Querido cuaderno, vamos a pasar juntos las próximas semanas y espero que seas mi fuente de inspiración porque tengo un problema y solo tú puedes ayudarme. Me llamo Agatha Christie, pero no soy esa Agatha Christie, soy una chica de 17 años que parece tener 14 que vive en un pueblo que dudo que aparezca en los mapas, pero si apareciera sería bajo el nombre de Villa Oveja, Gales.
Te estarás preguntando que problema puede tener una chica de mi edad, verdad? Dinero. Un dinero que me aparta de mis sueños de ser una escritora de éxito a largo plazo y de entrar en Oxford a corto. Sin dinero estoy condenada a convertirme en lo mismo que mis abuelos, mis padres y mis tíos: peón agrícola cuya máxima aspiración puede ser el convertirse en esquilador.
Este es mi destino, pero tú puedes evitarlo. Solo tú. Dentro de 6 semanas acaba el plazo para presentar trabajos para la beca Christie y en el ordenador no puedo escribir. No soporto como el cursor parpadea cada vez que me paro, como burlándose de mi por no ser capaz de mantener el ritmo, ni soporto la facilidad con la que se puede borrar todo pulsando una sola tecla, es injusto lo fácil que es destruir y lo difícil que es crear. Te necesito, eres mi única posibilidad.
Y Agatha, sí tú, la verdadera, si estás por ahí ayudame, para mi escribir es como respirar y voy a escribir una de tus historias. Espero que no te enfades. La llamaré "Un puñado de negritos". Manos a la obra...
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Alguien está aporreando su puerta insistentemente mientras intenta despejar las brumas del sueño de su mente. Un vistazo rápido a la mirilla desvela un hombre bien vestido, con más pinta de camarero que de hombre de negocios, que espera pacientemente la respuesta desde el otro lado.
En cuanto la puerta se abre el hombre se presenta con unos modales exquisitos identificándose como Derek Lipton, hombre de confianza del señor Dark, un excéntrico multimillonario famoso tanto por sus actos de filantropía como por el excesivo celo por conservar el anonimato.
El hombre le tiende un paquete indicándole que todas las instrucciones necesarias están en su interior. Tras despedirse con cordialidad se marcha dejándole frente al paquete. Lo abre con curiosidad y vierte su contenido en la mesa de la cocina, una carta a su nombre y un teléfono móvil de prepago. Una carta que le cambiaría la vida y con una oferta a la que era prácticamente imposible decir que no.
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Espera, espera!!!. Todavía no hemos dicho quien es él!!. Uhmmm, déjame pensar, será un hombre guapo, de mediana edad, pero ajado por la desgracia, ajado por el juego. Mmmmmm, que problema podría tener?. Sí!, podría ser ludopata y por culpa de su juego lo perdió todo, una preciosa mujer, una pequeña hija, su trabajo, todo. Empezó con las tragaperras pero así se ganaba poco, demasiado lento, de allí pasó al poker, al blackjack, noche tras noche, casino por casino, perdiendo poco a poco su vida. Algunos días, los menos, la suerte sonreía y otros le daba la espalda. Tanta espalda le dio que en poco tiempo empezó a hacer tratos con gente a la que es mejor no deber dinero, y eso le costó el divorcio, pero esa información no llegó a los oídos pertinentes y le costó la vida de su ex. Sì!, puede funcionar!!, Me encanta este personaje!. Se llamará Wallace, como el de la película Braveheart (es tan guapo....), y se apellidará Bullocks como Sandra, mi actriz favorita... Es un buen personaje, dará mucho juego.
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Wallace miró el paquete con interés una vez que vio el logo de industrias Dark. Conocía de sobra la fama de industrias Dark, sus actos filantrópicos y la excentricidad de todo lo que se movía el entorno del misterioso señor Dark. De entre todo su conglomerado de empresas, las más conocidas por él eran sus casinos, de los más selectos de la ciudad y a los que nunca le habían dejado entrar, ni siquiera en sus mejores momentos, cuando la suerte venía de cara y estaba en racha.
Abrio el paquete,con curiosidad, y al ver su contenido alzó la ceja. Una carta con un sobre normal, sin emblemas ni marcas, y un viejo NOKIA 3310 encendido y que parpadeaba, indicando que había sido cargado recientemente. Un contenido extraño para un paquete, y más si venía de alguien como Dark que podía permitirse limpiarse el culo con billetes de cien pavos y utilizar Iphones X de posavasos. Que podía querer de él?
Wallace abrió la carta y empezó a leer con avidez, esperando que el contenido de esa carta fuera su escalera real, algo que le debía la vida desde hacía demasiado tiempo.
Tenía sueño.
No recordaba a qué hora se acostó la noche interior ni cuanto había dormido, ni siquiera si seguía el cielo tan oscuro como lo dejó en sus últimos recuerdos. Estaba en un estado de duermevela, divagando entre la fina línea de la consciencia y el desfallecimiento cuando abrió los ojos por primera vez, cerrándolos al instante por la ráfaga de luz que asomaba desde la ventana con la persiana entreabierta.
Se incorporó sobre el incómodo colchón, uno de segunda mano que consiguió a buen precio con unos cuantos muelles sueltos que servía para un leve descanso, el suficiente para reponer las fuerzas de un nuevo día. En otras circunstancias ni siquiera lo hubiera mirado, el descolorido del tejido le daba a entender que los anteriores dueños no tuvieron piedad con el, posiblemente un esfínter demasiado suelto por algunas manchas localizadas en las zonas medias, pero en la situación que se encontraba no podía darse el lujo de ponerse puntilloso, tenía prioridades más importantes en su lista.
Encorvado, apoyó los codos en las rodillas y escondió el rostro en las manos, escuchando todavía en su cabeza la pegadiza melodía del casino, lo suficientemente animosa como para instarte a seguir jugando pero calmada para tranquilizar, simulando un eterno ascensor de infinitas plantas. Con el meñique de la diestra se rascó el interior del oído, un vago intento de taponarlo o buscar el interruptor que pausaba la canción.
Sin embargo un ruido ajeno a la orquesta de trompetas y vientos de cuerda, el timbre de su puerta sonó una única vez de tal forma que pensó si era fruto de su imaginación o realmente había alguien tras la puerta esperándole.
Su primer pensamiento fue hacia su hija. Había vivido hace no demasiado tiempo para olvidarlo el encuentro con aquellos hombres, la parca oculta tras gafas de sol y chaqueta que traían la desgracia de la muerte de su mujer. Había manchado sus manos sin quererlo y, ahora, sujetaba el pomo de forma temblorosa mientras ojeaba la mirilla.
No eran el mismo hombre, de eso estaba seguro. Aunque el dolor distorsionara parte de sus recuerdos el rostro lo tenía bien definido, una rueda de reconocimiento entre miles de personas que pasaría con dedo certero.- Maté a mi mujer, y tú me diste la pistola.
A pesar de eso no se fiaba. El lobo podía haberse buscado un nuevo disfraz, caretas improvisadas que le hicieran bajar la guardia para morderle en el cuello cuando bajara la guardia, por lo que únicamente abrió la puerta dejando una fina rendija, lo suficiente para que sus miradas se encontraran a través del hueco.
No hubo conversación porque no habló, no se atrevió más que a abrir la boca sin proferir palabra, dejando que el extraño tomara la iniciativa en todo momento. Una vez tuvo el paquete en sus manos cerró la puerta tras de sí y lo miró con atención, echándole un vistazo general. Primero lo sacudió acercándoselo al rostro, como si quisiera adivinar a través de su percepción auditiva el contenido, luego le dio la vuelta entre sus manos, descubriendo así el logo de industrias Dark.
Un extraño asombro recorrió su interior al reconocer la afamada empresa. La había visto cientos de veces en las noticias, recortes de los periódicos gratuitos que regalaban por la calle o por las numerosas empresas que regentaba.- Y los casinos…- Tragó saliva, recordando las veces que había intentado entrar en uno sin éxito, viéndolo como un tesoro inalcanzable, la utopía del juego al alcance de unos pocos.
Demasiado curioso de saber qué sería, dejó el paquete sobre la pequeña mesa de madera mientras retiraba de la silla la ropa del día anterior, dejándola en un montón sobre el colchón, y sentándose después arrastrándola imperioso.
Alzó una ceja al abrir la caja y comprobar el contenido, creyendo en un primer momento que sería algún tipo de promoción publicitaria y posiblemente se estaría emocionando por un cupón de descuento. Sin embargo no entendía el regalo del móvil, tocando las letras para comprobar que estaba encendido y recordando aquellos tiempos en el que él mismo tenía uno de esos; después, dejándolo a un lado de la mesa, cogió la carta y la leyó.
No podía creérselo.
Leyó y releyó. Una, dos, tres, hasta cuatro veces, memorizando partes de la carta al no creer su contenido. Se tapó los labios con las manos, incrédulo de que hubiera dado con su trío de ases gracias a la racha de pérdidas, una cualidad que nunca valoró y que, ahora, podría hacerle volver con su hija.
- Gracias. Gracias. Gracias.- Susurró entre lágrimas mientras miraba fijamente el móvil, contando los segundos hasta que sonase.
La luz del móvil parpadeaba cansinamente mientras los segundos se iban desgranando, uno a uno, como en un reloj de arena con el agujero entre cuerpos más estrecha de lo normal. El hombre más poderoso del mundo le iba a llamar a un teléfono de hace 20 años para ofrecerle la oportunidad de su vida? En serio?. Si no estuviera en su casa pensaría que estaba siendo víctima de una cruel broma, de esas de cámara oculta de las que salen en los programas dominicales, pero allí estaba, como el teléfono y la carta. El reloj de la cocina indicaba que el plazo se había cumplido cuando el teléfono empezó a sonar. Se podría decir muchas cosas del señor Dark, pero impuntual no era una de ellas.
El tiempo pasaba despacio, demasiado para su gusto, imaginándose que Chronos estaría sobre su trono moviendo las ruecas del tiempo mientras reía con sorna como un niño que juega con un insecto, observándolo a través de una inmensa lupa para ver de cerca con un único ojo cuando le arrancara sus alas.
Miró el sobrio reloj que colgaba en lo que simulaba ser la cocina dándole la impresión que se había detenido si no fuera por el tictac que resonaba. El segundero seguía su curso circular, impasible, moviendo unos centímetros el minutero cuando completaba la vuelta.
¿Y si era todo una broma de mal gusto?
El silencio, la soledad y los nervios le hacían pensar, divagar en las posibilidades más remotas e inverosímiles de las circunstancias, dejándose llevar siempre por el velo oscuro que tapaba sus ojos. Agachó la mirada hacia la carta preguntándose si sería real e hilando las pruebas que tenía. Nadie me ayudaría, menos un hombre como él.- Sus hombros bajaron lentamente de forma cansada a pesar de haberse despertado apenas escasos minutos mientras la yema de los dedos acariciaban la firma de Dark.- ¿Y si…?
Creyó que era un montaje ideado por alguna perversa mente. Algún “amigo” o no tan amigo habría bajado por internet una plantilla de la empresa, falsificando la firma y simulando ser el pelotazo del siglo, aparte de contratar a alguien o que un compañero cómplice le ayudara entregándole el paquete.- Alguien como él no busca a la gente como yo, menos da móviles de este tipo.- Se sentía defraudado. Le habían engañado jugando con su punto más débil, su hija, cayendo de inmediato en la tela de araña que habían tejido en torno a la carta.
Intentó pensar en los hombres que conocía, aquellos que sabían lo suficiente para tener la información de su hija cuando sonó el teléfono. Tardó unos segundos en reaccionar, esta vez con la ilusión extinta en sus ojos y la voz apagada, esperando que tras la línea le confirmaran que era un mero engaño.
- ¿Diga?
Por unos instantes no se oyó nada al otro lado del hilo telefónico, como si el altavoz del antiguo aparato no funcionara correctamente, pero tras unos segundos de espera tensa se escuchó una respiración trabajosa y metálica , seguida de una voz distorsionada electrónicamente con una cadencia cansina y un tono artificial. Con esa voz Dark podía ser un hombre o una mujer, joven o viejo, incluso podía ser alguno de esos enfermos atados a una silla de ruedas y que necesitaban un ordenador para hablar como Stephen Hawking. Todo era una misterio a su alrededor, uno ridículo, puesto que esa misma noche iban a reunirse.
El mensaje no daba oportunidad a la réplica, en 30 minutos tenía que estar en la calle con la maleta preparada para que le recogieran. Instrucciones sencillas de implementación compleja a esas horas de la mañana.
No se podía negar que el tipo estaba acostumbrado a que le obedecieran. Siendo tan asquerosamente millonario uno se podía permitir el lujo de ser todo lo excéntrico que se quisiera.
Si alguien no tiene sonido que me avise para que le haga una transcripción de la llamada :)
Hora de hacer la maleta..... No hace falta que indiqueis lo obvio (Todos llevais calcetines para 3 dias), pero si llevais algo fuera de lo normal explicadme porque lo llevais y de donde sale. Y con mesura, nada de meterme el viejo AK47 del abuelo de cuando fue a vietnam o el helicóptero plegable de la señorita pepis XDDD
Ejemplo, si vuestro personaje es un viciosillo y se lleva unas esposas, o un latigo para sus actividades nocturnas...explicadlo, si vuestro personaje no se puede separar de una pistola, explicadlo. Autorizaré cualquier cosa que tenga sentido con vuestro personaje y quepa en una maleta.
También podéis elegir no hacer la maleta o no presentaros, el señor Dark tiene recursos infinitos... ^^
Cuando esperaba reconocer la voz tras la otra línea se encontró una extraña distorsión, demasiado trabajada para ser parte de una broma de sus amigos. Los nombres de los más asiduos a los casinos y con los que más trataba fueron tachándose de su lista imaginaria rápidamente, no tendrían los recursos necesarios ni la suficiente cabeza como para cuidar con tanto mimo de los detalles, aunque sabía que en Internet hoy en día había programas de todo tipo para descargar.
Dejó hablar a la máquina, pegando el teléfono al oído para poder escuchar mejor sus palabras sin entender demasiado el misterio que rodeaba al mensaje. No le dio tiempo siquiera a replicar o formar parte de la conversación, al terminar el interlocutor cortó la llamada tan rápido como vino.
Tenía 30 minutos para preparar una maleta hacia un lugar remoto que desconocía. Leyó de nuevo la carta aunque esta vez por encima, sabiendo ya el contenido de memoria al recitar las palabras antes de leerlas mientras se levantaba, decidiendo que caería en aquella trampa aun al creer que sería meterse en la boca del lobo.
No tenía demasiado que guardar, su modo de vida le había hecho vivir con lo justo y necesario para sobrevivir un día más por lo que su equipaje fue más bien escaso. Cogió una mochila marrón y la dejó sobre la encima, apartando dos cajas de pizza vacías que llevaban ahí más tiempo del que deberían para tirarlas a la basura, llena por el exceso de espacio.
Se dirigió al armario adosado junto a la cama para sacar dos mudas limpias, asegurándose que lo estaban al olerlas antes, un ritual que había adquirido por las continuas horas que podía tirarse sentado en los lugares sudando sin saber si había ensuciado lo suficiente la ropa. Luego se dirigió al baño, tropezando como siempre con la baldosa suelta que estaba en la entrada y que casi le hace comerse el lavabo. Pensó en arreglarla más de una vez, pero era un coste innecesario para un piso alquilado del que en poco se tendría que despedir.- Que lo arregle el próximo inquilino.- Cogió el cepillo de dientes y la pasta, enseres básicos de higiene para guardarlos en una bolsita y depositarla posteriormente en la mochila, guardándolo en un lateral para tener más espacio. Aprovechando que estaba ahí, de uno de los cajones sacó una cajita de muestrarios de colonia, esos paquetes o papeles de olores que regalan en algunas revistas o tiendas para que pruebes los productos más caros sin necesidad de probarlos y que, en cuestión de apariencias, da más caché del que se tiene. Cogió uno de ellos y se lo pasó por las muñecas y la base del cuello, esperando que se impregnaran de aquél caro olor antes de tirar el desechable a un lado.
No necesitaba mucho más para el viaje al no saber cuánto tiempo estaría fuera.
Se vistió lo más rápido que pudo con lo primero que pilló a mano, unos vaqueros con cinturón atado al quedarles un poco grande, una camisa azul oculta tras un jersey arrugada y una chaqueta. Se aseguró que en los bolsillos, como siempre, llevara una ficha de póker, la primera que ganó y que era como su amuleto de la suerte, su trébol de cuatro hojas en caso de pérdida. Aparte cogió un paquete de cartas de uno de los cajones y lo guardó en uno de los bolsillos externos de la mochila, junto a las llaves de casa y su cartera con lo necesario dentro, dinero, tarjetas y la foto de su familia que siempre le sacaba una tierna sonrisa.
Se colgó la mochila al hombro y volteó por la casa, comprobando si le faltaba algo cuando vio en la cocina, pegado con dos imanes en el frigorífico, el dibujo que su pequeña le había hecho antes del divorcio, cuando todavía podía llamarle “papá”. Con cariño quitó los imanes y lo observó durante eternos segundos antes de doblarlo tres veces y esconderlo en un bolsillo interno de su chaqueta, junto a su corazón, donde debía estar.
Por último guardó la carta y el móvil dentro del paquete y lo llevó en las manos mientras salía de la casa, cerrando la puerta y despidiéndose de los vecinos con los que cruzara pasillo por el camino, dirigiéndose a la calle y esperando a que le recogieran o le recibieran con un ramo de flores y una cámara oculta.
Perdón por los tocho post's. Si hace falta qué resuma lo que lleva, es ropa (dos mudas), básico de higiene, llaves, cartera y demáses, una ficha de póker y un paquete de cartas.
Ya está.
Tras la conmoción inicial por lo extraño del mensaje y las prisas por hacer la maleta, la fría niebla de la mañana fue la siguiente en darle la bienvenida, la típica niebla neoyorquina de febrero que te cala hasta el tuétano y te hace desear venderlo todo y mudarte a Florida, como si fueras un de esos viejecitos que van en tropel al estado del sol como su particular cementerio de elefantes.
Afortunadamente, la silueta negra y alargada de la limusina no tardó en recortarse en una niebla que se mezclaba con los gases de combustión de los coches, en plena hora punta y que presagiaba un camino largo y aburrido a dondequiera que le llevase su exclusivo transporte. El coche paró enfrente de él y bajó la ventanilla para preguntarle con una sonrisa
"Es usted el señor Bullocks ?"
Un rápido cabeceo afirmativo desencadeno toda la acción. El conductor de la limusina bajó de un salto y puso la maleta en el maletero y acomodó en el cálido interior del coche a su cliente especial. Una vez ambos dentro dedicándole su más profesional sonrisa le saludó recitando una cantinela que debía haber convertido en un mantra a lo largo de sus años de servicio
"Buenos días señor Bullocks y bienvenido a su servicio de limusinas Stark, soy Clifford Talor y mi misión no es solo transportarle de un sitio a otro sino hacer que su traslado sea lo más grato posible. Entre los asientos podrá ver una serie de controles para regular la temperatura del habitáculo, seleccionar la cadena de televisión o radio que desee o acceder a las funciones de oficina donde podrá activar teléfono, fax, internet y lo que pueda desear. Junto a la puerta de la izquierda podrá encontrar la cafetera y las capsulas para poder prepararse hasta 36 tipos distintos de bebida caliente. Junto a la puerta derecha podrá encontrar una variedad de bebidas alcohólicas: Cognac, Whisky, Champagne, Vodka..." abandona por un momento su voz comercial para guiñar un ojo a su cliente y decirle en tono confidencial "esto es mejor que un todo incluido del caribe.." carraspea y finaliza con su tono de voz comercial "Y si tiene cualquier necesidad solo tiene que pedírmelo, sus deseos son mi trabajo. Si desea cerrar el compartimento entre el conductor y usted debe pulsar el botón rojo del panel entre asientos"
El conductor giró la llave en el contacto y se adentró en la hora punta de Nueva York deseando que aquel encargo especial, en el día del cumpleaños de su hijita, no le llevara demasiado tiempo.
Lo del dibujo de mama, papa y yo ha sido un golpe bajo XDDD
Próximo post, miércoles
Al salir por la puerta y notar el frío retrocedió instintivamente para volver a meterse en el sofá. La idea de volver a subir, ponerse el pijama y taparse con varias mantas hasta alcanzar la temperatura corporal idónea era demasiado fuerte al ver la niebla neoyorquina, pero sabía que el tiempo corría en su contra y este sería uno de los pequeños obstáculos que tendría que superar. Cambiando el peso de pie, se abrochó la chaqueta y metió el mentón bajo la tela, respirando dentro del abrigo para que su halo sirviera como calentador improvisado, guardando después las manos en los bolsillos antes de salir por la puerta por segunda vez.
No sabía por qué entrecerró los ojos en mitad de la niebla, intentando adivinar las figuras que pasaban a su alrededor como si un juego de la televisión se tratase, aunque siendo eliminado a la primera al confundir la silueta de un árbol con una persona muy alta.
Más que ver, escuchó la limusina pasar y detenerse a su lado, provocándole un sobresalto al escuchar que el conductor conocía su nombre. Sólo asintió, todavía pensando que hubiera sido una equivocación. ¿Cuántos Bullocks hay en mitad de la calle a esta hora de la mañana? Millones, ¿Verdad? – Definitivamente sus amigos no tenían dinero para costearse esto, como mucho una bicicleta de alquiler por horas y un traje de chófer por amazon.
Dubitativo dejó que cogiera su mochila y la guardara, temiendo que una vez se subiera arrancara el coche y se marchara, robándole lo poco que había metido.- ¿Es un nuevo tipo de ladrón moderno? – Seguía alucinando con cada nueva cosa que veía. El interior, lo cómodo que era el asiento, los cristales o el simple parabrisas era motivo de asombro, tragando saliva al sentirse estúpido por no haberse creído la historia de Dark.
Siguió con la mirada cada complemento que le decía el chófer. Los controles, una serie de botones con símbolos intuitivos que no se atrevía a tocar por miedo a provocar un cortocircuito y que el vehículo explotara; La cafetera con… ¿36 tipos? Solo, con leche, mitad… ¿¡Pero qué mundo es este!? - y la variedad de bebidas, un lujo que no podía ni quería permitirse. Aunque en alguna que otra ocasión había disfrutado con una buena copa, nunca fue de los que toleraran bien el alcohol y, al ser tan caro, prefirió prescindir del capricho.
Una vez terminó respiró hondo y asintió varias veces sin saber exactamente a qué. Era demasiada información de golpe y todavía no tenía claro siquiera a dónde iba a ir, por lo que con disimulo se incorporó hacia delante, apoyando las manos en el asiento delantero para mirar al chófer.
- Gracias por todo Talor. Clifford. Talor.- Corrigió varias veces su nombre al no saber cómo llamarlo sin ofenderle, negando por el ridículo que estaba haciendo nada más abrir la boca. A pesar de querer aparentar seguridad estaba un poco encorvado, un cervatillo asustado que teme ser llevado ante el cazador.- No sé dónde me lleva, el señor Dark no especificó demasiado en el mensaje.
Lo del dibujo de mama, papa y yo ha sido un golpe bajo XDDD
Lo hizo mi... hermana gemela pequeña.. Sí. Eso.
El conductor giró la llave en el contacto y se adentró en la hora punta de Nueva York deseando que aquel encargo especial, en el día del cumpleaños de su hijita, no le llevara demasiado tiempo.
Esto no lo entendí bien, por lo que preferí no añadir nada en este momento. Te refieres a la hija de Wallace o a la del chófer? xD
El conductor sonríe al ver la estupefacción en el rostro de su cliente y en tono amigable dice "Es un poco abrumador, verdad?. No sé preocupe señor Bullocks, todos los clientes se acostumbran a lo bueno a una velocidad pasmosa. Llámeme Cliff, todos los clientes me llaman así, y respondiendo a su pregunta desconozco su destino final pero me han pedido que lo lleve al sur de Manhattan, al embarcadero 6, allí le espera un helicóptero. Si tuviera que apostar, según me han contado otros clientes que han hecho el mismo camino seguramente le llevarán a Dark Island, la residencia de verano del señor Dark"
La hija del pobre conductor....pero que no te duela mucho, cobrará 10 de los grande por llevarte a pasear ^^
Como y te tiro otro post... :D
El coche partió de Queens, el barrio en el que vivía Wallace desde que su vida se fue al traste, y tras cruzar el puente de Queensboro se internó en el midtown de Manhattan. El tráfico matinal en Manhattan era infernal pero la pericia al volante de Cliff era extraordinaria, la agresividad con la que metía la limusina en el hueco más inversosímil para ganar un puñado de metros a la vez que intentaba ser suave para que el viaje fuera placentero.
Tras cruzar el puente se dirigieron en dirección oeste por la 59 Este en dirección a Central park. Desde allí giraron a la izquierda para dirigirse al downtown por la quinta avenida hasta llegar a Washington square. Allí giraron por la 8 Este hasta llegar a broadway, que les llevaría directamente hasta battery park, donde cada día miles de neoyorquinos y turistas tomaban el ferry a Staten Island para acudir al trabajo o simplemente ver de cerca la estatua de la libertad.
Dos minutos más tarde la limusina se estaba deteniendo en el aparcamiento del embarcadero 6 desde donde se podía ver un helipuerto donde un aparato de color negro con el logotipo de industrias Dark reposaba a su espera.
La voz de Clifford se volvió a oir con su habitual alegría y dijo
"Señor Bullocks, hemos llegado a nuestro destino. Gracias por viajar con limusinas Stark. Espero que haya disfrutado del viaje y confiamos en verle pronto de nuevo. Recuerde recoger su equipaje y preséntese ante el piloto del helicóptero para recibir información de su plan de vuelo. Necesita que le ayude con el equipaje señor?"
Adelante :)
¿Podría acostumbrarse a la buena vida? Por supuesto, aunque sabía que sólo era un cuento de niños que solo unos pocos afortunados o caza fortunas de éxito podían alcanzar. Sin embargo sonrió de forma tímida al pensar en la mínima posibilidad de que el coche le perteneciera, manejara todo tipo de máquinas de café y el chófer, en vez de llamarle por su apellido, se dirigiera a él como su empleado.
Su nube de azúcar imaginaria se desvaneció cuando supo su destino.
- ¿Helicóptero? – Nunca había montado en uno y, por suerte, no tenía miedo a las alturas. Extrañado por el rumbo que estaba tomando, se rascó la base del cuello, nervioso, al haber creído que irían a un casino especial de la empresa para empezar con su “formación” en vez de una remota isla.
Se echó para atrás, apoyando la espalda en el asiento y contemplaba a través de la ventana como la ciudad pasaba a su lado y las cabezas de los transeúntes girándose al ver la limusina, posiblemente preguntándose si en su interior iría alguien famoso.
Al llegar al embarcadero abrió la boca sin inmutarse, asombrado al ver que el chófer no le había mentido sobre el helicóptero, pestañeando varias veces.
- Sólo llevo una mochila, puedo llevarlo.- Se desabrochó el cinturón sin dejar de mirar el vehículo aéreo, impresionado de saber que ahora tendría que montarse ahí.- Gracias por todo, que tenga buen día.- Al bajarse cogió su mochila y se la colgó al hombro, agarrándola con ambas manos. Mientras caminaba hacia el piloto no podía evitar mirar hacia donde estaba Cliff, preguntándose si se iría o volvería a verle.- Hola.- Carraspeó la garganta y se secó la diestra frotándola con el pantalón antes de tendérsela al piloto a modo de saludo.- Soy Wallace, Wallace Bullock.
FIN DE LA ESCENA. SIGUE EN EL HELIPUERTO