¡Cling!
Vuelve a sonar de nuevo y el paso anterior se vuelve a repetir. Las dulces damiselas se quedan en su sitio, mientras los caballeros se mueven un asiento al lado. Parece mentira que sea la tercera y estamos en la mitad de los Speed dating.
Recordad: es hasta el domingo 1, quizá dé media horita más de margen ya que esta me ha costado abrirla ^^
El ¡cling! de aviso llegó antes de lo esperado y me pilló desprevenido. Volver a empezar... malditas las ganas que tenía! Pero como había dicho yo mismo, había que jugar hasta el final.
Tomé el último vaso de vino de la copa y me acerqué a mi puesto. Allí me esperaba una pequeña muchacha con una llamativa y alborotada melena pelirroja. Su piel blanca contrastaba envuelta en aquella rizada cabellera rojiza, cubierta por diminutas pecas que parecían cubrir su rostro por entero. Supuse que sería así también a lo largo de su cuerpo menudo. Sin embargo, su rostro también mostraba una boca grande y sonriente y sus ojos también me resultaron alegres, así que me senté frente a ella, esperanzado de poder disfrutar de su compañía.
- Hola, ¿qué tal? Me alegro de conocerte. Yo soy Jack.
- Hola Jack, soy Aila, encantada - le dije a mi nueva cita cuando llegó hasta donde yo estaba.
Jack me ofrecía una sonrisa algo tímida, se le notaba un hombre amable y ya pintaba algunas cajas. Tomé un sorbo de la cerveza y sonreí ampliamente.
- Ya está siendo un clásico en mis citas esta noche así que va a ser mi primera pregunta, ¿De dónde eres? Yo soy de un pueblecito de Inglaterra, pero actualmente vivo en Londres.
- Encantado yo también, Aila. Bonito nombre. - Estiré las piernas intentando adaptarme a la silla y para cuando lo logré Aila ya me había dedicado una gran sonrisa y me había explicado de dónde venía ella, así que ahora me tocaba a mí.
- Yo soy de Los Ángeles, California. Aunque ahora vivo un poquito más al norte, pero no muy lejos - le expliqué. - En Rincón Beach. Si conoces algo el surf, puede que te suene... tiene unas playas geniales. - miré hacia un lado, a algún punto inconcreto, y extendí el brazo en esa dirección, como si quisiera abarcar toda la arena y el mar con aquel gesto. No lo conseguiría, pero le daría una ligera noción del estupendo lugar que era aquel. - Aunque Londres tampoco está mal, ¿no? Otro estilo... - sonreí.
- Pues seguro que tenéis mejores playas que los pedregales que tenemos en Inglaterra - dije haciendo una O con mis dedos -. Lo nuestro es más de ir con el paraguas arriba y abajo, por si acaso - añadí con una risilla -. Ahora que lo dices, me suena Rincón Beach, es posible que lo hubiera visitado en un viaje que hice por trabajo a lo largo de vuestras costas.
- Igual son conceptos distintos de playa, sí... - Los ingleses no tenían fama de playeros, eso estaba claro. La mente voló hasta mi apartamento y fui incapaz de adivinar si tendría un paraguas en alguna parte. De todas formas, Aila seguía dando explicaciones así que pospuse la búsqueda para otro momento.
- Ah si? Entonces la siguiente pregunta me la pones fácil: ¿qué trabajo es ese que te lleva de playa en playa? - Y para ser justo y seguir en igualdad de condiciones, yo mismo respondí con mi parte: - Yo me dedico al surf, damos clases en la playa, organizamos algún campeonato, alguna fiesta... y hemos grabado algún documental también.
- ¿En serio? Yo pensaba que sería algún hobby, lo del surf, me he equivocado completamente - exclamé -. Me dedico a la fotografía en plan freelance, una publicación de viajes londinense me contrató para fotografiar vuestra costas a lo mejor hay alguna foto en la que apareces - dije con una sonrisa -, pero el trabajo de freelance lo hago para pagarme la vida mientras nadie quiere poner en su galería mis fotografías, es mi sueño - añadí.
- Pues ese encargo parece bastante importante - debía ser bastante joven y en esa revista habían confiando en ella. Era un comienzo prometedor. - Si hiciste un buen trabajo no es posible que no salgamos en tu reportaje - bromeé.
- Y si no, vuelves por allí y organizamos una ruta completa por la zona. - Podía imaginarme a la chica, pálida y pecosa y resguardada con un gran sombrero mirándolo todo a través de su cámara, las zonas más hermosas, los lugares llenos de encanto, por los que repartiría su sonrisa. Yo también sonreí. - Después de eso, se pelearán por exponer tus fotos en las galerías, estoy convencido.
Asentí. No sería la primera vez. Fotógrafos que habían retratado el surf y toda la cultura que lo rodeaba, llevaban teniendo éxito durante décadas. No todos, claro. Pero Aila parecía decidida y curiosa, y sabría comprender aquel ambiente para poder mostrarlo al público. Sin duda, buscaría su trabajo en cuanto tuviera un ratito, cuando saliera de allí. Pero aquello se acercaba peligrosamente a una reunión de trabajo y no era esa la idea del encuentro.
- ¿Te apetece contarme cómo has acabado aquí? ¿Has venido otras veces o...? - carraspeé, no muy seguro de que quisiera acosarla a preguntas. - Para mí es la primera vez. Me lo recomendó un amigo pero... es un poco distinto a lo que había imaginado. Mejor - le sonreí de nuevo mirando sus grandes ojos azules - pero también algo... forzado. O se encaja desde el principio o... puede ser incómodo.
Estaba claro que mis dos citas previas habían tenido resultados muy dispares.
- Pues es posible que salgais - dije con entusiasmo -, tendríamos que echarle un vistazo, pero seguro que entre las copias que no seleccionaron tendremos más suerte.
Entonces me propuso organizar una ruta de nuevo por la zona.
- Me encantaría volver con algo más de libertad sobre lo que fotografíar, llevaba un guía que me decía que zonas tenía que capturar - le dije, tomando un sorbo de mi cerveza.
- Está también es mi primera vez en el programa de citas - le contesté con una sonrisa -. Vengo buscando evitar a los babosos de discoteca típicos, poder hablar con alguien sin que te estén presionando constantemente cuando ya llevan unas pintas de más. La primera impresión de este sistema no es, ni de lejos, tan mala, aunque claro hay todo tipo de personas. Pero te sonará muy a tópico, ¿pero que hace que un surfero con experiencia recurra a un programa de citas como este? Es decir, en vuestro ambiente se puede conversar... - le pregunté con una sonrisa.