La Srña. Bennett unicamente tenia intención de permanecer unos minutos con el resto de los invitados en aquella sala antes de excusarse y subir a su habitación, le resultaba un poco incomodo estar rodeada de tantas personas desconocidas y mas siendo algo raro para ella, hombres y mujeres en el mismo salón, solo esperaba escuchar un poco el sonido de aquel piano que había visto al entrar, esperando que alguno supiera tocarlo naturalmente, pero al contrario de lo que esperaba ella, el gramófono sonó y no para una canción, mas bien para contar los pecados de cada uno de los presentes.
Prudence, no pudo sino, buscar un sillón donde sentarse y buscar la seguridad de su mano para ocultar su mirada.-Como sabe todo eso, quien es esa voz. Si esto es una broma macabra no tiene ninguna gracia.
-Mi.. mi hermano murió en la guerra, en la maldita guerra que me arrebato a dos hermanos, yo solo le ayude a que terminara su sufrimiento, lo trajeron al campamento, delirando de fiebre y desmembrado, yo solo, yo solo quería...-Las palabras temblaban de sus labios y lo que momentos antes era una mujer fuerte y decidida, se convirtió en una frágil y desconsolada. No es que necesitara justificarse, sino que necesitaba hablar de aquello, pues ni con su único hermano vivo lo habían vuelto a comentar desde que termino aquella pesadilla.
La mujer mantuvo la cabeza gacha sollozando ligeramente, recordando algo que pretendió olvidar todos esos años, algo que ni siquiera su marido sabia.
La velada iba transcurriendo deliciosamente, si bien el doctor Champlain hacía años que dejo de fumar cuando le afecto a los pulmones, si acompaño a las diversas conversaciones acompañandolas con alguna copita de jerez, siempre afable y mas interesado en escuchar que en dirigir las conversaciones
Esto se ve interrumpido abruptamente cuando el gramofono cambia su tonada por una larga lista de terribles acusaciones.
La expresión del doctor cambia a una de mortal seriedad cuando se menciona su nombre y el de aquella unidad de soldados, y se mantiene igual de inexpresivo mientras se van desgranando los pecados de todos los invitados.
Pronto queda claro que hay mucha verdad en las acusaciones cuando varios de los invitados van reconociendo la verdad, sin embargo unos pocos si se defienden, y el doctor se levanta (ya que ha pasado la mayor parte de la velada sentado) y declara
-esa acusación es ridícula. No se me puede acusar de los avatares de la guerra. Es cierto que el camión de mi compañía con medicamentos y antibioticos se retraso fatalmente, pero no hay nadie que lamentara mas que yo esas vidas perdidas. Pretender acusarme por eso es ridículo, una farsa-
Con la misma expresión de seriedad camina unos pasos hasta la señorita Bennet, le da unas palmaditas a la espalda y le tiende un pañuelo
-tranquila madmoiselle, tranquila-
Everet le dio un trago al bourbon, hace dos minutos le daban arcadas pero ahora le sabía a gloria, se atuso el pelo y miro a un lado y otro para comprobar que no estaba su madre.
Quizás soy el menos indicado para hablar, es cierto lo que dice el gramófono en mi caso, si he matado a gente en el psiquiátrico, algunos por quitarle el sufrimiento, pero el resto eran por que me recordaban a la bastarda de mi madre, suelta el aire y nota un gran peso que se le quita de encima, si era una bastarda, solo me desanimaba, no vales para esto Everet, ojala no hubiera abierto las piernas Everet, ojala no hubieras nacido gordinflón… no podía mas, aun recuerdo su voz, pero matarla fue una liberación, ya no viviría en una cárcel, ya no me torturarías mas viaja zorra!! Estas muerta muertaaaaa!!!
Toma aire a bocanadas y de nuevo lleva el bourbon a su boca, se que no suena bien pero es cierto, vivir era un infierno y eso me hizo matar a mas y mas gente, pero lo que veo de locos, de alguien sin alma es violar a crías de quince años, ese acto no tiene perdón.
Sonaba la música de fondo, y estaba yo más centrada en la conversación circundante que en ella, cuando esa voz habló. La fatal lista de acusaciones era referida a todos, y supe que sin duda también hablaría de mí, como sucedió. Apreté los puños de rabia, palideciendo. No supe reaccionar, porque me sentí traicionada, como todos. Nuestros secretos eran públicos. Todos éramos menos perfectos de lo que parecíamos.. Nunca me sentí más vulnerable.
Busqué un sofá, y me senté. Ya no había lugar para la compostura y la formalidad.
-Yo.. nadie lo supo jamás.. no sé cómo dice.. cómo sabe.. Ivette, necesito un trago.
Tenía que aclarar las ideas, porque sino acabaría volviéndome loca. ¿Todos los presentes tenemos algo oscuro, entonces? Todos..
Sir Gustave se levantó. Se acercó a la mesa de bebidas y sirvió una copa de jerez dulce.
Después, se acercó a la señora Morstan y le dio la copa.
Se trataba de un gesto que esperaba no hiciera necesarias más explicaciones: por lo que a él respectaba, ya no había diferencias entre servicio e invitados. Todos habían sido llevados allí engañados. 21 personas. La mayoría engañados, alguno o quizás algunos eran los responsables, pero no había forma de saber quién.
Tenga, señora. - Hablando después para todos los presentes - Me retiro ya. Todos tenemos pecados en los que pensar. Quien sea ue haya organizado esto ha querido camuflarse entre nosotros. No he estado atento, pero creo que la grabación no se ha dejado a nadie: 21 nombres. No creo que saquemos nada en claro por ahora y me duele la cabeza. Buenas noches, damas y caballeros
Su voz había perdido parte de su jovialidad, aunque sus palabras seguían sienfo agradables.
El caballero galés se marchó hacia la escalera y su habitación
La voz del gramófono consiguió poner alerta a Wesley. Completamente alerta. La acusación de todos esos asesinatos, que incluía a todos los presentes y en total sumaban una cuantiosa cantidad de muertes hizo que sus ojos se abrieran de par en par, fijos y clavados en el infinito. Mierda. Dirige su mirada a cada uno de los presentes al escuchar sus nombres, sorprendido por la variedad de muertes. Al escuchar cierto nombre mira a Penny, y niega con la cabeza rotundamente.
- Nada de eso importa. Penny. - Le dice mirándola a los ojos con firmeza y decidido. Siente ganas de hablar con ella largo y tendido, juzgar muchas de las acciones del resto, pero, ¿quién tiene ese derecho entre todos ellos? Se hace el sordo al escuchar su verdadero nombre pero su expresión de rabia le delata. Atiende, a continuación, a Penny. - Decir morboso es quedarse corto. Es asqueroso. - Asevera y escupe al suelo, lleno de cólera, con rubor en las mejillas y comenzando a sudar un poco. La deja en paz para que se tome la copa que considera oportuna. Él no quiere tomar nada ahora, no la necesita. Niega para sí mismo con la cabeza varias veces.
Para Wesley no es el momento de participar en la conversación, pues podría perder los papeles e incluso hacer daño a alguien. Total, todos son calaña, ¿no? - ¿Qué pretende? - Pregunta en bajo y finalmente se decanta por coger una copa, al lado de Penny. - No sé de qué va esto, pero esta noche vas a dormir en mi cuarto. Hay un violador entre nosotros. - Anuncia dando un gran trago a su vaso. Se gira al resto. - Me parece correctísimo que se expliquen y que confiesen haber cometido esos crímenes, así no hay ni beneficio de la duda. - Dice brindando al aire con su vaso vacío, retador tanto a ellos como al anfitrión fantasma. Mira frustrado a Penny y resopla con fuerza.
Tomó asiento con la tranquilidad de quien es espectador en su palco de una gran obra. Lejos de verse salpicado por las acciones de sus actores. Fumando, indiferente y tranquilo, escuchando las distintas confesiones de algunos, y justificaciones de otros.
Como había expresado: absurdo. En su opinión.
Insinuaciones de crímenes, o mejor dicho, acusaciones sin testigos ni pruebas en una grabación cuya voz sonaba forzada y posiblemente falsificada. Una retahíla de acusaciones grabadas por una persona completamente anónima. Una algarabía de insensateces no más sólidas que los cotilleos de un puñado de viejas o vecinas, y por ello debería de desacreditarse al instante.
Hilarante, se dijo, al sorprenderse observando que tantos aceptaban aquella acusación, como una verdad ineludible, una prueba indubitada. Y por ello confesaban frente a más de veinte desconocidos que podrían haber declarado en un juicio lo que oyeron; eso, si no les estaban efectivamente grabando como más de uno había indicado o sospechado.
Hasta los había que incluso añadían a sus explicaciones haber ejecutado el crimen perfecto del que nadie supo, hasta que un simple desconocido, oculto y carente de mayor prueba que sus sospechas, palabras o imaginaciones así se lo insinuó.
Una bellísima velada. Cuando se cansó de la misma, se despidió de los presentes.Si sentía rabia alguna, remordimiento o era culpable de algo, bien se lo guardó, pues aparentaba a todos los efectos. No culpable.
Y así lo era.
Benoni Fausto Predatore jamás había manchado sus manos de sangre.
Las emociones vividas al final de lo que iba siendo una agradable velada, crispan los nervios de la mayoría, excitan a una minoría y agotan a todos los presentes. El tiempo cabalgaba sin descanso sobre sus corazones, hundiéndolos en la ignominia.
Poco a poco, los presentes se retiraron a sus respectivas habitaciones, pues no quedaba otra, dadas las circunstancias, que esperar a la mañana siguiente y resolver qué hacer al respecto. Pues de noche ningún barquero arriesgaría su vida y embarcación a rescatar a unos señoritingos histéricos de una isla, cuyas rocas escarpadas la convertían en una trampa mortal para marineros poco expertos o faltos de luz.
Alguno recordó que el marinero de la canoa motorizada dijo que vendría mañana a traer cosas. Esa información abría la naïf esperanza que las vergüenzas expuestas de los presentes quedaran entre las paredes de esa mansión, para no volver a perseguirlos.
Sea como fuere, quien más quien menos, cerró la puerta con llave en cuanto entró en su habitación.
Cierro escena hasta que el nuevo amanecer despunte.
Buenas noches, damas y caballeros.