La habitación San Francisco es una habitación 8 metros cuadrados con una decoración en tonos blancos y naranjas donde destaca una amplia cama con cabezal en madera de naranjo envejecida. Flanqueando la cama se encuentran dos mesillas de noche, a juego con el cabecero, de dos cajones sobre las que descansan 2 lámparas de cuerpo metálico y color dorado. A los pies de la cama hay una pequeña banqueta tapizada en color arena para poder quitarse los zapatos.
Frente a la cama una bonita cómoda de tres cajones con herrajes dorados de estilo colonial con un jarrón de cristal fino donde reposan unos lirios blancos naturales. Junto a la cómoda, anclada a la pared se halla una enorme televisión de pantalla plana de 60 pulgadas.
A la derecha de la cama destacan un enorme cuadro del golden gate y, tras una tupida cortina en tonos naranjas, hay un inmenso ventanal que lleva a una terraza de 2 metros de ancho por 8 de largo donde hay una mesa de mimbre con 4 sillas a su alrededor a la que se accede mediante una puerta corredera. La separación de balcones es de poco más de un metro y 20 de alto.
A la izquierda de la cama se encuentra un armario de 3 cuerpos vacío con las perchas suficientes y a sus pies hay una pequeña caja fuerte de combinación, abierta, que permite poner una combinación de 4 dígitos a la que acompaña un pequeño folleto de instrucciones. Mientras que en la pared opuesta, junto a la puerta de acceso al baño compartido, se encuentra un escritorio en madera de naranjo envejecida con un elegante sillón en tapizados naranjas. Sobre el escritorio se encuentra un bonito cuadro del icónico tranvía de la ciudad y en él un conjunto de herramientas de escritura antigua: Cálamos, plumillas y tinteros junto a un montón pulcramente ordenado de folios en blanco.
El suelo de la habitación está enmoquetado de un color terroso claro, mientras las paredes son de un color naranja pálido y el techo es blanco con una moldura circundando las paredes. La iluminación de la habitación proviene de una sucesión de focos halógenos en el techo circundando la habitación y en el techo parpadea perezosamente un detector de humos del sistema antiincendios.
Felicity enarcó una ceja al ver a la… doncella. Parecía recién salida de una película pornográfica pero intentó mostrar una expresión neutra que no dejará entrever sus pensamientos y, por supuesto, prefirió no hacer ningún tipo de comentario al respecto. Allá cada cual con su vida y ella se había encontrado a lo largo de la suya con circunstancias de lo más llamativas, extrañas o escandalosas.
Vio como los dos hombres con los que había compartido viaje se alejaban por escaleras mientras ella seguía a la avinagrada ama de llaves y a un hombre con cara de tener pocas luces pero con semblante amable, al ascensor. No esperaba menos de una mansión como aquella por eso quizás no le extrañó tanta modernidad que no menguaba nada la elegancia de la casa.
Siguió a la mujer hasta llegar ante la puerta de la habitación que le habían asignado y escuchó lo que el ama de llaves le decía sobre la comida y, en especial, sobre la ropa que el señor Dark tan amablemente le había dejado. Suspiró aliviada al saberlo pues la ropa que ella había traído, la única un poco más curiosa que poseía, era poco apropiada para cualquier tipo de gala, fuera una comida, un cóctel o una simple entrevista de trabajo.
—Muchas gracias señora Hemmens —dijo Felicity sin haber mirado aún al interior de la habitación, esperando que el hombre tan alto dejara su maleta junto al armario y se fuera, aunque se demoró en ese punto y, la antigua presentadora, devolviéndole la sonrisa que él le dedicaba, le agradeció también la molestia—. Muchas gracias a usted también Greg, y tranquilo que no le contaré nada al señor Dark, será nuestro secreto.
Una vez la puerta se cerró y quedó sola en la habitación, se dedicó a admirarla, sintiéndose una vez más desde que había recibido aquel extraño mensaje, como si hubiera vuelto a su pasado. Hacía ya tanto tiempo que no disfrutaba de una habitación tan elegante, cómoda, amplia e iluminada que, por unos instantes, se imaginó que nada malo había sucedido y que el tiempo no había pasado.
—Preciosa ¿verdad Daniel? Es casi tan grande como nuestro apartamento —dijo en voz alta y, a pesar de resultar quizás una exageración sus palabras, tampoco estaban muy alejadas de la realidad.
Abrió la cortina para iluminar aún más la habitación, abrió la puerta corredera e incluso salió unos segundos a contemplar el magnífico paisaje que se disfrutaba desde allí, a pesar de las muestras de la inminente tormenta que se avecinaba.
—¿Te imaginas desayunar en aquí con estas vistas impresionantes? Si mañana no está mal día podíamos hacerlo… —dijo a la nada.
Volvió a entrar para sentarse en la cama y, de esa forma, probar su comodidad que, tal y como se imaginaba, iba a ser como dormir entre algodones. Se acercó al armario con curiosidad para ver la ropa que le había elegido el señor Dark para ella, tal y como le había dicho la señora Hemmens pero, para su sorpresa y decepción, lo encontró vacío, algo que la alteró bastante pues la hora de la comida estaba próxima y ella no tenía ropa adecuada que ponerse.
—Vaya, qué contratiempo. ¿Qué puedo hacer ahora?
Se sentó de nuevo en la cama para quedarse allí mirando su maleta que aún permanecía cerrada, pensando en la imagen tan deplorable que iba a dar durante la comida.
—Siempre puedo decir que me encuentro indispuesta por el viaje y así tener una excusa para no bajar a comer… Pero olía tan bien… y tengo hambre.
Desde su posición volvió a echar un vistazo a la habitación fijándose en todos y cada uno de los detalles, desde el material de escritura hasta el tapizado del sillón pero con sus pensamientos puestos en lo que iba a hacer para no parecer una pordiosera durante la comida.
Unos nudillos golpearon la puerta de su habitación y antes de que pudiera decir ni siquiera adelante la puerta estaba abierta. La maleducada doncella arrastraba un perchero móvil con ruedas con ropa de gala con gesto de mala gana.
"Oh, lo siento muchísimo señora Kramer" dijo en un tono que sugería todo lo contrario "Tantos invitados a la vez y tantas cosas por hacer... Había olvidado traer esto a su habitación" dijo mientras le daba una vuelta juguetona al perchero
Con una sonrisa descarada le dijo en tono de confidencia "Le recomiendo el rosa, le sentará como un guante, y es tan suave.... una delicia". Por la forma que tuvo de decirlo Felicity habría jurado que estaba presumiendo de habérselo probado anteriormente aunque las etiquetas estaban en su sitio.
Se encontraba pensando qué hacer, qué decisión iba a tomar para no presentarse en la comida como una pordiosera, si avisar a la señora Hemmens o, por el contrario, callarse cuando alguien llamó a la puerta. Extrañada abrió para encontrarse de frente con la doncella salida de una revista de contactos. Enarcó una ceja al escuchar sus disculpas que, dichas por ella, no parecían más que excusas baratas y, apartándose a un lado la dejó pasar cargando con el perchero móvil.
Echó un rápido vistazo a la ropa que le traía. No podía negarse que el señor Dark tenía buen gusto aunque los colores de las prendas no eran los que ella hubiera esperado. Hacía ya mucho que había dejado de usar ropa de tonos claros y alegres, optando últimamente por colores más apagados y oscuros. El cambio seguro que le vendría bien y conseguiría subir aún más su ánimo.
Desvió la atención de sus pensamientos al escuchar el descaro con el que hablaba la joven pelirroja, reconociendo que tenía buen gusto y, por lo visto, buen ojo también.
—Quizás te haga caso. Gracias por tu amabilidad —el tono que empleó Felicity era neutro, incluso se podría decir que un tanto frío ya que no le gustaba la actitud que mostraba aquella joven, la cual seguramente se habría pasado toda la mañana probándose la ropa de las invitadas. Se acercó a la puerta para abrirla y, de esa forma, indicarle que ya podía marcharse.
Cuando por fin se volvió a quedar sola, volvió a centrar su atención en los vestidos que colgaban de sus perchas y en los zapatos que iban a juego, en esta ocasión con mayor atención. Tal y como le había indicado la joven, ella también se inclinaba por el vestido rosa pero, antes de probarse nada, prefería darse una buena ducha relajante.
Entró por primera vez en el baño, teniendo cuidado de que no estuviera ocupado ya por su vecina de habitación y, al ver que estaba vacío se dedicó a preparar todo lo necesario para darse esa ducha tan deseada. Cuando terminó, con el pelo mojado y envuelta en una toalla, se contempló en el espejo pensando en que tendría que tapar las ojeras que se marcaban bajo sus ojos e intentar ocultar las arrugas que ya empezaban a mostrar su rostro, todo ello para poder dar el mejor aspecto durante la comida.
De nuevo en su habitación, se vistió con cuidado, dándose cuenta de lo perfecto que le quedaba el vestido elegido, de hecho el único que se probó. Era un poco extraño pensar en que el señor Dark pudiera conocer de manera tan exacta su talla de ropa, pero prefirió no centrarse en esos turbios pensamientos y disfrutar de los días que tenía por delante, de la oportunidad que la vida le volvía a dar.
Después de bastantes minutos en los que secó su pelo, se peinó y se maquilló con sumo cuidado como hacía mucho tiempo que no hacía, se calzó los altos zapatos de tacón y se encontró de nuevo ante el espejo, la imagen que se mostró en él la convenció, viéndose en ese reflejo la esencia de lo que siempre debería haber sido. Esa era la mujer que no debería haber desaparecido nunca.
—Como en los viejos tiempos Daniel... —Y la sonrisa que devolvió el espejo era la de una mujer decidida y confiada. Sólo esperaba que las cosas no se torcieran—. Ya estamos listos para cuando suene el gong.
En el espejo pudo ver el reflejo de un Daniel sonriente y como la miraba apreciativamente, asintiendo vigorosamente a la imagen proyectada por el espejo.
"Señorita Kramer, estará usted estupenda. Si todos los invitados de Dark son como Hallard de este fin de semana va a poder escribir un libro. Como me alegra verla así, feliz y contenta. "
No había que tomárselo en cuenta, Daniel estaba enamorado de ella, siempre lo había sabido, pero era grato escucharle decirle esas cosas, cosas que no se había atrevido a decirle antes de aquello. Entonces el chico le sonrió con expresión aliviada y le dijo
"Pronto podré descansar, pronto estará lista para seguir sin mi...."
Era agradable escuchar de nuevo halagos como los que en esos momentos le decía Daniel mientras se contemplaba, una vez más, en el espejo nerviosa por saber si aún sería capaz de comportarse en un evento social de la magnitud que parecía tener esa comida. Felicity le devolvió la sonrisa al joven sabiendo que él no era objetivo a la hora de juzgarla, pero aún así le gustaba escuchar sus cumplidos.
—Yo también me alegro Daniel, yo también me alegro... —dijo de manera un tanto ausente pero sin dejar de sonreír al que había sido su joven ayudante.
Pero esa ensoñación en la que acababa de sumirse se disipó de un plumazo al escuchar el último comentario de Daniel. Enarcando una ceja extrañada miró al joven cuyo reflejo podía ver en el espejo, sin entender muy bien a qué se estaba refiriendo.
—¿Seguir sin ti? Pero... ¿Me vas a dejar después de tanto tiempo? —Felicity se había acostumbrado tanto a estar permanentemente con el joven que sólo la idea de no poder volver a hablar con él la dejaba sumida en la tristeza—. Entiendo que estés cansado y que quieras disfrutar de unas vacaciones, pero supongo que sólo lo dices por eso ¿verdad? Coger unos días para descansar y disfrutar un poco sin tener que aguantarme... Pero sabes que yo no soy nada sin ti y sin tu ayuda. Lo sabes ¿verdad Daniel? —No quería pensar en eso en aquellos momentos en los que parecía que su vida volvía a empezar, pero había creído que el joven siempre la acompañaría.