En la cubierta del barco Katsumoto contemplaba el inmenso océano que les separaba a ellos de los que se encontraban en la isla. El corazón del escritor de novelas de misterio se estremeció al pensar que otra batalla por la supervivencia tendría lugar a apenas unas cuantas millas náuticas de ellos, pero dentro de él aún se albergaba la esperanza de poder detener toda esa locura, muerte y desesperación si llegaban a tiempo.
-Tsumiko -Dijo a su compañera y pareja de hecho, la cual estaba al timón bajo la cubierta de aquel navío velero- ¿Crees que hacemos lo correcto?. A fin de cuentas ellos son... bueno, olvídalo... pregunta tonta por mi parte.
Girando la cabeza nuevamente hacia aquel archipiélago de islas, la cima de una noria se hizo visible desde la distancia, en efecto, ese lugar era tal y como lo habían visto en su momento, lo que significaba que iba a ser un problema.
Quién me iba a decir que acabaría conduciendo un velero hacia unas islitas paradisíacas convertidas en un infierno. Sí, los últimos días habían sido moviditos. Y ya si hablamos de meses... ni te cuento. Medio curso o curso entero que me borraron de la mente para introducir semanas de pura desesperación. De matanzas, cuerpos desmembrados, asesinos en serie y otros horrores... de la muerte sistemática de compañero tras compañero, amigo tras amigo... para encima darnos cuenta de que en el resto del mundo literalmente estaba ocurriendo lo mismo a mayor escala, aunque por fortuna había una resistencia y algunos bastiones de la esperanza.
Así que aquí estabamos nosotros, intentando torpemente ser uno de esos bastiones. Una fuerza de rescate... o de choque. Yendo voluntariamente a un nuevo infierno para detenerlo. Sí. ¿En qué diantres estabamos pensando? Solté una risita. "¿Ahora te vas a echar atrás?" mi rostro mostró una sonrisa burlona una vez más. "¿No fue esto idea tuya para empezar, Katsumoto? ¿No fuiste tú el que le dijo a la Ultimate Despair a la cara que aún quedaba una última esperanza, que no pensabas quedarte de brazos cruzados? ¿Que aún podíamos derrotar a Junko Enoshima y a su ejército?"
Dejé el timón un momento, para acercarme a Obinata-kun y contemplar el horizonte a su lado. Mi tono de voz dejó las burlas y se puso más serio. "No es... una pregunta tonta." negué con la cabeza, y mi mano buscó la suya, para tomarla. "Yo también tengo mis dudas. Me entran ganas de dejarlos ahi... y que se maten entre ellos. Que les den, y-y ponerme a vivir mi vida en relativa paz, contigo... Podríamos llevar este barco a cualquier otro sitio. Podríamos ir a cualquier otra isla. Hawaii, por ejemplo." le miré con picardía y solté otra risita. "Huhuhu. Sería como una bonita luna de miel. Aunque no estemos casados." me acerqué a su oreja y le susurré un "...Todavía.", para luego echarme a reir. Ay, sí, si es que me encantaba pincharle, y ver sus reacciones haciéndole sonrojar, desde siempre.
Le miré a los ojos con intensidad. "Pero supongo no sería justo... ni para ellos... ni para Tafuna-tan, y el resto de víctimas del juego de muerte al que nos forzaron jugar. El sacrificio de nuestros compañeros... Tenemos la oportunidad de hacer que haya valido la pena de verdad. Podemos ser... ese equipo de rescate que nosotros nunca tuvimos. Sí. Tengo mis dudas. Y tengo miedo. Pero tú fuiste el que me convenciste de hacer esto. Vamos, ahora no te me eches atrás." apreté su mano con fuerza, acariciándola con el pulgar.
"Además el Ultimate Tailor no nos cosió el velamen del barco y estas ropas, para que cojamos ahora y las vendamos por Ebay." bromeé otra vez. ¿Todavía existiría Ebay?
Las palabras amables de Tsumiko relajaron a Katsumoto, no al punto de desinhibirse y disfrutar del buen día que hacía o de tomarse el lujo para que sus mejillas -ahora tonificadas- se sonrojaran, pero lo que sí estaba era para sonreir, pues no solo la tenía a ella, también tenía a una aliada más.
-Takumi además ha hecho otra cosa -comenzó a decir- ha logrado hacer un bolsillo interno para guardar a "Kaori".
Con aquella sonrisa burlona y apartándose de Tsumiko, Katsumoto hizo una pose mientras sacaba de, aparentemente, de la nada, un sub-fusil Thompson.
"Ostias." Me eché hacia atrás en un pasito cuando sacó una maldita ametralladora de entre el abrigo y los pantalones. Esas cosas imponían, vaya que sí. "Kaori, ¿eh?" empecé a reir en voz baja burlonamente una vez más. "Huhuhu... ¿Porque te...?" hice un gesto de OK con la mano izquierda y moví el dedo índice de la otra mano adentro y fuera del agujero. "¿Porque te hace... esto... sin avisar?" Me quedé así unos segundos juguetonamente esperando a ver su reacción otra vez.
...
"En fin..." Negué con la cabeza, y suspiré. "¿Cómo hemos terminado así?..." Bajé la cabeza y miré la katana que tenía enganchada al cinto, la que Takumi y yo habíamos forjado. La desenfundé, enseñándosela, girándola mirando su filo, y los nombres grabados sobre la hoja. "...Sabes por qué el único que falta es el nombre de Edward Shimada, ¿no?" le pregunté. "Ahora la que tiene dudas soy yo... ¿Nos estamos convirtiéndo en él? ¿Unos egoistas... irresponsables... sin corazón?"
En la cubierta del barco Katsumoto contemplaba el inmenso océano que les separaba a ellos de los que se encontraban en la isla. El corazón del escritor de novelas de misterio se estremeció al pensar que otra batalla por la supervivencia tendría lugar a apenas unas cuantas millas náuticas de ellos, pero dentro de él aún se albergaba la esperanza de poder detener toda esa locura, muerte y desesperación si llegaban a tiempo.
-Tsumiko -Dijo a su compañera y pareja de hecho, la cual estaba al timón bajo la cubierta de aquel navío velero- ¿Crees que hacemos lo correcto?. A fin de cuentas ellos son... espera un momento...
Girando la cabeza nuevamente hacia aquel archipiélago de islas, la cima de una noria se hizo visible desde la distancia, en efecto, ese lugar era tal y como lo habían visto en su momento, lo que significaba que iba a ser un problema.
A los artistas siempre nos ha parecido que la muerte por ahogamiento tiene cierto aire romántico, melancólico, oscuro... Deslizarse bajo las olas mientras una neblina de agua flota por arriba de tu cabeza. Caer en el lecho del mar, sentir su frío abrazo antes del fin... un reflejo quizás de la más calmada desesperanza...
Calmada desesperanza... lo primero es el ataque de pánico. Intentas moverte pero el cuerpo no te reacciona, caminas tú sola hacia el agua del mar mientras intentas resistir todo lo posible. Inhalas todo el aire posible antes de sumergirte, mantienes la respiración bajo el agua, pero sabes que es un ejercicio futil. Terminas por acabar abriendo la boca, das brazadas y patadas y saltos, en un desesperado intento de salir a la superficie. Te arden los ojos, te arden los pulmones, y tú intentas desesperadamente respirar, aún si sabes que estás tragando mas agua intentas respirar. Y entonces sientes el peso de todo el mar sobre ti, dentro y fuera de tu cuerpo, tu visión se nubla y empiezas a alucinar, sientes mareo y entonces... te duermes.
Aún así creo que lo peor no fue lo que yo pasé. Lo peor debe haber sido lo que él pasó. A Katsumoto Obinata le desgarré el vientre con mi propia katana. Todavía recuerdo la sangre... su sangre corriendo por el filo de mi katana mientras él intentaba balbucear, y yo intentaba taponar la herida...
Di un fuerte suspiro. Por un segundo temí respirar, todavía recordando el estar dentro del agua, desesperada por respirar. "Fallamos. Lo sabes ¿verdad?" le dije, apoyando el codo sobre el propio timón, llevándome esa mano a la cara el resignación, mientras miraba las olas del mar y el horizonte aciago que se acercaba. "Fallamos, Katsumoto-kun. ¿Ahora qué? Él prácticamente controla toda la realidad. Y ya hemos perdido el factor sorpresa."
Las palabras tristes de Tsumiko no relajaron a Katsumoto aunque tampoco lo entristecieron, no al punto de derrumbarse y llorar acerca de la mala mano que habían recibido o de tomarse el lujo para que sus mejillas -ahora tonificadas- se empaparan de sus lágrimas, pero lo que sí estaba era para sonreír, pues la sonrisa es lo último que se ha de perder.
-Es cierto -comenzó a decir mientras se acercaba a Tsumiko y acariciaba su mejilla- pero nos acaban de dar una oportunidad de hacer las cosas bien, al menos esta vez. No podemos rendirnos, solo no cometer el mismo error.
Sin más que decir, Katsumoto besó a Tsumiko, y mientras se apartaba lentamente seguía mostrando aquella sonrisa burlona, Katsumoto hizo una pose mientras sacaba de, aparentemente, de la nada, un sub-fusil Thompson, ya conocidos por todos como "La Kaori" porque, "Si no te mata, te deja tonto".
-Ve a salvarlos.
Sin dar oportunidad a Tsumiko, Katsumoto empujó a la joven por la borda.