Chica precavida. Pensé, después del movimiento de Loreena. Era evidente que sus amigos sabrían que se iba conmigo afuera. Se lo había dicho para que yo tuviese claro que había gente enterada de que nos íbamos, por si le pasaba algo. Probablemente por eso de los acuerdos y tal, aunque yo técnicamente no era cazador de sombras ni parte de los acuerdos... Daba igual tampoco tenía intención de hacerle nada. El que me preocupaba era Emille. Esperaba poder manejarlo si llegaba a darse el caso.
Claro. Respondí, agradecido, mientras me dirigía a la salida. No pensaba alejarme demasiado de la entrada para que Loreena se sintiese protegida y cómoda pero, sobre todo, para que Emille no se atreviese a hacer de las suyas.
La chica te siguió mientras atravesabas la marea de gente hacia la puerta y esperó cuando te detuviste a abandonar tu bebida en algún lugar*.
En el exterior no viste ni rastro de Émille, aunque tampoco te alejaste mucho ya que en cuanto disteis un par de pasos desde la puerta la chica se detuvo y sacudió la cabeza en un gesto que hizo ondear su melena y que si estuviese en una pantalla la habría hecho ganar innumerables suspiros.
—Mira —empezó entonces, sin esperar a que preguntaras—. Yo no sé nada de la niña esa... De tu hermana. ¿Vale? Alguien me pidió que corriera la voz de que la habían secuestrado y todo eso, pero yo no la conozco ni sé nada. No quiero problemas con el Instituto.
*He supuesto que lo haces porque no te dejarán sacar la copa, pero si prefieres bebértela, dímelo y lo corrijo ^^.
Poco después viste salir a Ethan, seguido por la vampira, aunque tampoco se alejaron mucho ya que en cuanto dieron un par de pasos desde la puerta la chica se detuvo y sacudió la cabeza en un gesto que hizo ondear su melena y que probablemente habría derretido en suspiros a cualquier mundano e incluso a algunos miembros del mundo de las Sombras.
—Mira —empezó entonces, sin esperar a que Ethan le preguntase—. Yo no sé nada de la niña esa... De tu hermana. ¿Vale? Alguien me pidió que corriera la voz de que la habían secuestrado y todo eso, pero yo no la conozco ni sé nada. No quiero problemas con el Instituto.
Cuando la chica se detuvo hice lo propio y la mirada se me desvió de sus ojos a aquellos cabellos. ¿Serían naturales? Tenía que descubrir el secreto. Mi tinte estaba bien, pero no sabía cómo iba a poder hacérmelo en el Instituto. Nunca me lo había hecho a mí mismo antes.
Sus palabras fueron cortantes y claras. Básicamente quería decirme que ella no sabía nada, pero no iba a desmotivarme. Pese a que la creía, seguro que había algo que ella sabía que podría sernos de utilidad. Vale. Asentí, sin disimular mi decepción. ¿Quién te dijo que pasaras la voz? ¿Qué fue exactamente lo que te dijo? ¿Cómo fue? Tomé aire antes de seguir.
Lo siento. Añadí, consciente de que le estaba haciendo muchas preguntas. No quiero presionarte, pero entiende que, desde que desapareció, ésta es la única pista que he tenido. Quería parecer algo desesperado para que bajase la guardia, pero en realidad quería que se relajase para poder leer mejor sus palabras y gestos. Quería saber si me estaba contando todo o no.
— Vale —asintió Ethan—. ¿Quién te dijo que pasaras la voz? ¿Qué fue exactamente lo que te dijo? ¿Cómo fue? —El chico tomó aire antes de seguir.
—Lo siento —añadió, desesperado—. No quiero presionarte, pero entiende que, desde que desapareció, ésta es la única pista que he tenido.
La chica te contempló en silencio algunos segundos, con su cara de porcelana totalmente neutra, pero finalmente cambió el peso de una pierna a la otra con cierta incomodidad y pudiste notar en su expresión cómo se ablandaba.
—No puedo decirte quién, no soy una suicida, ¿sabes? —dijo, enarcando las cejas—. Hay por ahí gente más chunga que un nephilim que no lo es de verdad. Pero yo también tuve una hermana una vez y entiendo cómo te sientes. Todavía la echo de menos cada noche. —Hizo una breve pausa y sus labios se fruncieron en un mohín que sólo podía describirse como encantador. —Está bien, hagamos una cosa —propuso, ladeando un poco el rostro y con el tono de quien está cediendo terreno voluntariamente—. Intentaré averiguar más por mi cuenta. Dame tu número de teléfono y si consigo algo te mando un whats. Y júrame por tu ángel ese como-se-llame que no vas a contarle a nadie que te ayudo con esto.
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Motivo: Percep+Emp Et
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La chica contempló a Ethan en silencio algunos segundos, con su cara de porcelana totalmente neutra, pero finalmente cambió el peso de una pierna a la otra con cierta incomodidad y te pareció notar en su expresión cómo se ablandaba.
—No puedo decirte quién, no soy una suicida, ¿sabes? —dijo, enarcando las cejas—. Hay por ahí gente más chunga que un nephilim que no lo es de verdad. Pero yo también tuve una hermana una vez y entiendo cómo te sientes. Todavía la echo de menos cada noche. —Hizo una breve pausa y sus labios se fruncieron en un mohín que sólo podía describirse como encantador. —Está bien, hagamos una cosa —propuso, ladeando un poco el rostro y con el tono de quien está cediendo terreno voluntariamente—. Intentaré averiguar más por mi cuenta. Dame tu número de teléfono y si consigo algo te mando un whats. Y júrame por tu ángel ese como-se-llame que no vas a contarle a nadie que te ayudo con esto.
Estaba claro que Ethan lo estaba haciendo como el culo. «Dame tu número de teléfono y si consigo algo te mando un whats». Esperaba que no se contentase con eso, porque había que ser memo. Pero bueno, eso es lo que pasa cuando vas de buen rollo con esas alimañas.
Durante sólo un instante valoré la posibilidad de dejarme caer y enseñarle a la colmillitos cómo nos la gastabámos los nephilim de verdad. Sin embargo, ¿sabes qué? Era su familia. ¿No estaba tan empeñado en que no hacíamos nada? Pues así tendríamos un tiempo de respiro mientras esperaba a que ella «le mandase un whats». Gilipollas.
La respusta de Loreena me hizo sospechar que tal vez hubiera sido mejor seguir la táctica de Emille. Era evidente que yo no le daba miedo, tampoco es que lo hubiera pretendido, pero seguro que con ver al psicópata se le soltaba la lengua. Tenía la sensación de que el sádico sí que era peor que el tipo aquel. Aún así, no cedí al instinto de acudir a él. Por las buenas tal vez podía conseguir más.
Entiendo. Respondí, sin esconder mi disconformidad, pero dejando claro que entendía su postura. La verdad era que agradecía su ayuda y lo que había de su hermana había hecho que empatizase con ella. Además, no me hubiese gustado ver la cara de la joven después de "hablar" con Emille. Este es mi número de teléfono. Cualquier información que puedas propocionarme, cualquiera, será de gran ayuda para mí.
Te agradezco mucho que estés haciendo esto por mí. Seguí, completamente sincero. Si alguna vez necesitas algo de mí, solo tienes que pedírmelo. Estuve a punto de olvidarme de aquello de jurar por el ángel ese que a todo el mundo gustaba tanto. Ah, sí... el juramento. Te juro por el ángel Raziel que no le contaré a nadie que me estás ayudando con esto. Lo dije casi en forma de pregunta. No sabía si había alguna especie de protocolo o algo por jurar por el ángel ese o no, pero si lo había, lo desconocía.
Ha sido un placer, Loreena. Espero saber de ti pronto. Dije, a modo de despedida, tendiéndole la mano.
—Entiendo —respondió Ethan, sin esconder su disconformidad, pero dejando claro que entendía su postura—. Este es mi número de teléfono. Cualquier información que puedas proporcionarme, cualquiera, será de gran ayuda para mí. Te agradezco mucho que estés haciendo esto por mí —siguió, completamente sincero—. Si alguna vez necesitas algo de mí, solo tienes que pedírmelo. Ah, sí... el juramento. Te juro por el ángel Raziel que no le contaré a nadie que me estás ayudando con esto —lo dijo casi en forma de pregunta—. Ha sido un placer, Loreena. Espero saber de ti pronto —dijo, a modo de despedida, tendiéndole la mano a la chica.
La chica apuntó el número de teléfono en un móvil de última generación y después estiró el brazo para estrechar la mano de Ethan. Lo miró con una leve curiosidad mientras tanto.
—Vaya, la verdad es que eres agradable —comentó, como si eso fuese algo inesperado—. Para ser un nephilim, quiero decir.
Asintió entonces con la cabeza y guardó el teléfono.
—Te escribiré cuando sepa algo, pero no vengas aquí a buscarme más, por favor. Eso podría ponerme las cosas difíciles. —Sacudió la melena y se dio la vuelta con intención de entrar de nuevo en el bar. —Hasta otra, Ethan.
La chica apuntó tu número de teléfono en un iPhone de última generación y después estiró el brazo para estrechar tu mano. En sus ojos se reflejaba cierta curiosidad hacia ti.
—Vaya, la verdad es que eres agradable —comentó, como si eso fuese algo totalmente inesperado—. Para ser un nephilim, quiero decir.
Asintió entonces con la cabeza y guardó el teléfono.
—Te escribiré cuando sepa algo, pero no vengas aquí a buscarme más, por favor. Eso podría ponerme las cosas difíciles. —Sacudió la melena con un movimiento de anuncio de champú y se dio la vuelta con intención de entrar de nuevo en el bar. —Hasta otra, Ethan.
Aguardé a que la asquerosa esa volviera al local antes de decir nada. Y para entonces resumí todos mis pensamientos en una sola palabra, una que Ethan pudo escuchar pronunciada desde varios pisos de altura.
—Nenaza.
Después de alzar la voz para decir eso me dejé caer los tres pisos sin ningún tipo de miedo, y al llegar al suelo lo hice acompañando con el cuerpo la caída para no hacerme el menor daño. Me puse en pie después, mirando al rubito a los ojos.
—Muy bien, le has dado tu teléfono, ¿vais a quedar para haceros trencitas? —pregunté ladeando un poco la cabeza y cruzándome de brazos—. Tienes a una Subterránea que se ha negado a decirte quién le ha dicho que corriera la voz y sólo le has dicho que lo entiendes. Ha pasado de tus otras preguntas, pero eso da igual, tú la has dejado ir. Y ni siquiera le has cogido su número para que Amber la localice, poder preguntarle cuando no esté aquí o presionarla, sino que le has dado el tuyo por si descubre algo que sí te pueda decir, en lugar de decirte lo que ya sabe ahora. Joder, haberlo avisado, creía que teníamos prisa por encontrar a tu hermana.
Hasta pronto. Me despedí, mientras la veía alejarse a lo lejos. No podía evitar pensar que podría haberle sacado más, pero también sabía que, si la presionaba, podría cerrarse en banda y entonces tal vez no pudiera conseguir absolutamente nada de ella.
Estaba inmerso en mis pensamientos cuando escuché una voz sobre mi cabeza. Era el capullo. Dio un alto impresionante y cayó sin sufrir absolutamente ningún rasguño. ¿Qué coño? Me pregunté, antes de enmascarar mi sorpresa poniendo cara de pocos amigos.
Tal vez para ti la mejor opción... no, la única opción, sea dar de hostias a la gente hasta que hable. Le espeté, poniéndome a andar hacia el Instituto. Y puede que a veces te funcione, pero es evidente que ella teme más al que está detrás de todo esto que a mí. O a ti. Añadí, mirándole a los ojos, casi retándole a negármelo. Si se lo sacamos a la fuerza tal vez dijese algo, no lo niego, pero no sabríamos si es verdad o no. ¿Has oído hablar de la inquisición? Cualquiera se inventaba cualquier mierda con tal de que parasen las torturas en nombre de Dios.
Intenté contener la rabia. En realidad estaba diciéndole aquello a Emille para convencerme yo. Sabía que ella sabía más de lo que había dicho pero había decidido confiar en ella y no sabía si había sido la mejor opción. Solo podía esperar su mensaje y no era una perspectiva que me gustase demasiado. Y no vuelvas a hablar de mi hermana de esa forma. Terminé, con un tono notablemente más frío. Sabía perfectamente lo que estaba en juego, no necesitaba que un sádico al que le importaba una mierda mi familia y todo el mundo en general me lo recordase.
En cuanto Ethan empezó a hablar lo miré alzando las cejas, escéptico con respecto a lo que tenía que decir él. Pero conforme continuó ese escepticismo fue dando lugar al enfado. Era flipante que en lugar de reconocer que la había cagado tratase de enseñarme a hacer lo que llevaba haciendo años, cuando él ni siquiera tenía la runa del Ángel. Y cuando acabó de esa manera, casi amenazándome, no tardé en responder.
—¿O qué? —pregunté mirándole a los ojos. No tenía ningún problema en demostrarle ahí mismo que se estaba equivocando si creía que podía hablarme así. Una cosa era pedir las cosas, otra decir esas chorradas y darme órdenes.
—Para empezar ni se te ocurra compararnos con nadie que haga cosas en nombre de Dios. Nosotros tenemos enemigos reales, no amigos imaginarios —aseguré—. Y para seguir... Darle de hostias no es la única opción, memo. Podemos encerrarla hasta que se vuelva loca de sed y confiese. Podemos llegar a un trato con ella. Hasta Gareth podría ofrecerle mierdas. Pero eh, es mejor creerte que actúas como si tuvieras más de medio cerebro y darle tu número, que ya te llamará. Porque por supuesto no se lo dará ella a quien la tiene cogida por los huevos.
—Que tú no seas capaz de darle miedo no significa una mierda. Llevo haciendo esto más tiempo que tú y si te digo que hablaría, hablaría. Y no por suplicarle que me cuente algo llorando como un nenaza, intentando darle pena y consolándome con que se quede mi teléfono sin tener cómo contactarla. No puedes venirme con que esta es la mejor manera o con que has hecho lo que has podido, Ethan, porque a mí no me va a colar. Joder, si ni siquiera te has hecho una runa de Persuasión.
—¿Quieres encontrar a tu puta hermana? Tómatelo en serio de una vez, joder. No eres un mundano. Deja de comportarte como tal.
La sangre empezó a hervirme a medida que el psicópata pretendía darme clases de cómo ser un buen nephilim. Lo que más me cabreaba no era la forma en la que me hablaba, que también, sino la posibilidad de que pudiera tener razón. Pero jamás lo admitiría. Además, Loreena se había asegurado de cuidar sus espaldas. No, definitivamente lo que decía Emille no era una posibilidad.
Todo lo que decía se reducía a torturarla con hambre y ofrecerle un trato con nephilims que ella habría rechazado por miedo a las represalias. No, evidentemente lo que había hecho era lo mejor, ahora ella confiaba en mí. Pero no esperaba que Emille entendiese aquello. Él no confiaba en nadie a parte de sí mismo.
Cuando me mande información, que lo hará, veremos quien de los dos tenía razón. En el hipotético caso de que no lo haga, sé donde puedo contactarla. Ha dejado muy claro que no quiere que vuelva por aquí y la próxima vez no seré tan agradable. Le dije de forma cortante, queriendo zanjar el asunto. Tú tendrás tus métodos, yo tengo los míos.
No dije nada respecto a la runa. No tenía ningún palo de esos que hiciesen runas y me estaba cansando de ir arrastrándome por ahí pidiéndolos. Cuando tuviera mi propio palo la cosa cambiaría. Y, te guste o no, he sido un mundano toda mi vida y ni un millón de runas en mi piel, ni una estela, ni ningún Instituto van a cambiar eso. Si por mí fuera seguiría viviendo mi mundana vida junto con mi familia y sin conocer toda la mierda que esconde este podrido mundo.
Iba a dejarlo ahí, pero no pude. No pude sacar de la cabeza las palabras del chico al referirse a mi hermana. No tenía ningún derecho. No precisamente él. Y no vuelvas a dudar que quiero encontrar a mi familia. Si estoy en el Instituto, si voy a tus malditas clases para aprender a pelear, si me trago libros y libros sobre demonios, es solo para encontrarlos, no porque quiera ser un cazador de sombras. No espero que precisamente tú, que abandonaste a tu familia, lo entiendas, pero no pongas en duda que haré lo que sea por recuperarlos.
Era consciente de que probablemente debería haberme mantenido callado, pero la prepotencia de Emille me lo habían impedido. No le permitiría hablat así ni de mí ni de mi familia. No sabía nada de su historia, tal vez lo que había dicho había sido un golpe bajo, pero había sido culpa suya. Él se lo había buscado.
Escuché las nuevas mierdas que salían de la boca de Ethan más por no zanjar la discusión y que se creyese que tenía la razón que por otra cosa. Al escuchar lo de que la vampira esa le daría información dibujé una sonrisa burlona. Sí, claro. Y luego, cuando dijo eso de mi familia, mi rostro se volvió totalmente neutro. Estaba claro que no tenía ni puta idea de cómo eran las cosas.
—La próxima vez —cité antes de fruncir el ceño y hacer un gesto con la cabeza, olvidando por el momento sus últimas palabras y centrándome en las más ridículas—. ¿Y cuánto vas a esperar para eso? ¿Cuánto tiempo le vas a dar? ¿Sabes lo que le puede pasar a tu hermana mientras? —pregunté de manera retórica, dejando que fuera él mismo el que lo imaginase.
—Si te manda información será la que ella quiera o incluso la que le digan que mande. Puede ser una trampa, puede ser información desfasada o puede no ser una mierda. O puede ser un «Oh, mierda, Ethan, he descubierto que tu hermana está muerta. Saludis» —ironicé—. Pero eh, la próxima vez no serás tan amable: felicidades. A ver cómo haces para asustarla más esa próxima vez que esa cosa tan horrible —dije con tono burlón— y a la que teme tanto que no se le puede presionar. Porque claro, si le tiene tanto miedo no colaborará más a cambio de protección, por ejemplo.
—Y no vayas ahora de que te pasas el día entrenando y dejándote la piel. A lo mejor no estabas acostumbrado a hacer una mierda antes y te parece que trabajas un huevo, pero yo en mi día de descanso entreno más que tú en un día normal. Y si de verdad esperas que me crea que harías lo que fuera por recuperarlos... —enuncié dejando un instante de silencio antes de hacer un gesto con la barbilla hacia el local—. ¿Por qué te he traído con una tía que sabe cosas de tu hermana y estamos aquí discutiendo en lugar de consiguiendo esa puta información? ¿De verdad harías lo que fuera, o si te da penita una chupasangres ya te cortas y no es tan urgente?
—Ni siquiera tienes tú su número, joder —le recordé—. No has conseguido nada más que avisar de que estamos tras ellos.
Sin embargo, las palabras de Émille sólo consiguieron que Ethan se cerrase más en banda y el regreso hacia el Instituto fue acompañado de un ambiente tenso entre los dos chicos. Al llegar allí el rubio se encaminó a las escaleras del vestíbulo sin despedirse y nunca llegaron a hablar de nuevo del tema antes de que desapareciese unos días más tarde.
Escena cerrada.