- Sí, voy a refrescarme un poco y cambiarme para la cena. - Respondió Penny con una sonrisa antes de separarse de Wesley para dirigirse a la planta superior.
Allí, curioseó un poco por el pasillo, admirando la decoración, y asomó la cabeza en la biblioteca. - Oh, vaya... - Dijo para sí misma, impresionada mientras sus ojos azules se abrían como platos. Sin embargo, no era momento para perder el tiempo entre libros con todas las personas y cosas que había por conocer y ver, así que continuó hasta que encontró la habitación que le habían asignado.
Tardó alrededor de media hora en bajar de nuevo hacia el hall, tras refrescarse y ponerse un atuendo más apropiado para la cena. Se había quitado el tocado del pelo y cepillado y recogido de nuevo sus cabellos oscuros en suaves ondas, dejando su cuello al descubierto. Había cambiado su vestido verde por otro de cuerpo negro, entallado en la cintura y falda larga drapeada en negro y crema, de gasa y encaje. Iba acompañado por una chaquetita corta semitransparente que dejaba intuir la piel lechosa de sus hombros, al mismo tiempo que la cubría pudorosamente. Como joyas tan sólo llevaba un par de piezas de plata, una pulsera y una cadenita al cuello, con una lágrima de lapislázuli que hacía juego con sus ojos.
Buscó con la mirada a Wesley en cuanto entró en el hall y sin dudar se dirigió hacia él mientras sus labios se estiraban en una sonrisa. - Oh, Wesley, ni te imaginas las vistas que hay desde mi habitación. Tengo un balconcito desde el que se ve el mar y es sencillamente espectacular. ¿Qué tal la tuya? Después de cenar podrías enseñármela. - Mientras hablaba empezó a mirar a su alrededor con curiosidad, comprobando si las mismas personas que había visto fuera estaban también dentro.
El tiempo que Penny pasó en su cuarto cambiándose Wesley se lo dedicó a él mismo y a su cuarto. En él se relajó unos minutos y aseó para oler como un hombre decente y honesto, se arregló la barba y recogió el pelo por detrás de las orejas. No quiso reparar en los otros invitados, ya que no es muy dicharachero y menos sin la compañía de su hermana.
Cuando sale, al poco tiempo, ella vuelve con otro vestido y no puede evitar levantar las cejas sorprendido. - Estás preciosa Penny. - No duda en comunicarle a su hermana con una sonrisa que la recorre. - Me alego de escuchar eso. Mi cuarto está aquí al lado, sí que podemos ir luego. - Responde contentándola.