Partida Rol por web

Habían pasado ya un par de días desde que llegué a ese lugar. No había descansado mucho desde entonces. De día venía gente a visitarme a la habitación que me habían ofrecido y de noche... No habían sido demasiado buenas. No podía parar de moverme. Mi subconsciente todavía le daba vueltas a todo y me despertaba casi a cada hora.

Hubo un momento en el que pude estar sola en la habitación sin que nadie interrumpiera. En ese rato, estirada en la cama, analicé el anillo que me había dado tío Ralph. Lo analicé con tanto detalle que probablemente podría reproducirlo en un dibujo y que me quedara calcado.

Durante ese rato de inspección, me acordé de Amber y de sus comentarios acerca de los Morgenstern. Parecía que, a parte de Gareth, ella conocía bastante sobre ese apellido y quizás podría ayudarme a obtener más información.

Me dirigí entonces hacia el sótano del castillo aunque imaginaba, por lo que me habían dicho, que debía hacerlo con un poco de cautela. Cuando llegué me impresionó tanto el lugar como lo que había en su interior. Estaba un poco nerviosa pero en el momento en que Amber me saludó con ese buen humor, se me pasó y mis labios esbozaron una rápida sonrisa.

Me acerqué con precaución a la posición de Amber. No sabía qué estaba haciendo exactamente, pero por si a caso me mantuve a una distancia prudencial. - Hola Amber. Siento molestar... Te buscaba porque durante la reunión de presentación con Gareth y los demás me fijé en que supiste identificar el origen del anillo que me dio mi tío... - Hice una pequeña pausa para respirar y acercarme un poco más si lo veía posible. - Quisiera saber un poco más sobre el tema. No sé si me podrías explicar algo más sobre los Morgenstern... O si conoces la manera de encontrar más información acerca de ellos, en concreto. - Finalicé, esperando la respuesta mientras observaba de tanto en tanto y con bastante curiosidad el artilugio con el que estaba trabajando.

Amber se quedó pensativa un instante, pero después se levantó las gafas, colocándolas a modo de diadema en la parte superior de su cabeza, y depositó con cuidado el soldador encima de un trozo de madera, o algo así. 

—No, no. No molestas ni un poco, tranquila. Tú pide y pregunta todo lo que necesites —respondió poniéndose en pie—. En realidad prácticamente cualquier nephilim que hubiera visto tu anillo debería reconocer su sello, ¿sabes? Es bastante famoso entre los nuestros y me temo que no para bien —agregó, haciendo una pequeña mueca como de disculpa hacia ti.

Entonces hizo una pausa y con un pequeño salto se sentó en la mesa, como poniéndose cómoda para charlar un rato. Después ladeó la cabeza observándote.

—Bueno. Lo primero que deberías saber es que es bastante común que los nephilim tengan anillos como ese. Una muestra de orgullo familiar o algo así. La verdad es que nuestra cultura está llena de tradiciones y símbolos, pero ya lo irás viendo —dijo, aleteando en el aire con una mano—. En la biblioteca seguro que hay mucha información sobre los Morgenstern y seguro que Gareth o Scott saben mucho más que yo. Pero básicamente el último de esa familia se volvió una especie de... ¿nazi peligroso? Supongo que es lo más parecido, para que lo entiendas.

»Nosotros los nephilim provenimos del ángel Raziel que ofreció su sangre al primer cazador de sombras para crear una nueva raza que luchase contra los demonios.

»Los Subterráneos son las otras razas. Vampiros, hombres lobo, hadas y brujos. Proceden en parte de los demonios y eso define su naturaleza, pero no los hace malos per se. La mayoría son buena gente y vivimos en paz con ellos gracias a los Acuerdos —explicó, mordisqueándose los labios como si estuviese tirando de una pequeña piel—. Valentine, el último de los Morgenstern, se volvió loco poco a poco y quiso exterminar a todos los Subterráneos. Al principio sólo era un poco radical y por lo que dicen tenía mucho carisma. Consiguió muchos seguidores y formaron El Círculo. Pero con el tiempo se fue volviendo más fanático y agresivo. Valentine defendía la pureza de la sangre del ángel y su supremacía. Finalmente atentó contra La Clave y los Acuerdos y trató de provocar una guerra. Por lo que sé, su mujer y su mejor amigo habían descubierto lo que planeaba y un ejército de Subterráneos acudió en ayuda de los nephilim. Así doblegaron a Valentine y creo que finalmente murió en un incendio en su casa al intentar escapar.

Entonces se detuvo y te dedicó una sonrisa de ánimo.

—Supongo que todo esto te sonará como una locura total, pero ya irás aprendiéndolo todo ahora que estás entre los de tu propia sangre. ¿Te han dado ya un códice? Si quieres prepararte como cazadora necesitarás uno cuanto antes.

Agradecí que Amber dejara de trabajar en sus cosas para prestarme atención. Me supo mal haberla interrumpido, pero necesitaba tener el máximo de información cuanto antes y me pareció que la mejor forma de hacerlo era hablando con los individuos que acababa de conocer.

Cuando dijo que el anillo era famoso entre los nephilim lo miré de nuevo. Lo sería para los que han sabido toda la vida que lo eran, porque yo nunca había oído hablar de ese apellido por parte de nadie. Aunque Ralph había mantenido todo lo relacionado con los nephilim en secreto toda mi vida... Cosa que todavía no entendía.

Gracias a la explicación de Amber comprendí mejor el tema de las "razas". Nunca imaginé que algunas de las cosas que nombró, como los vampiros o los hombres lobo, existieran de verdad. De hecho, todavía tenía mis dudas, aunque se habían reducido bastante últimamente.

Luego escuché atentamente todo lo que me dijo sobre Valentine, reteniendo la información lo mejor que pude. Después ya analizaría todo e intentaría relacionarlo con mi caso. Sobre todo, me hice una nota mental importante. Preguntar a Gareth o Scott sobre los Morgenstern. 

Asentí con una sonrisa y una mirada todavía un poco incrédula a lo de que todo me parecía una locura. Seguidamente me encogí de hombros cuando me preguntó si me habían dado ya un códice. - No, no me han dado ninguno. ¿De qué se trata? - Pregunté con educación.

Pero antes de que respondiera me acordé de que quería preguntar algo más. Intenté hacerlo de nuevo con la máxima educación posible. - Disculpa, antes quería preguntarte... - Me llevé una mano a la cabeza y agaché la mirada. Tenía tantas dudas... - ¿Crees que mis padres también eran nephilims, como mi tío? - Levanté de nuevo la mirada. 
- Quiero decir... ¿Es hereditario, o algo así?

La chica asintió con la cabeza.

—Es genético, sí. Es algo que está en tu sangre y tiene que venirte de algún sitio. Así que o tus padres eran nephilim, al menos uno de los dos... O no eran tus padres. Aunque si vivíais como mundanos tal vez no lo supieran. —Se encogió de hombros y ladeó un poco la cabeza. —Es bastante irregular todo esto, ¿sabes? No es que haya muchos nephilim como para que algunos puedan perderse sin que nadie lo sepa. Y tenemos registros genealógicos familiares... Lo curioso es que tu tío sí que sabía lo que era, así que supongo que para intentar encontrar a tu familia tirarán de ese hilo para intentar averiguar quién era en realidad y por qué vivía como un mundano. Bueno y por qué te mandó con una bruja en lugar de dirigirte directamente al Instituto... Es todo muy raro.

Se quedó pensativa un instante, mirándote como si pudiera encontrar la respuesta a todas aquellas preguntas en tu rostro y finalmente sacudió la cabeza y cambió de tema.

—El códice es una especie de manual para aprender a ser nephilim. Se usaba principalmente para los mundanos que tenían la misión y a los que se les concedía la Ascensión. Ahora ya no se puede hacer porque desapareció la Copa Mortal, ¿sabes? Pero ha resultado ser bastante útil para los que estáis apareciendo sin conocer nada sobre el mundo de las sombras. Si quieres podemos ir a la biblioteca y te busco uno para que puedas ir leyéndolo.

Permanecí atenta cuando Amber me explicó que ser nephilim se trataba de algo genético. Sin embargo, mi cara se puso en blanco cuando caí, a la vez que Amber lo decía, que podía ser que Jon y Joan no fueran realmente mis padres. Si lo hubieran sido... ¿Me hubieran dicho algo? ¿O como Ralph, me lo hubieran ocultado...? Pensé unos instantes, aunque agité la cabeza para quitarme de esos pensamientos en ese momento y me centré de nuevo en lo que me decía la chica.

Amber me inspiraba bastante confianza y parecía una persona muy inteligente. - Si se me ocurre algun dato más que os pueda ayudar a encontrar a mi tío... Os lo diré - Indiqué, con una sonrisa en los labios, a pesar de que mis ojos mostraban preocupación.

Escuché a continuación todo lo que dijo sobre el códice y pensé que sería interesante echarle un vistazo. No entendí nada sobre "la Ascensión" ni sobre "la Copa Mortal", aunque Amber me hablaba como si creyera que algo sabía. Demostré mi desconocimiento con una mueca y una negación con la cabeza. - Si no te importa, creo que me puede ser de gran utilidad por lo que dices. Si no puedes acompañarme ahora porque estás atareada, indícame cómo puedo dar con el códice en la biblioteca - Dije, intentando de nuevo no molestar más de lo necesario a la pelirroja.

La chica te dedicó una sonrisa de ánimo mientras se deslizaba de la mesa hasta llegar a poner sus pies en el suelo. Entonces extendió una mano para apretar tu brazo y asintió con la cabeza mirándote a los ojos.

—Todo saldrá bien, ya verás. Encontraremos a tu tío y a tus padres.

Con esas palabras te soltó y se puso en marcha hacia la puerta.

—Te acompaño, no te preocupes. Este lugar es un jodido laberinto hasta que te acostumbras. Tú no te cortes, ¿vale? Cualquier cosa que necesites la pides.

El edificio seguía mostrando la misma decoración a vuestro paso, los motivos de espadas, rosas, soles y ángeles eran la tónica general. En algunas de las puertas de madera que dejabais atrás podíais ver inscripciones como esas extrañas runas que se podían ver en la entrada de la iglesia. 

Tras ascender un piso y recorrer algunos pasillos os detuvisteis delante de una puerta doble, con motivos de ángeles y espadas tallados en la madera y una inscripción de runas sobre ella. Amber empujó ambas puertas, desvelando un espacio más amplio de lo que parecía desde fuera.

Por doquier hileras e hileras de estanterías llenas de libros os rodeaban, con escaleras para alcanzar los más altos e incluso un segundo piso con más volúmenes. Había por lo menos tres salas que vuestros ojos pudieran percibir, una grande y central, presidida en su fondo por un ventanal delante del que se recortaba una estatua de un ángel portando una espada y una copa, la mayor que habíais visto desde que entrasteis en el Instituto. Majestuoso, de alguna forma benévolo pero al mismo tiempo temible, como si fuese un gran guerrero. 

A los dos lados de la sala central se abrían bajo un pequeño arco otras salas más pequeñas y quizá hubiese alguna más allá. Entre los libros había varias mesas con sillas, algunas individuales, otras preparadas para varias personas, y en algunos rincones se podían ver sillones de apariencia tan cómoda como antigua. En una de las mesas, sobre un atril, un libro con apariencia de incunable descansaba apacible, como esperando ser abierto.

Sin embargo, mientras tú admirabas el lugar, Amber se dirigió a una de las estanterías y se subió a una escalera para llegar a coger un libro. No tardó en estar de nuevo a tu lado y tendértelo.

—Aquí tienes todo lo que necesitas para empezar. Puedes ir leyéndolo y cualquier duda que tengas puedes preguntarle a cualquiera del Instituto, ¿vale?

Agradecí enormemente la paciencia que estaba teniendo Amber conmigo. No parecía ser la persona encargada de guiar a los recién llegados, sinó que lo hacía de forma natural y eso era todavía más de agradecer.

Sonreí a sus palabras de apoyo con mis labios pero mis ojos todavía expresaban algo de tristeza. Luego la seguí hasta la biblioteca de la que me hablaba y cuando llegamos me quedé boquiabierta al ver tal cantidad de libros en estanterías que llegaban al cielo. Si hubiera tenido que escoger yo un libro, hubiera tardado meses.

- Gracias, por todo, no sólo por traerme aquí. Ya sabes... Es todo muy raro y está pasando muy rápido - comenté antes de abrir el libro para inspeccionar la primera página. 

Luego esperé unos segundos para ver si la chica prefería irse ya que para mí ya había cumplido por el momento. Si veía que no decía nada ya le diría que no se preocupara más por mí. Tenía ganas de empezar a leer e intentar comprender más todo lo que me estaba pasando.

—Ya... —dijo la chica, asintiendo despacio y dedicándote una pequeña sonrisa de ánimo—. No me imagino lo que debe ser descubrir de repente que toda tu vida has estado engañada, viendo sólo la mitad de la realidad como le pasa a los mundanos... 

Extendió entonces la mano para frotarte el brazo en un gesto amistoso. 

—Lo normal es que los nephilim sepamos lo que somos desde que nacemos. No sé qué le pasaría por la cabeza a tu familia para ocultártelo, pero haremos todo lo posible por ayudarte a encontrarlos. Y verás que ser una cazadora de sombras no está tan mal —terminó, ampliando un poco su sonrisa. 

Amber sabía cómo calmarme, usando ese tono de voz tan agradable a la vez que sereno, y asentí a sus palabras a la vez que me encogía de hombros.

Todavía con el libro abierto por la primera página sonreí a la pelirroja cuando dijo que ser una cazadora de sombras tampoco estaba tan mal. No entendía muy bien qué era exactamente una cazadora de sombras aunque ya me lo hubieran explicado, pero también imaginaba que me quedaba mucho trabajo para averiguarlo. No tenía pinta de que fuera algo que se aprendiera de un día para otro.

Agaché la mirada hacia el libro y emití un suspiro antes de volver a levantarla para dirigirme a Amber.

—Creo que voy a empezar a leer un poco ahora. 

Dije educadamente, dejando el libro encima de la mesa más cercana antes de sentarme, esperando que Amber se fuera para hacerlo sin faltar su respeto.

La pelirroja asintió con la cabeza a tus palabras y luego te sonrió. 

—Te dejo entonces. Si necesitas cualquier cosa, ya sabes dónde suelo estar. 

Y con esas palabras se giró para encaminarse hacia la puerta. 

Vi cómo Amber se iba mientras me sentaba en el sitio que parecía que había escogido para leer un rato. Esa chica tenía algo que me hacía sentir muy bien. Es tan buena ayudándome. Ojalá algún día pueda devolverle el favor...

No sabía muy bien por dónde empezar. Tenía tantas dudas... Sobre los nephilim, sobre los seres contra los que peleaba tío Ralph, sobre la naturaleza de mis padres, sobre los Morgenstern... Sobre mí...

Antes de abrir el libro emití un largo suspiro mientras mi espalda se encorbaba. Luego pasaron unos segundos en los que me quedé mirando hacia el infinito, como si estuviera concentrada en algo, pero no lo estaba. Y, finalmente, di un bote estando sentada y mi espalda se puso recta de golpe. Noté cómo me crujieron algunos huesos y, aunque había recordado algo importante, me di cuenta de lo tensa que estaba. Pero no me extrañó.

La piedra que me dio tío Ralph... ¿Qué podrá ser? Podría preguntarle a Amber... O quizás puedo investigar por mi cuenta qué es antes de decírselo a nadie. Tío Ralph me dijo que lo mantuviera en secreto... Y después de pensar en ello, abrí el libro por la primera página, buscando algun tipo de índice o glosario con el que me pudiera orientar para encontrar información sobre posibles herramientas de nephilim.