Lo que fuera que me hizo Emille consiguió que mis emociones disminuyesen en intensidad. En cierto modo lo agradecí, aunque no podía evitar pensar que debía sentirme mal por todo lo que había pasado y que todo aquello era hacer trampa. No le di las gracias, tampoco se las merecía. No me gustaba que alguien como él metiese mano en mis emociones, pero tampoco podría recriminarle lo que había hecho. Simplemente seguí andando hacia el garaje.
Saludé con la mano, dedicándole una sonrisa que tuve que fingir. No me detuve a hablar con él como hacía otras veces, no veía el sentido a hacerlo, había cosas más importantes que hacer. Al entrar en el garaje vi las tres cajas y las bajé. Tiene que estar por aquí. Dije, mientras empezaba a sacar juguetes de todo tipo, desde consolas, hasta legos, puzles, muñecos, dinosaurios...
En la primera caja encontré un peluche que me guardé en la maleta con mucho cuidado tras unos instantes de reflexión. En la tercera caja encontré una manta. Me fijé a ver si tenía algún grabado antes de meterla en la maleta. Con esto está todo. Anuncié al fin. Podemos volver. Seguro que estás deseándolo para seguir entrenando con tu lanza.
Por cierto. Se me ocurrió de pronto. ¿Sabes si alguien del instituto tiene coche? Nos vendría bien tener uno para no tener que andar dependiendo de los taxis todo el tiempo.
En cuanto el rubito pareció relajarse un poco le liberé, echando a caminar hacia aquel garaje. Lo hice en silencio, tras él, y mis pasos sólo se aminoraron al ver a aquel Adonis jardinero. Mis ojos se abrieron por un momento por la sorpresa de encontrar algo así en un sitio como ese... Estaba claro que al servicio lo elegía la madre. Y apostaría a que no podaba sólo el jardín, precisamente.
Ya en el garaje, observé cómo el chico abría las cajas de juguetes, y por un momento esperé que hubiera algo divertido en ellas. Consoladores, quizá, o algo parecido. Pero nada. Un puto peluche, una manta y otras chorradas varias. ¿Eso era lo que iba a ayudarnos? Al ver que estaba listo sin decir nada me encaminé hacia la puerta, girándome sólo para responder a su pregunta.
- No tenemos coche. - Afirmé. - Pero tenemos portal, cosa que sabrías si hubieras estado escuchando antes. - Expuse. Era mentira, no les había hablado del portal, pero él había pasado tanto de mí que ni siquiera lo sabría.
La mantita era de un color gris clarito y a pesar de que estaba limpia y conservada en buenas condiciones, envuelta en papel de seda junto a otras prendas de bebé, se notaba que tenía años. No parecía una de esas compradas en una tienda prenatal, más bien tenía un aire de haber pasado por varias generaciones.
El único grabado que tenía era una pequeña mariposa de color azul marino, cerca de una de las esquinas.
Estaba ya en la puerta, esperándole, cuando vi aquella manta. Dejé entonces el movimiento a medias, dándome la vuelta para dirigirme a él. - Es el emblema de los Fairchild. - Le dije, caminando en su dirección. Una mariposa para un memo de estoque, qué apropiado. - Igual que el de tu anillo. ¿Seguro que no lo tenías también cuando te dejaron? - Pregunté, frunciendo el ceño.
- Por cierto, Gareth quiere examinar unos días el anillo. Por la antigüedad y otros detalles podríamos ubicarte. Y si lo mandamos a Alacante, rastrearlo hasta tus verdaderos padres.
Sí. Respondí, con calma. De no haber sido por la runa que había usado Emille probablemente me habría comportado de forma más seca. El peluche y la manta los tenía cuando me adoptaron. No era fácil pronunciar aquellas palabras en alto. Me pregunté si Emilie también sería adoptada.
Bueno, hemos acabado aquí. Me dirigí hacia la puerta para marcharnos. Ignoré por completo el comentario del portal. No sabía como funcionaba, pero seguro que el coche era más práctico. Tendría que mirar garajes en alquiler cerca del instituto.
Si queréis hacer algo más antes de regresar al Instituto, adelante. Pero si no vais a hablar más y sólo volvéis al Instituto, damos por concluida esta escena ^^.
Por mi parte entonces estamos listos. :)