta para continuar con lo que estaba haciendo cuando llegaste—. Cualquier cosa ya sabes dónde suelo estar.

FIN