Entré detrás de la pirada, gateando como podía. Me impacientaba por lo lenta que iba, pero al mismo tiempo me sentía satisfecho por lo jodido que tenía que ser ir por ahí sin ver una mierda. Allí, en medio de la mierda, una sonrisa asomaba de vez en cuando a mi rostro al pensar en cómo la loca estaría sin saber ni adónde iba, ni qué era lo que olía tan mal. En el fondo era gracioso.

Cuando se detuvo quejándose tuve que contener una carcajada, aunque no tardó en salir al escuchar las cosas que dijo después. Mira que andar todo aquel camino con la sensación de estar volviendo al Instituto me había tocado los cojones, pero ahora que habíamos encontrado algo de verdad me sentía mejor, incluso contento.

—Claro que sí —dije en cuanto acabé de reír—. Pero parecía que tenías tantas ganas de entrar a oscuras que no te quise quitar la ilusión. Yo me la he hecho, de hecho —afirmé. Estuve valorando qué hacer entonces. Dejarla sin runa ahora sería un poco de mala gente y ya debía haber sufrido lo suficiente.

—Anda, espera —concedí al final, buscando en el túnel su tobillo con la estela para dibujar la runa apropiada.

Quería enfadarme, incluso hubiese podido decir que lo estaba e incluso me molesté en arrugar la frente aunque me hiciera fea, total ahí no se veía nada, pero al escuchar la carcajada de Emille no pude evitar reír yo también. Aunque mi risa fue muchísimo más discreta y privada.

Le busqué por instinto mal acostumbrada a ver— Eres bobo pero me encanta tu risa —volví a confesar y me escondí girando de nuevo la cabeza—.

Tardé un poco en darme cuenta de lo que había dicho y entonces no solo lamenté haberle dicho que me gustaba su risa, sino haber entrado primero. Si él de verdad veía... le había estado paseando mi trasero por las narices y me había visto con el ceño fruncido. ¡Cuánta mierda junta!

Que me cogiera el tobillo no ayudó a que mi rojez remitiera ni un poco, más bien mi cara contribuía al calentamiento global.

— Ah, no, yo... —busqué que decir para barrer el tema anterior y parecer normal— Decía a oscuras para ellas, si están en casa, no... No a oscuras del todo. Osea... No advertirles y eso. O... O a él.

No tuve muy claro cómo tomarme el primer comentario de la pirada, además de como un indicativo de su locura. ¿Era un cumplido, o un insulto? Bah, qué le dieran, seguro que estaba diciendo mierdas aleatorias. O quizá en su país extraño la gente no se reía y no estaba acostumbrada. Putos chinos.

Empecé a dibujar la runa mientras ella seguía hablando, y al escuchar lo que decía levanté la mirada de su pierna frunciendo el ceño.

—Todos los demonios ven en la oscuridad salvo que sean ciegos —le dije—. Ven mejor incluso que de día. Si seguimos y están en casa, teniendo en cuenta nuestra movilidad, lo más probable es que te envenenen y mueras.

Al hablar lo hacía totalmente en serio, y se notaba.

—Si te envenenan necesitarías llegar al Instituto rápido y que te atendieran los Hermanos Silenciosos. Pero arrastrarte fuera de aquí me llevaría tiempo, así que lo más probable es eso, sí.

Al escuchar a lanzaman roté los ojos y maldecí ser tan observadora. Pero aunque el error no era mío igualmente lo dejé de lado.

— O él —remarqué como si fuera todo lo que hubiese querido decir—. Pero no te preocupes, no me dejaré matar, y si te envenenan a ti, te lo saco, aunque seguro que no pasa nada —dije para tranquilizarle, en realidad, morir envenenado era de las mejores muertes, al menos no sangrabas—.

— ¿Alguien sabe dónde estamos? Exactamente quiero decir —busqué mi móvil para guardar la ubicación en mi tracker del maps—. Sin portales, ¿sabrías volver aquí si yo me voy a criar malvas?

Lo cierto era que aquello no tenía buena pinta. Si el lugar del que proveníais era un nido, este parecía ser un refugio rápido. Tal vez un escondite secundario. Sabías que los vetalas solían tener varios refugios de emergencia donde en ocasiones dejaban sus huevos escondidos del sol, eran lugares rudimentarios y poco trabajados. Como fuese, no parecía que aquel lugar fuese a ensancharse más adelante, ni tampoco que hubiera otras salidas aparte de la que habíais usado vosotros. Desde luego en caso de tener que combatir ibais a estar en una clara desventaja. Una serpiente no necesita mucho espacio para pelear, al fin y al cabo, pero vuestra movilidad estaba prácticamente reducida a cero y vuestras voces ya os habían dejado sin el factor sorpresa.

Por otra parte... ¿Qué era eso? Aguzaste la mirada al sentir levemente un olor familiar en la tierra poco labrada y tus ojos encontraron algunas manchas. Ícor, no había duda. Tal vez un vetala herido había escapado del nido y se había refugiado en esa madriguera hasta curar sus heridas. De eso hacía varios días, así que tiempo habría tenido de sobra aunque fuesen graves. ¿Estaría aún allí?

Escuché las cosas que decía la loca sin que me convencieran demasiado. Quizá estaba siendo un error dejar que se metiera en alo así, por muchas ganas que tuviera de ver hasta dónde era capaz de llegar. Con sus preguntas negué con la cabeza aunque ella no pudiera verme, y después de observar con atención a mi alrededor volví a hacerlo.

—Lo que hay aquí es un vetala —aseguré—. Y el veneno no se puede extraer, no es una puta serpiente normal.

—No creo que nadie sepa dónde estamos, y no van a envenenarme a mí primero: tú estás antes. Esto no se va a ensanchar más adelante y el puto demonio atacará a lo primero que llegue. Tú.

—Sabría volver aquí sin portales, sí. Y si murieras, volvería con unos cuantos a por tu cuerpo. Pero hay dos opciones: o el demonio de ahí delante ha saltado a otra dimensión, o está esperándonos. Si está ya nos habrá oído.

Hice entonces una pausa. Aquello era ridículo.

—Vamos a volver.

No entendía la mitad de las cosas que decía Emille y aquello me cabreaba, ¿cómo podía saber tan poco? Seguro que se estaba inventando cosas.

Además, si ya nos había oído ¿qué estábamos haciendo parados a oscuras?

Negué con la cabeza cuando habló de mi cuerpo, una vez muerta como si me echaban al caldo, lo importante era poder volver a por la serpiente.

— Vale, volvemos —dije en alto y después guiré el cuello para mirarle, negué con la cabeza y señalé con ella hacia delante—. No podemos echarnos atrás con las manos vacías —susurré—. Vamos.

Empecé a retroceder en el mismo instante en que la loca aceptó volver. Lo hice despacio, pendiente de si habíamos alertado a lo que fuera que estuviese aquí.

Cuando un momento después cambió de idea fruncí el ceño. Esto era lo malo de hacer de niñera de estos mundanos: aún no tenían el criterio suficiente, pero se pensaban que sí. Emití un suspiro.

—No —dije de manera firme—. Si quieres volver te traes al pervertido —enuncié aunque ya no estaba entre nosotros— y le pides que vaya delante. Pero paso de ser el responsable de tu muerte. Volvemos.

Hice entonces una breve pausa.

—Además, este rastro ni siquiera puede ser del puto pelirrojo. —Darme cuenta de lo inútil que había sido la salida hacía volver un poco mi malhumor—. Paso. Nos volvemos.

Me quedé mirando a Emille confundida, con las quejas aglutinadas en mi garganta haciéndose tapón a ellas mismas. ¿Qué coño era eso de "no"?

Apreté los labios intentando decidir de que protesta tirar pero era difícil aclararse cuando no entendía como una negativa podía ser tan tajante.

— Tu mandas —respondí e hice un gesto como para que retrocediera aunque mis ojos volvieron a mirar hacia delante—.

— Mierda, esto no queda aquí —advertí al túnel—.

Escuchar la obviedad hecha palabras no calmó mi decisión. Sin embargo sí agradecía que lo tuviera claro, era algo que ella tenía bueno respecto a Ethan o la porculera.

Fuese como fuese asentí con gravedad y empecé a moverme hacia atrás, sin molestarme en dar la vuelta.

—Los demonios hay que matarlos en el acto, o pasan estas mierdas —expliqué—. Muchas veces los perseguimos. Llegó herido, hay icor suyo en varios sitios. Si fuera reciente lo haríamos salir, o iríamos a por él como fuese. Pero con tiempo puede curarse. Como mínimo habrá pasado a otra dimensión.

Fruncí un poco el ceño.

—Si el capullo de Stuart hubiera puesto una guarda en condiciones esto no habría pasado. Nos habríamos enterado cuando el puto vetala entró en el refugio y habríamos ido con el portal.

Gatear hacia atrás me mareaba un poco, no tener claro si iba a chocar con mi culo a Emille me incomodaba dos pocos, pero escucharle enseñar algo de libros merecía la pena, incluso compensaba el hedor del sitio, incluso tener que lavarme el pelo con vinagre.

Supuse que el icor era la sangre de los Vetala o su jugo maligno y mágico y preferí no preguntar. Lo buscaría después y fingiría haberlo sabido todo el tiempo.

Tampoco tenía muy claro quién era Tuard aunque podía apostar por los maricas esos en su conjunto.

— Pero tu estuviste con la serpiente —comento con una pequeña pausa como si estuviera todo dicho—... Quiero decir, ¿por qué sigue viva?

Sin dejar de avanzar, llevé la vista atrás por un momento para calcular cuánto debía faltarnos. Escuché lo que decía la loca y prácticamente me sentí insultado.

—Yo no estuve con esa puta serpiente —le dije—. Las que pillamos, las matamos. Yo —aclaré con énfasis, para aclarar que eso había sido sólo mío— encontré dos en otro sitio. Nos dijeron que la puta caseta era su refugio, pero habían huido por el pelirrojo. Supongo que la de aquí también, pero todo lo que nosotros encontramos está muerto. Debió volver por allí después de que fuésemos nosotros: por eso pillaste su rastro y no el nuestro.

— Pero... —agité la cabeza para olvidarme del tema. Ya le preguntaría a A.B. como funcionaba eso de ver cosas y cosas, tal vez la piedra estaba contándome un cotilleo de otra piedra, o algo así.

— Entiendo.

No obstante mi cabeza seguía dándole vueltas a ese rastro, al pelirrojo agazapado, y lo que Emille había dicho. — ¿Si les matan a todos por qué hablan al interrogarles? Qué poco honor tienen esos bichos, seguro que por ellos se ha tachado tanto tiempo a los traidores de serpientes.

— Entonces, ¿quién le ha herido? —pensé en voz alta— ¿un autónomo sin blanca?

Normalmente no me gustaban las frases que iban en respuesta a las mías y empezaban con un «pero», así que estuvo bien que la pirada se detuviese ahí y lo zanjase tan pronto.

Seguí avanzando hacia atrás, esperando que no faltase mucho para llegar a la salida, y al escuchar las nuevas preguntas puse los ojos en blanco aunque no pudiera verme. Creía que había sido ya suficientemente claro con eso.

—Más bien sin licencia —dije sin saber a qué venía lo otro—. Nadie le va a prohibir a un nephilim cazar demonios donde le dé la puta gana, pero no es así como se hacen las cosas. Podría estar interfiriendo con nuestras operaciones. Y con todo lo que está pasando es otra cosa rara mas. Fijo que está relacionado con lo demás, pero ni puta idea de cómo. Aún.

El camino de regreso al Instituto fue largo. Si la ida había tardado apenas un suspiro gracias al portal, la vuelta requirió un buen paseo de un par de horas caminando. 

Allí, tras dar el informe de la excursión a Gareth pudisteis seguir con vuestros asuntos.