Preciosa habitación… Murmura Everet al llegar, deja sus zapatos a un lado de la cama y se tumba para mirar al techo, respira profundamente y deja soltar el aire poco a poco, durante unos instantes cierra los ojos.
Después de ese momento de relax, Everet saca de su maleta un pequeño cuaderno de color negro, es su diario, se sienta en el suelo con las piernas entrelazadas y se pone a escribir.
Querido diario:
En breves momentos bajare a cenar con el resto de invitados, después de matar a madre espero que esta noche sea mas relajada y al fin pueda dormir, suerte que el camino se ocultaron los cardenales de mis brazos, esa sucia engendro del mal peleo por su vida con fuerza, hasta que las castañuelas de su dentadura postiza dejaron de sonar. En el caso que no pueda dormir hoy iré a visitar al joven ese rubio, el que se puso erecto solo al ver a la camarera, sucio pecador, seguramente madre le haría lavar esos ojos con jabón y la boca con lejía, en todo caso iré a visitarlo a ver que oscuros secretos guarda.
Por la mañana al despertar, algo te llama la atención. Algo que antes no estaba ahí. Sobre una repisa, un cuadro de medio metro de lado descansa con intención de ser bien visible. El cuadro no contiene ningún dibujo o paisaje, contiene el texto de una canción infantil popular.
Agotado por las tensiones del día, te dejas caer en tu cama. Entonces, una imagen ronda tu mente, la de los "hermanos", haciéndose gestos mutuamente, mientras el doctor y las enfermeras reconocían el cadáver de Frederick en la playa, contra toda norma de etiqueta y moral.
Parece que ni la señortia Yvette ni su prometedor escote se han presentado a la cita.
Cansado de esperar, la soledad de tu cama te espera para abrazar tu cansado corazón y atormentado espíritu.