Un aleteo de plumas se escuchó entre los tejados; mientras Raanmar huía y escapaba de la gran amenaza que representaba el Sheriff, con un pequeño "click", un intenso dolor en la pierna derecha se hizo presente; al mirar hacia el lugar, notó que, en efecto, tenía una poderosa flecha clavada en el gemelo trasero; haciendo que su velocidad disminuyera notablemente.
Mirando alrededor en busca de quién había sido, pudo ver a dos buitres encapuchados, uno recargando la ballesta nuevamente mientras el otro tan solo miraba desde la altura con una sonrisa bobalicona.
Motivo: 1Espalda 2Pierna 3Brazo 4Trasero
Tirada: 1d4
Resultado: 2
Objetivo: Daño Ballesta
Tirada: 1d6
Tirada: 3
Total: 3 = 3
-3 PV
-1 "Esquive" "Atletismo" (Hasta fin del capítulo).
¿Pero en esencia he logrado huir de todo, o de los ballesteros no?.
En teoría sí, pero en práctica no (por coherencia).
De los ballesteros no. Pero estos son cobardes, los puedes ahuyentar con cualquier ataque.
Cuando el Herrero iba a decir, probablemente quejarse de esa oferta que le proponía la chica-conejo que recién había visto, o posiblemente preguntar acerca de qué conocía a Robin Hood y del encargo que este le había dicho en secreto. Pero alguien irrumpió en el taller, un enorme lobo gris con una amplia sonrisa mostrando sus fauces.
¡Buenos días, Herrero! ¿Cuánto tienes para mi hoy?
¡Coño! ¡Un oso con obesidad! ¡Espera tu turno! ¿No ves que estamos haciendo negocios? - se veía claramente molesta a Yae con la irrupción de aquél bicho maleducado. Deducía también que era quien debía estar extorsionando al pobre herrero, pero eso le daba igual, si algo no le gustaba lo golpeaba.
El enorme lobo gris empujó a un lado a la pequeña conejita y se dirigió para tratar ciertos asuntos con el herrero, el cual se veía aterrado con su mera presencia; tratando de hablar, pero tartamudeando con cada sílaba, el viejo y herido herrero apenas pudo decir algo coherente, pidiendo clemencia y piedad a causa de su pierna escayolada y el consecuente retraso de las entregas.
No te preocupes, déjeme que le ayude, buen amigo...
Pese a ello, el Sheriff se acercó al anciano herrero y lo ayudó a sentarse y a poner el pie en reposo; aunque sin mediar palabra, alzó la pierna del herrero, haciendo que este se agarrara como pudo en los reposabrazos de la mecedora, entonces la magia ocurrió, de la pierna escayolada cayeron 5 monedas de oro, que se convirtieron en 6, una vez que el Sheriff golpeó la pata escayolada un par de veces para asegurarse que aquella moneda escurridiza, también acompañara a sus amiguitas.
¡Con esto será suficiente! ¡Hoy estoy contento!
¡Un doble arresto ajeno a no pagar los impuestos no se consigue todos los días!
¡Recuerde trabajar más! ¡Veo pocas herraduras en esta herrería!
Y con esta frase el Sheriff salió del comercio, dejando a Yae con un dolorido Herrero, tratando de levantarse de la mecedora.
¡Maldito rufián! - pataleaba la coneja. - ¿Está bien señor herrero? - corrió a ver como se encontraba, debía dolerle bastante el pie. Mientras miraba al pobre herrero se preguntó a si misma si aquellos dos presos serían sus "compañeros"... Ojalá lo fueran. - ¿Sabes donde vive este malandrín? Podría ir a su casa y PIM PAM PUM CATAPUM y recuperaría el dinero. - se la veía completamente segura de si misma.
El Herrero se levantó, y trató de caminar hacia la chimenea apagada, se puso de rodillas y sacando algunos leños de encima de las cenizas; logró substraer una docena de espadas cortas, y casi una treintena de puntas de lanza, con este arsenal escondido visible; se giró hacia la coneja.
-La Iglesia del Fraile está en la colina, ve allí y quémala durante la noche. -Dijo mientras señalaba hacia una dirección- Esa es la señal para que el pueblo se levante en armas...
Doy un giro para poder lanzar un ataque hacia arriba para espantar o impactar a los ballesteros, tras eso trataré de continuar mi camino para buscar a Yae.
Los buitres se alejan volando mientras unas bolas de luz salen de la punta de la llave Espada de Raanmar; al parecer no entendían ni querían entender qué diablos era eso, y mucho menos tener que enfrentarse a Raanmar.
-Alejémonos de ese... ¡Es raro! ¡Me da mala espina! -Dijo el de la ballesta.
-Sí, sí, no vaya a ser que nos contagie. -Respondió el otro.
Yae no dijo nada, cogió un par de leños de aquella hoguera y se dirigió a la iglesia que le había indicado el perro y esperó allí tranquilamente a que se hiciera de noche. Cuando las antorchas fueron encendidas por la noche, pues aquello era un pueblo medieval y no había otro tipo de iluminación, Yae aprovechando su agilidad como coneja, subió encima del tejado, rompió una de las ventanas y echó por allí los leños, no sin antes encenderlos con dicha antorcha.
También intentó quemar desde esa posición en el tejado y a través de una ventana, alguna cortina o manto que hubiera dentro de la propia iglesia. Una vez terminó, con cuidado bajó del tejado y espero que el pueblo se preparara para lo que estaba por venir.
De una de las casas, presumiblemente la herrería, Raanmar pudo reconocer una figura familiar; una pequeña coneja corriendo con unos cuantos leños encendidos, por desgracia para el joven no disfrazado, su voz no alcanzó a los inmensos oídos de la conejita, y mucho menos lo haría él con una de sus piernas herida; por lo que lo único que pudo hacer es seguirla desde la distancia hasta lo que parecía ser una pequeña capilla.