Partida Rol por web

El perro llevó a los tres aventureros a una zona apartada de la ciudad de londres, a juzgar por el olor, esta debería estar en una zona de los barrios más humildes, y además cerca del río; un lugar bastante común para esconderse a la par que aumentar el ejercito de malandrines.

El perro finalmente escupió a Rhomian al suelo, a la par que los otros cuatro ratones desmontaban del animal.

El ratón con sombrero abrió la maleta y se atavió con un disfraz, ahora más que un superdetective parecía ser no más que un mero marinero, incluso olía como uno si estabas lo suficientemente cerca; con un pitillo hecho a mano, medio mojado y medio arrugado en la boca, ya estuvo listo. Incluso el gordinflón del doctor tenía su propio disfraz, con parche y todo. Por desgracia no había disfraces para los otros tres... y ni falta les haría.

-Nosotros nos adelantaremos. Si vamos juntos, desconfiarán. -Con esto dicho, ordenó tanto al perro como a los tres exploradores que esperaran- Nos vemos en 15 minutos. No interfiráis.

El tiempo pasó, pese a que alguno tuviera algo que decir, aquel ratón no tenía nada que escuchar, pues ignoró todas las protestas hechas y desapareció a lo que parecía ser un barril con una gran "R" escrita. El perro por su lado, se acostó en una zona del suelo que no estaba excesivamente húmeda y entrecerró los ojos lentamente hasta finalmente quedarse dormido.

Me subo al perrete y me tumbo encima mirando al cielo.

Voy a buscar a ver que encuentro... y si no encuentro nada y por casualidad encuentro una lavadora me meto dentro!!! Que asco de babas de engendro peludo...

Nota Mental: Convertir al perro en comida para indigentes y a Asrai se ha ganado una electrocutación por descuido cuando no mire por reirse.

Hay algo que te extraña, cerca de la entrada de aquella guarida parece haber colocado de forma estratégica, entre las sombras un yunque, un hacha, una ballesta y otras armas bastante peligrosas sin que parezca a simple vista que tengan un motivo de ser o incluso un motivo de estar en ese lugar y en esas posiciones.

Pues aqui mis subditos no se si respiran, parecen un par de plantas haciendo la fotosintesis...

Vamos a dar una vuelta a ver que pasa...!!!

Rhomian se adentró primero en aquel lugar, y pese a que trató de hacerlo de forma lo más sigilosa posible, algunos rostros agresivos se giraron hacia el aunque no dijeron nada al respecto mientras se adentraba en la guarida y trataba de camuflarse, sin mucho éxito tampoco, con el grupo de secuaces que allí se encontraba.

Por otro lado, Asher y Asrai seguían esperando a cierta distancia de la entrada, aún con el perro.

jajajajjaa, ni de coña, no tengo nada de eso.

En todo caso... entro como si me hubiera perdido y necesitase ayuda para encontrar el camino a casa, cosa que por otra parte es totalmente cierta.

La fiesta y el alcohol continuaba a raudales, hasta que un ratón completamente borrachuzo seguía cantando aquella pegajosa melodía acerca de su lider, Ratigan, no parecía ser el más espabilado de la clase ya de antes, pero el hecho de estar bajo la influencia embriagadora del alcohol hacía que su sentido de la orientación así como su sentido común fuera aún más al traste.

-Por Ratigan, Por Ratigan, porque el es una Rat -Hip-.

Se hizo el silencio sepulcral mientras aquel ratón borrachuzo seguía ocupado bebiendo y no cantando. Ratigan se había levantado de su asiento, tratando de controlar su ira y enojo, cosa que no se le estaba dando demasiado bien a juzgar por aquellos ojos asesinos inyectados en sangre y su vena del cuello tan grande como sus filosas garras.

¿¡QUIEN DIJO ESO!?

Ratigan miró a los presentes y ninguno parecía estar dispuesto a traicionar a nadie. Y tampoco hizo falta que estos traicionaran a sus amigos, puesto que, por la puerta, recién entraba Asher, sin ir disfrazado, sin siquiera molestarse en aparentar en absoluto que no pertenecía a ese mundillo. Enseguida todos los dedos apuntaron hacia él.

¡ASÍ QUE HAS SIDO TU!

Ratigan sacó una ligera campanilla que la hizo sonar. Asher, al igual que los otros dos visitantes de aquel mundo no entendían muy bien los motivos por los cuales aquella rata bien vestida hizo eso, en cambio el resto de los presentes sí parecían intuír lo que estaba a punto de ocurrir.

Rodeando la puerta de entrada un hocico rosado, recubierto de pelo blanquecino apareció, abriendo unas enormes fauces de un solo bocado, Asher fue devorado por lo que parecía ser un monstruo gigantesco. Aunque en realidad no era más que un gato regordete.

La llave-espada de Asher se deslizó por el suelo hasta los pies de Asrai quien la recogió aún en estado de Shock. ¿Cómo era posible que en el transcurso de apenas unas horas había perdido a dos de sus compañeros de viaje?. Con esa duda rasgando su alma, y el gato marchándose tan campante del lugar, esta se quedó sorda.

Sorda ante las llamadas de Ratigan para comenzar con la parte final del plan, mostrando numerosos uniformes de soldaditos de juguete, indicando a los malandrines y maleantes que se prepararan y se cambiaran de ropa, pues el plan iba a tener su toque final en breve.

Me quedo paralizada y caigo de rodillas. Las lágrimas se acumulan en mis ojos.

¿Asher..... Tu no? Se hace el silencio en mi cabeza durante unos segundos. Recojo la llave-espada de Asher del suelo y me la meto en el bolsillo de la camisa.

¿Por qué todos me abandonáis? Es culpa mía, no he podido protegeros a ninguno. Las lágrimas ruedan como torrentes imparables por mis mejillas hasta estrellarse contra el suelo.

Juro que mataré a esa jodida rata. Digo susurrando las palabras de forma que sólo podría oírlas yo, a lo sumo el estúpido que me acompañaba y que ahora era mi obligado compañero, que más da, seguro que me abandona pronto.

Rapidamente y con el mayor disimulo posible levanto a Asrai para llevarla lejos de los cientos de ojos que nos puedan observar, no es que me importe mucho su vida, pero por la ineptitud de ambos, no quiero terminar en el estomago de alguien o algo.

La bodega de una sucia y mugrienta taberna era dónde dos figuras habían aparecido, la primera; un hombre de cierta edad, alto y esbelto, portando lo que parecían ser dos katanas a su cintura al igual que unos atuendos típicos de la época que uno pensaría que es al verle. Mientras tanto, la otra figura, andrógina, se ocultaba bajo un abrigo y una capucha.

Tal y como te había dicho, Shinjitsu.

Esos dos son un peligro y no son verdaderos maestros de la espada.

Tu objetivo será guiarlos por el camino correcto.

Y que así puedan dar el mejor uso de esas armas.

Cualquier duda, tan solo recuerda lo acordado.

Os estaré observando...

Tras terminar de dar aquel pequeño discurso en aquel lúgubre lugar, poco a poco el encapuchado fue haciéndose cada vez más y más grande, así como el entorno que rodeaba a Hao, aunque a decir verdad, al Samurai no le costó demasiado percatarse que lo contrario era lo que estaba a suceder, él estaba encogiendo hasta el tamaño de un mísero ratón.

Sin mediar palabra alguna, el encapuchado se despidió con la mano del ahora enano Samurai, y desapareció entre la oscuridad sin dejar rastro, más allá de las palabras de ánimo vacías y carentes de significado que le lanzó antes de desaparecer.

La entrada a aquello que parecía ser una guarida se alzaba ante él, en un barril que emitía su propia luz del interior. Allí era donde aquellos dos ratoncillos se encontraban, aquellos dos objetivos para enseñar el arte de la espada y así pagar la deuda.

Un samurai de aspecto descuidado con dos katanas a su costado entra por la entrada del "Barril-Guarida"

¿Se puede pasar? pregunta una vez dentro de manera despreocupada.

Sin contar al samurai que acababa de entrar y no había recibido la debida atención de ninguno de los presentes, en aquella sala se encontraba una joven ratoncilla de rodillas en una esquina, y sujetándola un joven con una capucha de cuero que, según como lo mirabas, tenía facciones de animal o humanas.

Por otro lado, el gentío, o mejor dicho, los ratones se agolpaban tratando de salir por la otra puerta, donde arramplaban con los uniformes de soldado que estos encontraban por delante. Por lo cual ni habían prestado atención a aquel samurai, ni a aquella pareja de lloricas y estresados adolescentes.