Partida Rol por web

El iratxe estaba hecho, solo había que esperar. El puto loco me ha destrozado la pierna. Está fatal. Empezaba a sospechar que tal vez quisiera matarnos. O dejarnos tullidos para que no pudiéramos pelear y no fuéramos un estorbo para él. Tenía sentido.

Había que defenderse. Sin pensármelo dos veces seguí dibujándome una runa y después traté de activar mi poder de invisibilidad tanto en la china como en mí. Sabía que en mi estado probablemente no pudiera, pero si salía bien nos daría tiempo para reorganizarnos con la estela.

Al recibir el golpe de lanzaman en el estómago pude sentir como mi cuerpo olvidaba cómo respirar, había sido una pasada y le hubiese sonreído con felicitación si mi puño no me tuviera intrigada.

Miré mi mano con disimulo y la misma pregunta que me rondaba desde que el aire pareció rasgarse y Ami-son perdió la cabeza apareció en mi mente - ¿Qué coño...?

Tiré de la Kyo para recuperar la daga en mi mano y esperé en medio a que el precioso Mike terminara de pintarse.

Aluciné cuando me di cuenta de que lo único que pretendían hacer para ganarme era... Bueno, básicamente, nada. Ethan parecía a punto de pintarse una mendelin que sólo serviría para agotarle mágicamente, y la loca tenía pinta de no intentar nada más que prepararse: había que joderse.

Pues yo no iba a ser tan idiota. Con un movimiento ágil llevé mi mano a la cadera, donde la daga de parada estaba envainada, y me lancé directamente a por el rubito. Si quería ser un inútil, iba a pagarlo.

Émille se movió muy rápido, con la daga en la mano y un objetivo claro: cortar la piel de Ethan en el lugar donde el chico se había dibujado la iratze. 

El filo del cuchillo fue increíblemente certero, rasgando la piel lo justo para partir la runa por la mitad. La silueta negra brilló un instante y después empezó a apagarse hasta que el negro intenso se fue convirtiendo en una fina línea blanca. 

Ethan apretó los dientes e ignorando aquel ataque dibujó con rapidez otra runa sobre su piel y en el momento en que separó la estela, desapareció de nuevo a la vista, desvaneciéndose en el aire.

Sun-yun había recogido la daga de su arma y parecía lista para continuar el combate.

- ¿De qué coño va este tio? -empezó a darme igual que dañara a cara de Mike para pasar a molestarme más que pasara olímpicamente de partirme la cara a mi. ¡Imagínate que por su culpa Mike se cree menos cutre! Peor, ¡imagínate que se cree mejor que yo! Eso seria peligroso, y estúpido, y una carga para todos.

Cuando Mike desapareció parpadeé rápidamente varias veces sin poder creérmelo por más que ya lo hubiese visto hacerlo hacia unos segundos.

- Mejor -decreté- A ver si así deja de perder el culo por él -apreté las manos con fuerza en la cadena y en la daga y le lancé esta última, sin deportividad, con mala leche, para que se clavara en su mano, codo o dónde a ella más le apeteciera. Punto a punto, tendón a tendón.

No me sorprendió que el cobarde del rubito desapareciera. Estaba en las últimas. Tanto, que por ahora no era para nada un peligro. Bueno, realmente ninguno de los dos lo era, pero al menos ella podía tenerse en pie sin dar pena.

En el momento en que me di cuenta de lo que la loca pretendía interpuse mi lanza en su camino. Con un poco de suerte podía enredar su cadena en mi arma y tirar de ella haciendo que acabase en el suelo. En cualquier caso, con ella tirada o no, lo siguiente sería un nuevo golpe.

La cadena de la Kyogetsu shoge se extendió en el aire, con la punta afilada dirigiéndose directa hacia Émille. Mientras el arma surcaba el aire, de nuevo Sun-yun parecía cargarse con esa energía que la rodeaba, formando su silueta y concentrándose después en sus manos. Sin embargo, en esta ocasión no se quedó en ellas, continuó su recorrido a través de la cadena, iluminando todo el arma. 

Émille fue más rápido e interpuso el asta de su lanza para interceptar el golpe. La punta de la cadena se enrolló en la madera, pero esa especie de electricidad que parecía provenir de la misma Sun-yun no desapareció sino que se extendió por la lanza hasta llegar a las manos de Émille, que pudo notar un calambre en ellas. No lo suficientemente fuerte como para dañarle, pero sí bastante molesto. 

Tal vez fue por eso que cuando intentó tirar de la lanza para que Sun-yun soltase el arma o cayese al suelo, no consiguió mover a la muchacha lo más mínimo. 

El chico volvió a moverse, mientras esa energía desaparecía y golpeó una vez más a la coreana con el palo de la lanza, en la espalda esta vez. Lo hizo con mucha fuerza, tanta que a la chica le fallaron las piernas y estuvo a punto de caer. Se quedó sin aliento por un instante mientras acusaba un golpe que probablemente acababa de ponerle morada la mitad de la espalda. Sentía punzadas en la cadera y en las piernas por el que tal vez fuese el golpe más fuerte que había recibido en toda su vida. A pesar de ello, no soltó su arma y ambos quedaron unidos por la cadena, condenados a forcejear en un baile violento. 

Mientras tanto, Ethan seguía desaparecido, sin que ninguno de los otros dos supiese dónde se encontraba en ese momento.

Lanzaman volvió a desviar mi golpe, y esa maldita luz volvió a aparecer llenándome de eléctricos cosquilleos que me fascinaban en vista y sensación. No los comprendía pero los sentía míos, tan míos como la propia kyo que también parecía dispuesta a adoptar la electricidad. - Brutal, joder-.

Mis pensamientos no llegaron a más, como tampoco lo hizo mi respiración, pues la lanza de Emille golpeó mi espalda y se cargó mi vida cerebral por un segundo.

Cuando mis pensamientos volvieron fueron con un dulce y sangrante "joder". Mis me habían fallado casi tanto como mis manos y mis ojos. Me recreé en mi dolor, quería aprender de él casi tanto como deseaba dejar de sentirlo. Estaba segura que si dejaba que mis piernas cedieran no volvería a levantarme jamás. Por otro lado, esta vez, no había perdido sangre y mientras no hubiera qué fregar, no podía perder.

- Eres la perfección a la que aspiro -admitió mientras el dolor invadía su cuerpo y la embriagaba -. Y al fin me ves. - seguí sujetando la kyo, sujetándome a Emille.

Había empezado a convencerme que una retirada a tiempo era una victoria -¡Sandeces de perdedor!- me gritó la voz de mi padre y mi sangre volvió a correr con esa mezcla de adrenalina que me nublaba el juicio.

- No he criado a una deshonra - saqué fuerzas de la celda del fracaso y me concentré en no volver a ese dolor.

Agarré bien la cadena de la kyo, y tiré de ella dando un paso atrás.

Al ver cómo esa energía pasaba de las manos de la pirada al arma me alegré de no haber decidido recibir ese golpe. Algo en mí se emocionó con la visión de ese poder y mis ojos se abrieron, mitad por sorpresa y mitad por la perspectiva de tener algo así cerca. A lo mejor la pirada era más peligrosa de lo que parecía en un primer momento.

Fue entonces cuando decidí acabar con el combate. El rubito estaba siendo un piltrafa que se creía que invisible solucionaba algo, y si todo el interés eran los rayos de ella bien podíamos verlos en condiciones, sin ella hecha una mierda. De modo que decidí usar la daga para noquear a ambos y poder dedicarnos a otra cosa. Había querido evaluarlos y no es que hubieran suspendido, es que su actuación había sido totalmente lamentable.

Lancé entonces dos ataques: el primero adonde creía que se encontraba el rubito, el segundo a la pirada. No pretendía hacerles demasiado daño, sólo acabar con su agonía por el momento.

Los ataques de Émille fueron certeros. Primero su hoja cortó el costado de Sun-yun, provocando una herida larga y aparatosa de la que la sangre empezó a manar a borbotones a pesar de no ser demasiado profunda. Después, el filo se movió en el aire, donde parecía que sólo había vacío e Ethan cayó al suelo volviéndose visible al recibir el golpe. Así pues el mentor no tardó en tener a sus dos aprendices en el suelo, al borde de la inconsciencia.