Partida Rol por web

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Despiertas de golpe. Parece que soñabas algo, aunque no recuerdas bien el qué. Parece que Hana estaba en el sueño.

Segundos después del susto que resulta despertar de golpe tras un sueño, suena la alarma. Una coordinación increíble.

Apagas la alarma con rápidos movimientos, fruto de la costumbre, y te vistes entre bostezos. Otro día más de universidad. Un día menos para terminarla, según como se mire. Finalmente, te colocas las gafas y sales de tu habitación, perdida en tus pensamientos.

En la cocina están tus padres. Tu madre está preparando desayuno, y tu padre pega mordiscos a una tostada mientras mira el periódico. Un día totalmente normal.

Cuando Saki se despierta se despereza, se sienta en la cama y mira a su alrededor.

Sigue en el mismo lugar, los sueños son un recuerdo demasiado agradable. Ya hace tiempo que Saki detesta los sueños. No es lo que ocurre en ellos, es más bien el final. Cuando un sueño se ve truncado por la realidad uno sabe que no puede separarse del camino que ha elegido con tanta facilidad. 

Como si estuviera programada para ello Saki se viste de forma metódica con la ropa que encuentra más a mano. Su estilo no es nada del otro mundo, la palabra moda no entra dentro de su vocabulario. Tras vestirse sale de la habitación y se dirige al cuarto de baño. Allí se despeja un poco con agua y se peina. Una vez que ve que su aspecto es aceptable sale del cuarto de baño y deambula por el pasillo hasta entrar en la cocina. 

- Buenos días, Saki. - Se escucha con el acogedor tono de voz de su madre. Parece que hoy se ha levantado con buen humor. Saki observa que su padre también esta sentado ya en la mesa. Evita poner mala cara y se sienta en otra silla opuesta a la de su padre. 

- Buenos días. - Dice Saki con un ligero toque de sueño en su voz. 

- Buenos días. - Responde su padre, que sigue concentrado en su periódico.

Y entonces se hace un silencio incomodo. Esa escena parece estar programada cada mañana. A veces su padre aún no se ha levantado y otra veces su madre parece deprimida. Pero en general en ese lugar todos intentan disimular que la situación no es tan mala como parece. Por suerte para los tres la tele esta encendida, y el silencio no es absoluto. 

- ¿Como se presenta el día? - Dice su madre cortando el silencio, mientras que le acerca una vaso con leche y una rebanadas de pan con mermelada untada. 

- Ya sabes. - Dice Saki intentando animar un poco su tono. - Lo de siempre. 

Saki come despacio, intentando fijar su interés en la comida y alejando otros pensamientos. Como de costumbre no lo consigue y repasa mentalmente la lista de tareas que tiene pensada para hoy.

Cuando el desayuno termina, la segunda parte del protocolo se pone en marcha. Saki se despide de sus padres con un beso y se marcha de casa para dar un paseo hasta la parada de bus. 

Parece que hace buen día. No se avistan nubes por ninguna parte, y el sol brilla tanto que Saki tiene que ponerse la mano en la frente para que no le deslumbre. Un día maravilloso para estudiar. Sí. Definitivamente.

El camino hasta la parada del autobús es una calle ancha, aunque poco transitada. A mano derecha, la carretera, por donde ahora mismo no se ve pasar ningún coche.

A mano izquierda, un gran parque donde abundan árboles y preciosas fuentes. Cruzando ese parque está la biblioteca donde Saki trabaja.

Mientras camina por la larga calle, Saki oye una voz conoccida.

- Sakiiii

Es la voz de una niña con la que Saki se encuentra de vez en cuando de camino a la parada.

Tal y como es costumbre, viene haciendo el pino. Manos en el suelo, y sus rastas colgando hasta arrastrarse por el suelo, Chika aparece por detrás de Saki.

- ¿Qué tal estás hoy? - dice con una sonrisa, sin dejar de hacer el pino. Su falda queda a la altura de su pecho al hacer eso, pero gracias a los leggins nadie puede ver nada que no deba.

Pese a su forma amistosa de hablar, el trato con Chika nunca ha sido muy profundo, y no más largo que el camino de casa a la parada. Aún así, ella siempre insiste en hablar durante el trayecto.

A Saki no le molesta especialmente la presencia de Chika. Siempre espera encontrarsela al caminar y en el fondo le ha acabado cogiendo un cierto cariño. Su comportamiento le parece divertido y le sirve para despejarse un poco la cabeza. 

Saki sonríe a Chika y la observa un momento. Por mucho que haya la haya visto caminar así, siempre se pregunta como puede tener tanta resistencia. 

- Bien. Un día como otro cualquier, en realidad. - Vuelve a observarla y sigue su camino. Parece que quiere comentar algo más pero se calla. Realmente nunca le ha llegado a preguntar a Chika porque camina de esa forma, y no sabe cual es la mejor forma de abordar el tema. Así que por miedo a decir alguna tontería prefiere seguir viendo a Chika como una chica especial y ya. 

Finalmente Saki decide preguntar algo que le asegura un margen de error menor. 

- ¿Que tal tú? 

- Bien - dice en tono alegre -.

En ese momento se da un impulso con las manos y pasa a caminar como una persona normal. Mientras camina al lado de Saki se sacude las manos en los leggins, quedando de un tono marrón grisáceo allí donde se sacude, aunque no parece importarle.

- ¿Has visto qué buen día? Dan ganas de estirarse en el parque tooooodo el día y escuchar cantar a los pajaritos.

Chika se adelanta un poco pegando saltitos, vueltas, revolvainas y alguna que otra pirueta de la forma más natural que se pueda imaginar.

- ¿Tú vas a la universidad otra vez?

- Como siempre, si. - Dice Saki, con tono cansado. No le molesta la presencia de Chika, pero siente que sus preguntas no le van a aportar nada nuevo, y aún menos cuando son preguntas que le recuerdan a donde va. 

Saki le echa otro vistazo a Chika. Con ese aspecto cualquiera diría que vive en la calle, pero no podría haber sobrevivido tanto tiempo sola. Si sumamos a esto su forma de ver el día, parece que ninguna preocupación emane de Chika, casi como si todo fuese un juego para ella. 

- Así que... ¿Vas a pasarte el día en el parque? - Suelta Saki de pronto. 

- No... dentro de un rato tengo que ir al cole -  por la manera en que lo dice, se ha sentido igual que Saki: le han recordado a donde debe ir. Además, infla sus mofletes de forma graciosa. - ¡Pero de momento no tengo prisa!

Chika parece despreocupada, pero parece que al menos va al colegio. No tiene pinta de vivir en la calle. Aunque quien lo diría por su vestimenta...

- Hey, ¿no es aquél tu bus? - dice señalando a lo lejos - ¡Corre Saki!

Al ver el bus Saki abre los ojos mucho y acelera el paso.

Si se levanta temprano es para no pillar el bus de la hora punta así que es mejor que se de un poco de prisa si no quiere ir enlatada como una sardina. Se gira un momento para despedirse de Chika con la mano y da un último impulso para quedar cerca del bus. Cuando está cerca del mismo aminora la marcha y se dirige hacía la entrada. Saluda al conductor con la cabeza y pasa el billete por la maquina al entrar. Por suerte hoy tiene asiento, una pequeña carrera ha servido para algo.

Una vez sentada saca de la mochila el último libro que había estado leyendo, al trabajar en la biblioteca no tiene ningún problema a la hora de pedir prestados los libros. 

El viaje transcurre como de costumbre. Pocos minutos después de sentarse y sacar el libro, el bus pasa por al lado de las vías de tren. Justo en ese momento, como pasa prácticamente siempre, el tren pasa por al lado causando un estruendo. La poca gente que quedara dormida en el bus se despierta siempre de inmediato, y alguna vez consigue incluso que Saki se sobresalte.

El bus realiza las paradas habituales hasta llegar a la zona universitaria.

El campus es pequeño, con unas pocas carreras técnicas. La facultad de ciencias, la de letras y la de ingeniería están bastante alejadas, casi a la otra punta de la ciudad. En este campus se encuentran las carreras de Prevención y Seguridad Integral, la carrera de Hostelería y en el mismo edificio que esta, una carrera específica de Cocina.

La cafetería es compartida por las 3 facultades, y gracias a la naturaleza de alguna de las facultades, tienen comida muy buena.

Cuando Saki entra a su facultad, esta ya está repleta de vida. Profesores por aquí y por allá, empleados de mantenimiento... aunque aún hay pocos alumnos.

Saki camina con paso firme hacía la clase en la que tiene la primera asignatura de la mañana. Aún tiene el libro en la mano con el dedo aguantando la pagina por la que iba. Su único objetivo en ese momento es llegar a clase y poder continuar leyendo. Al fin y al cabo no espera encontrar a nadie en particular en los pasillos, y si así fuera, simplemente lo saludaría amigablemente y seguiría con su camino. 

Al llegar a la clase, Saki está casi sola. Y casi porque hay un chico sentado al final de la clase, en la parte de más atrás, mirando por la ventana. No parece haberse dado cuenta de que ha llegado Saki.

Es un chico algo rellenito - solo lo justo -, bien vestido y arreglado, con el pelo corto y negro. Es la primera vez que Saki le ve en clase y no sabe ni su nombre. Aunque no sabe el nombre de muchos de sus compañeros, al menos de vista les conoce.

Saki miró un momento con curiosidad al nuevo alumno pero no tardó en apartar la vista. Tenía poca relación con sus compañeros, y uno más no iba a afectar en gran manera la situación. Seguramente sería alguien que había faltado hasta ese día o había hecho un traslado precipitado. En todo caso el libro le resultaba de un interés más grande en ese momento. De todas formas si a él le apeteciera hablar no se hubiese sentado en el lugar más alejado del aula. 

Saki se sentó en primera fila y volvió a abrir el libro para sumergirse de nuevo en la lectura.  

A lo largo de la media que queda antes de empezar la clase, el desconocido no le dice nada a Saki. Cuando entran más alumnos al aula y empiezan a hablar entre ellos, el desconocido tampoco dice nada. Al terminar las clases, que han resultado como siempre - unas más entretenidas que otras. Unas más y otras menos teóricas... - el desconocido es el primero en salir, apenas habiendo dicho el profesor que la clase terminaba.

Tras las clases Saki baja a comer al restaurante de su facultad. Nunca se le ha dado especialmente bien cocinar y tampoco tenía ganas de pedirle a su madre que le preparase comida para llevar. 

La dependienta le sonríe cuando pide la comida y ella le devuelve la sonrisa. No es como si tuvieran una amistad ni nada por el estilo, pero la costumbre de ir a comer allí ha creado entre ellas un acuerdo silencioso de lealtad. Pide el menú del día, por suerte cada día hay un plato diferente y no le cuesta decidirse. 

Tras la comida Saki sale de su facultad y comprueba que tiene tiempo de sobra para llegar a la biblioteca así que decide dar un rodeo para despejarse la cabeza y cansar un poco el cuerpo. No se fija en nada en concreto, pero le gusta pasear por esa zona. El viento le sopla a la cara y puede cerrar los ojos para escuchar el susurro de las hojas. Aunque no tarda en abrirlos, avergonzada de que alguien pueda estar mirando. 

Tras el paseo va hasta la biblioteca y ocupa su habitual puesto. Saluda cordialmente a otros trabajadores que conoce y se posiciona el escritorio para tenerlo todo a su alcance. Si no viene nadie a preguntar se dedica a la lectura, mientras que va mirando la biblioteca a intervalos.