—Claro, dalo por hecho —respondió Amber con suavidad y un asentimiento de cabeza que hizo oscilar sus cabellos recogidos en una coleta. 

Mientras tu mirada se perdía en el paisaje, las dos chicas soltaron las mochilas y Ella se sentó, apoyando la espalda en el tronco de un árbol. 

Con tu pregunta, Amber primero te miró extrañada, como si se preguntase de dónde habías sacado ese nombre, pero enseguida cayó en que debías haberlas escuchado al llegar y sonrió. 

—Robin es una amiga de Ella y mía. Se crió aquí en Alacante, como nosotras, pero desde hace tres años vive en el Instituto de Nueva York. 

Se sentó junto a la otra chica mientras iba hablando y colocó sus piernas a lo indio. Antes de continuar, miró a Ella, que hizo un gesto encogiéndose de hombros que parecía decir «¿Por qué no?» y tras él, siguió hablando.

—No sé si lo sabes, pero la homosexualidad está muy mal vista en La Clave —explicó—. No es que esté prohibido, claro, pero sí que se considera algo... bueno, humillante. A nosotras nos parece una chorrada retrógrada, ¿eh? —aclaró, incluyendo a las dos en eso—. Pero a la mayoría... —Sacudió la cabeza—. El caso es que Robin acaba de anunciar a sus padres y el resto del Instituto que es lesbiana y que está saliendo con Lisa Carwright. Así que se ha debido montar una buena en su enclave. 

La tarde se desarrolló sin ningún contratiempo, las tres chicas merendaron bajo los árboles que había junto al lago y compartieron anécdotas y risas hasta que el sol empezó a caer y llegó la hora de regresar a la ciudad, aunque con la promesa de excursiones futuras.