Partida Rol por web

[HLdCN] 2x Diez Negritos

Resumen de la Partida

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23/03/2015, 21:48
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Los Invitados

Los primeros en llegar a la Isla del Negro son los tres sirvientes principales: Alfred Dyle, Eleanor Morstan e Yvette Mercier. Que llegan para preparar la casa para la llegada de los invitados, que llegan el día programado en la canoa motorizada que comunica la Isla con la costa de Devon.

  

Después llegaron los invitados a la Mansión, aunque entre ellos estaba otro empleado de la casa, Owen Cray.

Los huéspedes eran:

Everet Schuls, el doctor Dumento Champlain, Penny Barrow, Jacqueline Dupont, Margaret Begginfeld.

    

Sally Miles, Prudence Bennett, Sean Arbuthnot, Sir Gustave Cavanough, Erasmo Gaylord, Wesley Barrow.

     

Martin Crowden, Ágape Stolness, Benoni Fausto Predatore, Frederick von Baach, Elisabeth Cavendish y Leonard Clement.

     

Reparto de Roles Primarios

Médico Cirujano: Sir Gustave Cavanaugh
Asesinos a Sueldo: Alfred Dyle, Sean Aburnoth, Eleanor Morstan, Penny Barrow, Prudence Bennett, Jacqueline Dupont
Policía de Paisano: Leonard Clement
Investigador: Everet Schuls
Perro Blanco: Sally Miles
Medium: Wesley Barrow
Duro de Pelar: Benoni Fausto Predattore
Cupido: Ágape Stolness
Vieja al Visillo: Dr Dumont Champain
Político: Margaret Beddingfeld
Justiciero: Erasmo Gaylord
Titiritero: Yvette Mercier
Arquitecto: Owen Cray
Protector: Elisabeth Cavendish
Juez: Martin Crowden
Psicópata: Frederick Von Baach

Reparto de Roles Secundarios

Negritos: Martin Crowden, Dr Dumont Champain, Erasmo Gaylord, Wesley Barrow, Ágape Stolness, Frederick Von Baach, Elisabeth Cavendish, Owen Cray, Leonard Clement y Margaret Beddingfeld.
Amigos:  Dr Dumont Champain y Benoni Fausto Predattore.
Enemigos: Martin Crowden, Sir Gustave Cavanaugh.
Amantes: Ágape Stolness, Benoni Fausto Predatore (según elección de Cupido -Ágape-)

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23/03/2015, 21:49
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 Sucesos Día 1

Los invitados se reúnen en el comedor tras haber disfrutado de una breve visita por la fastuosa mansión, decorada con una decoración exquisita y sin reparar en gastos. Poco a poco se van percatando que nadie conoce realmente a los anfitriones, todos tienen vagas ideas de quien pueden ser, pero en la variedad hay discordancia.

Además, reparan en la extrañeza de encontrar diez figuras que desentonan completamente con la decoración.


A nadie pasó desapercibido un detalle extraño. En el centro de la mesa, una nota discordante hacía torcer los ojos. El buen gusto de la decoración se veía abofeteado sin piedad por unas esculturas, sin duda africanas, que vestían el centro de la mesa. Diez en total.

Diríase que se trataba de mujeres, negras todas ellas, de un negro africano muy profundo, tan profundo como salvaje, tan oscuras como el ébano en que estaban talladas.

Dispuestas en dos grupos enfrentados. Uno más numeroso y estilizado, otro más tosco y desgarbado.

Era difícil imaginar qué había llevado a tan exquisita decoradora (o decorador) incluir aquellas piezas en el lugar. Más parecía una broma de mal gusto o que encerrara algún significado difícil de dilucidar. Quizá algún detalle sentimental importante albergaban y, sin duda, sería un buen tema de conversación para hablar con los anfitriones... cuando se dignaran a hacer acto de presencia.

 


Sin excepción, todos los huéspedes coinciden en lo grotesco y desacertado de aquellas figuras en aquel lugar.

La conversación se desarrolla en la sobremesa, durante la misma el mayordomo, Alfred Dyle, transmite un comunicado a los huéspedes de parte del señor de la casa:

-Damas y caballeros en primer lugar mis disculpas por interrumpir un momento tan deleitoso como es el de una cena, pero he de comunicarles una noticias que seguramente sera de su interés; El señor de la casa ha sufrido un contratiempo y le será imposible llegar hasta por lo menos mañana al mediodía. El señor me pide que por favor acepten sus más sinceras disculpas por esta desavenencia, no obstante si necesitan algo el personal del servicio estará aquí para atenderles. Sigan disfrutando de la velada.

Ello causa indignación y frustración entre los presentes, pues se trata de una violación de protocolo tan flagrante que rechina en los oídos de propios y extraños.

A pesar de los pesares, sin más opciones al alcance de la mano, los huéspedes finalizan la cena y se retiran al salón. Allí continúa la charla, que había conseguido amenizar lo inconveniente del comunicado del señor de la casa.

El mayordomo Alfred y la camarera Ivette sirvieron el café, negro, fuerte, ardiendo. Luego Ivette se dedicó a preparar las copas que le solicitaban del la pequeña barra que había en un rincón. Eleanor trajo unas pastas, por si alguien quería acompañar el licor con algo más sólido y Owen cargó un gramófono hasta el hall, que habían encontrado en la habitación de servicio, junto con unos discos de música clásica y melódica.

Pronto el salón comenzó a ser el ambiente de una velada agradable, con música, copas y conversaciones cada vez más interesantes, por aquello de la facilidad que otorga el licor a la lengua.

Y así continuó la velada, en un cresccendo de ánimos, conversaciones y galanteos.

A pesar de lo poco peculiar de este tipo de congregación y de las suspicacias por la no presencia de los anfitriones, todo parecía ir a las mil maravillas. El servicio atendía las necesidades de los huéspedes con animosa pulcritud, la excelencia de la comida, acompañada con la exquisitez de los vinos y la calidad de los licores y tabacos después, hicieron común la sensación que, finalmente, había valido la pena aceptar la invitación.

En resumen, todos los invitados estaban encantados de la vida, después de la copiosa y exquisita cena. Las agujas del reloj señalaban las nueve y veinte. En el la música del gramófono acompañaba cálidamente, como el silencio de un monasterio o el murmullo de un riachuelo en el bosque. En medio de esta calma, la música se interrumpió escandalosamente y se oyó una voz... inesperada, sobrenatural:

«Señoras y caballeros. Silencio por favor.»

Todos se sobresaltaron, se observaron unos a otros y escudriñaron las paredes. ¿Quién había hablado? La voz continuó alta y clara:

«Os acuso de los siguientes crímenes: Martin Crowden, usted causó la muerte de Robert Howden, asesor del alcalde de Londres. »Dr. Dumont Champlain, usted causó la muerte de unos 134 soldados del 2º batallón de la 114 división de infantería del ejercito francés. »Erasmo Gaylord, usted envío a la muerte con la mayor sangre fría a Kathleen Kaplan, Joan Green y Pamela Mills. »Margaret Beddingfeld, provocó la muerte de Anne Beddingfeld, su suegra. »Gabriel Kerrigan, mató a Gregory Whitechapel. »Ágape Stolness, provocó la muerte de su marido, Adam Stolness. »Frederick Von Baach, es culpable de la muerte y violación de Tammy Pollman, Leslie Mahaffy y Kristen French, todas ellas de 15 años de edad. »Elisabeth Cavendish, mató a Gerald Bretz y se lucró con ello. »Alfred Dyle, responsable de la muerte de Irina Aldrich. »Yvette Mercier, asesinó a Jean Pierre Baptiste, el primogénito de los Baptiste, sus antiguos señores. »Sir Gustave Cavanaugh, usted mató a su amigo de la infancia, Francis Wavefield. »Sean Arburnoth, George Conery, antiguo accionista al 50% de Refrescos "Pumba", su empresa. »Eleanor Morstan, envenenó hasta la muerte a Madamme Ledò, a quien debía servir. »Margaret Sheppard, acabó con la vida de su madrastra, Katherine Mayflower, y con la del anciano Gregory Whitechapel. »Everet Schuls, responsable de nueve muertes de distinta índole en el sanatorio donde trabaja, además de matar recientemente a su propia madre. »Prudence Benett, de similar índole, responsable de 21 muertes a lo largo de los años en el hospital donde trabaja, entre las víctimas, su propio hermano. »Owen Cray, más de un centenar de muertos en su dilatado historial como asesino de la mafia. »Benoni Fausto Predattore, el número de víctimas bajo su responsabilidad se pierde más allá del millar, como capo mafioso. »Reverendo Leonard Clement, asesinó al Coronel Lucius Protheroe en la sacristía. »Jacqueline Dupont, usted causó la muerte de James Lee Caan, su marido. »Sally Miles, Lester Flint III murió bajo sus golpes, era también su marido. »Acusados: »¿Tienen ustedes algo que alegar en su defensa?»

La voz acusadora se calló. El disco llegó a su fin en el gramófono.

Tras tan tremendo acontecimiento, después de mentar al diablo en más ocasiones de las que ordena el decoro, poco a poco los huéspedes se retiran a sus habitaciones.

 

Sotto-vocce 

[Penny->Prudence]:

En un momento en que Wesley se encontraba mirando hacia otro lado, Penny aprovechó para inclinarse cerca del oído de la señora Prudence Bennet. - Cocina. - Murmuró, dedicándole una mirada cómplice y señalando después con la cabeza hacia el señor Sean Aburthnot. 

Penny no se detuvo a comprobar que su mensaje había sido recibido, continuó con la cena como si nada, sonriendo y riendo las gracias de sus acompañantes.

[Prudence->Sean]:

La Señora Prudence aprovecho la necesidad de ir al lavabo, para pasar cerca del señor Sean Aburthnot y susurrarle una única palabra: -Cocina.-Mientras fijaba la mirada en la Jacqueline Dupont sutilmente esperando que aquel hombre comprendiera sus intenciones.

[Fausto->Doctor]

Cuando se cansó del panorama y de meditar al respecto de si sería o no un terreno óptimo para hacer de la isla un gran campo de golf, también Fausto entró a la Mansión para abrigarse del frío que, por contraste, empezaba a dejarse sentir.

Paseando, de forma distendida por el lujo y la ostentación de sus salas, vio y reconoció al buen doctor. Tenían una larga amistad, y varios asuntos entre ellos pero el Sr. Predatore no mostró ninguna expresión que revelase haberlo rememorado, y sus razones de peso tenía, no obstante, cuando el entorno pareció seguro y que nadie los veía, pasó por su lado, con un ademán propio de un amante del arte que aprecia las distintas obras, cuadro por cuadro, y, sin apartar la vista dedicó algunos signos al anciano.

Cuando se percató que lo veía, señaló hacía arriba, junto las palmas de sus manos y las abrió como quién abre un libro para leer, paseó dos instantes su mirada por ellas de izquierda a derecha.

Finalmente, resopló como si aquello de pasear lo cansase, se sacó un carísimo reloj de oro de su bolsillo, y lo miró como quién espera la hora de la cena, a la vez que con el pulgar de la mano que lo sujetaba indicaba el número once, antes de cerrar la tapa y guardárselo.

El último gesto que dedicó al buen hombre fue una rápida y fugaz mirada interrogadora, con la ceja levantada buscando complicidad y comprensión.

[Doctor->Fausto]

Ya al llegar al embarcadero el Doctor Champlain había visto a su viejo amigo Fausto, un hombre dinámico que siempre destacaba entre otros de menos caracter. La presencia de este entre tantos desconocidos le hizo ponerse alerta. Ya la invitación había resultado bastante extraña, pese a su amistad no solian frecuentar los mismos círculos.

Finalmente Fausto je localiza, y evidentemente comparte sus recelos. Al hacerle algunos gestos el doctor hace una pausa mientras sube las escaleras y se seca el sudor de la frente mientras, aparentemente observa el mismo cuadro que Fausto.

Los gestos que le hace este no le pasan desapercibidos y tras observar su reloj asiente levemente antes de reemprender la suboda de las escaleras

[Jacqueline->Alfred,Eleanor,Penny,Prudence y Sean]

- Biblioteca.

[Alfred->Eleanor]

Me acerco a Eleanor Morstan mientras los invitados esta disfrutando de su cena y le susurro:

-Biblioteca

[Sean->Prudence]

Me acerco a la Srta. Prudence, antes de ir a ver a Ágape. Le digo discretamente 

- Bliblioteca

Mientras miro con extrañeza y hombros encojidos a Jaqueline

[Gustave->Wesley]

En cierto momento, aprovechando la conversación y el ir y venir de la gente, Gustave sacó su reloj de bolsillo, y con el en mano, buscó la atención del joven Barrow. Con una leve inclinación de cabeza y enarcando una de sus cejas hizo un leve gesto con su dedo hacia el reloj de bolsillo y después levantó dos dedos al aire (el corazón y el índice). Después, leyendo en la cara de su interlocutor que había comprendido la primera parte del mensaje, guardó su reloj de bolsillo y con un amplio gesto señaló las paredes que tenían a ambos lados. Finalizó el mensaje con un movimiento quedo de cabeza de arriba hacia abajo en un signo universal de afirmación. Tras lo cual, perdió su visión en el resto del grupo cortando el mensaje y disimulando los movimientos más llamativos de manos extendidas como parte de los gestos que acompañaban a un comentario poco relevante sobre si era posible o no fumar en la sala.

[Wesley->Penny]

Mientras avanza con ella cogida del brazo no pierde la oportunidad de depositar un discreto beso en su pelo, como antes ha hecho, pero esta vez con unas claras palabras que susurra en el momento preciso. Esta noche, mi habitación. - Se separa con una sonrisa imperturbable de su sien.

[Fausto->Ágape]

La cena transcurrió, pero a la velada aun le quedaba cuerda. Y Fausto se alegraba por ello, pues en su interior, a pesar de ser buen católico y creyente, habría pedido al mismo diablo que aquella velada no terminase nunca.

De buen seguro que no fue de los primeros en levantarse de la mesa y os puedo asegurar que fue el último. Mas dedicó una sonrisa fugaz y una leve inclinación de cabeza cuando la dama sentada a su lado se levantó, y la acompañó con una mirada propia de un depredador mientras se alejaba con aquél paso marcado, seguro y grácil que, como una cierva, la caracterizaba.

Dio una larga calada sin prisa, acunado por mil ensoñaciones y embelesado aún de aquél indescriptible perfume que buscaría tiempo de investigar y descubrir. Apuró la copa para ahogar un suspiro, armándose de la paciencia de un león y se levantó con mucha parsimonia, queriendo resaltar una estudiada dignidad por si captaba atenciones deseadas pero indiscretas.

Cuando estuvo en pie, se abrochó el botón de la chaqueta y se dirigió pausadamente donde estaban los demás, y con especial interés, a la persecución de su presa. Había cortejado a muchas pero nunca había sido participe de una partida de caza mayor, y aquella Diosa se le antojaba el trofeo más elevado de todos los que la sábana o el mundo entero pudiesen ofrecer.

No obstante, el Sr. Predatore sabía lo suficiente del arte de la caza, como para saber que la paciencia, al igual que en la pesca, era su singularidad y necesidad principal.

Así que en aquella sala, hizo gala de paciencia, hablando con unos y otros, fumando con los varones, con una mano al puro y otra al bolsillo, dejando sonar su voz cuando hablaba como tenía por costumbre hacer y retumbando su risa cuando conseguían de hacerlo reír. Centrándose en las conversaciones e intentando no observarla, como si ella no estuviera en el cuadro cuando era el tema central de aquella representación pictórica, pues sin perderla, camuflado entre la espesura restó a la espera de un momento propicio en que pudiesen estar solo los dos.

Y el momento llegó, de forma inesperada.

El empresario llevaba varios comentarios con interés fingido hasta que se percató del hecho que la había perdido de vista, su anhelada Ágape, aunque la polilla aun desconocía el nombre de la llama que lo consumiría. Con un leve nerviosismo momentáneo que no consiguió ocultar completamente la buscó en vano recorriendo sus oscuros ojos por la sala, hasta que se rindió convencido que había perdido su oportunidad perdiendo repentinamente apego en la conversación.

Fue entonces, cuando Fausto necesitó con urgencia tres segundos de aire fresco de la noche con el que calmar sus ansias. Con paso firme se acercó a la puerta que se abría al exterior y la cruzó, a tiempo de sujetarla abierta para algunos que charlando regresaban deshaciendo sus pasos hacia al salón, a quienes saludó con una leve inclinación de cabeza.

Y ahí estuvo, en la oscuridad de la noche encajonada por unas nubes densas que lo hacían todo más desolador, despidiendo otro cigarro durante unos breves minutos en que todos podían ver su solitaria espalda delatada por la luz que lo iluminaba en contraste desde el interior.

Las nubes abandonaron sus recelos y liberaron aquella luna de plata que habían pretendido retener entre sus fauces. Y como un sexto sentido, o un soplo de aire en el oído, la percibió ladeó la cabeza y la encontró, blanca, mágica y brillante como el diamante más preciado, admiró a aquella dama que se refugiaba bajo un manto de estrellas velando su belleza en la tenue penumbra. Por segunda vez, a Fausto se le cortó el aliento, aunque acertó a disimularlo.

Giró su cabeza con disimulo a ambos lados en un ademán de percatarse que no había intrusos sobre el escenario, que la escena era solo para los dos. Con la esperanza y la convicción que su espalda era suficientemente ancha para ocultar los actos., un error en teatro pero que el Sr. Predatore hacía intencionadamente al no querer espectadores.

Sonrió anchamente y esperó un gesto, cualquiera, de la elegante y sensual joven que demostrase alguna clase de interés y le invitase a ser… más osado. Adivinar sus cartas para poder elevar su apuesta, y jugar la partida el todo por el todo.

Cuando creyó que al menos tenía un par de parejas en la mano, un mínimo con lo que probar su suerte. Puso todas las fichas sobre la mesa.

Le mostró la llave escondida dentro de su palma, donde en el llavero había el número diez, el de su habitación. Luego, observó el cielo distraídamente y sacó su reloj de oro del bolsillo y le indicó con el pulgar de la mano que lo sujetaba sobre el número XII.

Luego, silenciando cualquier palabra de sus labios emprendió una larga aspiración de su cigarro, a la vez que la observaba largo, pausado e intensamente con descaro. Con una ceja levantada a la espera de una respuesta por parte de aquella enigmática y seductora Nayáde, o sencillamente ninfa sino se trataba de la mismísima Afrodita quién era la matrona dueña de sus exhalaciones y la que definía los puntos cardinales de su reciente e inédito universo.

[Ágape->Fausto]

Aquellas veladas tan largas, con la comida sin agotarse, plato tras plato, y la copa siempre llena, me agotaban. No me interesaban las cosas de los demás, y fingía interés cuando escuchaba una historia divertida, o reía sin ganas cuando alguien contaba un chiste.

Lo que realmente quería era explorar aquellos ojos oscuros de nuevo. Pese a que estábamos sentados codo con codo, no le dirigí la mirada, salvo cuando le agradecí en algún momento que me acercara alguna fuente que estaba lejos de mi alcance. Lo último que quería es que nadie pensara nada acerca de nosotros, y tampoco estaba muy segura acerca de mis propios sentimientos.

Por Dios, al único que había conocido como hombre era a mi difunto marido, y no había sentido nada por nadie jamás. Ni siquiera por mi difunto marido.

La cuestión era que mi corazón me martilleaba cada vez que lo descubría mirándome furtivamente, y yo intentaba tragar saliva con dificultad, y mirar hacia delante, concentrándome en las conversaciones que se sucedían a mi alrededor. Sin embargo, debía de confesar que me costaba horrores quedarme con las menudencias de los demás, y no bombardear a preguntar a Fausto.

Se me cortó el aliento cuando noté que me levantaba, pues mis piernas me dirigían,  y me pregunté si mi falta de conversación era la causa por la que me había levantado, pues era ridículo quedarse en la mesa sin mostrar interés por nada. Lo seguí con la mirada mientras rodeaba la mesa, aprovechando que justo el hombre que tenía delante hablaba animadamente, y, fingiendo que me interesaba la conversación, pude descubrir que me miraba.

Con una sonrisa velada, y unos ánimos impropios de una señora de mi edad y mi condición, me fui hacia la terraza, tratando de buscar un poco de aire fresco, y una ayuda para aclararme las ideas.

Con el abanico en la mano, y con mi pecho subiendo y bajando a un ritmo frenético, me situé a una distancia prudencial de algún otro invitado, y me abaniqué para bajar el calor. Realmente, era el bochorno era tal que sentía escalofríos por todo mi cuerpo.

Fue, entonces, cuando, momentos después, nunca supe cuántos, lo vi. Cerca. Muy cerca. Contemplé sus gestos, mientras seguía abanicándome. Noté un cosquilleo en mi interior, y lo miré de manera intensa, sabiendo claramente lo que  sentía. Aquello subió mis ánimos, mi osadía, y mi ego. Sentirse deseada era algo que hacía mucho tiempo no notaba.

Dejé de abanicarme, y cerré el abanico de manera lenta, casi en un gesto hasta sensual. Sin dejar de sonreír, esperé que supiera suficiente acerca de las mujeres y sus maneras de comunicarse, pues el abanico era mi vía de comunicación para con él, y era lo único que se me ocurría para responderle sin decir nada.

Tras cerrar el abanico de manera lenta, lo volví abrir y se lo mostré, sin dejar de sonreír, en otro claro símbolo de comunicación. Esperé que fuera suficientemente inteligente, y mirándolo una última vez, volví hacia el interior de la mansión, mostrando una sonrisa pícara.

Acciones Noche 1

Reuniones
Biblioteca --> Martin Crowden, doctor Dumont Champlain, Benoni Fausto Predatore, Sean Arbuthnot, Penny Barrow, Jacqueline Dupont y Eleanor Morstan.
Sala del Piano --> Sir Gustave Cavanough y Martin Crowden.
Sala del Piano --> Sir Gustave Cavanough y Wesley Barrow.
Cocina --> Elisabeth Cavendish, Prudence Bennett y Penny Barrow.
PB-Hab.7 --> Wesley Barrow y Penny Barrow.
PS-Hab.10 -> Benoni Fausto Predatore y Ágape Stolness.

Asesinatos
Justiciero (Erasmo Gaylord) --> Benoni Fausto Predatore
Médico (Sir Gustave Cavanough) --> Martin Crowden
Asesinos --> Fausto (Sean), Ágape (Penny), Erasmo (Prudence), Frederick (Alfred) [no votan: Jacqueline y Eleanor]. Como no hay coincidencia, se resuelve a suertes. Resultado del dado 1-Fausto

Ya que los Asesinos no han logrado reunirse a solas para poder deliberar, cada cual ha dado un nombre diferente de víctima, por tanto se deshace el empate con un dado. Así, Sean Arbuthnot se colará esta noche en la habitación de Fausto e intentará acabar con él, pero no lo conseguirá, aun quedará vivo, ya que Fausto es duro de pelar. Más tarde, Erasmo también entrará en la habitación a hacer de las suyas y, esta vez sí, acabará con Fausto (segundo ataque). Por la mañana, Ágape entrará en la habitación de Fausto, para darle los buenos días, y lo encontrará muerto. No podrá soportarlo y se tirará de cabeza desde el balcón del primer piso, partiéndose el cuello en el acto.

Martin no se despertará, gracias al cianuro que el buen "doctor" (Gustave en su rol de Médico Cirujano), su enemigo íntimo, le suministró mientras dormía. Al morir Crowden, Gustave obtiene su rol primario: Juez.

Otros
Vieja al Visillo (Dr Dumont Champlain): Escucha en la habitación de servicio (PS-Hab.11), allí no pasa nada.
Perro Blanco (Sally Miles): No actúa.
Investigador (Everet Schuls): No actúa.

Notas de juego

Aclaración del funcionamiento de los Asesinos a Sueldo:

Cada asesino, en privado (Sólo al Director), dará un nombre de víctima por la noche. La víctima que más votos tenga será asesinada por aquellos que la hayan votado. Cualquier caso de empate, se resuelve a suertes.

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23/03/2015, 21:54
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 Sucesos Día II

Los invitados se despiertan el día tras su regreso con la increíble y desconcertante noticia de las muertes de los señores Crowden y Predatore, así como la muerte de la señora Stolness. A todas luces, el señor Crowden parece haber sido envenenado con cianuro, el señor Predatore parece haber sido atacado de múltiples formas y la señor Stolness ha caído desde el balcón de la habitación de aquel, rompiéndose el cuello en el acto.

  

Por si fuera poco...

Algunos huéspedes volvieron al comedor. No con intención de seguir desayunando, más bien por ir a alguna parte. Allí algo pintoresco había sucedido: dos de las diez figuras de negros estaban rotas sobre la mesa. Al lado de éstas, dos notas.

En una nota decía:

Diez negritos se fueron a cenar;

uno se asfixió y quedaron nueve.

En la otra ponía:

Nueve negritos estuvieron despiertos hasta muy tarde;

uno se quedó dormido y entonces quedaron ocho. 

Todo aquello es absolutamente apabullante para la mayoría de los huéspedes de la mansión, y sólo les queda como esperanza que llegue la canoa motorizada a la Isla del Negro y así poder huir de allí.

Los invitados comenzaron a discutir qué hacer, a buscar culpables, a exponer teorías y, en definitiva, a desesperarse al verse sumidos en una situación que escapa al control y a la cordura. Dado que durante la noche la mayoría salieron a pasear fuera de sus habitaciones y, entre otras, se organizó una reunión bastante participativa en el biblioteca, las intenciones de unos y otros para salir en plena noche fueron blanco de las críticas y la histeria colectivas.


No pocos, se fijaban en las figuras africanas, aunque ahora con más temor que reprobación. La insinuación, por parte de algunos huéspedes, que el hablar o mirar mal a tales figuras podría ser causa de perder la vida, hacía mella en las mentes más sensibles a este tipo de cosas. Sea como fuere, era difícil volver a hacer mención directa a aquellas piezas de artesanía indígena sin sentir como se erizaba el vello de la nuca.

Las dos figuras rotas pertenecían al mismo grupo. Las cabezas habían desaparecido.

El día avanzaba y llegaba la hora del almuerzo. El barquero no hacía acto de presencia, aunque el servicio aseguró que tenía por costumbre llegar a primera hora de la tarde.

Tras servirse el almuerzo, la tensión atmosférica se incrementó perceptiblemente. No sólo los ánimos se crispaban dentro de la casa, también el clima fuera de ella. Los vientos soplaban del sudeste con cada vez más fuerza y en pocos minutos el cielo se encapotó.

Los alojados en la casa vieron con preocupación como el mar se rizaba y escucharon en la lejanía los primeros truenos. Las peores sospechas parecían cumplirse.

Por si todo aquello no fuera poco, el señor Wesley Barrow realiza una confesión pública que desconcierta aún más, si cabe, a los presentes:

- Tengo que hacerles una confesión. - Anuncia a todos. - De algún modo, no sé si por obra de Dios o por arte de nuestro anfitrión... Estoy en otro sitio, no puedo explicarlo, simultáneamente, con los fallecidos. - Dice finalmente, claramente afectado y con mirada preocupada a la vista de todos. - Están los tres. Ágape, Crowden, Fausto... Me hablan, hablan entre ellos... Ninguno recuerda quien acabó con sus vidas, pero tienen teorías causadas por las reuniones nocturnas. - Deja de hablar y se centra en tomar aire.

Entre las discusiones y teorías, el señor galés, Sir Cavanough, elabora un tosco mapa para representar dónde se encontraban cada uno de los huéspedes durante la noche. Lo comparte con todos, por si pudiera arrojar luz a los hechos.

 

En el cúmulo de despropósitos, ante las palabras y discursos de, principalmente, Sir Gustave Cavanough, una de las sirvientas, Yvette Mercier, se desembaraza de cualquier protocolo para contradecir y hablar entre los presentes como si en un taberna de puerto se encontrara. Hablando de tú a los señores, señoras y señoritas e incluso lanzando algún que otro insulto poco apropiado. 

Quien más quien menos, todos los presentes dan su opinión, fundada en sus sospechas o su conveniencia. Incluso alguien lanza públicamente la propuesta que, durante la noche, podrían reunirse para hablar en el hall los que así lo deseasen, sin tanto secretismo ni sospechas infundadas. Entre tanta tensión, un detalle humano tiende a relajar levemente el clima interno, y es que el señor Owen Cray comparte con los presentes que espera ser padre dentro de poco, cosa que los presentes celebran con un brindis y buenos deseos.

Finalmente, tras la cena, las opiniones encontradas hacen que cada cual tenga sus propias sospechas de quién pudiera estar tras los hechos acontecidos en la mansión. La mayoría pone sus ojos en el mayordomo, Alfred Dyle. 

Al verse acusado, sin valor si quiera para defenderse, la tensión hace mella en su salud y cae fulminado, víctima de un irreversible infarto de miocardio.

 

Sotto-vocce 

[Gustave -> Penny]

Sir Gustave deja el bolígrafo y desvía la atención de si mismo, momento que aprovecha para quitarse de en medio y acercarse disimuladamente a donde se encuentra la señorita Barrow.

Al pasar junto a ella, le roza levemente con un dedo en el brazo para captar su atención y le susurra una palabra, sin voz, únicamente vocalizada.

Marca con la boca cinco sílabas sin sonido todas ellas seguidas. La primera con la boca semiabierta y hacia los lados. Las dos siguientes con la boca plenamente abierta. La cuarta como la primera, semiabierta y hacia los lados. La última abierta en forma de círculo.

Por si acaso, para que el mensaje sea claro, capta su atención y dirige los ojos hacia el exterior mirando por la ventana.

Como si nada hubiese ocurrido y todo hubiese sido imaginación de la joven, continúa sus movimientos hasta la mesita de las bebidas y se sirve una copa de agua.

Desde la mesa de bebidas la mira a los ojos, buscando reconocimiento o afirmación en sus gestos

[Penny -> Wesley]:

Penny aprovechó el momento en que el señor Cavanough hacía sus dibujos para hacer un pequeño gesto hacia Wesley, llamando su atención y tratando de captar su mirada. Le dedicó una sonrisa de ánimo, se acercó a él y susurró en su dirección en voz baja.

- ¿Repetimos? - Trató de sonar divertida y bromista, pero había una sombra de preocupación en el fondo de su voz.

[Sean->Jacqueline]:

Esperé un poco para irme, lo suficiente como para que alguien hablase y volviera a llamar la tención de todos. Le hice un gesto a Jaqueline Dupont con la mirada dura señalando a Penny Barrow y luego al techo. Con sumo cuidado de que no me viese nadie usando mi espalda y lo que hubiese cerca. Tampoco espejos ni superficies reflectantes. Por si acaso miré varias veces si se me vería desde el reflejo que se pudese producir en el cristal de la lámpara o las ventanas.

Luego recé a todos los dioses que conocía en silencio por que Jaquie lo entendiese y no hiciera gestos de sorpresa ni nada por el estilo para no alterar la atención de nadie, así porque esta vez su grupo fuera especialmente sigiloso, ayer levantaron demasiadas sospechas......

[Penny -> Prudence]

Penny buscó un momento para acercarse a la señora Prudence Bennett y sin decir nada sacó de su bolsillo la llave de su habitación. Jugueteó con ella entre los dedos enarcando las cejas, para terminar haciendo un gesto que dejase ver el llavero con el número.

[Alfred -> Eleanor]

Entre la confusión de lo acontecido y el jaleo de la preparación de la cocina Alfred le dice a Eleanor: - Piano.

VOTACIONES DÍA II

Candidatos de las votaciones

        Doctor Dupont Champlaint, Erasmo Gaylord, Margareth Beddingfeld, Wesley Barrow.

           Alfred Dyle, Owen Cray, Eleanor Morstan, Yvette Mercier, Frederick Von Baach.

          Elisabeth Cavendish, Sir Gustave Cavanough, Sean Arbuthnot, Penny Barrow.

         Everet Schuls, Prudence Bennett, Leonard Clement, Jacques Dupont, Sally Miles.

 

Resultado de las Votaciones

 

 Wesley Barrow (1)
 Everet Schuls

 Sir Gustave Cavanough (1)
 Dr. Dumont Champlain

 Yvette Mercier (3)
 Prudence Bennett, Penny Barrow, Wesley Barrow

 Penny Barrow (1)
 Yvette Mercier

 Owen Cray (1)
 Erasmo Gaylord

 Dr. Dumont Champlain (1)
 Eleanor Morstan

 Leonard Clement (3)
 Margareth Begginfeld, Sally Miles, Leonard Clement*

 Alfred Dyle (4)**
 Sir Gustave Cavanough, Elisabeth Cavendish, Alfred Dyle*

 Sean Arbuthnot (1)
 Frederick Von Baach

 Frederick Von Baach (1)
 Owen Cray

 Owen Cray (1)
 Sean Arbuthnot

 Jacqueline Dupont (2)
 Almas en pena, Jacqueline Dupont*

*Auto-voto por no votar.
**El voto de Sir Gustave Cavanough vale doble, al haberse convertido en Juez, tras la muerte de su Enemigo (Crowden).

Alfred Dyle tiene cuatro votos.

Acciones Noche II

Reuniones
Embarcadero -> Sir Gustave Cavanough y Penny Barrow
PB-Hab.7 --> Wesley Barrow y Penny Barrow
Hall (o Salón) --> Elisabeth Cavendish, Margaret Beddingfeld, Owen Cray, Sean arbuthnot y Wesley Barrow.
Cocina --> Everet Schuls y Wesley Barrow
Biblioteca --> Doctor Dumont Champlain (no coincide con nadie)
PS-Hab.7 --> Penny Barrow y Prudence Bennet
PS.Baño --> Sally Miles (no coincide con nadie)

Asesinatos
Asesinos -> Frederick Von Baach
Justiciero -> Frederick Von Baach
Psicópata -> Owen Cray

Los asesinos actúan primero, así que liquidan a Frederick antes que éste pueda ir a asesinar a Owen. El Justiciero entra en la habitación de Frederick, pero se encuentra que alguien se ha adelantado.*

Otros
Investigador (Everet Schuls) -> Yvette Mercier
Perro Blanco (Sally Miles) -> Sir Gustave Cavanough
Político (Margaret Beddinfeld) -> Eleanor Morstan
Protector (Elisabeth Cavendish) -> Sir Gustave Cavanough
Vieja al Visillo (Dr. Dumont Champlain) -> Habitación 1 del segundo piso, antigua habitación de Ágape.

El Investigador descubrirá que Yvette Mercier es el Titiritero.
El Perro Blanco no olerá ningún Negrito en la habitación de Sir Gustave.
El Político no necesita hacer uso de su poder de persuasión sobre la doncella.
El Protector no necesita actuar para proteger a Sir Gustave Cavanough.
La Vieja al Visillo no escuchará nada tras la puerta de la antigua habitación de Ágape.

Evento Laguna de las Sirenas

El lugar donde reposan las almas de los fallecidos en la mansión es conocido con el nombre de La Laguna de las Sirenas. Allí, los poderes supraterrenales confieren distintas posibilidades y facultades a los que allí moran, normalmente relacionados con la facultad de cada espíritu de poder vibrar en la misma frecuencia del siguiente alma que atravesara el puente que une los dos mundos.

Para conseguir ello, los difuntos apuestan por el nombre del siguiente en llegar. Tanto Benoni como Martin tenían entre sus apuestas a Frederick Von Baach, por tanto se resolvió a suertes entre ellos dos. El Mayordomo no apostó, así que se quedó sin oportunidad de resurrección. Finalmente el dado decidió a favor de Martin Crowden, que se escapará del más allá para poseer el cuerpo del humilde párroco, el señor Leonard Clement.

Notas de juego

*Tras este suceso, el jugador que llevaba a Erasmo Gaylord (John Deadlier) decide abandonar la partida por no sentirse cómodo en ella.