Partida Rol por web

Querido cuaderno, vamos a pasar juntos las próximas semanas y espero que seas mi fuente de inspiración porque tengo un problema y solo tú puedes ayudarme. Me llamo Agatha Christie, pero no soy esa Agatha Christie, soy una chica de 17 años que parece tener 14 que vive en un pueblo que dudo que aparezca en los mapas, pero si apareciera sería bajo el nombre de Villa Oveja, Gales. 

Te estarás preguntando que problema puede tener una chica de mi edad, verdad? Dinero. Un dinero que me aparta de mis sueños de ser una escritora de éxito a largo plazo y de entrar en Oxford a corto. Sin dinero estoy condenada a convertirme en lo mismo que mis abuelos, mis padres y mis tíos: peón agrícola cuya máxima aspiración puede ser el convertirse en esquilador. 

Este es mi destino, pero tú puedes evitarlo. Solo tú. Dentro de 6 semanas acaba el plazo para presentar trabajos para la beca Christie y en el ordenador no puedo escribir. No soporto como el cursor parpadea cada vez que me paro, como burlándose de mi por no ser capaz de mantener el ritmo, ni soporto la facilidad con la que se puede borrar todo pulsando una sola tecla, es injusto lo fácil que es destruir y lo difícil que es crear. Te necesito, eres mi única posibilidad. 

Y Agatha, sí tú, la verdadera, si estás por ahí ayudame, para mi escribir es como respirar y voy a escribir una de tus historias. Espero que no te enfades. La llamaré "Un puñado de negritos". Manos a la obra...

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Alguien está aporreando su puerta insistentemente mientras intenta despejar las brumas del sueño de su mente. Un vistazo rápido a la mirilla desvela un hombre bien vestido, con más pinta de camarero que de hombre de negocios, que espera pacientemente la respuesta desde el otro lado.

En cuanto la puerta se abre el hombre se presenta con unos modales exquisitos identificándose como Derek Lipton, hombre de confianza del señor Dark, un excéntrico multimillonario famoso tanto por sus actos de filantropía como por el excesivo celo por conservar el anonimato.

El hombre le tiende un paquete indicándole que todas las instrucciones necesarias están en su interior. Tras despedirse con cordialidad se marcha dejándole frente al paquete. Lo abre con curiosidad y vierte su contenido en la mesa de la cocina, una carta a su nombre y un teléfono móvil de prepago. Una carta que le cambiaría la vida y con una oferta a la que era prácticamente imposible decir que no.

Espera, espera!!!. Todavía no hemos dicho quien es él!!. Uhmmm, déjame pensar, será un hombre maduro y atractivo que se parecera a los de las películas de espías de los 70, algo así como Sean Connery en 007. Será un escritor de éxito, famoso en todo el mundo y que ha llegado a ser incluso Sir del imperio británico. Como escritor no es muy bueno y sus primeras novelas fueron flojas, apenas para cubrir gastos pero luego..., luego pasó algo que le cambió la vida. Descubrió a un amigo ladrón y le robó y escribió su historia y toda su vida cambió. Se llamará Gustave, por el escritor francés Gustave Flauvert, y se apellidará Cavanough, es una apellido que le pega. Sir Gustave Cavanough, Sí!!, va a ser un personaje que dará mucho juego.

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Sir Gustave miró el paquete con interés una vez que vió el logo de industrias Dark. Conocía de sobra la fama de industrias Dark, sus actos filantrópicos y la excentricidad de todo lo que se movía el entorno del misterioso señor Dark. Las fiestas Dark eran famosas en todo el mundo y allí se reunía solo lo mejor de la sociedad, reyes, empresarios, gente con la que convenía estar a bien, contactos para mantener el tren de vida que llevaba. Y justo allí estaba la carta del pez más gordo del estanque, el señor Dark.

Abrió el paquete,con curiosidad, y al ver su contenido alzó la ceja. Una carta con un sobre normal, sin emblemas ni marcas, y un viejo NOKIA 3310 encendido y que parpadeaba, indicando que había sido cargado recientemente. Un contenido extraño para un paquete, y más si venía de alguien como Dark que podía permitirse limpiarse el culo con billetes de cien pavos y utilizar Iphones X de posavasos. Que podía querer de ella?

Sir Gustave abrió la carta y empezó a leer con avidez, como solo puede hacer un escritor cuando se enfrenta a un escrito que no es suyo.

Recibo el paquete con curiosidad. Mi vida se había vuelto acomodada y, como todo cuando se acomoda, rutinaria. Aquel paquete suponía una novedad tremendamente sugerente. Al menos, mucho más sugerente que la vieja máquina de escribir con un folio engarzado en el que se podía leer claramente el invisible mensaje de la falta de inspiración y también más sugerente que la moleskin sobre la mesita de noche, plagada de inspiraciones tachadas y desechadas.

¿Un nokia 3310? ¿Siguen fabricándolos? No tenía ni idea.

Pero si algo llamĺ su atención, esto fue la carta de tipografía clásica e impersonal. Una carta firmada por el mismísimo señor Dark pero que Gustave supo instantáneamente se trataba de una firma estándar preparada para reproducirse de manera rápida y tener apariencia de personal, pero totalmente artificial.

En la carta especificaban un nuevo honor por su trayectoria, este acompañado de cuantía económica.

Que te paguen por escribir siempre había sido maravilloso, pero había algo incluso mejor: que te paguen por haber escrito.

Sin ningún tipo de duda, supo que aceptaría la invitación, aunque había algo alli, una sensación quizás nada más, pero sintió que algo no iba bien en aquella invitación. Lo desechó de su mente mientras avanzó hacia el mueble bar dispuesgo a celebrar la noticia con un cognac. El whiskey era oara escoceses, la cerveza para irlandeses y el brandy para ingleses. Los galeses que se preciaban bebían cognac.

La luz del móvil parpadeaba cansinamente mientras los segundos se iban desgranando, uno a uno, como en un reloj de arena con el agujero entre cuerpos más estrecha de lo normal. El hombre más poderoso del mundo le iba a llamar a un teléfono de hace 20 años para ofrecerle la oportunidad de su vida? En serio?. Si no estuviera en su casa pensaría que estaba siendo víctima de una cruel broma, de esas de cámara oculta de las que salen en los programas dominicales, pero allí estaba, como el teléfono y la carta. El reloj de la cocina indicaba que el plazo se había cumplido cuando el teléfono empezó a sonar. Se podría decir muchas cosas del señor Dark, pero impuntual no era una de ellas.

Con todo, la situación había conseguido ponerme muy nervioso. Tanto que cuando dio la hora y no había noticiad hasta respiré aliviado. Era como si algo en mi interior estuviese aterrado por esa oportunidad.

El alivio duró muy poco porque el teléfono empezó a sonar. Tragué saliva y contesté intentando desterrar de mi aquella sensación.

¿Dígame? Sí, soy yo.

Por unos instantes no se oyó nada al otro lado del hilo telefónico, como si el altavoz del antiguo aparato no funcionara correctamente, pero tras unos segundos de espera tensa se escuchó una respiración trabajosa y metálica , seguida de una voz distorsionada electrónicamente con una cadencia cansina y un tono artificial. Con esa voz Dark podía ser un hombre o una mujer, joven o viejo, incluso podía ser alguno de esos enfermos atados a una silla de ruedas y que necesitaban un ordenador para hablar como Stephen Hawking. Todo era una misterio a su alrededor, uno ridículo, puesto que esa misma noche iban a reunirse.

El mensaje no daba oportunidad a la réplica, en 30 minutos tenía que estar en la calle con la maleta preparada para que le recogieran. Instrucciones sencillas de implementación compleja a esas horas de la mañana.

No se podía negar que el tipo estaba acostumbrado a que le obedecieran. Siendo tan asquerosamente millonario uno se podía permitir el lujo de ser todo lo excéntrico que se quisiera.

Gustave escuchó la llamada y antes de que pudiera contestar, el señor Dark ya había colgado el teléfono. Aquella distorsión de voz no auguraba nada bueno. En parte se sentía como Charlie preparándose para conocer al señor Willy Wonka, y en parte como un ratón dirigiéndose alegremente a una ratonera.

Aun así, continuó adelante con las peticiones.

Preparó una maleta con su ropa para tres días plagada de camisas, corbatas, pajaritas, trajes de chaqueta y esmoquins para las cenas de etiqueta. También introdujo en su maleta su moleskin y un juego de plumas estilográficas en su estuche. No tenía mucho tiempo más para plantearse qué llevar y qué no.

Cuando llegó la hora de que le recogiera el vehículo, salió al exterior. Llevaba puesto un traje de tweed así que cogió un abrigo, su sombrero y el paraguas y cargó la gran maleta rectangular, quizás grande en exceso para su contenido, pero elegante y de cara factura.

Tras la conmoción inicial por lo extraño del mensaje y las prisas por hacer la maleta, la fría niebla de la mañana fue la siguiente en darle la bienvenida, la típica niebla neoyorquina de febrero que te cala hasta el tuétano y te hace desear venderlo todo y mudarte a Florida, como si fueras un de esos viejecitos que van en tropel al estado del sol como su particular cementerio de elefantes.

Afortunadamente, la silueta negra y alargada de la limusina no tardó en recortarse en una niebla que se mezclaba con los gases de combustión de los coches, en plena hora punta y que presagiaba un camino largo y aburrido a dondequiera que le llevase su exclusivo transporte. El coche paró enfrente de él y bajó la ventanilla para preguntarle con una sonrisa

"Es usted Sir Gustave, monsieur ?"

Un rápido cabeceo afirmativo desencadeno toda la acción. El conductor de la limusina bajó de un salto y puso la maleta en el maletero y acomodó en el cálido interior del coche a su cliente especial. Una vez ambos dentro dedicándole su más profesional sonrisa le saludó recitando una cantinela que debía haber convertido en un mantra a lo largo de sus años de servicio

"Bonjour Sir Gustave y bienvenido a su servicio de limusinas Stark, soy Madeleine Brobard y mi misión no es solo transportarle de un sitio a otro sino hacer que su traslado sea lo más grato posible. Entre los asientos podrá ver una serie de controles para regular la temperatura del habitáculo, seleccionar la cadena de televisión o radio que desee o acceder a las funciones de oficina donde podrá activar teléfono, fax, internet y lo que pueda desear. Junto a la puerta de la izquierda podrá encontrar la cafetera y las capsulas para poder prepararse hasta 36 tipos distintos de bebida caliente. Junto a la puerta derecha podrá encontrar una variedad de bebidas alcohólicas: Cognac, Whisky, Champagne, Vodka..." abandona por un momento su voz comercial para guiñar un ojo a su cliente y decirle en tono confidencial "esto es mejor que un todo incluido del caribe.." carraspea y finaliza con su tono de voz comercial "Y si tiene cualquier necesidad solo tiene que pedírmelo, sus deseos son mi trabajo. Si desea cerrar el compartimento entre el conductor y usted debe pulsar el botón rojo del panel entre asientos"

El conductor giró la llave en el contacto y se adentró en la hora punta de Nueva York deseando que aquel encargo especial, en el día del cumpleaños de su hijita, no le llevara demasiado tiempo. 

Buenos días, señorita Brochard. Gracias por su atención y por su servicio. - Dijo mientras se acomodaba en la limusina - Tiene un bonito timbre de voz cuando habla con franqueza. Seguro que sería usted una buena actriz de teatro. En el teatro todo se puede entrenar excepto la voz. Esa es innata. O se tiene voz de teatro o no se tiene.

Tanteó a la conductora buscando conversación. Ninguna otra de las distracciones que aquel lujoso transporte le ofrecía le atraía especialmente, así que si la mujer estaba precondicionada a ser un fantasma al volante que tenía prohibido interactuar con sus pasajeros, era probable que acabase sucumbiendo al cognac.

De momento, ojeaba las bebidas calientes hasta encontrar una cápsula de café de Madagascar sin aromas artificiales, a juzgar por la descripción del producto. Ni siquiera sabía que en Madagascar había cafetales.

Se puso cómodo mientras esperaba la respuesta de la chófer.

La conductora rió en una breve y sonora carcajada de esas que solo una francesa puede hacer. Mirando por el retrovisor Madeleine contestó con una sonrisa algo triste a su pasajero

"Monsieur, tiene gracia que me lo diga. Cuando vine de Francia soñaba con triunfar en Broadway, participé en alguna pequeña obra off-Broadway, pero a pesar de tener voz me faltó un padrino para conseguir ese empujón. Pero, no me quejo, el señor Dark es un buen patrón, la paga es buena y me permite conocer gente interesante.... Como usted, Sir Cavanough. Me encanta leer pero... por política de empresa no me está permitido revelar mis opiniones sobre asuntos que puedan enfadar a los clientes"

Es una suerte que no me enfade con facilidad, entonces - Mintió Gustave.

Quizás si la hubiese conocido en otra época podría haberle presentado a algunas personas. Aunque Broadway es un lugar hostil para extranjeras atractivas. Quizás le fue mejor así.

Una breve pausa.

¿Y bien? ¿obtendré su veredicto o no? Ya es tarde para fingir que no ha leído mis obras pues ha reconocido mi rostro, mi nombre o ambas. Y ninguno de esos casos es común en la lteratura. A menos que seas Stephen King. Todo el mundo conoce a Stephen King. - sentenció con un tono que revelaba cierto desagrado, quizás por el mencionado, quizás por su fama.

La conductora se encoge de hombros mientras no quita la vista del tráfico

"Aun me sigo presentando a las audiciones pero es difícil, sí. Quien sabe, igual conocerle me da la suerte que hasta entonces me ha faltado.... En cuanto a su literatura, solo puedo decir que ha escrito un libro genial, tan bueno que lo he leído 4 veces. Y sí, yo también pienso que Stephen King está sobrevalorado. Debería enterarme de quien es su agente y no me faltaría el trabajo en Broadway ni aunque pudiera vivir cuatro reencarnaciones seguidas..."

La chica evitó responder las partes más escabrosas de la conversación. Parecía claro que ya había llevado antes a otras celebridades y ya había tenido que gestionar ataques de ira de las mismas.

¡Bueno! Ya me había usted asustado, Madmoiselle Brochard. La hacía a usted más dura que mis más fieros críticos, pero al menos conseguí cautivarla con una obra.

Sin embargo, su conversación se apaga unos instantes mientras saborea el café exótico. Sus pensamientos mientras, navegan a merced de un cauce propio, de modo que cuando retoma la conversación es y no es la misma al tiempo.

La inspiración es una dama caprichosa y esquiva. Como todas las mujeres que merecen la pena.

Otro pequeño trago del café paladeando su sabor amargo.

Si quiere que le tengan en cuenta en esas audiciones, debería usted dejarse acompañar de las influencias de su actual jefe. Es el único modo de que los directores de casting no vean en los aspirantes a personas necesitadas y se aprovechen de ellas.

La conductora rió con una risa suave y amable ante el comentario de su ilustre cliente "Ojalá fuera tan fácil Sir Canavough, pero el señor Dark no es fácil de contactar. Trabajo en una de sus compañías, pero para él soy una hormiga, una hormiga a la que le paga bien y que tiene buenas condiciones, pero solo eso, y así debe ser. Y estoy de acuerdo con lo que apunta sobre la inspiración, ahora le voy a demostrar mi inspiración, tal vez de esto pueda escribir un buen libro" remató con una sonrisa

Sir Cavanough vivía en la alte parte de Manhattan y el tráfico de aquella mañana era infernal pero la pericia al volante de Madeleine era extraordinaria, la agresividad con la que metía la limusina en el hueco más inversosímil para ganar un puñado de metros a la vez que intentaba ser suave para que el viaje fuera placentero.

Siguiendo los muros de  central park este hacia al sur llegarón a la famosa quinta avenida y la tomaron hasta llegar a Washington square. Allí giraron por la 8 Este hasta llegar a broadway, que les llevaría directamente hasta battery park, donde cada día miles de neoyorquinos y turistas tomaban el ferry a Staten Island para acudir al trabajo o simplemente ver de cerca la estatua de la libertad.

Dos minutos más tarde la limusina se estaba deteniendo en el aparcamiento del embarcadero 6 desde donde se podía ver un helipuerto donde un aparato de color negro con el logotipo de industrias Dark reposaba a su espera.

La voz de Clifford Madeleine amable y servicial le informó del final del viaje mientras se afanaba en abrirle la puerta y bajarle el equipaje del maletero con una gran sonrisa.

"Sir Cavanough, hemos llegado a nuestro destino. Gracias por viajar con limusinas Stark. Espero que haya disfrutado del viaje y confiamos en verle pronto de nuevo. Recuerde recoger su equipaje y preséntese ante el piloto del helicóptero para recibir información de su plan de vuelo" Abandona su soniquete comercial y añade "Necesita que le ayude con la maleta señor?, un escritor de su altura no debe lastimarse las manos"

Gustave dejó a la experta con su inspiración. Le gustaba la conversación con aquella mujer engañosamente sencilla, pero ella tenía un encargo que cumplir, así que no la distrajo más y se concentró en su café y en aislarse del tráfico tanto como fuera posible.

Finalmente llegaron a su destino, al menos al destino de su primer modo de transporte. A partir de ahí parecía que iba a tratarse de un trayecto en helicóptero.

No se preocupe, Madmoiselle Brochard. Echaré en falta su conversación y su timbre de voz. Sigo opinando que es un timbre desaprovechado en labores comerciales.

Cuando se iba a despedir, sacó del bolsillo interior de su chaqueta una pequeña funda de cuero del tamaño de un monedero pequeño y extrajo de la funda una tarjeta de visita.

Tenga. Por si desea volver a probar suerte en el teatro. Llámeme e indíqueme el director de casting. El resto quedará en mi mano.

Después agarró su maleta y haciendo un discreto gesto de despedida con su inexistente sombrero, se dirigió al helicóptero.

Gustave Cavanough - Le dijo al piloto cuando se acercó a este. - Creo que soy su próximo pasajero

La mujer miró la tarjeta y con una amplia sonrisa dijo "Merci, monsieur Cavanough, vous êtes un gentleman. Espero que a la vuelta me toque venir a recogerle, le cantaré algo bonito para amenizarle el viaje. Hago una Elphaba de Wicked très bonne"

Con un gesto de la mano la conductora volvió  dirigir a la limusina al tráfico de la mañana, quedando ésta engullida rápidamente por la maraña de coches de la hora punta de Nueva York.