Faustin Collins va a emprender un viaje de placer a la Isla del Negro...
Carta recibida el 24 de Abril de 1920
no le voy a andar con rodeos: sé que es usted un mal hombre, un hombre sin escrúpulos, un ser mezquino y repugnante capaz de hacer cualquier cosa por dinero. Bien, eso es exactamente lo que busco: alguien como yo, pero que no posea ni mi posición social ni dinero. Alguien que acceda a hacer por mí un trabajito desagradable por el que estoy dispuesta a pagar una auténtica fortuna. ¿Es usted mi hombre, señor Collins?
Estoy dispuesta a pagarle más dinero del que jamás haya podido imaginar, y el trabajo tampoco es tan horrible. No piense mal: no habrá muertes ni agresiones de por medio, pero en mi posición no puedo hacer nada, y necesito a alguien que lo haga por mí. Podría sacarle de su miseria, de su patética existencia. Unos días de trabajo y... ¡Un mundo de posibilidades abriéndose ante usted, solo porque pasaría a tener cantidades ingentes de dinero!
¿Qué me dice? ¿Tentador? Quizás no haya podido cautivarle con la promesa de fortunas, pero quizás el anticipo que viene en el sobre que adjunto en mi carta le haga cambiar de idea. Esos 500 dólares son para usted. Quizás con ellos logre convencerle de que por venir a hablar conmigo y enterarse de lo que deseo que haga por mí no pierde nada.
Si está interesado, reúnase conmigo en la Isla del Negro el primer fin de semana de Mayo. Acabo de adquirir la casa, y la inauguro ese fin de semana. Mézclese con los invitados, y disfrute de la lujosa y entretenida estancia como si de un invitado más se tratase. A lo largo del fin de semana, yo misma me pondré en contacto con usted.
No mencione el motivo de la invitación a nadie, o automáticamente la oferta de "trabajo" desaparecerá. Y si le tienta quedarse con esos 500 dólares y no dar más señales de vida, simplemente decirle que esos quinientos son muy poca cosa comparado con lo que estaría dispuesta a pagarle por todo el trabajo.
Sinceramente suya
Una Owen
Vas a emprender el viaje a la Isla del Negro. Puedes narrarme lo que quieras, pero te pido 2 cosas:
1) dime qué medio de locomoción vas a utilizar para llegar hasta la costa.
2) dime qué metes en la maleta que vas a preparar para llevar.
Puedes narrar todo lo que quieras, tus impresiones sobre la carta, lo que piensas de quien te la ha enviado, lo que haces hasta que llegue el día de partir de viaje...
Es un mero post introductorio.
Puedes ir por aceptar el trabajo, por curiosidad, por saber lo que quiere que hagas, o simplemente por indignación y para cantarle las cuarenta. El caso es que, sea como sea, vas a ir.
Faustin releyó la carta una vez más, como tantas veces había hecho esa semana, la estrujó entre sus enormes manazas y soltó una maldición entre dientes. 500 como anticipo nada menos! Valía la pena visitar esa Isla del Negro. Realmente parecía que la tal señora Owen le tenía bien calado. Pero ¿De quién se trataría? ¿Quién sería esa Una Owen que parecía estar al tanto de sus turbios negocios? ¿Sería quizá la esposa de alguno de sus viejos empleadores del hospital San Bartolomé? ¿Alguna antigua furcia del East End que hubiera hecho fortuna pescando a un marido rico?¿Quien podría conocer al monstruo que se escondía tras su máscara de obediencia y sumisión? Suspiró y se recostó en el asiento del ferry rememorando los momentos posteriores a recibir tan suculenta oferta.
El temblor en las manos mientras metía en su vieja maleta de madera junto al pequeño neceser sus dos trajes negros, tratando de no arrugarlos demasiado. La voz quebrada cuando mintió al reverendo White diciéndole que iba al funeral del marido de su querida y ficticia hermana Darlene. La secreta satisfacción al extender la mano para coger el dinero que caritativamente le ofreció el reverendo para los gastos del viaje. El tedioso viaje en el traqueteante tranvía que le acercó al puerto de Londres. La pequeña pausa que hizo en la playa antes de subirse al ferry escogiendo un trozo de madera de deriva que recoger para tallar. Disfrutó de ese momento en que descalzo y con las perneras del pantalón remangadas, caminó explorando la costa hasta dar con la madera adecuada.
La sirena del ferry le sacó de su ensoñación. Pronto llegaría a su destino y de allí otro barco hasta la Isla del Negro. Rebuscó con parsimonia en el equipaje que había en el suelo bajo sus piernas. Apartó a un lado la gruesa biblia y sacó el trozo de madera y la navaja, que junto el neceser y las mudas eran el único equipaje que portaba.
¿Qué forma le daría? Se preguntó dando vueltas al leño. Tal vez un ataúd.
Esto... Esperaba un inventario de lo que hay en la maleta.
Añádelo a tu hoja de PJ cuando puedas, a lo largo de esta semana :)
Fin de escena :)