Tras vivir tanto tiempo con Yen Sid no te hace falta mirar para saber donde está cada una de las cosas, toda la magia, todas las escaleras interminables y los agujeros sin fondo los conoces al dedillo, todas las puertas y habitaciones secretas, todas las alas y todas las torres; absolutamente todo lo tienes bien sabido, a fin de cuentas eres la que limpia aquella torre y seguirás siendo la que limpia.
Y como no, la sirvienta sin nómina fue hecha llamar por el Sabio Yen Sid para, probablemente quejarse de la falta de limpieza hecha en sus aposentos personales, algo usual, teniendo en cuenta lo tiquismiquis que es aquel anciano desgarbado con aires de sabedor de todo y conocedor de aún más.
Al abrir la puerta de la habitación del poderoso mago, Rika Otome pudo ver con claridad que, en efecto, ahí se encontraba el, sujetando, o mejor dicho, haciendo levitar una burbuja morada de magia pura y dentro de esta, una nube oscura que trataba de escapar de su prisión de jabón y agua.
Rika Otome, te he hecho llamar para advertirte de una cosa realmente importante y que realmente debes tener especial cuidado y precaución; espero que mis sabias palabras de advertencia sean, no solo oídas, sino atendidas con suma delicadeza y diligencia.
La nube oscura trató de escaparse nuevamente de su prisión con un movimiento repentino y fuerte contra las paredes de jabón y agua. Por suerte, la poderosa burbuja mágica aún resistía y mantenía cautivo aquella nube oscura. Por otro lado, un gesto de desagrado cruzó el rostro de Yen Sid quien miró a aquella burbuja y a su contenido.
. . .
Yen Sid volvió a girar su cabeza, en esta ocasión hacia ti, con una mirada seria y con su profunda voz habló:
No hay lejía.
¡Ve a Ciudad del Paso a comprar más!
Puedes decir algo antes de la siguiente escena.
La esclava sin beneficios del castillo llegó a la habitación personal del gran maestro de la magia Yen Sid, hecha llamar por una voz sin cuerpo en uno de los pasillos del castillo mientras ésta estaba pasando la escoba a desgana y leía un libro que había conseguido robar de la biblioteca del mago mientras él estaba fuera del castillo. Antes de ponerse en marcha a visitar a su amo, procuró guardar el libro donde su maestro nunca lo encontraría: El cuarto de las escobas.
Llega rápidamente atendiendo a la llamada para no hacer enfadar al señor del castillo y le escucha mientras habla, intrigada por esa burbuja mágica.
Rika:
Sí, maestro Yen Sid. Traeré lo que me pide con la mayor prestreza.
Cuando se da la vuelta, la expresión sonriente de Rika cambia por un ceño fruncido y enojado.
Rika(pensamiento):
Puto viejo, la única cosa por la que voy a ir a por lejía es para echártelo en tu café matutino a ver si la palmas de una jodida vez, mamarracho.
Rika sale del castillo y se monta en el tren fantasma pero este no se mueve, por lo que decide volver a la Torre de Yen Sid y esperar a que este le proveyera de los medios para ir a esa tal, Ciudad de Paso.
Yen Sid se estaba masajeando sus sienes ante tanta estupidez mostrada por su sirvienta por sorpresa; por lo que decidió no decir ninguna sola palabra, tan solo alzó los brazos y abrió un portal mágico entre sus aposentos y aquella misteriosa Ciudad de Paso, un portal por donde Rika Otome podría pasar sin mayores problemas, redodeos o peligros de escapar a una vida de libertad ajena a productos de limpieza.
Rika:
Ugh, por supuesto no va a dejar que vuelva a Villa Crepúsculo para al fin ser libre, maldito viejo zorro.
Antes de entrar por el portal, se asegura de pasar por el cuarto de las escobas a coger el libro que le quitó al anciano, nunca sabía si podría leerlo un rato más para perder el tiempo y no volver al castillo.
Entrando por el portal, la visión de la realidad e incluso de la misma existencia se distorsionó ante los ojos de la joven Rika Otome, quien por unos instantes que le parecieron años, colores y figuras imposibles y que nunca había visto antes; como la luz se doblegaba ante el espacio y el tiempo y los objetos se alargaban hasta el infinito y donde todo y nada compartían un nexo en común.
Incluso llegó a ver un espagueti rosado relleno de lo que parecía ser tinta de calamar, lo que en el lenguaje culinario se llamaría "Nero di Sepia". Pero no era momento de pensar en criaturas con poderes sobrehumanos y divinos, ni siquiera de cuestionarse sus decisiones de vida. Este era el momento de hacer algo mayor, algo más importante, encontrar lejía.