Wesley la mira atento, centrado más en sus palabras que en su belleza, pese a que la mujer es merecedora de ambas al mismo nivel. Asiente a sus palabras con una fina sonrisa en los labios, satisfecho. - No se me había ocurrido eso. Si lo que puedes descubrir fuese de dominio público, los negritos serían siempre una presa segura. - Vuelve a asentir analizando sus propias palabras ahora. - Sigo sin entender muy bien qué es ser un negrito, pero si eso me hace... Bueno, me ayuda a resultar más de fiar, lo deseo. - Entonces la vuelve a dejar hablar.
Escucha con dolor como ella confiesa una situación bastante similar a la suya y la de su hermanastra. Gira la cabeza unos centímetros y se forma en su rostro una mueca de dolor, mostrando claramente el disgusto hacia su marido. - Esas bestias están mejor a dos metros bajo tierra. ¿Acaso eso puede convertir a alguien como tú en una asesina? - Niega con la cabeza y chasquea la lengua en el paladar. - No... Ni en un millón de años, Sally. - Tiene la osadía de acercarse un paso más a ella y se queda mirándola, dubitativo. - Es el peor momento para sentir algo por alguien... - Niega marcadamente con la cabeza, llevando sus manos nerviosas cuando normalmente son diestras a coger un pitillo previamente liado y prenderlo en sus labios. - ¿Quieres? Si te molesta lo apago. - Termina diciendo a la viuda, ocultando anteriores trazas de su conversación.
Wesley no la culpaba por lo que había hecho con su marido. Quiso creerle, aunque sabía que tampoco era una santa. Además tenía razón en algo, era un mal momento para sentir cosas por alguien. Así que agradeció el cambio de tema, cuando le ofreció un cigarrillo. Se limpió las lágrimas que danzaban por su rostro y se asintió. - No suelo fumar demasiado, pero ahora me vendría bien. Gracias.
Estaba nerviosa. ¿Como no iba a estarlo? La gente moría y aún no sabía de quien fiarse. Aunque la persona que tenía delante, algo le decía que era como ella, que no quería mal para nadie. No, si le investigaba esa noche no era porque no se fiara. - Aunque descubra que no eres un objetivo de los asesinos jamás dudaría de ti. Creo tus palabras y lo que dices hacer. Si quiero asegurarme de si eres un "negrito" o no es simplemente para saberlo y actuar en consecuencia. Casi, y ya sé lo agoísta que es eso, prefiero que no lo seas. No quiero que te haga nadie daño, y si representas a una de las figuras tarde o temprano alguien podría saberlo e ir a por ti.
Tras la declaración de intenciones y el plan trazado, Wesley sale de la habitación de Sally y regresa a su cuarto.
Reunión finalizada.
Os asomáis al pasillo a la hora acordada. Todos duermen. Al sacar la cabeza cada uno por vuestras habitaciones, Sean ve a Penny asomando al pasillo, igual que Penny ve a Sean. No hay nadie más en el pasillo y tampoco es buena idea esperar demasiado por si se presenta algún otro confabulador. Las habitaciones de los demás están cerca, pero tampoco parece buena idea ir llamando a las puertas a estas horas de la noche.
Así que cruzáis el pasillo y encaráis la habitación de enfrente de la de Penny, la habitación de Sally Miles. La puerta no opone resistencia y se abre sin problemas. Entráis. Se trata de una habitación prácticamente idéntica a la de Penny, pero como si fuese la imagen en un espejo de ésta.
Penny muestra a Sean un garrote de aspecto contundente. Sean muestra a Penny una pistola con un dispositivo grotesco en la punta: un silenciador. Con las miradas, resuelven rápidamente como actuar. Penny la noquearía con un primer golpe en la cabeza y Sean se aseguraría de que muriese con un disparo al corazón.
Motivo: Sigilo de Penny y de Sean
Tirada: 2d100
Resultado: 41, 79 (Suma: 120)
Motivo: Escuchar de Sally
Tirada: 1d100
Dificultad: 47-
Resultado: 38(-25)=13 (Exito)
Motivo: Alerta de Sally
Tirada: 1d100
Dificultad: 24-
Resultado: 77 (Fracaso)
Tienes un sueño inquieto esa noche. Alguien a quien aprecias, alguien de tu vida lejos de aquí, te llama en la lejanía. - Sally, Sally... - Es una voz dulce, como la llamada de una madre amorosa. Pero entonces la voz comienza a adquirir un tono de apremio. - ¡Sally! ¡Sally! - Sabes que debes reaccionar. Debes ponerte en pié, pues sin duda estás recostada, pero tus párpados pesan. Pesan mucho. Es imposible para ti abrir los ojos. La situación es muy desagradable. Cuando por fin estás a punto de conseguirlo... un golpe violento se descarga sobre tu cabeza. Y esto... ya no era un sueño.
Aturdida sobre el colchón de tu cama. La sangre caliente moja tu pelo y tu almohada. A penas te quedan fuerzas para levantar la cabeza, como si tu cuello fuera de papel húmedo, pero entonces oyes una palmada en el aire y un aguijonazo tremendo, caliente, ardiendo, atraviesa tu espalda, alcanza tu corazón y éste estalla en tu pecho.
Penny y Sean se miran. Penny rodea la cama y se sitúa a la cabecera. Sean se acerca por su lado y toma un cojín grueso que descansaba sobre un butacón. Ella enarbola su garrote, él tapa su arma con el enorme y mullido cojín.
Sally parece querer despertarse al acercarse Penny, pero no lo logra. No al menos hasta que Penny descarga un golpe brutal sobre la cabeza de Sally. Entonces la víctima trata de erguirse, pero no puede. La sangre de su cabeza baña su pelo y se diría que su cuerpo lucha por cobrar un control de sí mismo que el tremendo porrazo no facilita.
Sean apoya el cojín sobre la espalda de Sally y descerraja un único disparo que atraviesa el corazón de su víctima. El fogonazo ha sido más escandaloso que el ruido provocado pues, gracias al silenciador y el cojín, había sonado como una única, aunque fuerte, palmada al aire.
Trabajo realizado. Es hora de regresar por donde se ha venido.