Partida Rol por web

Caleb observó al resto de comensales y pudo ver un poco de todo. Gente snob y estirada, como su amigo el capitán cara acelga, gente que parecía que había salido de un tugurio barato como el tal Bullocks y gente que apestaba a poli como el tal Wallace. No conocía a ninguno, pero uno no aprende a pasar ciertas sustancias en la barra de una discoteca sin identificar a un policía a la legua.

Al entrar el notable cariz ácido de Hemmens me hizo mirarla y esbozar aquella sonrisa que más le dolería, aquella que decía por dentro "Lo que usted diga... pero mire de donde viene y qué es, para luego juzgar".

El traje estaba a medida, seguro que si mi padre me viera diría que era la primera vez que quisiera reconocerme como hijo. Sólo vestía así para las bodas y combites donde mis padres necesitaban fardar con sus amigos del dinero que habían ganado en la última media hora.

Pero ese no era mi estilo, al ver policía, pidiendo tinto como el que espera un cartón y algo con queso fundido para picar torcí la mirada, sin ganas de volver a verlo. Mi nuca mostraba a todos la huella de su mano resaltada en un color viviente. Exaltado como aquella petequeas que habían surcado mi piel.

Volví a mi sitio y escuché. al parecer el marido de "la sirviernta fiel del policia" estaba allí. Lo de antes había sido una confusión, los miré a ambos y pensé en como podría ser su relación.

Y entonces me percaté de que no me había presentado a mis vecinos de silla, así que mire a ambos lados y encontrando sólo a un lado al señor Clement Relish, ya se había presentado como psicólogo. Esperaba que nuestra silla cercana no significase una terapia personalizada durante mi estancia en aquel lugar. Pero sin más preámbulos retiré la silla para sentarme y antes de hacerlo le tendí la mano y dije.- Dylan O`Brien... encantado.

Dylan miró a todos los comensales y salvo sus compañeros de viaje no conoció a ninguno. Espera, uno le sonaba, ese elegante caballero británico le sonaba de algo pero no podía ubicarlo exactamente. Sí, ese tal Gustave era un actor inglés que hacía películas de espías, no era uno de los actores viejos que habían hecho de 007?

Mientras veía al señor Cavanough alejarse una luz se encendió en su cabeza iluminando su rostro con una sonrisa. Ya estaba demasiado lejos de ella para dirigirse a él sin alzar la voz demasiado, pero en su interior pensó que más tarde le pediria un autografo. Había disfrutado de varias de sus novelas a lo largo de su vida.

Se giró para saludar a la bonita mujer que se sentó a su lado. Parecia algo mayor que ella pero su sonrisa cálida le transmitió buenas vibraciones. - Yo soy Nadia Stinson. Luce usted estupenda, si me permite decirselo. Ese color le favorece - su tono era dulce y amable - Yo ya no puedo ponerme esas cosas - rió con suavidad cuando se percató de la entrada de un joven muy apuesto, pero en cuanto abrió la boca... y ese guiño.... Dejó escapar un ligerisimo suspiro mientras se volvía a tiempo de ver entrar a Dylan.

Aquel traje le quedaba como un guante. Esperó a que se sentara en frente de ella y que terminase de presentarse para dirigirse a él - Estas muy guapo Dylan - dijo con sinceridad

Fueron entrando más y más gente al lugar. Por el momento no reconocía  nadie y la presencia de algunos solo hacían más incomodo el sentirme allí desubicado.

Por suerte entró una belleza sin igual al lugar. Sin duda el señor Dark tendría muchos asuntos pendientes que cerrar, pero las personas que estaban destras de dichos asuntos, eran del todo extrañas los unos a los otros. Incluyendome a mi. Al verla sentarse al lado de la embarazada sonreí y me dirigí hacia ella tras saludar a Cavanough - Sin duda un placer.

Fue entonces cuando busqué del bolsillo interior de mi chaqueta un par de mis tarjetas de visita, para tenderselas a la embarazada y su compañera de silla. - Encantado de conocerla señorita Kramer y señora Stinson. Tomen esto como un gesto de buena voluntad. - Las tarjetas eran simples donde venian mi nombre, numero y dirección, además del subtitulo de Psicologo de la vida. - No se lo deseo señorita Stinson, pero si tras el parto necesita de alguien que la escuche y la ayude, no dude en llamarme. Además - entonces miré a Kramer - todos necesitamos a alguien que escuchen nuestros problemas, para ayudarnos a aliviar esa carga que llevamos encima. ¿No? - sonreí de alguna forma complice a la misma que estaba mirando

-O, y no se preocupen la primera sesión invita a la casa... aunque si la piden ahora, no se cuanto podrá durar con nuestra estancia - reí a modo de broma para volver a acomodarme en mi asiento, mirando al resto - Dudo que el resto lo necesite, pero les hago la misma oferta que a las damas... solo que me quedé sin tarjetas. - reí por lo bajo. Solo traje tres y ya me quedé sin ellas, aunque estaba seguro que si el señor Dark supo encontrarme, el resto podían hacer igual.

El surgir de gente de todos lados, empezaba a hastiar al pobre de Nate. En determinado momento le pareció que llegaba más gente de la que estaba dispuesta a la mesa.

Empezaba a impacientarse de que el Señor Dark no apareciera de una vez. Él no había ido allí para hacer amigos ni para amenizar su vida social.

Sólo quedaba una cosa que hacer para matar el tiempo; Seguir bebiendo.

Al final se entretuvo más tiempo del deseado en su dormitorio por lo que cuando bajó al comedor ya estaban allí la mayoría de los invitados aunque el anfitrión aún no había llegado

Compuso una sonrisa agradable y entro al comedor observando la mesa para quedarse con su sitio mientras buscaba a las únicas personas que conocía y se acercaba a la mesa

-"Hola"-saludó a los presentes de manera un tanto tímida.Allí estaba la mujer embarazada que había visto brevemente en el balcón así que le dirigió una sonrisa y tomó asiento

Alarmado por la pregunta que el misterioso hombre les había formulado a su compañera de mesa y a él mismo, negó varias veces mientras un severo tartamudeo asomaba entre sus labios, incapaz de terminar una frase mientras apartaba un poco la silla de su compañera para que no llegara más allá la confusión.

- No, no, nosotros no… no nos conocemos, lo siento.- Sonrió a la mujer con timidez antes de agachar la mirada.- Enhorabuena por su estado, soy Wallace Bullocks.- Recordó los momentos en los que había convivido con su mujer embarazada y, aunque bien cierto que era una etapa preciosa, también recordaba los continuos cambios de humor y las hormonas revueltas, prefiriendo no alterarla con preguntas sin sentido como qué le había traído hasta ahí. No quería reconocerlo en voz alta pero sí, le tenía un poco de miedo a las embarazadas.

Alzaba la mirada cada vez que alguien nuevo entraba, encontrándose con la sonrisa de Hallard y correspondiéndole con un breve saludo. La confianza que transmitía el hombre de negocios le inspiraba en cierta medida, aunque no lo suficiente para abrirse al mundo.

Fue en la última mujer en la que se fijó, la que un simple “hola” de forma tímida le hizo sentir que no estaba solo en medio de la actividad social.

De todas las caras que rodeaban la mesa Felicity sólo reconoció a una, aparte de sus dos compañeros de viaje. Sir Gustave Cavanough nada más y nada menos. Los recuerdos acudieron de nuevo a ella al acordarse de una de las mejores entrevistas que había realizado ya que el señor Cavanough había sido un gran rival dialéctico muy educado e inteligente. Cuando sus miradas se cruzaron, hizo un leve asentimiento de cabeza y le dedicó una sonrisa radiante que iluminó su cara, se irguió en la silla sintiéndose de nuevo como la mujer segura de sí misma que era antaño.

Volvió a prestar atención a sus compañeros de mesa ya que no quería parecer irrespetuosa, escuchando las presentaciones que tanto la joven embarazada como otro caballero sentado cerca, hacían.

—Muchas gracias Nadia —aprovechando que la joven se acababa de presentar utilizó su nombre para dirigirse a ella—, eres muy amable. —Ciertamente se sentía halagada al escuchar sus palabras ya que habían conseguido elevar su ego pisoteado—. Una mujer embarazada luce espléndida se ponga lo que se ponga querida, y a ti se te ve radiante —era un tópico que todo el mundo decía y con el que Felicity no estaba demasiado de acuerdo.

Saludó también al hombre sentado un poco más allá pero frente a ella y se levantó ligeramente de la silla, estirando el brazo, para coger la tarjeta que le tendía. Enarcó una ceja al conocer la profesión del hombre y un velo oscuro cruzó por su cara al escuchar las palabras que claramente le estaba dirigiendo a ella. ¿Acaso ese hombre la conocía? ¿Qué sabría exactamente de su vida?

Aquellas preguntas que se empezó a hacer minaron por unos instantes la autoestima y confianza recientemente recuperadas pero, gracias a las palabras de ánimo de Daniel, se recuperó con rapidez. No quería echar por tierra la oportunidad que se le ofrecía en bandeja para volver a ser la de antes.

—Gracias —le dijo al hombre intentando que no se notara la angustia que, por unos momentos, la había traspasado.

La entrada de otra mujer, Felicity se daba cuenta que eran muy pocas, hizo que perdiera el interés en el psicólogo para fijarse en ella mientras seguían esperando pacientemente, unos más que otros, a que el señor Dark apareciera de una vez. Era extraño que alguien que cuidaba tanto los detalles, que les había exigido un protocolo, no fuera el primero en cumplirlo.

La señora Hemmens asintió para ella mientras veía como los comensales iban ocupando sus posiciones alrededor de la mesa y las pequeñas conversaciones, de temas intrascendentes, iban brotando a ambos lados de la mesa. Con discreción se retiró del comedor y se dirigió hacia el vestíbulo para hacer sonar el gong que resonó en toda la casa.

Los comensales se preguntaron a que vendría la segunda llamada pero sus dudas fueron rápidamente despejadas al ver a la doncella y al mayordomo empujar un carro con doce platos calientes tapados para que no perdieran el calor. La ama de llaves, y anfitriona a la espera de la llegada del señor Dark, tomó la palabra

"Damas, caballeros, el señor Dark enseguida llegará pero mientras tengo orden de empezar la comida. El primer plato que les serviremos será soufflé de langosta con reducción de vino blanco y queso fresco Sudafricano. El plato será maridado con un Mersault blanco de 2008, una añada excelente si me permiten el comentario. Nuestra chef espera que sea de su agrado. Señor Butler, señorita Simmons, tengan la bondad."

El mayordomo arrastró el carró hasta la posición que ocupaba la silla de Dark y empezaron a servir, el mayordomo por la derecha, la doncella por la izquierda, sirviendo primero a las señoritas, comenzando por Natalie, y acabando por los caballeros dejando a los señores Vincent y Hallard para el final.

En cuanto todas las cacerolas estuvieron levantadas la anfitriona les dijo
"Bon apetit"

Las copas de vino y de agua se iban llenando. La última comida de uno de ellos había empezado.

- Bueno, por fin algo interesante entre tantas charlas instranscendentes. La comida.

Con gestos medidos me pongo la servilleta sobre las rodillas y me dispongo a probar el soufflé, que tiene muy buen aspecto. Entre todas las cosas que considero buenas en mi vida, el alcohol y la buena comida ocupan los primeros puestos sin ninguna duda, y si el plato sabe tan bueno como luce, ya habrá merecido la pena el viaje y la incomodidad de encontrarme rodeado de tan gente insulsa.

Sin esperar por si alguien desea hacer algún comentario o proponer algún brindis, echo mano de la cuchara.

Los ojos de Natalie recorrieron el rostro de cada uno de los presentes, analitica como de costumbre. Sin embargo en cuanto Sir Cavanaugh se acercó a ella para hablar, esbozó una de sus coquetas sonrisas, inclinando la cabeza por la galanteria de la que como de costumbre empapaba todas sus conversaciones en comun. Casi se habia tornado una especie de juego mutuo de coqueteos superfluos. Pero tenia en mente unas palabras que la señorita Hemmens habia dicho. Estaba interesada en que nadie la cortejara, por lo que iba a portarse bien.
- Aunque quisiera no podria olvidarme de sus refinados modales, Sir Cavanough, es un placer volver a verle.- Inclinó respetuosa la cabeza y luego volvio la atencion a los presentes, pillando trozos de conversaciones aqui y alla, presentaciones. Desde luego la mesa era de lo mas dispar. Desde depresivos borrachos hasta mujeres que no parecian acostumbradas a los tacones. Niños de dinero que lo habian tenido todo y chicos que se conformaban con ser gilipollas y tener una cara bonita. ¿Que era lo que los unia a todos? Era hora de remover el caldero.

- Vaya, por lo que veo todos aqui somos como minimo, muy distintos. Recuerdo que la señorita Stinson mencionó que estaba aqui por negocios. ¿Es lo que os ha llamado a todos? Porque segun tengo entendido se trataba de una fiesta formal de mera corte social. - Esbozó una de sus sonrisas aparentemente despreocupadas, pero realmente estaba midiendo exactamente que habia querido buscar el señor Dark al llegar a mezclar a gente tan extraña bajo un mismo techo. Quizá queria unificar en un mismo fin de semana libre muchos cabos sueltos. Algunos por negocios, otros por cortejo, otros por compromiso... Quien sabrá.

La comida se repartió junto al vino, Natalie unicamente tomando la copa entre sus dedos, catando el vino y dando con una ligera cabezada el asentimiento para que el camarero le rellenase la copa al nivel adecuado. Desde luego le resultaba de bastante mala educacion iniciar la comida sin que el señor Dark estuviera presente, por lo que tras colocarse educadamente la servilleta en el regazo, esperó con su plato servido e intacto mientras seguia con la atencion centrada en las conversaciones que podrian fluir a raiz de sus preguntas venenosas.

Parecía que Dark se retrasaba y eso no hablaba bien de su etiqueta. Saboreo el manjar que ante sí le ponían, ya que no tenía constumbre de tales viandas. Pero su mente parecía escudriñar a cada uno de sus compañeros, apuntando mentalmente aquello que viera que pudiera parecerle de interés.

Hallard había permanecido en silencio, escrutando a sus compañeros de mesa como un halcón acehando a su presa a muchos metros de altura. Le extrañaba cómo algunos de ellos era reconocidos o pertenecientes a la clase alta, mientras que algunos otros le generaban la sensación de ser personas de a pie a quienes, a priori, el señor Dark no podría tener ningún motivo para invitarles.

-Espera, yo sé quién es usted -dijo el británico, muy sorprendido, al reconocer a uno de los hombres que tenía más próximos-. Nada menos que Sir Gustave Cavanough, el Arthur Conan Doyle del siglo XXI. Tengo que reconocer que he leído varios de sus libros. -Se fijó entonces en el orondo señor Vincent, mientras comía el soufflé-. Y a usted también le conozco, aunque no termino de ubicarle. ¿Cómo decía que se llamaba?

Nadia parecía tender la pipa de la paz, y aunque el orgullo adolescente me tendía a declinarla, no lo haría. Había sido un cumplido sin necesidad. Me encogí de hombros mientras me miraba y dije.- El estilo es del Señor Dark, mi maleta trae más estilo casual que alta etiqueta... - La miré con una sonrisa a medias y dije.- Pero gracias... Carla y usted también están preciosas.

De repente el gong, y esperaba la entrada del Señor Dark y entonces... nada, la comida. Esperé a que levantaran la tapa y al ver el plato asentí al respirar aquel fresco aroma con tiznes salados. No sabía si debíamos empezar, pero antes de preguntarlo la gente ya respondía la pregunta, cogiendo sus cubiertos. Así que no lo dude más y cogí mis cubiertos y llevé el primer bocado, sintiendo un gratificante sabor en mi paladar. Cogí la copa de agua y sorbí un delicado trago y dije en voz baja.- Está muy rico...

Iba a seguir hablando del plato cuando una de las mujeres empezó a hablar sobre el tema de la reunión, lo cuál llamó mi atención y asentí a sus palabras, mientras dejaba los cubiertos para hablar y luego seguir comiendo. Levanté una mano con un dedo como indicando mi caso y dije.- Yo creía que esto era un campamento ideado por mis padres... es más vine con saco de dormir y demás por si no había albergue y se trataba de una acampada.

Sir Gustave saludó a sus compañeros de viaje con un gesto cuando primero uno y luego otra se incorporaron a la mesa.

Ya tendría tiempo de acercarse a saludarlos, pero antes había reconocido a otra persona a la que debía saludar.

Señorita Stein, siempre es una alegría reencontrarme con usted. Lo cierto es que no esperaba encontrarme con nadie conocido. Por eso comprenderá mi sorpresa cuando repentinamente ¡nada menos que dos de las mujeres más inteligentes y hermosas que he tenido el placer de conocer están sentadas en mi misma mesa! Usted y la maravillosa periodista Felicity Kramer. Un verdadero púgil pesado en ambas materias: hermosura e inteligencia. - Se gira a la mencionada.

Me alegra volver a verla, señorita Kramer. Confieso que le había perdido la pista los últimos años. Por favor, cuénteme qué ha estado haciendo. Siendo una periodista con una trayectoria y sagacidad tan admirables, seguro que ha estado poniendo en aprietos a algún líder político de dudosa reputación internacional o algún otro proyecto encomiable. - Si la había, no se percibía sorna en su voz. Al contrario, transmitía una honesta admiración.

En ese momento, otro caballero le reconoció y, al fin, alguien usó su título de máxima distinción del ex-imperio británico. Fingió disgusto como acostumbraba a hacer. En realidad amaba que alguien hiciese pública su condición para poder fingir que no le daba importancia y así impresionar a los presentes tanto con su título como con su estudiada humildad, que solo alimentaba su vanidad.

Se giró hacia Hallard para responder a su insinuación.

Por favor, me honra, pero no merezco semejante trato. Soy sólo un escritor mediocre que tuvo un golpe de suerte. Confieso que Melpómene me brindó su atención un par de veces, pero ninguna de ellas puede decirse que fuese mérito mio.