Aupé las cosas que cargaba para reacomodarlas a mis brazos y manos y aproveché para ocultarme un poco detrás de Kitty. Esa mudanza empezaba a ser demasiado íntima. Tener a Emille cargando algunas de mis cosas era muy de novio por más que él quisiera negarlo con eso del verde. Pero que me pidiera que le contase el cuento era como pedirme que esa noche le arropara y le viera dormir hasta asegurarme que no tenía pesadillas.
Tal vez se había dado cuenta de lo del encantamiento y quería desdecirse un poquitin, sin decirlo, como un macho. Tal vez quería desdecirse mucho y usaría el pretexto de no saber el cuento para hablarme de su infancia y de ahí acabar compartiendo todos sus secretos.
— Trata de una princesa llamada Blancanieves porqué era blanca como la nieve y su madre murió antes de pensar un nombre mejor —empiezo con el corazón latiendo a mil en el moratón de mi ojo y en mi cuello—. También tenía los labios rojos como la sangre pero no tenía nombre de eso, porqué labiosangrientos era menos bonito.
Me encogí de hombros aupando de nuevo las cosas— El caso, que el rey, su padre, necesitaba una nueva reina y se enamoró de la mujer más cañón del reino y se casaron. Esa mujer era una bruja vanidosa que solo pensaba en ser cada día más guapa y tenía un espejo mágico al que le preguntaba cosas y este le respondía siempre la verdad. ¿Te imaginas la de cosas molonas que se podría hacer con eso? Hola reino vecino, así que me vas a declarar la guerra, espera que mi espejo me cuenta vuestro plan y dónde están escondidos mis enemigos. O espejo cuentame qué día van a vencerme y luego vuelve a mirar como lo evito. O espejo dame la receta ganadora del concurso de tartas de manzana. Pero no, ella siempre preguntaba: espejo, espejo mágico, dime quién es la más bella del reino. Y el espejo respondía: Vos, su majestad. Hasta que un día le dijo que ya no, que ahora la más bella era blancanieves.
Paré para coger aire y echar un vistazo más allá de mis pies para vigilar con las escaleras — Bueno, pues la reina se pillo un B.A. que no veas —chasqueé la lengua al recordar con quién hablaba—. Un B.A. es un berrinche de arpía —le aclaré—. Total, que decidió cargarse a la niña, contrató a un cazador y lo mandó a matarla pero quería que le devolviera el corazón como prueba. Pero la niña enamoró al cazador con dos sonrisitas y un parpadeo y la dejó escapar y llevó a la reina un corazón de algún animal, pongamos un pato. Como odio esos bichos—aseguré con un escalofrío subiendo por mi espalda—.
— No coló, y la reina dijo pues será mejor que lo haga yo. Y no preguntó al espejo ni nada dónde estaba la niña. Salió a la aventura y cuando dio con ella, pues la mató con una manzana envenenada. Se había disfrazado de buhonera y le dijo te regalo la manzana, y la otra dijo que vale, no te fastidia. Blancanieves se la comió y murió.
Levanté la mirada del suelo para mirar a Emille, en parte por si había dejado de estar a mi lado mientras miraba el suelo, y en parte por saber si seguía el cuento o ese final era tan bueno como el otro.
Empecé a escuchar la especie de cuento ese que desde el principio tenía toda la pinta de ser un coñazo. Aguardé la aparición de un demonio, de que la Blancamierdas esa hiciera algo interesante o algo, pero nada pasó: su mayor hazaña era ser guapa. Fijo que la loca esa lo había entendido todo mal y la prota era la bruja. ¿Que será una subterránea de mierda? Sí, pero al menos hacía algo.
Asentí sin demasiada emoción cuando explicó lo del B.A. ese, como si supiera de lo que me hablaba, y al seguir escuchando me quedó claro que la pirada no había entendido nada. Si uno debía contratar a otro era siempre el cazador a una bruja, no al revés.
Esperé el final, cada vez más convencido de que quien era la protagonista era la puta bruja, y en cuanto dijo eso de que la mató con una manzana envenenada, engañando y demás, asentí.
—Claro —enuncié—. La mató así para que no se supiera que había sido ella, por los Acuerdos —expuse para ver si así entendía un poco mejor su propio cuento. Y no fue hasta entonces que me di cuenta de algo.
—Espera. Entonces, ¿decías que Alice es una bruja? —pregunté antes de mirar a la pirada y, con aquella idea en la cabeza, reír con ganas como con toda seguridad no me habría visto hacer nunca—. Esto tienes que contárselo a ella.
Su explicación sobre el porqué de la manzana hizo que me derritiera un poco, tan poquito que solo quise tener una tercera mano para alcanzar mi pañuelo verde y hacerme un torniquete en el corazón con él. Era admirable que buscase explicación y razón en todo, era increíble verle tenerlo siempre todo bajo control, era fascinante aquella seriedad que siempre le mantenía listo para el combate.
Fui a responderle cuando empezó a reír y me bloqueé como debe bloquearse todo cerebro al ver la aurora boreal. Me quedé mirándole en silencio, voluntario y forzoso pues mi cuello se quedó seco y hasta mi corazón dio un vuelco. Si lo contaba, nadie me iba a creer, pero ni loca iba a compartir eso con nadie. Esa risa iba a ser la octava maravilla del mundo y quedaría guardada en mi para siempre.
No me salió la voz cuando quise responder, solo un ruido ahogado en la garganta que podía entenderse como un asentimiento.
Al ver que la pirada ni siquiera contestaba la miré por un instante. A saber qué mierdas tenía en la cabeza, lo mismo estaba intentando invocar un kuri o alguna historia así. En cualquier caso eso había mejorado mi humor probablemente para el resto del día.
Seguí caminando ya con la vista en el frente. Tenía que contarle aquello a Amber. Sin embargo ni aquella interrupción había servido para distraerme de mi pregunta.
—Entonces no sabes lo que es el Espejo Mortal —enuncié, aunque esta vez había aún el atisbo de una sonrisa en mi expresión. No tardé en decir algo más—. Y una corrección: ningún nephilim nace gracias a la copa. Los humanos ascienden. Es distinto.
— Entonces no sabes ñeñeñe —lancé una mirada helada a lanzaman — Pues tu no sabes ni que es el espejo mortal ni qué es blancanieves, así que pierdes —pensé haciendo morros sin darme cuenta—.
—Me gusta tu risa —respondí lo que no quería y pálida volví a mirar al frente repitiendome una y cien veces que si fingía que no había dicho nada, nada habría pasado, y solo por si acaso me apresuré a buscar qué añadir —. Es distinto, sí, gracias. Ascienden, no nacen. ¿y el espejo qué es entonces? ¿Al mirarte te representa tus poderes? Porqué eso me vendría muy bien.
Miré alzando una ceja hacia la loca cuando dijo eso de que le gustaba mi risa. A vacilar a otra parte. Sin embargo no me afectó lo suficiente para enfadarme. La vi más pálida que de costumbre, pero en lugar de hacerle caso llevé la vista al frente. Cuando habló me sorprendió un poco que agradeciera la corrección y asentí en silencio. Luego, con su pregunta, no tardé en contestar.
—El Espejo es el lago del que emergió el Ángel —expuse—. Y no te muestra nada. De hecho sus aguas son venenosas para los nephilim y producen alucinaciones —enuncié, añadiendo algo más tras un par de segundos—. Sólo el Ángel sabe por qué.
Sólo un par de pasos después volví a hablar.
—Si te preocupa lo de tus poderes nos podemos centrar en eso luego —ofrecí—. Cuando antes los conozcas y entrenes, antes empezarás a ser útil.
Así que les iban las metáforas y llamaban espejo a un largo. Muy bien. Muy originales. Tal vez luego resultaba que el ángel no era un ángel, sino un silencio o una cosa de esas de la planta que los occidentales soplan.
— Interesante —dije para no decirle que lo que era obvio que las alucinaciones esas del agua venían a cumplir la función del espejo del que yo hablaba. Solo que quizás en vez de mostrarte tus poderes te mostraban lo que al ángel le venía en gana—.
Asentí entonces a sus últimas palabras y aupé las cosas. Ya que hablaba de utilidad podría molestarse a ayudarme. Ser un caballero y llevarme en brazos. A mi y a mis cosas. Pero en el fondo sabía que hablaba de otro tipo de utilidad, hablaba de ser agente en activo, de poder combatir a su lado.
—Aprendo rápido, siempre lo he hecho —dije para consolarle y me detuve para mirar una última vez la resi—.
Me hizo gracia verla tan rosa y sin nada que quisiera llevarme dentro e imaginar que realmente le prendíamos fuego. Nada gritaba brujas tanto como aquello y en todo el mundo las brujas eran buen combustible. Pero una muerte por mis pensamientos era bastante — Las brujas no arden —avisé al kuri por si acaso—.
— ¿Sabes, Emille? El funeral de Aly Ami-son todavía se alargará un par de semanas... —sugerí volvernos a acercar, tal vez restregarselo por la cara a Stacy y las demás, tal vez terminar de empaquetar cosas innecesarias, tal vez quedarnos a la fiesta.
No asentí más que con mi actitud cuando la chica dijo que lo del lago era interesante. A mí siempre me había parecido un poco una mierda, la verdad. La Copa tenía su utilidad, la Espada también... Pero el Ángel había sido un poco hijo de puta con lo del Espejo. Eso o, como decían la mayoría, no conocíamos sus motivos.
Sí asentí con más determinación cuando dijo lo siguiente. Más valía que fuera verdad, porque como fuera a la misma velocidad que Ethan o la petarda de Nora íbamos a morir de viejos antes de que entre todos pudieran hacer las funciones de un solo nephilim. Al ver que se detenía di por hecho que ya estaba cansada y suspiré. Joder, más valía que fuera cierto eso de que aprendía deprisa.
Cerré los ojos un instante, centrado en darle un hype para no retrasarnos más todavía, y seguí andando.
—Joder —enuncié tras sus palabras—. Los humanos son un poco retrasados, en serio. Para entonces el cuerpo ya olerá bastante.
¿Cierro aquí o queréis seguir con ello?
Por mi cierra