Había sido un día de locos, apartadas todas tus rutinas y costumbres por la presencia de los dos novatos cuya educación te habían cargado a ti, quisieras o no. Sin embargo, cuando llegó la hora de tu entrenamiento diario con Gareth todo tu agotamiento físico y mental se hizo a un lado. No estabas seguro de si con toda la situación que teníais entre manos los entrenamientos seguirían su curso como había sido hasta el momento, pero desde luego no ibas a ser tú el que se echase atrás.
Así que allí te presentaste a la hora habitual, sin estar seguro de si Gareth acudiría a vuestra cita. Y en cuanto abriste la puerta sentiste el aire de un cuchillo rozar tu mejilla para clavarse en la otra hoja, junto a tu cara.
Al mirar hacia delante viste a tu mentor, vestido con el traje de entrenamiento y con otro cuchillo en la mano, dispuesto a lanzártelo. Sabías perfectamente que su puntería era milimétrica, así que el primero sin duda había dado exactamente donde quería dar. Seguramente había sido tan sólo un aviso. Sin embargo, estabas bastante seguro de que el siguiente no fallaría y por la mirada de Gareth apenas tenías un breve instante para reaccionar antes de que el cuchillo volase hacia ti.
Necesitaba aquel entrenamiento. Mi cabeza iba a estallar con tantas responsabilidades, tanta información y tantas idioteces. Si Gareth no estaba, bueno... Pasaría unas horas desahogándome a solas.
Sin embargo, al abrir la puerta y sentir aquel cuchillo rozar mi mejilla una pequeña sonrisa apareció en mi rostro, reaccionando de inmediato. Cogí el cuchillo clavado en la puerta y eché a correr en su dirección, preparado para usar el arma para desviar su ataque si llegaba a lanzarlo. Por el camino, mientras tanto, enlacé a mí aquel cuchillo. Esto sólo acababa de empezar.