Los gritos agonizantes de una mujer llenaban el ala oeste, gritos de quien muere de una forma espantosa sin remedio ni solución. Sir Gustave corrió desde el vestíbulo de la planta baja y en su carrera alocada estuvo a punto de chocar con un Wallace que venía de las cocinas, tambaleante y con la mano derecha totalmente destrozada, con un agujero en la palma y con el meñique como único dedo entero.
El aullido se apagó abruptamente cuando llegaron a la altura de la sala de billar pero allí no estaba el origen del alarido. Había venido en esa dirección pero al haberse apagado no fueron capaces de ubicarlo, adelante, en el comedor o tal vez en el aseo pero indudablemente en aquella dirección.
No por menos esperado les estremeció menos por ello. Con la misma voz distorsionada de siempre les llegó el anuncio de otra muerte. Dark lo había vuelto a hacer delante de sus narices
De un puñado de negritos los conté y quedaron seis
Por la peor asesina de todos no hace falta que lloréis
No pensaba dejarlo así. Sabía contar y sabía que las cuatro personas del salón y las dos que se habían encontrado siguiendo aquellos gritos sumasen seis, pero no fiarte de un asesino psicópata que les estaba cazando uno a uno era una medida a tener en cuenta.
No dirigí palabra al cazador, ya habría tiempo, en su lugar, después de dudar un instante, corrí en dirección al baño.
Sir Gustave se fue en dirección al cuarto de baño intuyendo que ese probablemente fuera el sitio donde encontraría el macabro hallazgo.
Nate no entendía nada. ¿Estarían sus sentidos mermados por el dolor?. En cualquier caso, no había tiempo para pensar, y parecía que aquel capullo, playboy de pacotilla, lo tenía claro. Además, seguía sin querer quitarle el ojo de encima del todo... así que lo siguió con cierta prudencia.