- ¿Dejarás de intentar estafar a la gente alguna vez?
Mei había aparecido de la nada, por detrás de El Vendedor. No parecía exactamente furiosa. De hecho, era bastante difícil leer su expresión.
- Espero que no le hayas hecho daño a Lylia.
- ¿Daño? ¡Daño! Solo soy un pobre vendedor ambulante, mi negocio es honrado. Ni estafo ni causo ningún mal. Solo ofrezco una alternativa a tus... cuestionables métodos.
Y sonríe como haría un judío antes de cerrar un trato con su cliente.
- No te preocupes, no me ha hecho daño. - Me alejo unos pasos de la escena dejando que Mei y el vendedor hable.
- ¿Os conoceis? - Pregunto intrigada.
El Vendedor está a punto de hablar, pero Mei estira el brazo con una velocidad increíble y tapa su boca con una mano.
- Has hablado suficiente. Sí, Lylia. Es un viejo conocido. - dice con la mano aún tapando la boca de El Vendedor, que tiene una expresión de indignación en la cara - Es alguien que decidió no seguir ninguno de mis consejos.
Finalmente El Vendedor se consigue apartar de Mei y dice:
- Y aquí estoy, ¡viviendo la vida! Lylia, nunca te había sido planteada una decisión tan fácil como esta. Puedes seguir mis escritos y mis libros de instrucciones, o puedes hacer caso a Mei y terminar como ella, amargada y sin amigos.
En ese momento, Mei estalla. Se gira hacia El Vendedor y de un empujón lo estampa contra la pared. Ha sonado fuerte, así que debía haberle hecho daño.
Una vez contra la pared, Mei le agarra fuertemente por el cuello y El Vendedor pone cara de horror. En la cara de Mei había rabia. De una forma que Lylia ni hubiera podido imaginar.
- Métete en tus asuntos, Haru. No vuelvas a hablar con Lylia, ni con ninguno de los que tienen Arcano en la ciudad. ¿Me has entendido?
"Haru" estaba dando golpecitos con la mano en el brazo de Mei, para que le soltara. Se estaba poniendo azul, parece que no podía respirar.
Cojo la mano de Mei para apartarla del vendedor. - Detente Mei. -
Cuando la he apartado le digo al vendedor. - Creo que deberías aceptar su consejo esta vez. -
Voy a llevarme a Mei para que no acabe haciendole daño.
Cuando estamos a una distancia prudencial pregunto a Mei. - ¿Cual es su historia? -
Tras ser liberado, El Vendedor se frota el cuello y se despide con una inclinación, y se va corriendo por la esquina.
Cuando ya se ha ido, notas a Mei relajarse.
- Su historia... ese chico se convenció a si mismo de que no tenía Arcano. Aún lo hace. Se engaña. Y además... - se calla un momento - Nada, olvídalo.
- No tenia buena cara tampoco. - Lo digo para dar más confianza a las palabras de Mei.
Intento descubrir qué es lo que no me quiere decir pregunto. - ¿Qué crees que tiene escrito en sus libros? -
- A saber. Nada bueno, seguro, pero no he tenido la oportunidad de leer ninguno. Seguramente sean todo patrañas equivalentes a un libro de auto-ayuda.
Eso dejaba por los suelos la opinión de Mei acerca de los escritos de El Vendedor. Aunque no parecía ser eso de lo que no quería hablar.
- ¿Pero cómo ha conseguido engañarse? ¿Su arcano no hace nada para hacerse notar? -
- Permíteme que te acompañe un poco hasta tu casa y por el camino te explico.
Comenzáis a caminar hacia tu casa.
- Como os he dicho alguna vez, los Arcanos son parte de vosotros. Podríamos decir que sois vosotros. Si los Arcanos actúan para ayudaros, es que estáis actuando vosotros. Desde un principio, hay que tener la voluntad de cambiar, de mejorar. Haruto, el chico que has visto antes, no la tiene. Ha aceptado de tal manera sus problemas que considera que no tienen solución, y por tanto no actúa en consecuencia. Ese chico vive con sus problemas como si fueran lo más normal del mundo, y cree que su vida ahora es normal, porque su Arcano no aparece. En su caso, que su Arcano no aparezca es lo peor que puede ocurrir. Significa, en pocas palabras, que se ha rendido.
- ¿Sabes cual es su problema? - Lo pregunto un poco para conocer su contexto.
- Son cuestiones familiares.
Se nota que no quiere dar detalles al respecto. Al fin y al cabo, son cuestiones privadas de Haruto.
- Pero lo que quiero decir con esto... lo que quiero conseguir es evitar que acabéis en su estado. A veces el mayor problema es no saber reconocerlo.
- Es cierto. - Digo como si estuviera pensando en voz alta.
Como no sé que seguir preguntando sobre el vendedor pregunto. - Por cierto Mei, ¿Qué sabes de Saburou Ueno? -
- Es un buen chico. Me alegro de que lo conozcas, creo que podéis llevaros bien. A él lo conocí hace tiempo, le ayudé, y ahora puede él solo. No se ha librado por completo de su Arcano, pero el resto puede hacerlo por su cuenta.
La conversación termina ahí, y cuando llegáis al pie de las escaleras del templo os despedís.
Vuelves a tu casa acompañada por la niebla. La casa está desierta, como de costumbre. Quizá fuera mejor así.
Esa noche, a Lylia no le despierta nada. Su madre no parece llegar durante la noche.