— Eso. Tócalo todo —animé a Meri-san desde el lado de Ella—.

Supuse que habían preparado algo en la puerta para cuando nos asustaran y quisiéramos abrirla para salir corriendo y que por ello necesitaban que entrásemos sí o sí por la ventana. Pero si Anbel estaba dentro podía oír las manazas de la Morgenstern y abrir. Tal vez incluso entre pelirrojas se notaban o algo.

Si nada funcionaba empezaría a escalar y animaría a Carstairs a subir detrás de mí para que no quedase fuera cuando Meli-san quisiera entrar y se viera obligado a auparla. ¡Que menuda aprovechada era! Ahora que tenía embrujado a lanzaman con su pelo que no le pusiera el culo en las manos a Milton.

La puerta no reaccionó de manera alguna a lo que Melissa intentó y Milton no tardó en seguir a Sun-yun saltando por la ventana. Ella esperó hasta que la pelirroja terminó de intentar cosas para ayudarla a pasar antes de hacerlo ella también. Pronto el grupo de cuatro nephilim ya estaba dentro de lo que parecía haber sido un amplio salón de baile. 

El interior de la mansión estaba cubierto por una gruesa capa de polvo de años depositado sobre el suelo y los muebles. Algunas zonas, como la que quedaba justo debajo de aquella ventana, mostraban algunas huellas de pisadas, pero ninguna parecía reciente y el polvo las había terminado por desdibujar también. 

Del salón se podía acceder a un vestíbulo con una escalinata doble que llevaba al piso superior, pero también a un comedor, una biblioteca y una cocina. Cerca de ésta, se encontraba lo que debía haber sido la zona del servicio mucho tiempo atrás. Todos los muebles y objetos seguían en el que fue algún día su lugar, cubiertos por ese manto de polvo que los hacía verse deslucidos y carentes de brillo. 

La chica soltó un pequeño estornudo cuando su caída levantó una nubecilla de polvo que se sumaba a la que ya se había formado con la entrada de los otros tres antes que ella. Se frotó la nariz y avanzó un par de pasos antes de ejercer como guía turística.

—Y esta es la mansión Morgenstern —Miró a Melissa—, que quizá termine siendo tuya algún día. Con todos sus muebles y todo su polvo. —Se rió un poco con su chiste—. ¿Qué queréis ver?

Menudo ascazo: tanto la mano no-magica de Mel-san como el estado de la Mansión.

Qué horror. Había visto en flickers edificios a medio derruir más limpios que este. A ver, punto al realismo pero ya podrían haber limpiado sabiendo que nos iban a meter.

Me limpié el polvo de las manos en los pantalones y después sacudí la suciedad del pantalón con las manos.

Reí a la broma de la que sería mi profesora.

— Meli-san manda —respondí después—.

Al ver que nada ocurría esta vez al tocar la puerta y no encontrar nada que la pudiera abrir sin un buen golpe, decidí ir hacia la ventana por la que habían entrado y aceptó la ayuda de Ella.

Tosí un poco al entrar en el interior de la mansión tras respirar el polvo, intentando que se quitara de la garganta. Cuando me adapté a la luz del lugar observé todo lo que nos rodeaba, deteniéndome por un momento en la sutileza de las huellas del suelo y luego volviendo a revisar los muebles distribuidos por la habitación.

—La verdad es que es tan grande que no sé por dónde empezar —dije respondiendo a la pregunta de Ella. Sin embargo, no dejé que pasara mucho tiempo tras haber decidido un destino—. Estaría bien visitar todas las habitaciones en general, incluyendo cocina, baños... Aunque me gustaría entretenerme más en la biblioteca, después.

Miré a los demás para averiguar si les parecía bien y, si estaban de acuerdo, me dejaría llevar por la guía.

Durante la siguiente hora el grupo de nephilim se dedicó a recorrer la vieja mansión, toqueteando los objetos que aún quedaban en ella y levantando el polvo con sus pasos. No encontraron nada allí que pareciese fuera de lugar dado el contexto, aunque Milton y Sun-yun sí encontraron un armario libre de polvo en el que esconderse un rato y Melissa unos libros con árboles genealógicos que se llevó para estudiar con calma más adelante. 

Finalmente los cuatro se marcharon y emprendieron el regreso. No habían sacado mucho en claro, pero había sido una excursión emocionante y si algo era seguro era que todos necesitarían una buena ducha.