Partida Rol por web

La habitación Atenas es una habitación 8 metros cuadrados con una decoración en tonos blancos y azules donde destaca una amplia cama con cabezal blanco y flanquada por 4 columnas de capiteles corintios. La madera de la cama y las columnas es la del abeto blanco. Flanqueando la cama se encuentran dos mesillas de noche de la misma madera de tres cajones, donde los herrajes en bronce viejo y las tallas de hojas de parra destacan sobre el blanco inmaculado de la madera. Sobre ambas mesitas hay dos pequeños jarrones donde una docena de rosas por jarrón llenan la habitación de su fragancia. A los pies de la cama, una alfombra azul con motivos mitológicos griegos.

Frente a la cama se encuentra  un armario de 3 cuerpos vacío con las perchas suficientes y a sus pies hay una pequeña caja fuerte de combinación, abierta,  que permite poner una combinación de 4 dígitos a la que acompaña un pequeño folleto de instrucciones. Junto al armario un enorme televisión de pantalla plana.

A la izquierda de la cama hay un inmenso ventanal que lleva a una terraza de 2  metros de ancho por 8 de largo donde hay una mesa de mimbre con 4 sillas a su alrededor a la que se accede mediante una puerta corredera. La separación de balcones es de poco más de un metro y 20 de alto. Encima de la mesa de mimbre hay una pequeña maceta donde destaca una vid al estilo bonsai.

A la derecha de la cama una bonita cómoda de múltiples cajones a juego con las mesitas de noche sobre la que hay colgado un enorme espejo imitando la figura del oráculo de Delfos.

Junto la puerta del baño, un bonito escritorio en blanco con un mullido sillón forrado en azul.

Las paredes son lisas y están pintadas de un color marron terroso. El techo totalmente blanco con un enorme plafón para iluminar la habitación imitando el oculus del phanteon. Junto al plafón parpadea perezosamente un detector de humos del sistema antiincendios.

Nadia sentía una euforia descontrolada. Ahora que estaba sola ya no tenía que comportarse. Además, desde que había emprendido aquel viaje sentía que la vida le había perdonado por lo sucedido. Lo primero que hizo fue sacar el móvil del bolso y poner una canción de una cantante que había descubierto recientemente y que le venía al pelo para gritar a los cuatro vientos que ahora si se sentía segura de si misma.

Mientras la canción comenzaba a sonar la mujer revisó cada cajón de cada mueble de la estancia. Eso si, con un golpecito de cadera por aquí, otro por allá. Sus hombros también se movían a un lado y otro según la canción lo requeria.

- What´s wrong with being... what´s wrong with being... - se puso de lado ante el espejo, observando su figura redondeada mientras se contoneaba y chasqueaba los dedos a la par - what´s wrong weith being confident  oh oh oh -  puso morritos antes de salir a la inmensa terraza y deleitarse con las vistas.

Tras sentir como la calma, y un ligero dolor en el riñón derecho, se adueñaban de nuevo de ella, se dedicó a deshacer la maleta y colocar todo ordenadamente. Se duchó y se quedó en bata, albornoz o toalla (lo que hubiera en el baño) para maquillarse y peinarse con cuidado y esmero.

Luego hizo tiempo intentando llamar a su marido otra vez. Se había olvidado por completo de él...
 

Nadia se llevó el teléfono al oído mientras intentaba llamar a su marido por tercera vez desde que había salido de casa pero esta vez el resultado no fue el mismo. En lugar del acostumbrado tono metálico de llamada de su móvil no escuchó absolutamente nada. Extrañada por el hecho Nadia examinó el teléfono y pudo comprobar que desde su habitación no había cobertura en el móvil. De hecho, desde que habían despegado en el helicóptero no lo había comprobado por lo que pudiera ser que llevara incomunicada un par de horas sin saberlo. 

Era extraño que el señor Dark, que parecía tener el dinero por castigo, no tuviera instalada en su casa una tecnología tan cotidiana como la telefonía móvil, aunque, tal vez, un hombre de negocios de su calibre lo que buscara en ese lugar es el estar desconectado del resto del mundo.

Mientras intentaba hacer la llamada ojeaba las instrucciones de la caja fuerte. No porque fuera a usarla, sino por mera inercia. Cuando algo llevaba instrucciones había que leerlas. Se pasó la mano por el pelo frustrada mientras un rictus de preocupación pintaba su cara. Necesitaba compartir con Jhon lo que estaba viviendo. Él sabía que estaba bien porque le había dejado el mensaje pero...

Al final optó por dejar escapar un suspiro resignado y decidió hacer tiempo hasta que tocara bajar. Con las manos en la cadera observó la habitación. Nunca le habían gustado las flores ni las plantas en los dormitorios. Sacó al balcón los jarrones de rosas con cuidado de no pincharse con las espinas.

Luego comprobó que no hubiera dejado ningún cajón, ni puerta, abiertos. Tras eso se vistió y se sentó a los pies de la cama a ver la tele hasta que llegara la hora

La inspección de cajones resultó estéril. Todo estaba vació e impoluto, esperando a ser ocupados por las ropas que pudieran traer los invitados.

Nadia miró hacia el techo blanco donde la potente lámpara, ubicada en el centro geométrico de la sala, iluminaba con una luz anaranjada y cálida el interior. Mientras esperaba la llamada a la comida, Nadia salió a la terraza

Mientras Nadia tomaba el fresco en su terraza a dos terrazas de distancia hacia la izquierda, unos 15 metros, apareció la figura de una mujer madura, atractiva y de porte elegante que parecía que necesitaba lo mismo que ella, un poco de aire para recobrarse de todas las sorpresas que habían ocurrido desde aquella mañana.

La mujer analizó a conciencia a la muchacha embarazada, con una de esas miradas veladas y venenosas que ocultaban las verdaderas intenciones mediante sonrisas falsas, hechas de pura fachada. La chica era joven, y guapa a su criterio, y se preguntaba quien era y por que estaba embarazada. Sin embargo no reveló ninguno de esos pensamientos, inclinando la cabeza.
- Buenas tardes. Supondré que será mi compañera de baño. Soy Natalie Stein, es un placer. Creo que es hora de empezar a prepararnos para la comida de gala. Tengo en mi tocador todo lo que necesito, unicamente me basta con una ducha rapida. Tengo el pelo bien asi que si vas a tardar mas, ve tu primero, no hay molestia alguna. - Esbozó una sonrisa calida. Ciertamente no pensaba mojarse el pelo todavia, lo tenia aun bien y no era nada que la plancha y un par de horquillas no lograran arreglar. Normalmente contrataba a una peluquera para esas cosas, pero podria conseguir un resultado mas que decente por si misma. Esperó la respuesta de la muchacha antes de volver a retirarse hacia la habitación y tomar su turno de baño cuando esta acabase.

Unos nudillos golpearon la puerta de su habitación y antes de que pudiera decir ni siquiera adelante la puerta estaba abierta. La maleducada doncella arrastraba un perchero móvil con ruedas con ropa de gala con gesto de mala gana.

"Oh, lo siento muchísimo señora Stinson" dijo en un tono que sugería todo lo contrario "Tantos invitados a la vez y tantas cosas por hacer... Había olvidado traer esto a su habitación" dijo mientras le daba una vuelta juguetona al perchero. El perchero contenía ropas de premamá en varias tallas con las que podría dar una buena imagen en cualquier tipo de evento.

Con una sonrisa descarada le dijo en tono de confidencia "Le recomiendo el amarillo, le sentará como un guante. Es difícil encontrar ropa cuando a una le sobra la barriga... Oh, o al menos eso dice la mayoría de mujeres". Dijo con una pequeña risilla falsa. Por la forma que tuvo de decirlo Nadia entendió que en esa mayoría no se incluía ella, ni se penaba incluir.

- Oh, no te preocupes. Ya estoy duchada. Me aburría y decidí ir adelantando. Solo me quedan los últimos retoques - Sonrió con amabilidad mientras se acariciaba la tripa con mimo. Decidió hacer caso omiso de que se había equivocado por completo, pero no quería ponerla en un momento embarazoso ante una tonteria como aquella. Así además podía ir entablando conversación con lo que parecía un aluvión de gente en lo que ella había creido al principio como reunión de negocios.

- ¿También está aquí por negocios? No esperaba que el señor Dark tuviera tantos invitados - se apartó el mechón de su rubio cabello que la brisa arrastraba una y otra vez hacia su cara. - Por cierto, me llamo Nadia  Stinson- sus rostro se dulcificó al presentarse 

El grupo llegó a la suite Atenas, la asignada a Nadia donde nada había cambiado desde la última visita, nada salvo un macabro peluche que descansaba sobre la cama de Nadia. Un oso de peluche lleno de manchas de sangre con un pequeño oso saliendo de las tripas de su madre.

Parecía que Wallace tuviera manía persecutoria, pues a cada pocos pasos que daba no dejaba de mirar hacia atrás, creyendo que toda sombra que cruzaba el rabillo del ojo era el asesino dispuesto a matarlos. Incluso dispuso un par de metros caminando marcha atrás, sobre todo las esquinas donde la visión se perdía y no podía más que confiar en no encontrarlo cual screamer, prefería ser precavido.

Aunque pecara de ser uno de los primeros en la marcha a la habitación no era el más valiente, ni siquiera el más ducho a la supervivencia del grupo. Cada ruido extraño que no lograba identificar, desde el crujido de la madera hasta el estornudo espontáneo de uno de la fila lograba que el hombre saltara con un leve respingo, sintiendo que su corazón se paraba en seco con una fuerte sacudida. Si no me matan, moriré de un infarto.

Siguió las indicaciones hacia la habitación, abriendo la puerta con disimulo y abriendo primero un resquicio para ver el interior, una pequeña rendija donde apenas cabía una fina hoja. No la abrió hasta comprobar que todo parecía orden, ni una trampa visible ni un hombre encapuchado con una motosierra, suspirando aliviado mientras dejaba pasar al resto.

- Parece que hemos llegado.- Algo tan cotidiano como subir unas escaleras y cruzar una puerta había supuesto una verdadera odisea, queriendo tumbarse en la cama y quedarse ahí escondido entre las mantas el resto de semana hasta que vinieran a rescatarlos.

Apenas observó la habitación, si le preguntaran no sabría decir si era de estilo griego o egipcio, pues estaba más preocupado en comprobar el pasillo que habían cruzado que en la decoración que le rodeaba. Sin embargo se percató de un pequeño detalle, un peluche macabro que claramente era un mensaje destinado para desestabilizar a Nadia.

Con un rápido movimiento y sin saber si ella lo había visto, se interpuso entre la visión de la mujer y el juguete y le dio un manotazo al oso, tirándolo tras la cama para ocultarlo. No quería alterarla, no cuando la vida de su bebé estaba en juego.

- Cojamos lo que necesitemos, aquí no estamos seguros.- Antes creía que en sus habitaciones encontrarían el refugio perfecto, ahora no hacía más que pensar que no tenían escapatoria.

Nadia se había dirigido directamente al armario a coger su rebeca y solo vió por el rabillo del ojo como el joven se abalanzaba sobre algo que había en la cama

- ¿Qué pasa Wallace? - preguntó cautelosa mientras se agachaba con algo de esfuerzo para sacar las manoletinas, mucho más cómodas que los tacones. Cuando se las puso suspiró de alivio pues la hinchazón de sus pies era ya ligeramente evidente. Se arrebujó en la prenda de suave cashmere mientras se volvía hacia todos. En especial a Vanesa, que era la única mujer.

- ¿Necesitais algo de aquí? ¿Qué vamos a hacer ahora? - se acariciaba distraida el collar de perlas cuando cayó en la cuenta de que podría ser peligroso llevarlo en aquella casa. Se lo retiró rápidamente y lo dejó caer rapidamente en el interior del armario y cerraba sus puertas

Al entrar la habitación estaba totalmente ataviada con caracteres griegos... excepto el oso sangriento que fijaron mi mirada, a la vez que abría la quijada por el asombro.

En un rápido movimiento, Wallace lo quita del medio y evita que Nadia lo vea. Trago salivo y asiento con la cabeza y digo.- El supuesto Señor Dark, que nos ve telemáticamente, tiene la forma de entrar en nuestras habitaciones, por lo que por mucho que digáis, sigo desconfiando de este tío, y su obsesión por estar en soledad e ir a las dependencias del Señor Dark.

Escucho a Nadia y digo.- Mi habitación es la última, pero si queréis pasar antes por otra no tengo problema mientras vayamos todos juntos.